jueves, 30 de enero de 2014

miércoles, 29 de enero de 2014

La imagen no es todo... pero cuenta

Una buena imagen tal vez no te abrirá todas las puertas del éxito, pero una imagen desaliñada puede cerrarte muchas oportunidades. 

¿Serás tú una de esas personas que basa su opinión sobre la gente de acuerdo a su apariencia? Puede que sí, o puede que no. Pero cada día millones y millones de personas juzgamos y nos hacemos una idea de las personas que vamos conociendo después de observar su peinado y lo que llevan puesto. Si bien es cierto que lo exterior no es lo más importante la imagen profesional que puedas dar hoy, de alguna manera influye en la percepción que los demás tienen de nosotras.

Además de las habilidades técnicas y de conocimiento, las organizaciones dan mucha importancia a la hora de crear una imagen institucional sólida,a la forma en que la persona se vista, ponga atención en su arreglo personal (maquillaje, cabello y manos) y proyecte el aplomo y seguridad en sí misma.

Tenemos treinta segundos.

Los psicólogos sociales estudian el impacto que la imagen de una persona pueda provocar en un período de treinta segundos . Nos citan una lista de factores que se toman en cuenta para una primera impression favorable en torno al carácter y habilidades que puedas tener. Cuando un posible empleador te mire y piense en tí como una potencial fuerza para su organización tomará en cuenta:

• tu nivel de educación
• tu habilidad para competir
• tu personalidad
• tu nivel de sofisticación o uso de Buenos modales
• el grado de confianza que inspiras
• tu sentido del humor
• tus raíces culturales en la familia

Ahora bien, treinta segundos no te dará el tiempo necesario para mostrar tu diploma universitario, menos te da tiempo para explicar que eres una mujer talentosa, con una serie de habilidades y entrenamientos que en definitiva agradarían a tus empleadores y clientes. En treinta segundos, la gente se formará te guste o no, forme parte de tu sistema de valores o no , una impression de tí basados en lo que vean. Es decir, tu cabello, tu ropa, la forma en que llevas tu cuerpo, tu sonrisa y el resto de tu comunicación no verbal. De forma que la apariencia si contará.

Cuando el mensaje que das a nivel visual es positivo, la persona que está frente a tí asumirá que los otros aspectos de tí también son positivos. Pero, desafortunadamente si tu mensaje visual es negativo, el nuevo cliente, compañero de trabajo o jefe de recursos humanos tal vez no quiera tomarse el tiempo para descubrir el talento que tu como persona puedas tener en el interior de tí misma. ¿Suena esto negativo y superficial? Bueno, tal vez deberías pensar si eres negativa y superficial cuando una persona te pide trabajo y tú no se lo das porque cuando la entrevistaste no se había bañado, su arreglo personal te decía que era una persona desordenada y su aspecto exterior te ponía terriblemente incómoda. El arreglo personal puede que no te asegure una posición profesional ni te abrirá necesariamente las puertas de un trabajo, pero sí puedo decirte como consultora de empresas que el desaliño y la falta de pulcritud en tu aspecto exterior sí que puede cerrarte muchas puertas.

Haz un pequeño análisis

La apariencia cuenta, especialmente en el mundo de los negocios. Por esto mismo y de una forma objetiva trata de hacer un pequeño ánalisis en torno a las habilidades que haz desarrollado en tí misma para tu propio auto-mercadeo. ¿Cómo es tu actitud hacia lo que tenga que ver con ropa y arreglo personal?; ¿te molesta que una mujer inteligente y brillante tenga que tomar en cuenta esto?; ¿te pones en la posición de que la "cara lavada" es problema solo tuyo?; ¿no has considerado que imagen no es solamente vestirse con trajes sastre, ropa de última moda y maquillaje, sino más bien, la imagen que presentas de tí a los otros revela toda tu interioridad y respeto por los demás?

La imagen a la que me refiero tiene más bien que ver con la pulcritud y cuidado que se ve en tí, así como la instensidad humana que se siente al conversar contigo. Esto dice mucho más que la ropa y cantidad de maquillaje que usas.Pregúntate también si te sientes contenta con tu cuerpo, e individual belleza. Tal vez tienes un par de kilos de más y esto impide que quieras probar con diferentes modas para variar tu presentación personal, o vives en eterno conflicto con la forma de tu nariz. ¿Qué puedes hacer al respecto? ¿Tal vez iniciar un programa de ejercicios o moderar la cantidad de comida?

Sabemos perfectamente que vivimos a una velocidad de vértigo, muchas somos casadas y tenemos otras obligaciones además de nuestro trabajo profesional. Pero, ¿porqué no dedicar un tiempo en pos de nuestra salud y apariencia personal? Recordemos que el cuerpo necesita de nuestro "esfuerzo interior" para llevar a cabo una acción. Todos deberíamos hacer ejercicios todos los días, pero no todas hemos nacidos con personalidad deportiva o afición para los mismos. Se requerirá entonces de comprometerse con una misma y hacerlo . ¿Te parece mucho 20 minutos cada día? Verás como en un período de tres meses te sentirás mejor contigo misma y proyectando una mejor imagen. Y ¿porqué no empezar a tomar unos diez vasos de agua al día?

Para las más jóvenes

Si eres muy jovencita esta claro que te tomará un tiempo definir un estilo propio. Si te gusta vestirse de una forma casual o con pantalones de mezclilla, sera difícil para tí hacer una elección a la hora de vestirte formalmente por lo que es importante que cuando tengas la oportunidad de asistir a una entrevista de empleo te preguntes: ¿con este atuendo daré esa primera impression tan importante?; ¿qué aspiraciones tengo al entrar a esta empresa?; ¿qué actitud mía en la entrevista hará que mi posible empleador se decida por mí?;¿cómo deberé ir presentada a una entrevista de empleo independientemente de la posición a la que esté aplicando?; ¿cómo deberá ser mi Mirada, mi forma de saludar, sentarme y conducirme a lo largo de la misma? Recuerda que no solo sera tu apariencia sino el nivel de sinergia que puedas establecer con la otra persona. Existen sin embargo,cuatro habilidades que nunca deberán faltar en tu sistema de proyección personal: postura, contacto visual, sonrisa y aplomo al conversar. Por supuesto,nada de esto es más importante que el desarrollo a nivel humano que puedas lograr.Cuando crecemos constantemente como mujeres desde el interior empujamos a los otros a desarrollarse, pero en el mundo competitivo y superficial de hoy, no lo olvidemos- la imagen-, cuenta.

domingo, 26 de enero de 2014

La mujer hecha y derecha

Si “la mujer no nace, se hace”..., ¿cuál es la clave del éxito de la mujer“hecha y derecha”?

“La última vez que vi a Cristina era una niña de doce años. ¿Cómo es ahora?” Han pasado unos diez, doce, quince años. ¿De qué palabras puedes echar mano para describir a la joven sumamente responsable en casa y en la carrera, cariñosa pero con cabeza, segura de sí misma y volcada hacia los demás? “Es una mujer hecha y derecha.” Bastan estas pocas palabras para delinear de un golpe la imagen de la mujer ideal, simpática, equilibrada.

“La mujer no nace, se hace,” afirmaba Simone de Beauvoir. Tiene algo de verdad. La mujer de 25 u 80 años no tiene mucho que ver con la criatura que era en la cuna. ¿Pero cuál era su noción de una mujer “hecha” y...“derecha”? Una mujer que decide serlo con, sin, o a pesar de sus dotes naturales femeninas. Una mujer que decide cómo va a construir su vida, sin tener en cuenta a los que la rodean, y sin tener que rendir cuentas a nadie. Una mujer que determina sus propios ideales y principios, y ve como perfectamente lícito el tenerse a sí misma como fin.

Sin embargo, es una trayectoria con un desenlace de tragedia de mayor o menor grado: una mujer menos que derecha si no completamente deshecha. De hecho, la misma autora describe el fracaso de su vida en su libro “La mujer rota” (1969). En muchos casos así no es por falta de metas claras: una figura de modelo, un salario monumental, la sensación embriagadora de ser para muchos hombres el premio buscado e inalcanzable. Tampoco carecen de la voluntad (o el amor propio) para perseguirlas a precio de sacrificios físicos y vacíos afectivos, día tras día, año tras año. ¿Entonces, por qué hay mujeres que al hacer un balance de sus anhelos y sus conquistas, se encuentran insatisfechas?

Si quieres subir una escalera para alcanzar un objeto, vale la pena asegurar que los pies estén bien puestos, y que el otro extremo se apoye contra el muro correcto. Es lo mismo en la empresa de “hacer” a la mujer: en primer lugar, es esencial asegurar el punto de partida.

