Novios



Esas fotos que lo dicen todo
¿Tenés fotos con tu novio o tu novia? Prueben escribir la propia versión de la historia y descubran las fortalezas de su relación. En esta edición, una relato a partir de imágenes.
¿Qué encontraste? ¿Las fotos? ¿Cuáles? ¡Ah! Las de la playa… Cómo nos divertimos ese verano. Todavía estábamos de novios, faltaba poco para casarnos. Ya traigo el café. Nos casamos al año siguiente cuando terminamos de conocernos y no quisimos volver a separarnos.
¿Qué cómo nos llevábamos? Bien, fue una linda etapa de nuestra vida, tan feliz y tan intensa al mismo tiempo. Mirando estas fotos, me doy cuenta de lo decisiva que es. Será que el noviazgo está tan devaluado. Creo que a veces se confunde su verdadero sentido. Pero ahora que nos casamos percibo cómo lo que parecía un juego se convirtió en el código de nuestro matrimonio. Es increíble cómo se va dando una relación, cómo van creciendo el conocimiento profundo y la intimidad entre dos personas.
¿Sabés lo que más valoro? Los tiempos. Los tiempos de escucha que tuvimos, esos que te hacen sentir protagonista y dejan el sabor de pasarla bien. Esos que, casados, siempre alguno de los dos reclama, porque los vivimos a fondo, gloriosos; son los momentos en los que la relación madura y se viven los primeros síntomas de lo que va a ser la unidad después. La de hoy.
Sí, fue una etapa de conocernos mucho, de aceptarnos, de hablar de nuestras diferencias, con prudencia y cuidado, porque la decisión de casarnos surgió una vez que supimos quiénes éramos. Fuimos muy fieles a lo nuestro, supimos guardar lo íntimo y compartir lo típico de la etapa con los demás.
Aprendimos a elegir. Aprendimos, dije, porque el camino tuvo sus vueltas, pero con pequeños pasos llegamos a la meta.
Por supuesto que discutíamos, ¡y cómo! Tengo que reconocer que en esto yo tuve que aprender bastante. El respeto y la conciencia de uno mismo son fundamentales para que la relación no se rompa. La intimidad no se vive a cualquier precio. No me pongas esa cara. El respeto, y la autoconciencia… si ya sé… ¿quién se acuerda hoy del respeto? Creo que mucha gente, y fue uno de los ejes de nuestro noviazgo. Lo que no quiere decir que no hayamos tenido que conquistarlo. Es difícil mantenerse firmes en un entorno como el de hoy, donde todo es descuido y exhibición.
En realidad, fue una conquista de los dos. Sin ser “cuidas”, sabíamos que estaba en juego la calidad de nuestra relación. Aprendimos a elegir. Aprendimos, dije, porque el camino tuvo sus vueltas, pero con pequeños pasos llegamos a la meta.
¿Sabés lo que más valoro? Los tiempos. Los tiempos de escucha que tuvimos, esos que te hacen sentir protagonista y dejan el sabor de pasarla bien
¿Te gusta la foto del abrazo? A mí también. Me sigo muriendo de amor cuando la veo. Todavía me acuerdo que esa tarde, habíamos llorado. ¿Se me nota? Es que nos habíamos contado cosas de la infancia, de la relación con nuestros padres, cosas que no se hablan con cualquiera. En el noviazgo, también vale compartir heridas y debilidades. Para mí fue un regalo ese momento. También recuerdo que fue la primera vez que soñamos juntos. Empezamos a pensar en el futuro.
Esa intimidad, esa entrega del espíritu es lo que define una relación. Sentir que ya no estás solo, porque alguien comparte tus secretos y te valora por guardarlos, fue como arar el campo para otras entregas: el matrimonio, los hijos…
A ver, mostrame otra vez la foto del grupo. Éramos muchos novios ese año. Algunos lo lograron y otros no. ¿Qué les pasó? Lo que a muchos. Estar juntos no significa estar atados, sino libres para elegirse una y otra vez. Hay quienes se aferraban al otro con la intención de dominarlo o para escapar de situaciones familiares conflictivas, pero se equivocaron de motivación. Por eso no siguieron juntos, se lastimaron o se aburrieron, no sé, porque tal vez no descubrieron cómo es quererse de verdad. El tiempo que vino después de aquel verano fue distinto, nosotros también habíamos crecido.











