domingo, 17 de noviembre de 2013


¡STOP!  A LA VULGARIDAD!
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Para seguir la moda hoy y ser elegante se necesita un gran sentido crítico: los estampados con grandes flores, los lisos de tonos violentos, los tejidos de red, los encajes y las transparencias, los corpiños imitación guêpière, las prendas íntimas que se convierten en vestidos, los zapatos bordados, los vaqueros con incrustaciones de cristal, los ombligos al aire, etcétera, son elementos “de riesgo”. Algunos son absolutamente rechazables, otros podrían ser tomados en consideración sólo después de haber pedido consejo con humildad.
La moda tiene necesidad de mostrarse y de exhibirse a sí misma. No así la elegancia que huye de la ostentación. Ser elegante es pasar desapercibido y ser recordado por el estilo personal. La elegancia es natural e inconsciente: quién la posee no habla de ella, quién es elegante no está preocupado por lo que lleva puesto. Para llevar con elegancia un tocado se debe olvidar que se lleva puesto; para llevar sin ostentación una bonita joya, es necesario que sea considerada como un objeto bello que adorna, no el signo del valor económico o social personal. Hay que olvidar que se posee. 

La elegancia tiene como presupuesto que el traje responda a la edad, a la personalidad, conformación física de quién lo lleva y, además, se encuentre en armonía con el lugar y la circunstancia en los que se lleva. Se desvela, además, por los detalles, es la suma de pocos y pequeños elementos: un collar, un cinturón, los zapatos o el bolso, el pelo, etcétera. 

Ir “a la moda” no es siempre ser elegante. A menudo la moda es un factor de... falta de elegancia si no es filtrada por los criterios estéticos personales: un depósito de moda que consiste en la propia esencia, la forma de presentarse, actuar, moverse y vestirse que han originado en cada uno su estilo personal. 

Si aquello que está de moda es por sí mismo elegante, incluso quién no tiene ese estilo corre pocos peligros al llevarlo... pero si la moda de por sí no lo es, es muy fácil caer en la vulgaridad. Seguir la moda hoy y tener un estilo personal  precisa de un gran sentido crítico porque hay demasiados elementos que necesitan una atenta valoración 
porque son o pueden estar, ellos mismos, 
faltos de elegancia, si no vulgares. 
Quién tiene estilo se mantiene lejos de todo ello y
tomará de esta modernidad  los   detalles que 
no desentonen con la propia personalidad, edad y situación social.

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