La mujer acabada no nace, es cierto. Pero sí nace la niñita, ese ser humano con sus limitaciones y su rico potencial irrepetible. También es innegablemente femenina. Cada célula de su cuerpo dice que “es mujer”. La constitución física, afectiva, y cognitiva de esta persona lleva el sello de la feminidad aunque sea muy difícil delimitar de manera generalizada las cualidades exclusivas de “la mujer”.

Esa niña crece, aparece la adolescente... nace la mujer. A medida que avanza la vida, va aprendiendo, se descubre. Se ensanchan sus horizontes acerca de su mundo interior y del mundo en su entorno. Se encuentra capaz de salir al encuentro del otro. Al decidir anteponer a su comodidad las necesidades de los demás, ella misma da un paso adelante.

Es más, precisamente en esta tendencia descubrimos el segundo requisito para desarrollar un carácter recto y atractivo. Una vez (o cada vez más) aceptada su naturaleza, tiene que apuntar todas sus potencias hacia ideales que la trascienden. Por ejemplo, es la que concibe como su misión comunicar la verdad a través de una carrera periodística. O la que se siente llamada a educar y formar a niños y jóvenes, sean sus hijos o sus alumnos. También es la estudiante leal que nunca tacha a sus amistades con chismes mezquinas.

La mujer hecha y derecha es la que aprende a ponderar y responder a las alegrías y las tragedias propias y de la vida ajena. Es la mujer de palabra y acción constructivas cuando en el fuero interior hierven emociones de frustración o angustia. Es la que siempre sabe acoger con una sonrisa, a pesar de sentir ese “no sé qué me pasa”, o la que no hace tanto caso a sus propias lágrimas para atender al más dolido aunque no sepa qué decirle. Es la que no se desanima cuando encuentra que aún no es la mujer que quiere ser.

La mujer plenamente hecha tiene que construirse derecha, fuerte, entregada. Sobre todo, para hacerse, tiene que hacerse para algo y alguien más. Esa es la mujer que necesita el mundo de hoy.

sábado, 25 de enero de 2014

Feministas o femeninas











Si pudimos enviar un hombre a la luna ¿por qué no enviarlos a todos? Éste es uno de los múltiples chistes que se encuadrarían dentro de los llamados "chistes feministas" en los que se pone de relieve lo malo y perverso que puede ser el varón para reafirmar la figura de la mujer.

No resulta fácil definir el feminismo, algunos de forma general lo definen como el conjunto de ideas y de actividades defensoras de la igualdad de ambos sexos. Esta definición parte del hecho de que el hombre y la mujer son iguales y que han de luchar por ello sobre todo la mujer que parece haber sido relegada a un rol secundario en el desarrollo de la historia de la humanidad. Es evidente que existen diferencias entre el hombre y la mujer partiendo por las diferencias somáticas, pero no solamente en este sino que también en otros ámbitos se dan estas diferencias que no implican la necesidad de establecer una relación superior-inferior. Ya Platón puso en evidencia estas diferencias e intentó dar una explicación de las mismas en el mito del andrógino.

Sin dejar de reconocer y agradecer los logros obtenidos por los movimientos feministas en cuanto al reconocimiento de la mujer en diversos ámbitos en los que venía siendo discriminada resulta curioso cómo algunas mujeres justifican el feminismo como el modo de liberarse del yugo impuesto por el hombre durante siglos. Parece que el feminismo tuviera necesidad del machismo para definirse a sí mismo por contraposición.

Aunque pueden encontrarse algunas manifestaciones feministas con anterioridad, las opiniones favorables a la integración social de la mujer comenzaron a cobrar cierta importancia en los ambientes liberales del siglo XVIII. Así, algunos pensadores ilustrados, entre los que se distinguió Condorcet, defendieron la igualdad entre los sexos; en el fragor de la efervescencia de la Revolución Francesa, Olimpia de Gougues, en paralelo a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, redactó en 1791, la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana; Germaine Staël dirigió una cadena de publicaciones feministas; etc

A pesar de este ambiente, cuando en 1793 un grupo de mujeres presentó una propuesta a la Convención Republicana, exigiendo la igualdad de derechos, los representantes del pueblo rechazaron esta petición y, pocos años más tarde, el Código de Napoleón consagró la muerte civil y política de la mujer, declarándola incapaz legal y sometiéndola, según los casos, a la autoridad del padre, del hermano o del marido.

En el siglo XIX, reaccionando contra el ambiente creado por el código napoleónico los movimientos feministas se intensificaron y se organizaron: en Inglaterra Lydia E. Becker fundó el Diario del Sufragio Femenino; en Francia, Olimpia Andouard, Noemi Reclus y otras establecieron numerosos clubs y periódicos feministas; en España destacan las actividades de Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal

En el siglo XX durante la Primera Guerra Mundial, debido a que numerosas mujeres se incorporaron a las fábricas en sustitución de los hombres, llamados al ejército y a que muchas otras se movilizaron como agentes informativos o para asistir a los heridos y prisioneros, la causa femenina recibió gran promoción.
Después de la guerra, diversas asociaciones feministas se integraron en el Comité de las Organizaciones de Mujeres, cuyos objetivos fundamentales consistieron en la abolición de la prostitución, la enseñanza de las jóvenes, las condiciones del trabajo femenino y la conquista de los derechos políticos.
Y así, en 1918 , Inglaterra fue la primera nación que estableció el voto femenino, EEUU lo hicieron en 1921 y poco después este derecho se ha establecido en más naciones.

En 1949 la filósofa francesa Simone Beauvoir, publica el libro Le deuxième sexe. Este libro ha ejercido una enorme influencia en la evolución de las ideas feministas y significa no solo un nuevo impulso a las tradicionales reivindicaciones, sino el surgimiento de otras nuevas de carácter más revolucionario y radical. Afirma que no ha sido la naturaleza la que ha establecido y limitado las actividades femeninas sino un conjunto de prejuicios, costumbres y leyes tendenciosas que es preciso eliminar. A lo cual añade que la liberación de la mujer comienza por su vientre proclamando la independencia entre relación sexual y procreación.

Sí pretendemos basar el feminismo en la afirmación de que "la mujer tiene que ser igual al hombre en todo" ¿no estaremos elevando al varón a la categoría de modelo a seguir y por tanto considerándolo superior a nosotras? Pareciera que para afirmarnos como mujeres tenemos que demostrar que somos capaces de hacer tal o cual cosa igual que el varón, privamos a nuestra sociedad de los aportes de la feminidad que solo nosotras podemos aportar. Aquello que estamos criticando tratamos de imitar consiguiendo en la mayoría de los casos una caricatura grotesca de lo que significa ser mujer.

La liberación de la mujer no pasa tanto por el hecho de que se libere de los roles que tradicionalmente ha desempeñado como por la lucha para que estos roles sean reconocidos y tengan la misma dignidad que otros que tradicionalmente se han atribuido a los varones, en los distintos ámbitos de la sociedad y también en las leyes, sin dejar de lado las retribuciones económicas.. No encuentro razón por la cual sea más importante diseñar un maravilloso satélite artificial que "mecer la cuna" donde duerme tranquilo sabiéndose cuidado por su madre, el hombre que en el futuro diseñará ese satélite.

¿Acaso ser mujer no es tan bueno como ser varón?. Si la respuesta es afirmativa ¿por qué nos empeñamos en imitarlo y luchar por conseguir lo que él tiene de suyo olvidándonos de profundizar en lo que tenemos de nuestro y que si nosotras no aportamos no lo va a aportar nadie? En lugar de destacar y profundizar en lo que es propio nuestro como mujeres lo ahogamos y tratamos de suprimirlo atentando contra nuestra propia naturaleza de ser mujer, (la liberación de la mujer comienza por su vientre).

¿Acaso no encontramos interesante vivir nuestra aventura de ser mujeres como para andar copiando paradigmas que no son los nuestros, vistiéndonos con trajes que no se nos acomodan?.

Mirándolo en términos de eficiencia, ¿no resulta más eficiente que empleemos nuestros recursos para obtener un mejor rendimiento en aquello para lo cual estamos más capacitadas? Si no se me dan bien las matemáticas puedo empeñarme en ser ingeniero civil y tal vez lo consiga pero ¿realmente fue buena la inversión? ¿mereció la pena el esfuerzo solo por el gusto de demostrar que yo también puedo ser ingeniero?

Las mujeres tenemos una responsabilidad, ante nosotras mismas, ante nuestra familia y ante la sociedad y es precisamente la de ser mujeres, la de aportar aquello que nos caracteriza como mujeres y para poder hacerlo es preciso que lo sepamos valorar sin pretender negociar con los talentos del otro entre otras cosas porque los que tengo me bastan y me sobran para llevar adelante el negocio que tengo entre manos: En definición aristotélica, la vida lograda a través de un actuar excelente.