Un arte difícil y fascinante
El noviazgo es una etapa lindísima e importante de nuestra vida, es el encuentro entre dos personas que tienen un proyecto de vida en común: nada menos que el matrimonio.
El otro día, mientras comíamos en familia con hijos, novios y amigos, surgió el tema del noviazgo. Fue una buena oportunidad para intercambiar opiniones y escuchar las preguntas que los jóvenes se hacen. Algunas de ellas las anoté, para conversarlas, cafecito de por medio, con Gabriel Mazzinghi*.
Arranqué con una pregunta que puede ser muy básica pero, como noté que a los chicos les cuesta distinguir entre novios y salientes; o, tal vez, no se animan a dar el paso entre un tipo de relación y otra, pensé que valía la pena empezar por el principio.
  SV: ¿Qué es el noviazgo y para qué sirve?
GM: Es una relación entre un varón y una mujer que se quieren, que quieren caminar juntos hacia el matrimonio, soñando con un proyecto de vida en común. Es un período especialmente rico de nuestras vidas, para crecer individualmente y como pareja, conocernos, aprender a querer, poner bases sólidas a esa empresa que va a ser la construcción de la propia familia.
  SV: ¿Qué destacarías para compartir esas bases sólidas?
GM: Primero, los valores fundamentales por los que, sí o sí, se van a jugar, por más que tengan que renunciar a otras cosas.
Después, compartir las inquietudes, los ideales, los sueños, el tiempo libre, la amistad, el divertirse juntos, el hablar de los hijos que vendrán; en una palabra, conocer y compartir en profundidad la persona del otro, en todos sus aspectos: espiritual, afectivo, físico, psicológico. Conversar acerca de cómo vivir en cada etapa de la vida, la sexualidad, que es una realidad muy rica y llena de sentido, y que daría para otra larga charla.
  El valor del diálogo
En la charla con Gabriel coincidimos en que el diálogo es un aspecto fundamental a trabajar durante el noviazgo: aprender a escucharse, aprender incluso a compartir momentos de silencio, aprender a relacionarse con Dios, si se trata de novios cristianos.
Solamente uno abre el corazón a quien es capaz de escuchar; y escuchar es recibir al otro como es y como está, tratando de acoger lo que vive, siente,
sufre y espera.
En un mundo con tantos sonidos, con tantas cosas que hacer, está bueno que nos animemos a dar espacio al tiempo para hablar, al silencio, a escuchar y escucharse. Pero, como dice Juan Pablo Berra en el libro el El amor en la pareja: “Ojo con el `diálogo del mutismo´; cuando se está enojada por algo, en vez de aclarar las cosas, confunde más con sus silencios, le pregunto qué le pasa y dice: `nada´. O con el `diálogo de sordos´: hablamos, hablamos, pero no nos escuchamos, cada uno insiste en `la suya´. También se puede caer en el `diálogo inoportuno´, plantear algo en los momentos menos adecuados”.
Tengamos presente que solamente uno abre el corazón a quien es capaz de escuchar, y escuchar es recibir al otro como es y como está, tratando de acoger lo que vive, siente, sufre y espera. Para esto está la delicadeza del amor, el saber acompañar y saber abrazar tanto lo bueno como las heridas del otro.
Otro aspecto a cuidar son los detalles, algo tan simple pero que dice tanto… Hablan de tener presente al otro, de saber qué le gusta, de estar atento a aquello que necesita o disfruta; es un aprendizaje de la ternura y el tiempo de noviazgo está para eso, para aprender a cultivar la ternura.
También es importante aprender a respetarse con todo lo que ello implica, porque las personas que se quieren y se disponen a caminar juntos por la vida, no pierden su identidad, y deben respetarse y aceptarse como son. Hay que tener cuidado con esas uniones simbióticas en las que las dos personas se desdibujan, de tanto quererse. Es una cuestión de equilibrio.
Por último, el noviazgo es una escuela en el arte de pedir perdón y de perdonar, que son dos cosas de enorme importancia en la vida. Es muy común que nos hiramos y en opinión de Berra, “el mejor médico para una herida es aquel que la causó, y darle una nueva oportunidad al otro, es poder hacer de una herida, una ocasión para amar. Pues sólo el amor da esas posibilidades”.
  SV: ¿Cómo es esa relación entre el yo y el tú?
Es bueno admitir que hoy es más difícil llevar adelante un noviazgo sano; por eso, está bueno ponernos a pensar qué podemos hacer, para vivirlo mejor
Es necesario fortalecer la personalidad, animarse a ser uno mismo, y desde un lugar de cierta fortaleza “yoica”, como dicen los psicólogos, compartir nuestra intimidad sin miedo.
En la adolescencia los valores recibidos en la vida, generalmente de nuestros padres, entran en conflicto, y los jóvenes los deben reelaborar, y asumir como propios, después de haberlos pasado por su propio filtro. Aunque sean los mismos, ya no serán los valores “recibidos”, sino “mis” valores.
  El valor de la libertad
  SV: ¿Qué pensás de los noviazgos de hoy?
Muchos novios están cerca del matrimonio, pero no tienen claro su proyecto.
Lamentablemente, los casamientos son cada vez más largos (duran hasta las siete de la mañana…), y los matrimonios, más cortos.
Por eso los animo a que elaboren juntos, su proyecto de vida, y lo hagan con la mayor libertad posible. Que cada uno se pregunte con sinceridad: ¿Para qué estoy de novio?
Muchos emprenden este camino a tientas, sin saber verdaderamente hacia dónde quiere ir, sin advertir que eso que llamamos matrimonio es una auténtica vocación.