¿Feminista? Mujer y a mucha honra.

jueves, 23 de enero de 2014


Vístete a la moda e ilumínala con tus valores

La moda es un fenómeno universal- en el tiempo y en el espacio porque es humano, “naturalmente” humano, y profundamente humano, escribe Rafael Alvira Catedrático de Filosofía de la Universidad de Navarra.

Por esto mismo más que al hombre la moda apasiona a la mujer. El hombre y la mujer desde los tiempos más remotos y a partir de los primeros relatos de la Biblia en Adán y Eva se dan cuenta que no tienen, es decir que no están vestidos. Inmediatamente buscan cubrirse con hojas y después seguramente con pieles de animales. Se puede decir que los primeros padres de la humanidad iniciaron así el concepto del vestido.

En esta época de la modernidad vestirse es importante tanto como lo ha sido en siglos pasados, épocas en el período de Luis XV y María Antonieta serán recordadas siempre por la exhuberancia y lujo en los vestidos y cabellos no sólo de mujeres sino también de hombres. Y es que con el vestido expresamos nuestra personalidad, valores y espíritu. Además con el vestido anunciamos nuestra pertenencia a una u otra clase social. La vestimenta definitivamente refleja el pensamiento de una persona y por ello mismo el acto de vestirse o de adoptar un estilo personal propio no es algo de deba tomarse tan a la ligera.

Ser y vestirse

El vestido tanto para el hombre como para la mujer tiene una función expresiva muy particular. En el caso de la mujer cada una busca expresar sus gustos, finura o ausencia de espíritu, valores o no que rigen la vida. Cuando la mujer se viste y acicala su imagen, el motivo que debería moverla no debería ser exhibir un cuerpo lindo y bien conservado por las dietas o los ejercicios, sino más bien el inspirar a través de su buen gusto y decoro a otras más jóvenes a ir tras la búsqueda de la verdad, manifestada en su arreglo personal. Sólo las mujeres podemos hacer esto y enseñarlo a otras.

A manera de ejemplo se puede mencionar que los animales no se visten porque no son capaces, en sentido radical, de tener. Además de esto, ellos no tienen nada que expresar pues no esconden nada, ni tienen que pasar esta o aquella prueba en sociedad. En realidad la exterioridad en el sentido propio de la palabra sólo la puede tener aquel que posee una interioridad. Y es el ser humano constituido por una unidad substancial de cuerpo y espíritu el único que puede vivir una interioridad desde su sexualidad masculina o femenina.

Es precisamente y aunque suene repetitivo como de acuerdo a esa finura de ser interior el hombre o la mujer se visten, son creativos con su arreglo personal y su forma de presentarse exteriormente al mundo. Si en ese interior hay valores vivos el resultado será una presencia que encanta, llena de buen gusto y elegancia. Si por el contrario se va por el mundo comprando todo lo que esta de moda sin considerar el mundo interior, el resultado exterior anunciará frivolidad y vacío.

Por eso se podría aseverar la frase “vístete y muéstrame tu dentro”. Ya que el vestido, la ropa, sirve para que cada uno exteriorice del modo en que a mi me parezca, lo que soy por dentro. Con lo que me ponga como mujer busco ser vista, llamar la atención de una forma provocativa o por el contrario inspirar respeto. Con el vestido puedo dejar las piernas al descubierto con una minifalda o cubrirlas para cuidar el interior. Como mujer si tengo un cuerpo lindo, no importando la edad que tenga, puedo decidir hasta donde voy a mostrar y exhibirlo. Pero para poder ver claramente esto debo estar en íntima conexión con los valores que me he decidido a vivir
¿Qué es vestirse?












Con la palabra vestido solemos referirnos a la ropa en cuanto vivida por alguien, asumida o hecha a una biografía particular; vestido es ropa apersonada o también, en el sentido rigurosamente literal de la palabra, in-corporada. El mito del hombre invisible, tan frecuente en el cine, es muy ilustrativo a este respecto. Cuando en la pantalla el personaje desaparece por arte de magia a todos nos parece lógico que lo haga vestido. ¿Por qué? Porque entendemos que su atavío forma parte de su visibilidad, lo suponemos integrado en la unidad total de la persona.

Por otro lado los términos “ropa”, “prenda”, “traje”, etc., que se refieren al vestido-objeto considerado aisladamente, no pueden emplearse de modo análogo y gradual: esta chaqueta siempre es la misma chaqueta; puedo usarla o no, pero nada más. En cambio el verbo “vestir”, con su participio “vestido”, se predica en grados e intensidades variadísimos. Según la elegancia del usuario y sus circunstancias una indumentaria “viste” más que otra, y su belleza, autenticidad y significado varían con la vida misma del que lo lleva. En este sentido no es igual de intenso, el vestido de mujer que el de varón, el de fiesta que el de trabajo, el de primavera que el de verano, el de joven que el de anciano, el de noche que el de día, etc. Esta intensidad variable del vestido viene dada por su referencia a la intimidad personal, entendiendo por intimidad la fidelidad a uno mismo o identidad interior.

Vestirse es siempre, en efecto, vestirse de sí, por sí y desde sí. En cambio “ser vestido por otro” no da lugar a un verdadero vestido, como sucede con los animales de compañía y, en cierta medida, con el bebé. También está vestida “por otro” y “de otro” la fashion victim, y en este caso con evidente empobrecimiento ético. Me refiero al sujeto manipulado y gregario que sigue acríticamente los dictados de la moda. En esa misma medida su indumentaria no “le sale de dentro”, no es auténtica, aunque sea excelente su calidad técnica. La esencia del vestido, por tanto, hay de buscarla en esta misteriosa conexión entre ropa e intimidad; en este punto en que la ropa se hace al carácter, la edad, la cultura, la historia, en una palabra, el drama del individuo. Es una compenetración que no puede separarse del temple moral con que se afronta la vida.

Quien se viste no puede evitar hacerlo en función de la persona que cree, o decide, o intenta ser. Es más, vestirse es una forma de llegar a serlo. A través del vestido la persona elegante se saca de dentro una versión cada vez mejor de sí mismo, más auténtica y depurada. El vestido se revela así un verdadero ejercicio de conocimiento propio y de superación interior, aunque también puede degenerar en poderoso instrumento de alienación: “si no vistes como eres acabas siendo como vistes”. Por todo lo cual resulta imprescindible la creatividad personal. Conseguir que el atuendo, el arreglo, el porte externo “hablen” de la intimidad, traduzcan a la persona, es tarea estética de la que nadie puede eximirse. Hay que poner en juego la inventiva, la imaginación, la sensibilidad, en una palabra, el arte. Y el arte de vestirse se llama elegancia. La persona elegante es la que capta el nexo que une su ser y su aparecer, nexo que es necesario reinventar incesantemente, pues la palabra esencial que es el cuerpo nunca acaba de pronunciarse. Intentarlo es la misión del vestido, cuya variación responde al carácter inagotable y excelente de la perso
na. 

martes, 21 de enero de 2014

Talla 34

Menudo pitote se ha montado este año con las modelos de alta costura en la Pasarela Cibeles. Y, no es para menos. En cuanto vemos a las jovencitas desfilando por las pasarelas con tallas inferiores a la 38 y evidentes signos de trastornos alimenticios y rasgos enfermizos, volvemos a poner sobre la mesa un problema que afecta actualmente a nuestra sociedad de forma alarmante: la anorexia y la bulimia.

Todo lo que podemos decir de esta lacra social no es nuevo para nadie. Llevamos muchos años denunciando el poder de las modelos en la difusión de una nueva forma de vida para nuestras jóvenes y adolescentes y aún recuerdo unas declaraciones publicadas en "El País Semanal" de 20.XI.94, en las que el diseñador Calvin Klein, defendiendo a su polémica y recién estrenada imagen, Kate Moss, cuando se le denunciaba por hacer apología de la anorexia, afirmaba: “Al enseñar mi ropa prefiero enseñarla en personas delgadas. La ropa sienta mejor a la gente que cuida de su cuerpo y que esta delgada. La imagen es importantísima.”

Desde entonces, no nos extrañamos de ver modelos anoréxicas en sus pasarelas e, incluso, que hace unos años el propio CK se atreviera a promocionar un perfume llamado: Anorexia.

Es una realidad evidente que los diseñadores, publicistas y medios de comunicación son los encargados de crear y difundir el modelo de belleza vigente en la sociedad actual: hombres y mujeres guapos, jóvenes y, con un cuerpo escultural, que aparece continuamente en vallas, pasarelas, spots televisivos y revistas. Los vemos en las pasarelas y nos creemos - porque nos lo venden así- que estar delgado, ser joven y guapa suele ir generalmente asociado a la felicidad personal, al éxito laboral, y a la fama en las relaciones sociales.

Por eso ¿cómo nos vamos a llevar las manos a la cabeza al conocer los resultados de una encuesta publicada por la firma de cosmética DOVE, donde sólo un 6% de las mujeres españolas se considera atractiva y no llega al 1% las que se declaran guapas? Como refleja la encuesta, el problema más grave con el que se encuentra la sociedad, es que el 78% de las mujeres se considera mucho menos atractiva físicamente de lo normal, de acuerdo con la actual definición de belleza. Si a este estándar irreal de belleza que se nos presenta, le añadimos que el 45% opina que las mujeres que son más guapas tienen mejores oportunidades en la vida y el 56 % coincide en que las mujeres más atractivas están más valoradas por los hombres, se produce la lógica reacción, de que 4 de cada 10 españolas estén completamente de acuerdo con la frase: "cuando me siento menos guapa, me siento peor conmigo misma en general".

Esta “obligación” de estar guapas y la presión social a la que la mujer esta sometida y expuesta diariamente, hace que se asuma con cierta “normalidad” el lema: “Inténtalo, te lo debes a ti misma” o, “Merece la pena, si no la culpa será exclusivamente tuya”. Así que las mujeres no tienen más remedio que aceptar de buen grado la pérdida de peso basada en dietas exageradas, ayunos forzosos y ejercicio físico excesivo. Muchas saben perfectamente, y lo asumen conscientemente, que su decisión lleva consigo una malnutrición de la que derivan unos cambios físicos (pérdida de peso, debilidad muscular, pérdida de cabello, fatiga, hipotermia...) y unos cambios emocionales (como no se sienten contentas con sus cuerpos y se ven gordas, se aíslan, cada día mas, de la vida social y familiar) que hacen peligrar el equilibrio entre el buen funcionamiento físico y psicológico por un objetivo claro: El fin justifica los medios. La idea de adelgazar se convierte en una verdadera obsesión y no se dan cuenta que se convierten en “carne de cañón” de caer en las redes de los trastornos de conducta alimenticia, concretamente, la anorexia y la bulimia, una de las epidemias “de moda”. Según los expertos consultados, aproximadamente, cada primavera, 2 millones de españoles inician dietas y otros procedimientos para adelgazar, de los cuales 430.000 son considerados enfermos de alto riesgo de ser afectados por este tipo de enfermedades.

A este respecto, Enrique Rojas y Javier de las Heras, durante el curso "Trastornos de la personalidad: de la anorexia-bulimia a la personalidad inmadura", celebrado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo explicaron que: “La anorexia, la bulimia o el narcisismo son algunas de las enfermedades mentales que se encuentran en progresión entre los adolescentes y los jóvenes españoles, a las que solamente una educación que ‘saque lo mejor de uno mismo’ puede hacer frente." Y añadían “la presión social que potencia la delgadez y la juventud como valores supremos está aumentando frustraciones y patologías entre los menores. La cultura del éxito y una educación demasiado permisiva está en la base de la proliferación de este tipo de problemas "(El culto al cuerpo y a la imagen externa que transmiten machaconamente las revistas de moda para adolescentes y los regímenes ‘milagro’ están en el origen de ambas enfermedades)”

De manera que es una consecuencia lógica y nos debería hacer reflexionar a todos, las afirmaciones que encontramos en cualquiera de los miles de chats pro-anoréxicas, que circulan por Internet: “Ojala en la Televisión, cambiaran los estereotipos físicos, porque nos están matando a tod@s los jóvenes.” A lo que otra comentaba: “toda esta clase de problemas, como decía una cantante "es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente". Justamente, la primera semilla viene de la prensa, de las revistas. La idealización de las modelos y de la delgadez. La critica feroz a cualquier persona famosa que haya ganado algunos kilos. El mensaje es clarísimo: aceptada si eres delgada, rechazada si eres gorda. Luego esta la dejadez de los padres, pues muchos fomentan el ponerse a dieta o simplemente no prestan atención a la delgadez de su hija. No sabes cuantos padres se sorprenden cuando su hija termina en un hospital a causa de desordenes alimenticios.”

Como madre y, después de este impresionante testimonio, soy consciente de que todas las partes implicadas debemos asumir, sin tardanza, la responsabilidad que tenemos en este tema. ¿Contrarrestamos la influencia de la publicidad, bombardeando a nuestros hijos con modelos positivos y reales? A la hora de ir de compras con nuestras hijas, ¿nos dejamos influir por la moda, sin tener en cuenta, que nuestra hija vale por lo que es y no por como se viste?,¿Observan los hijos, en nuestro comportamiento y conversaciones, que valoramos el físico de una persona, antes que la inteligencia, el saber estar, la laboriosidad, el compañerismo, la sinceridad, etc.? ¿Somos un buen ejemplo para ellos o vivimos bajo la influencia de la moda?. Podríamos hacernos miles de preguntas y llegaríamos a una misma conclusión: también nosotros, con la madurez que nos dan los años, nos vemos atrapados en las redes de esta cultura a la que podríamos bautizar como, CCC: Cultura del Culto al Cuerpo.

Me gustaría aprovechar para llamar la atención a los padres, los medios de comunicación, las empresas publicitarias, la industria de la moda y, la de cosmética:

Señores, con la creación de estos modelos estamos cruzando él límite permitido entre salud y belleza. Ya lo dije hace unos meses en uno de mis artículos: Estamos concibiendo generaciones de mujeres enfermizas, cuya única obsesión es vivir la perfección y convertirse en una “Mujer 10”: siempre alegre y optimista, esposa perfecta, madre cariñosa y modélica, trabajadora incansable y con éxito profesional, con tiempo para las amistades y las relaciones sociales, atractiva, deseable, deportista y con un cuerpo espectacular. ¡Y, todo esto, sin probar bocado!

domingo, 19 de enero de 2014


 ¡¡Hola!!Miren que look tan simpáticos, puedes elegir cual ocasión poner a cada uno



 Que bello, ¿no les parece?

Bueno les dejo las opciones.... suerte!

sábado, 18 de enero de 2014

De amistad y de lealtad











Vivimos tiempos en que la amistad es un gran valor. Cada vez podríamos encontrarnos con menos amigos y de hecho nos encontramos frecuentemente con personas que están muy solas. Las prisas nos privan de tomar un café con los amigos o de quedar para hacer una salida. ¿Podría ser que una exagerada utilización del mail o del móvil enfriara el diálogo cara a cara y la comprensión de los sentimientos de los amigos, privándonos de un gran bien que necesita cultivarse y conservarse con cierto esfuerzo? Es de Aristóteles esta frase: "Algunos creen que para ser amigos es suficiente querer, como si para estar sano, solo hiciera falta desear la salud".

La amistad, ayuda a cualquier persona, ser sociable por naturaleza, a comunicarse y a perfeccionarse en compañía de sus amigos. Es una relación de reciprocidad donde especialmente la confianza juega un papel importante.

En el hogar, nuestros hijos e hijas encontrarán el modelo para vivir sin estar aislados y para aprender a crecer y a madurar personalmente. La amistad es un compartir afectos, anima a darse y a dar, a recibir y a comprender al otro, no por pura simpatía, sino por el conocimiento que se fomenta con el trato. Para que entre padres e hijos se consiga una verdadera amistad es conveniente recordar:

1.- Procurar no ser dogmáticos y saber preguntar con delicadeza, sin herir la sensibilidad.

2.- Confiar siempre en lo que dicen y creer todo lo que nos explican.

3.- Saber corregir con suavidad, pero con la sinceridad que crea el vínculo afectivo de la relación padres-hijos.

4.- Aprovechar momentos de descanso para disfrutar juntos de las aficiones de los hijos.

5.- Que en la familia no se haga nunca ninguna crítica, ni juicio, ni murmuración de nadie. Recuerdo haber leído "el triple filtro" de Sócrates cuando le querían explicar algo de un conocido. Él preguntaba si reunía estos tres aspectos: la Verdad, la Bondad, y la Utilidad; cuando estas tres premisas no se daban, respondía al que quería explicar algo de otro: "− si lo que me quieres decir no sabes si es verdad, si es bueno o incluso útil, ¿por qué me lo quieres decir?"