Enamorarse






Belleza interior y exterior
       Una mujer y un hombre se empiezan a enamorar cuando se encuentran a gusto juntos y se entienden sobre las cosas de que hablan. Están enamorados cuando parece que uno no puede vivir sin el otro, les gustaría estar siempre juntos y los temas de conversación parece que nunca se acaban.
        El psiquiatra Enrique Rojas trata del enamoramiento en algunos de sus libros. Dice en el cap. IV "Enamorarse" del libro "Remedios para el desamor" : El enamoramiento "es un estado emocional surcado por la alegría y la satisfacción de encontrar a otra persona que es capaz de comprender y compartir tantas cosas como trae consigo la vida". A continuación analiza los síntomas del enamoramiento y los va describiendo.
        Aunque, en un primer momento, lo que deslumbra sea la aureola física, esto sirve más para los hombres. Cuando se dice, "el hombre se enamora con los ojos, la mujer por el oído", se quiere decir que ese deslumbramiento inicial para el hombre es la belleza física, y que a la mujer le gusta escuchar palabras amables y románticas, que le permitan saber que ha gustado.
        María José Suárez, Miss España en 1996, con 21 años y estudiante de Magisterio, a una de las preguntas del periodista que la entrevistaba y que quizá se las quería dar de graciosillo: "Entonces, ¿que se mueran los feos?", contestaba así: "¡Ay, no! Que se arreglen. Yo creo que no hay nadie feo; hay gente mal arreglada y que no está a gusto consigo misma. Para gustarle a los demás tienes que gustarte a ti misma. Si no estás a gusto contigo, lo reflejas en tus relaciones personales y esto acaba perjudicándote más que la falta de belleza física. Yo trato de cultivar las dos bellezas, la exterior y la interior. A la belleza física se le puede sacar partido arreglándote; y a la belleza interior, con buenas costumbres". En esto coincidía con la opinión de una mujer madura, María Fernández de Córdova, que en un reportaje sobre las revistas femeninas decía: "La mujer sabe que tiene que cuidar su look. Triunfa un 'ponte guapa' que queda lejos de la belleza inalcanzable de las venus de las pasarelas. Es la belleza del 'sácate partido'. Se trata de que la mujer se guste a sí misma".
Hay muchos modos        El dicho de que "no hay mujer fea a los quince años", se cumple siempre que se esfuercen por ir arregladas de acuerdo con sus posibilidades -no sólo económicas sino también de la propia imagen-, cuidando también no estar gordas y, a la vez, no caer en la tentación de imitar la excesiva esbeltez de las modelos, que les puede llevar, sin darse cuenta, a la terrible plaga de la anorexia.

Todas las parejas no se enamoran de la misma manera. Unas veces el amor surge entre dos que se conocen porque estuvieron juntos en la misma clase, y puede remontarse, en algunos casos, a la Educación Infantil; o que coincidieron, cuando eran niños en un veraneo, y se gustaron.