6.- Enseñar con el testimonio como se acoge siempre a quien viene a casa: con amabilidad, con respeto. Que siempre estén abiertas las puertas del hogar de los padres para recibir los amigos y amigas de los hijos, aunque este hecho represente un trabajo añadido. En la adolescencia se debe tener especial cuidado por saber quienes son los del grupo de nuestro hijo o hija, por ser una edad muy influenciable.

7.- Que vean que sabemos perdonar si nos hemos sentido ofendidos. Agradecidos si nos han hecho un favor. Dispuestos a ayudar si alguien nos necesita. Que nunca utilizamos la amistad para recibir ningún privilegio. Dar ejemplo de desinterés, sino no seria amistad.

Sugerimos a los jóvenes unos puntos para vivir la amistad:

1.- La lealtad es un elemento necesario para tener una amistad duradera y estable con una persona; un amigo es un tesoro, que se tendrá de cuidar y proteger. En el ámbito de la lealtad, se deben de considerar muy importantes: la defensa del buen nombre del amigo o de la amiga, la discreción para guardar las confidencias y el respeto para velar por su intimidad.

2- Comprender las ideas y los sentimientos de los demás. Se podrán tener amigos o amigas que no piensen igual que uno, pero cuando hay un afecto sincero se aceptan, si bien se hace un intercambio de pensamientos que animan a la mejora personal por las dos partes.

3.- Saber seleccionar a los amigos por su comportamiento. Un amigo que traiciona, explicando a los demás nuestros sentimientos, un amigo que busca la complicidad de compartir marihuana o alcohol, por ejemplo, no tiene las características del buen amigo, que normalmente se encuentra por intereses comunes de estudios, de deporte, de escuela y que comporta el requisito de la amistad: procurar el bien del otro.

4.- Tener la honestidad de saber guardar un secreto. La amistad siempre está basada en la confianza, que no se puede traicionar.

5.- Saber estar siempre junto a los amigos y amigas cuando lo necesitan.

En definitiva, procurar siempre vivir el cariño, la generosidad, la humildad, la amabilidad, la puntualidad, la cortesía... ya que lo que interesa es preservar la amistad de contactos que la malogren. 

jueves, 16 de enero de 2014

¿Belleza saludable en la mujer?: no es lo mismo vestirse para una fiesta que para la playa

No es el mismo “atuendo” el que se usa para ir a la playa que para estar en cuarto de baño, ni el que se elige para una fiesta que el que se pone para ir de compras o recados por la calle; ésta verdad hoy está cuestionada, o por lo menos desprestigiada, en la realidad de la sociedad en la que vivimos: en la playa se está como en el cuarto de baño y en la calle o en una fiesta como en la playa .

Si es cierto que la forma de vestirse delata el interior de la persona; si aceptamos que la moda impone sus reglas y sus leyes (la mayoría fomentan la anorexia porque son tallas muy pequeñas ) y resulta difícil no encontrar trasparencias o escotes excesivos o estrecheces; y si dudamos de cómo debemos vestirnos porque no queremos ir contracorriente por no ser tachados de noñería, quizá podamos ser definidos como personas con falta de personalidad, o de buen gusto o de opinión personal consolidada. Optar por una belleza saludable puede consistir más o menos en esto: estilo propio y ecológico, búsqueda de la comodidad y del sentido práctico y oferta adecuada a la edad, al tipo y al trabajo o ocupación que cada uno desarrolle. Será saludable si nos sentimos bien con lo que llevamos, si podemos movernos sin problemas y sin convertirnos en un escaparate; el valor de la belleza hay que descubrirlo dónde reside, es decir, en el interior de la persona, en el conjunto de la persona, porque se admire no sólo se mire o se vea lo que debe estar oculto por privacidad.

Dos películas conocidas nos han trasmitido este mensaje, por un lado, “la Bella y la Bestia” , esos dibujos animados repletos de ternura y colorido, y por otro, “Mía Sarah”, otra forma de hacer cine, muy saludable y con vestuario actual y ponible. Me atrevo a aconsejar a los diseñadores , a las firmas comerciales, a los empresarios de moda, que reflexionen en este tiempo de vacaciones, en este período de descanso mental, sobre esta acuciante necesidad de la sociedad: la mujer merece no ser manipulada, la mujer exige ser respetada en su dignidad, la mujer puede inspirar otro tipo de moda que la vista y no la desvista, pero hay que tener el coraje necesario para emprender esta aventura y luchar contra la corriente; es posible conseguirlo, pero hay que intentarlo: en cuanto algún diseñador destaque por su innovación saludable, la sociedad bienpensante le s
eguirá y su realidad se convertirá en futuro; espero que algún empresario recoja el guante y se tire sin paracaídas.

miércoles, 15 de enero de 2014

Soy libre... ¿Para qué?...

No cabe duda que la libertad es un valor muy preciado por el cual muchas personas han llegado a dar su vida. Cada país conmemora a sus propios héroes de la libertad recordando a su gente, con esto, que la libertad de la que gozan ha sido pagada a precio de sangre y heroísmo. Unos la han defendido contra la esclavitud, otros han luchado por la libertad de expresión, algunos más por la religiosa. Todos ellos de alguna manera nos enseñan que la libertad es una conquista importante que se ha de custodiar.

No solo los grandes héroes han apostado por ella. Cada nueva generación busca reivindicar sus derechos a la libertad en todos los campos. Hoy en día se ha convertido en el valor supremo de nuestra sociedad, donde cualquier límite es considerado como un ataque a la misma.

La libertad, sin duda es un derecho de todo ser humano, que lo ennoblece y lo pone por encima de cualquier otro ser en el planeta. Pero este derecho tiene sus propios límites, nos guste o no. Tenemos, por ejemplo, libertad de expresión, pero no para ofender a cuantos se me pongan en frente. El respeto a la dignidad de la otra persona, me marca un cierto límite en mis relaciones con ella. Todo lo que haga o diga tendrá consecuencias, las quiera o no, y soy responsable de ellas aunque no las elija directamente. Podemos decir que somos libres para escoger y decidir sobre nuestras propias acciones, pero las consecuencias de las mismas quedan fuera de nuestro control. Yo decido si fumo o no. Si lo hago, estoy aceptando las consecuencias en mi salud. No existe una opción tal que me permita fumar sin dañar los pulmones, por ejemplo. Si no quiero tener problemas respiratorios, la decisión a tomar será necesariamente la de no fumar. Soy libre para criticar o no a una persona, pero una vez que lo he hecho queda fuera de mi control hasta dónde llegará la influencia de ese comentario. Puedo decidir seguir tomando copas de alcohol en una fiesta, pero he de asumir las consecuencias que vengan auque no esté en mis manos definirlas.

Por otra parte, existen otra serie de implicaciones detrás de toda decisión, en las que uno no tiene entera libertad. Al optar por carrera y universidad, por ejemplo, se entiende que ya acepté el ideario, los profesores, las normas, el programa, etc. de dicha institución. Y me comprometo a seguirlos sin tener la “libertad” de cambiarlos a mi antojo.

Esta serie de elementos no voluntarios que entran en juego en el ejercicio de nuestra libertad, nos ayudan a entender la importancia de educar al joven para el uso y ejercicio adecuado de la misma. Si sólo se tratara de escoger entre dos cosas según el propio gusto, no implicaría mucho problema. Cualquiera lo podría hacer desde la más tierna edad. Pero cuando hablamos de la responsabilidad que se adquiere ante las decisiones tomadas y sus consecuencias, es ahí donde no se puede lanzar al joven al ruedo sin capota. Hacerlo sería una traición, pues sabemos que todavía no tiene la experiencia ni la capacidad necesaria para prever y medir muchas de las consecuencias de sus actos y mucho menos para responder de ellos.

Ordinariamente no se cierran contratos de compra y venta con adolescentes, porque no están en condiciones de asumir las obligaciones que esto implicaría. Siempre se pide a un adulto que sea el que se comprometa. Esto se entiende fácilmente como un acto de elemental prudencia, y no como uno en contra de la libertad del joven. Al contrario, de no hacerlo, se podría manipular fácilmente al chico aprovechándose de su inocencia y metiéndole en apuros que comprometerían su libertad, como podría ser la cárcel, o el perder sus posesiones en caso de no cumplir con lo firmado. Del mismo modo, un joven de 16 años no tiene todavía la capacidad de hacerse cargo de las posibles consecuencias que una relación sexual le pueden acarrear (embarazo, enfermedad venérea, sida, desilusiones amorosas, etc.). Por este motivo lo conveniente es motivarle y ayudarle a no tenerla hasta que esté en edad y en condiciones para asumir las consecuencias. Nadie le coarta su libertad con esto, al contrario, se le custodia para que no la pierda por una aventura juvenil pasajera, y pueda ser libre para escoger el tipo de vida que quiera, llegado el momento de la verdadera elección.

Es importante tener en cuenta que educar a una persona para la libertad, no es únicamente ayudarle a quitar las trabas externas que pueda encontrar en su camino, sino principalmente acompañarle en la conquista de su libertad interior. No siempre está en nuestras manos tener la exterior, pero una vez alcanzada la interior, podremos decir que somos realmente libres. Una simple enfermedad o un accidente pueden despojarme de mi libertad exterior al verme obligado a estar confinado en un hospital conectado a aparatos, por ejemplo. Pero mi verdadera libertad no me la podrán quitar ni aún cuando me encarcelen o me prohíban hablar sobre ciertos temas. En los mismos campos de concentración, hubieron numerosos testimonios de personas que no perdieron su libertad interior a pesar de los tratos tan inhumanos que recibieron. Un ejemplo muy elocuente de esto nos lo da Víctor Frankl al escribir sobre su experiencia en Auschwitz durante la segunda guerra mundial. En esos años constató que de entre los mismos prisioneros había quienes eran capaces de dividir su escasa ración de comida diaria con quienes lo necesitaban más. Estos no perdieron su libertad interior para decidir la actitud con la que querían afrontar las circunstancias tan dolorosas que la vida les presentaba.

La cuestión más importante radica, entonces, no sólo en conservar la libertad exterior, sino en ayudar al joven a ejercitarse en la interior. A no dejarse llevar por las propias fuerzas pasionales, que una vez incitadas por estímulos externos, arrastran a la persona sin darle oportunidad de decidir libremente sobre su propio actuar. La violencia raramente es buscada libremente por el agresor. Ellos son, la mayoría de las veces, más bien víctimas de su falta de dominio personal ante los estímulos externos (alcohol, droga, provocaciones, disgustos) que encienden rápidamente su ira. No son libres para escoger la manera de reaccionar, porque no han conquistado su libertad interior. Aquí no se trata de reprimir estas fuerzas, pues terminarían por explotar haciendo más estragos al final, sino de encausarlas hacia un comportamiento no dañino ni para sí mismo ni para los demás. Esto no es tarea fácil, ni se logra con decirlo una vez. Es labor de toda una vida en la que la educación para la libertad juega un papel muy importante.

Una buena educación para la libertad busca ayudar a la persona a conocerse a sí mismo. Conocer tanto sus puntos fuertes como los débiles, sus maneras de reaccionar ante diversos estímulos, para potenciar todo lo bueno, y fortalecerse en donde se cojea. Esto implica un ejercicio constante de dominio personal, que lejos de traumar o de limitar a la persona, la libera de esas ataduras internas, dándole la satisfacción de saberse dueña de sí misma. Esta postura es muy criticada hoy en día. Hay muchos que no confían en la capacidad que tienen los jóvenes para controlar sus propias reacciones pasionales, pero quien ha hecho la prueba y ha conseguido un cierto dominio personal, entenderá de lo que hablo.

Un aspecto importante de esta educación radica en la prevención. El joven al saber las posibles consecuencias en sí mismo de ciertos estímulos, buscará evitarlos para no caer en el comportamiento no deseado libremente. El ambiente puede ser de gran ayuda en esto, o por el contrario un obstáculo constante a vencer. No se puede negar que cuando se vive en un ambiente de tensión y estrés se está más pronto a reaccionar agresivamente. La música, los programas de televisión, los anuncios comerciales, etc. influyen ampliamente en estos fenómenos. Y qué decir cuando se trata de motivar al joven a la castidad cuando es el mismo ambiente el que lo incita hacia lo opuesto.

La regla de oro para la educación de la libertad es la de “vencer el mal con abundancia de bien”. No basta con decirle a una chica que no pruebe la droga, que no se emborrache, que no copie en los exámenes, que no robe, .. y una larga lista de NOs. Si bien es importante que tenga claro los comportamientos inadecuados y peligrosos, lo será aún más que aprenda a conocer el atractivo de una diversión sana, del logro de una meta exigente, de la belleza de una amistad limpia, de la satisfacción de una ganancia honesta, de la alegría del dar y ayudar al necesitado, de la ilusión de compartir un proyecto, de la paz que se encuentra tras haber hecho felices a los demás, del entusiasmo de un buen partido de soccer, de la inspiración de un paisaje hermoso o de una obra de arte. Una libertad enfocada a alcanzar estas metas es más auténtica y más de fiar, que una basada en restricciones o en el ansia de satisfacer los propios caprichos.

La libertad es un verdadero tesoro únicamente en cuanto que nos ofrece la posibilidad de hacer algo grande de nuestra vida. No la desperdiciemos ni dejemos a nuestros jóvenes hacerlo poniéndola al servicio de conductas dañinas para nosotros mismos y para los demás. A fin de cuentas, ¿de qué nos sirve la libertad si no es para ser lo que realmente queremos haciendo de este mundo uno mejor?

martes, 14 de enero de 2014

La moda refleja la sociedad

La moda y la inelegancia no siempre de acuerdo

        La moda en el vestido refleja "el estado de ánimo colectivo de una sociedad", dice Irene Yung, directora creativa de ATTEX. El modo de vestirse de una mujer refleja también algo de su interioridad.
        Actualmente, las consumidoras sienten que las pasarelas de moda se han convertido en un espectáculo donde se exhibe algo distante y ajeno a ellas; no se reconocen en las modelos ni ven prácticos los vestidos que portan. Es decir, hay insatisfacción. "La búsqueda de una blusa que cubra el ombligo es extenuante", señalan las portavoces del descontento (Corriere della Sera, 28-08-2005).
        Muchas mujeres son conscientes de que las propuestas de la moda ya no son sinónimo de elegancia. A veces hasta las hace lucir poco atractivas y hasta vulgares. Suzy Menkes, directora de moda del International Herald Tribune, comparaba la semana de la moda que se celebra en Nueva York a un "circo de paparazzi".
        Sin embargo, todavía hay diseñadores que se empeñan por complacer a la mujer. Oscar de la Renta señala: "La gente siempre me pregunta qué actriz influye en mis diseños. La mujer que hoy me influye es la mujer que pasa por la calle. Son esas las personas cuyas necesidades y vidas hay que comprender" (Women's Wear Daily, 14-04-05). Esa tendencia se afianza también en la Cadena española Zara.
        Gigliola Curiel cuenta: "Pretendo pensar colecciones que ofrezcan diseños simples que puedan ser llevados desde la mañana hasta la noche".
        Varias empresas quieren que su personal vista de modo adecuado "para crear un ambiente de servicios financieros profesional y exitoso". En síntesis: pantalones planchados, camisas con cuello y chaquetas para los hombres, y blusas, camisetas lisas bajo chaqueta o saco, y falda o pantalones para las mujeres (The Daily Telegraph, 28-08-05).

        Las carreras de Derecho más prestigiadas de México, piden a sus alumnos y alumnas que asistan vestidos de modo serio y elegante a los exámenes orales.
        La moda presenta imágenes, puede incluso sugerir la ilusión de una personalidad coherente, y por esta vía seducir al que vive una vida fragmentada; puede, tal vez, servir como un factor de integración social, especialmente para aquellas personas que carecen de una identidad definida –así se entienden los grupos de adolescentes vistiendo de la misma manera–, pero la moda, por sí sola, no puede proporcionar identidad en sentido estricto. Incluso el adolescente que se viste de una determinada manera para integrarse en el grupo sabe que lo que finalmente importa son los lazos de amistad que pueda entablar con sus compañeros.
  
Significa algo

      Cuando Chesterton explicaba por qué consideraba que la sociedad sufría la maldición de la esterilidad y llevaba la marca del esclavo, simplemente afirmaba: "porque no puede crear una costumbre. Sólo puede crear moda" ("Ensayos", Porrúa, México D.F., 1985, p. 61).

        Por su carácter destructivo, por su oposición a la costumbre y a lo que permanece, se desprende que toda ideología es "moda", en el sentido que le da Chesterton. En ese marco, la llamada "teoría" o "perspectiva" de género es, en realidad, una ideología, una moda, dado que no busca la verdad ni el bien común, sino simplemente la conquista de voluntades para utilizarlas con un fin específico. Es necesariamente ambigua y utiliza el engaño como medio imprescindible para alcanzar su finalidad. Esconde sus objetivos porque no puede decirlos abiertamente y pretende sostener que hay un sexo biológico, que nos es dado y que, por ende, resulta definitivo; pero, a la vez, toda persona puede "construir libremente su sexo psicológico o su género". Se trataría de un sexo construido socialmente en contraposición al sexo biológico; el primero, fruto de una "autoconstrucción libre de la propia sexualidad".
      Dios ha creado al hombre como varón y mujer, con igual dignidad y valor. Corresponde a cada uno aceptar la propia identidad sexual.
        A veces a las mujeres nos sucede lo que M.F. Sciacca decía: "Reflejamos la superficie de las cosas en lugar de reflejar en las cosas la profundidad de nuestro espíritu".

domingo, 12 de enero de 2014

Tirar para arriba de los demás
Tu lo puedes hacer...
"Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son mucho mejores. Pero hay quienes luchan toda la vida: esos son los imprescindibles".