        Parece que lo más romántico es el flechazo, sentir esa atracción mutua nada más conocerse. Sin embargo, no siempre tiene que ser así. El filósofo Julián Marías, le cuenta al entrevistador, José Luis Olaizola, en el libro "Más allá de la muerte" que cuando estudiaba en la Facultad de Filosofía y Letras le parecía que "mis sentimientos amorosos iban hacia una muchacha, dulce, bonita, armoniosa -compañera de curso-; y, sin embargo, advertía que 'Lolita' me importaba más que ninguna otra persona. Durante las ausencias cuando recibía alguna carta suya, me precipitaba sobre ella para devorarla; sus palabras eran lo que más me importaba, lo que me llegaba hasta el fondo". Y posteriormente se da cuenta de que lo que creía que era amistad se había transformado en amor.
Conocerse para ir de acuerdo        De una manera o de otra, en algún momento de la vida surge el amor entre una chica y un chico: se gustan mutuamente, hablan de muchas cosas, lo pasan bien juntos y digan o no digan que son novios, en el fondo se están preparando para hacer un proyecto de vida juntos, para casarse y formar una familia.
        Para ello es necesario que estén de acuerdo en cosas fundamentales de la vida. Por eso, es importante ese periodo previo al matrimonio, para ponerse de acuerdo sobre muchos temas: cómo se aceptarán mutuamente en sus distintas formas de ser; qué planteamientos tienen una y otro sobre la vida espiritual y cristiana; cómo van a respetar el trabajo del otro fuera del hogar; cómo se van a distribuir las tareas de la casa; cómo van a educar a sus hijos; cómo son las familias de cada uno y cómo se les va a querer y aceptar en sus distintas formas de ser; cómo se van a integrar los amigos de una y de otro en el ambiente de la pareja; cómo cada uno debe continuar con sus aficiones y su formación interior y… bastantes cosas más.
        Todo ello siempre, ¡claro!, buscando la armonía y poniéndolo a las órdenes de esa nueva relación que se va a establecer: "ya no soy yo sólo, ahora somos dos".
Noviazgo y sexualidadLo hermoso de todo esto es que Dios ha sido el autor y ha querido que sea así. El matrimonio ya lo estableció Dios al principio de la creación del hombre, como se decía antes. Ese amor entre la mujer y el hombre es reflejo del amor de Dios en sí mismo, y del amor que tiene a lo que ha creado. El mismo Dios ha puesto en el ser humano esa atracción que los chicos despiertan en las chicas y que las chicas avivan en los chicos: parece que no quiere que andemos solos por la vida.        Pero, cuando en la relación de noviazgo se introducen componentes de la sexualidad que producen placer, se produce un ofuscamiento: ya no está en primer plano conocerse y quererse, ahora lo que domina es la pasión; parece que se quiere al otro, pero puede no ser verdad, porque lo que se espera de la pareja no es ella misma, sino que proporcione placer.
        Entonces, las relaciones y el trato son tumultuosos, porque el sexo ha cogido el protagonismo, ni una ni otro tienen paz interior, y en sus encuentros sólo van pensando en lo placentero de esas relaciones. El ofuscamiento hace que no tengan libertad y claridad: no logran conocerse ni llegan a descubrir si se quieren, si se van a aceptar y si desean hacer un proyecto de vida juntos; así es muy difícil que la decisión sea para toda la vida; y por eso, hay muchos matrimonios en los que luego no hay compenetración y acaban separándose a poco de haberse casado.






Aprendiendo a querer

Mi novio y yo llevábamos seis meses saliendo, empezábamos a conocernos, a descubrir afinidades e intereses comunes. Pero a ese amor que despertaba no supimos resguardarlo. De a poco, y como por un plano inclinado, fuimos abriendo la intimidad de nuestros cuerpos a un ritmo que no acompañaba la apertura de la confianza como personas. Estas manifestaciones físicas fueron creciendo de manera tan fuerte que, casi sin advertirlo, nos fuimos alejando del sentido que queríamos darle a nuestro noviazgo.
Así fue que quedé embarazada con 20 años, y mi novio con 23. A partir de allí, pasamos muchos momentos de angustia. La frustración de pensar que habíamos defraudado a nuestros padres y saber que ese hijo no había sido llamado a la vida en las mejores circunstancias.
En medio de este temporal, teníamos claras dos cosas: que seguiríamos adelante con el em¬barazo y que, por el momento, no nos casaríamos. No era cobardía, pero necesitábamos conocernos más y profundizar en un proyecto matrimonial y de familia. Comprendimos que nos faltaba madurez, y no deseábamos cargar sobre nuestro hijo las consecuencias de una decisión precipitada. 
  ¿Qué cambió en nuestras vidas?
Tuvimos que tomar diversas decisiones, acelerar los estudios, duplicar nuestros trabajos y suprimir planes personales incompatibles con la nueva realidad. Lloramos, pasamos vergüenza y sentimos también, en ocasiones, que la situación nos superaba.
Nuestras familias nos ayudaron mucho. No nos reemplazaban en nuestras responsabilidades, pero sentimos su compañía y apoyo. Confiaron en nosotros, en nuestra intención de empezar de nuevo, de prepararnos, de vivir en nuestro noviazgo una segunda virginidad, como un regalo que nos entregaríamos uno a otro el día de nuestro casamiento.
Hemos aprendido que la virginidad es mucho más que un estado físico, es una actitud, una manera de pensar y de actuar. No nos resultó fácil, fue necesario cambiar hábitos, buscar ayuda y consejos para crecer, para abrirnos al diálogo y al mutuo conocimiento. Aprendimos que el amor genuino encuentra otras formas de manifestarse además del físico y, sobre todo, hacer de esto un propósito cada vez más firme para que, cuando volviéramos a entregarnos nuestros cuerpos pudiéramos entregar también nuestros corazones. 
No supimos resguardar el amor y como por un plano inclinado fuimos abriendo la intimidad de nuestros cuerpos a un ritmo que no acompañaba la apertura de la confianza como personas.
  El papel de los padres
Nuestro hijo Santiago llevaba tres años de novio con Magda, una noche nos contaron que ella estaba embarazada; ambos tenían 21 años. Mi marido y yo nos quedamos mudos, el desconcierto era enorme y las dudas muchas más. Pasada la conmoción, preguntamos si todo estaba bien y si tenían algún plan pensado y decidido. Agradecimos y valoramos que hayan optado por la vida y que hayan recurrido a nosotros como lo habían hecho la noche anterior con los padres de ella.
Llamamos a nuestros otros hijos y tuvimos una conversación que se fue distendiendo, y todos coincidimos en que íbamos a hacer lo posible para que todo llegara a buen puerto. La gran duda: cómo estar presentes sin entrometernos. Pero fuimos viviendo el día a día de este camino que empezábamos a recorrer.
Como padre, uno no deja de preguntarse en qué falló, qué faltó, qué no transmitió. Fue con el correr de los meses que fuimos viendo lo que se había sembrado por la forma en que afrontaban los problemas y llevaban situaciones inesperadas adelante. Nos reconfortó percibir cómo asumían las responsabilidades y se levantaban del tropezón.
Agradecimos y valoramos que hayan optado por la vida y que hayan recurrido a nosotros como lo habían hecho la noche anterior con los padres de ella.
  Embarcarse
Cuando acababa de terminar el colegio quedé embarazada. Tuvimos poco apoyo familiar, solo mi suegra y mi abuela nos apoyaron y aconsejaron. Tuvo gran influencia en nosotros un sacerdote amigo que nos decía que casarnos no era la solución del problema, porque el matrimonio es mucho más que eso. Sin embargo, dimos el paso. Nadie nos obligó a casarnos ni tomamos la decisión por el qué dirán o para que no se note. ¿Por qué lo decidimos? Estábamos seguros de nuestro amor, creíamos en la familia, en el “para siempre”. Era muy poco con lo que contábamos. Mi novio había terminado tercer año de administración de empresas, pero los horarios de la facultad no le permitían trabajar, por lo que tuvo que cambiarse al turno noche. No le reconocieron ninguna materia, debió empezar de cero.
A los 20 años te comés el mundo, tenés toda la fuerza. La potencia que otros jóvenes ponen en estudios y viajes la ocasiones sin entenderlas y, muchas veces, los que nos rodeaban no nos comprendían. Para nosotros dos solos era mucho, pero con Él sí podríamos.
Empezaron a llegar más hijos y nosotros veíamos, palpábamos que todo nos unía, era grande lo que estábamos construyendo. Pasaron los años, y hoy somos muy felices. Nuestro motor siempre ha sido el compromiso de los dos para hacer feliz al otro, el respeto mutuo y el amo


La duración de los noviazgos

José Luis Olaizola 
Es correcto planear y adquirir lo necesario para llevar una vida familiar digna, pero esto no debe ser el pretexto para retrasar indefinidamente un compromiso.