Estas palabras de Bertolt Brecht nos invitan a pensar en lo necesarias que resultan esas personas que todos conocemos y que parece que nunca se cansan, que siempre están ahí, que siempre tiran hacia arriba del ambiente en el que están, que son un catalizador de todo lo positivo de quienes le rodean.

Si nos paramos a pensar, hay bastantes personas que son así, que han hecho natural en sus vidas esa estabilidad emocional y esa madurez que les hace acostumbrarse a tirar hacia arriba de los demás, pasando ellos casi inadvertidos. Sienten de vez en cuando, como todos, la tentación de dejar de hacer esa discreta y eficaz labor, se sienten a veces hartos de tener que escuchar, animar, mediar, conciliar... Sin embargo, quienes logran hacer todo eso de modo natural, y pasan a considerar ese esfuerzo como algo ordinario, son las personas que consiguen crear y mantener un ambiente de trabajo, de optimismo, de buen entendimiento entre todos. Son esos hombres o mujeres cuyo influjo muchas veces no se valora hasta el día en que faltan, y quizá entonces se ve que su papel era fundamental, que el clima positivo que había a su alrededor era fruto de que se habían acostumbrado a pensar en los demás, a no cansarse de ser paño de lágrimas de unos y otros, a decir con cariño y lealtad lo que se debía mejorar, a relajar la tensión que tantas veces se crea por simples nimiedades.

Me recuerda también aquella vieja película de Frank Capra titulada "Qué bello es vivir", en la que el protagonista está desesperado y a punto de suicidarse, y un simpático ángel le hace ver lo valiosa que ha sido su vida y lo mucho que ha repercutido para el bien de muchísimas personas.

Para demostrárselo, le concede el privilegio de ver lo que hubiese sucedido en la vida de algunas de ellas si él no hubiera existido y por tanto no hubiera podido ayudarlas. Gracias eso, recupera la alegría de vivir y comprende todo lo que una existencia normal puede aportar en la vida de tantísima gente.

Todos podemos incorporar a nuestra vida esa actitud. Porque una palabra amable y conciliadora es fácil de decir, pero sin embargo, a veces nos cuesta llegar a pronunciarla. Nos detiene el cansancio, nos distraen otras preocupaciones, nos frena un sentimiento de frialdad o de indiferencia egoísta. Pasamos junto a personas a las que conocemos pero apenas las miramos a la cara y no reparamos en que sufren, y en que quizá sufren precisamente porque se sienten ignoradas o poco valoradas por nosotros. Bastaría una palabra cordial, un gesto afectuoso, e inmediatamente algo se despertaría en ellas: una señal de atención y de cortesía puede ser una ráfaga de aire fresco en lo cerrado de una existencia castigada en ese momento por la tristeza y el desaliento.

Muchas veces lo que impide esa buena actitud es nuestra impaciencia ante los defectos ajenos.
Quizá esas personas que tanto nos impacientan tienen objetivamente esos defectos que tanto nos enfadan, pero si centramos ahí demasiado nuestra atención eso generará en nosotros una ansiedad que no ayuda nada, ni a ellas ni a nosotros, y puede acabar en algo parecido a una obsesión.

Además, hay demasiadas veces en que esos defectos no son tales, sino diferentes y legítimos modos de ser. Si somos demasiado quejosos, quizá debemos ganar en reciedumbre interior y esforzarnos más en ser como esas personas de las que hemos hablado.

viernes, 10 de enero de 2014

Una aportación única


El 8 de marzo de 1908, 110 mujeres murieron abrasadas víctimas de un accidente, producido en una fábrica textil de la ciudad de Nueva York. Se habían encerrado allí para reivindicar una reducción de la jornada laboral a 10 horas. Dos años más tarde, se celebró por primera vez el Día de la Mujer Trabajadora. En 1975, la ONU reconoció oficialmente esta celebración. 


En los últimos años hemos sido testigos de la lenta, pero incesante incorporación femenina al mundo laboral. Suecia es el país del mundo occidental con el porcentaje de actividad femenina más elevado: el 75% de las mujeres desempeñan un trabajo fuera de casa. Le siguen Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda, Suiza y Dinamarca, con cifras que rodean el 60%. Menor tasa se registra en países como España, Grecia, Italia e Irlanda

Estos datos pueden provocar dos reacciones opuestas. Una primera será la de quien se asuste ante esta “invasión femenina”. Más demanda de trabajo producirá un aumento del nivel de paro, cuyas cifras son de por sí alarmantes. Además, si se tiene en cuenta que las calificaciones académicas de las mujeres tienden a ser mejores que las de los hombres, el mundo masculino podría temer que esta participación acabe por dejarles a ellos de lado, y se inviertan los papeles por primera vez en la historia. 

Sin embargo, existe una segunda reacción más cabal que el susto o el temor revanchista ante esta situación. Que las mujeres puedan trabajar no es sólo un bien deseable para ellas y sus bolsillos; sino para todo el conjunto social, empezando por los hombres a quienes complementan. ¿Por qué? Porque ellas tienen algo de lo cual ha carecido la industria desde que Watt la inauguró con la máquina de vapor: su feminidad. 

Es cierto que la mujer no siempre se ha logrado insertar en el mundo empresarial con toda la riqueza que le es propia. Se ha convertido en una especie de clon de los hombres adoptando sus mismos patrones y esquemas. Esto ha dejado atrás frustración y desencanto. Hace unos meses, la revista Good Housekeeping, recogía algunas cifras que hablan por sí solas. Dos de cada cinco mujeres entrevistadas confesaban haber sufrido en sus relaciones familiares por falta de tiempo. Tres de cada cuatro decían no tener tiempo para hacer las cosas con la perfección que quisieran. Por otro lado, Mother & Baby Magazine, publicó que el 81% de las mujeres dejarían su trabajo si pudieran. Sólo el 6% de las mujeres con niños pequeños disfrutaban de su trabajo con jornada completa.

¿Significa esto que debamos elegir? O las mujeres viven como tales al estilo de nuestras abuelitas, o se convierten en tiburones de la empresa. ¿”Lady” o empresaria? ¿Es realmente distinta la aportación femenina a la del hombre? ¿En qué se diferencian? 

Cada día crece el número de quienes consideran que la mujer puede encontrar el equilibro, y convertirse en profesional sin dejar de ser mujer. 

En el libro “Megatendencias de la mujer”, de, Patricia Aburdene y John Naisbitt, (grupo editorial Norma, Colombia, 1993), se puede leer: «Hay una extraña coincidencia entre las descripciones del “gerente del futuro” y el estilo femenino de liderazgo. Los asesores trataron de enseñar a los gerentes a abandonar la modalidad de comando y control. Las mujeres no necesitaron que nadie les enseñara lo que es natural en ellas como franqueza, confianza, capacitación permanente, compasión y comprensión»

Lo mismo dígase de su intuición y practicidad para manejar asuntos organizativos, que ha merecido que en Estados Unidos se comience a hablar de las mujeres como “los nuevos japoneses de la administración”. La mujer está especialmente capacitada para conciliar, integrar, comprometer y coordinar esfuerzos, lo cuál le otorga una cualidad privilegiada para humanizar el mundo de la empresa. Y sobra decir que una empresa más humana, produce mejores resultados. 

Las mujeres pueden beneficiar cuanto les rodea con la riqueza aprendida en cada faceta de su vida. A este propósito. Sally Helgesen escribe: «La maternidad comienza a ser reconocida cada vez más como una escuela excelente para gerentes, puesto que exige muchas de las mismas actitudes: saber organizar, establecer un ritmo, equilibrar distintas exigencias, enseñar, orientar, dirigir, manejar conflictos, dar información». (Aburdene, Patricia, Naisbitt John, Op. cit. pp. 46 y 47) 

Hasta ahora, muchos movimientos feministas han dicho a la mujer: “Si quieres ascender en la escala social, olvídate de tu familia y actúa como los hombres”. Hoy, quienes defienden y consideran a la mujer, le dicen: “No tienes nada de qué avergonzarte. Sé tu misma y triunfarás, tú, tu familia, y la sociedad entera”. 

El siglo XIX abrió las puertas del mundo del trabajo a las mujeres. Ojalá el siglo XXI haga posible la entrada de la mujer al mundo del trabajo, respetando y valorando el tesoro de su ser femenino

jueves, 9 de enero de 2014

Revalorizar el genio femenino
La cosa viene de lejos




        Cada año, el calendario civil ofrece una amplia gama de celebraciones, memorias, conmemoraciones y aniversarios que valen la pena ser recordados. Nacimientos insignes se suceden a recuerdos de batallas emblemáticas; unos días se celebra la vida, otros se tiene presente al enfermo; se homenajea al padre, a la madre, al niño.
        La mayor parte de esas fiestas vieron su luz gracias a esa inclinación natural humana al festejo, a la alegría, al reconocimiento de aquellas figuras que han aportado el don de sí mismas a la humanidad. Pero el recuerdo y el homenaje también se han tenido que convertir en denuncias que exigen la reflexión y el cambio. El día internacional de la no violencia contra la mujer es uno de esos días que no deberían existir en el calendario.
        La agilidad informativa ha propiciado un conocimiento mayor acerca de la situación actual que vive la mujer en sociedades de oriente y occidente. La violencia hacia ella no es algo nuevo. Los anales de la historia patentizan la barbarie de desigualdad y opresión a la que fue sometida durante siglos. La violencia aún perdura, si bien con distintos acentos, en algunas culturas puntuales.
        La violencia actual de la que es objeto la mujer no se reduce sólo a la dimensión del maltrato físico o verbal, si bien es el más visible e inmediatamente reprobable. Hoy por hoy perviven otros tipos de agravios, ofensas y humillaciones.
        En la cultura islámica, la mujer no ha podido encontrar el justo puesto que le corresponde como ser humano dotado de la misma dignidad que el varón; la no igualitaria paridad de oportunidades para el acceso a puestos públicos de gobierno, dirección empresarial, y aun a estudios o prácticas deportivas, no dejan de ser una forma de discriminación que clama una justa regulación que admita la aportación real y objetiva con la que puede contribuir la mujer. Huelga cualquier comentario respecto a la situación de repudio matrimonial que de ella puede realizar el hombre, o el utilitarismo pragmático al que se la somete al hacerla formar parte de un harem poligámico.

        .En los países desarrollados o de culturas democráticas, la mujer tiene acceso al aparente liberalismo de paridades; es decir, se reconoce su igualdad respecto al hombre (derecho al voto, a ser elegida, prestaciones laborales, capacidad de posesión, etc.) pero a veces se la ha minusvalorado sutilmente, casi en silencio, al contribuir en la sociedad como persona dotada de una singularidad peculiar: ser madre y educadora nata. Para muchos ha dejado de ser vista como mujer para convertirse en objeto, en cosa; otro tipo de violencia que no puede pasar desapercibido.
        El reclamo social, a primera vista justo, hecho en las primeras décadas del siglo pasado, por parte de grupos feministas desembocó y degeneró en un nuevo tipo de violencia creciente: la de ver a la mujer como producto. Basta salir a la calle y ver los anuncios de cine, cosméticos, ropa, etc., donde la mujer ya no es valorada por lo que es en sí misma sino por lo que tiene o es capaz de adquirir.
        En una memoria como la que recordamos el día de la no violencia contra la mujer, no bastan sólo las denuncias; valen y cobran actualidad, sobre todo, las propuestas. Amén de las iniciativas jurídicas que puedan elaborar los legisladores para sancionar con rigor a quienes incurran en la violencia física contra las mujeres, se impone también una solución, no inmediata, que servirá como base necesaria para una conciencia que se esparza por el mundo e ilumine, como lo hizo hasta hace algunos siglos, las mentes de todos los hombres: feminizar la sociedad. Que la mujer aporte sus cualidades, dones y aptitudes sin miedo a ser ella misma, revalorizando sus inclinaciones naturales, alejada de toda mal interpretación de igualdad respecto al hombre que más bien le llevaría a fomentar una falta de aprecio hacia lo que le es propio. El llegar a ser madre y educadora de sus hijos no es incompatible con la práctica profesional. La mujer debe estar segura de que tiene mucho que aportar a la sociedad con todo el potencial que le es propio (sensibilidad, sagacidad, arrojo, valor, fuego, ayuda, acogida…) así como al núcleo familiar (la educación, la atención, el amor…).
        Nunca se entra por la violencia dentro de un corazón. La no violencia es un sí a la conciencia del valor de la mujer en sí misma y de su idoneidad, competencia y genio. Qué atinados aquellos versos de Lope de Vega:
Quien de las mujeres dice
villanos atrevimientos,
no culpe por una ingrata
lo que a mil buenas debemos;
porque diciendo verdades,
que les debemos es cierto
el gusto, cuando vivimos,
la vida, cuando nacemos,
el dolor, cuando nos paren,
cuando nos crían el pecho,
el honor, cuando son castas;
y si nosotros queremos
servir con ellas a Dios
aun les debemos el cielo.

miércoles, 8 de enero de 2014

Amar sin doblez
 Dominio de de la propia persona

        Cuando las expresiones de afecto no se corresponden con la relación real entre las personas, se banaliza el significado de los gestos. Si, por ejemplo, los novios se comportasen como esposos, se dificultaría la comprensión tanto del matrimonio como del noviazgo, falsificando la realidad de las relaciones interpersonales.
        Si hay amor verdadero lo demás no importa. Sin él, nada es suficiente. Si una persona tiene dos amores a la vez, hay doblez, pues el amor es exclusivo. Se pueden tener muchas amistades, pero amor verdadero solo uno.
        En la formación del carácter maduro y armónico, ocupa un lugar importante el dominio de las propias pasiones; lo que podría llamarse la educación de la templanza. En el mundo actual, dominado por el afán de placer, esta tarea es más necesaria que nunca. Algunos jóvenes no quieren negar nada a los ojos y al estómago, pero se niegan a escuchar a quien los quiere bien. Y se dejan arrastrar por los placeres que los degradan.
        No podemos dar rienda suelta a los deseos y gustos personales porque al final de ese camino se encuentra la tristeza y el aislamiento en la propia miseria.

    Lo que se valora se cuida

    Se sabe que los hombres son más groseros que las mujeres, especialmente cuando están solos, pero las mujeres hoy en día les hacen la competencia. No es lo mismo grosería que insulto. La grosería no tiene la intención de ofender. Hay mujeres que aguantan que el hombre les diga majaderías y las insulte, porque ellas son débiles de carácter y –como temen perderlo– toleran lo que no deberían de tolerar. Son tontas, ciegas, soberbias. Cuando abran los ojos se darán cuenta que ese no era el camino de su felicidad, y podrán reemplazar la rabia y la confusión por la paz y la confianza, si hay ánimo de recomenzar.
        "El que tenga un amor, que lo cuida, que lo cuide ...", dice la canción. La castidad es la cualidad que custodia la dignidad del amor humano. Cuando la mujer o el hombre renuncian a pelear y se abandonan a la tiranía de los instintos, se rebajan a un nivel infrahumano.
        La castidad es imprescindible porque nos ayuda entender las delicadezas en el trato con los demás y a no pactar con nuestras miserias.




       Aunque las modas no acompañen 

Los espectáculos televisivos y cinematográficos han puesto de moda la falsa idea de que la vida limpia está pasada de moda porque cuesta mucho trabajo vivirla. Es cierto que en ocasiones puede costar un poco, pero no hay que exagerar. Para una persona normalmente constituida, esa lucha suele ocupar un cuarto o quinto lugar.
        La castidad proviene del amor y de ordena al amor. La limpieza de vida se halla lejos de la sensualidad pero también de la insensibilidad.
        Para algunos vivir la castidad es algo incomprensible o quizá una utopía. Si la persona es consciente de su debilidad buscará la fortaleza en donde está, es decir, en Dios.
        La pureza no es la única virtud ni la principal pero sí es indispensable para la vida plena. Si alguna vez se cae, hay que levantarse en seguida, hay que reparar, de modo que esa derrota se transforme en victoria y en experiencia para no volver a caer. De otra parte, incluso las personas más pervertidas, si se arrepienten y purifican su vida pasada, pueden llegar a ser personas espléndidas a los ojos de Dios y de los demás.
        C.S. Lewis tiene una frase muy sabia que dice: "Cuando un hombre se va haciendo mejor, comprende con más claridad el mal que aún queda dentro de él. Cuando un hombre se hace peor, comprende cada vez menos su maldad" (Mero cristianismo, p. 108).