Se está volviendo a poner de moda el que la gente se case, pero dentro de la línea de la sociedad de consumo, lo que trae como consecuencia el que muchos se casen tarde y mal. No es insólito el que se oigan comentarios de este porte: « ¡Quién lo iba a decir! Fulanito y Zutanita después de catorce años de noviazgo se casan y al año se separan. No será porque no tuvieron tiempo de conocerse.» Por supuesto, tuvieron tiempo de conocerse y de aburrirse de tanto conocerse. Cuando el noviazgo se alarga demasiado, para lo único que sirve es para coger mañas.
Cada caso es un caso en esto de la duración del noviazgo, pero el más frecuente, hoy en día, es que los novios necesitan tener tantas cosas para casarse, que cuando las consiguen ya no les quedan fuerzas para lo principal: quererse, crear una familia, educar a los hijos y educarse ellos mismos en la interesante aventura de perseverar en el amor. Para enamorarse de una encantadora joven de dieciocho años, o viceversa, sirve cualquiera. Para seguir enamorado cuarenta años después hace falta, además, cierta dosis de inteligencia.
Dada mi afición a escribir novelas que me obligan a adentrarme en el pasado, he podido constatar cómo, según discurren los siglos, se retrasa la edad para contraer matrimonio. En tiempos del Cid Campeador -siglo XI- los caballeros se casaban siendo donceles y las doncellas a los doce o trece años, apenas alcanzada la pubertad. Por supuesto no tenían problemas de piso. La gente del pueblo se alzaba una casa en poco más de un mes con ayuda de los vecinos; entonces para vivir sólo precisaban de cuatro paredes y un tejado. El suelo era de tierra apisonada y no tenían fontanería, ni electricidad, ni las diversas tomas de tantos artilugios como se concitan en los modernos habitáculos de la actual sociedad de consumo.
Cuatro siglos después, en el XVI, las cosas no han cambiado demasiado y, a lo más, la edad de matrimoniar se retrasa en un par de años. La madre de Teresa de Jesús, la encantadora doña Beatriz de Ahumada, casó de trece años y alcanzó a tener diez hijos. Catalina de Aragón, la que con el tiempo fuera esposa legítima del temible Enrique VIII de Inglaterra, había casado previamente con el hermano mayor, el príncipe Arturo, ambos rondando los quince años, y produjo gran asombro que no lograran consumar el matrimonio, lo que atribuyeron a enfermedad del príncipe, que murió un año después. En el siglo XIX la cosa se mantiene dentro de unos términos razonables y las doncellas casan de diecisiete, dieciocho o, como mucho, de diecinueve años. La debacle se produce mediado el siglo XX, en el que con pocos lustros de diferencia tanto se demoran los matrimonios -una media de diez años- que las doncellas tienen muy pocas posibilidades de seguir siendo tales cuando lo contraen. Las cosas claras.
¿Por qué se alargan tanto los noviazgos y se demoran los matrimonios? Porque hoy en día los contrayentes entienden que el cariño, para que no se marchite, debe estar debidamente enmarcado; piso, coches, televisor, vídeo, cadena musical, viaje de novios transoceánico y suma y sigue. Consecuencia: presupuestos millonarios para la celebración y para su posterior mantenimiento.
-¿Y usted a qué edad se casó?
-Pues yo, amable lectora, me casé de veintitrés años y mi prometida tenía dos menos. De viaje de novios nos fuimos a El Escorial y luego nos acomodamos en un piso viejo, de renta antigua; en eso tuvimos suerte, pero como no disponía ni de ascensor, ni calefacción, ni nevera, ni nada de nada, hay que reconocer que vivíamos por cuatro perras gordas. Comprendo que las cosas han cambiado, pero aquella carencia tenía su encanto. Ibas accediendo al disfrute de las cosas poco a poco. El primer coche utilitario, el primer viaje al extranjero, la primera vez que salías a cenar a un restaurante, los primeros veraneos en la playa. Y, por supuesto, la primera vez que hacías el amor con tu novia que ya era tu esposa.
-¿Pero qué dice usted?
-Por favor no se ofenda. Entonces los noviazgos eran más cortos y más controlados. No digo que saliéramos con carabina, pero tampoco se nos daban tantas facilidades. Ahora esos noviazgos tan largos, con salidas nocturnas hasta altas horas de la madrugada, con viajes colectivos en los que no por eso las parejas dejan de estar individualizadas… En fin, qué le voy a contar que usted no sepa.
-Le veo a usted un poco pesimista.
-No quisiera. Pero insisto en que conviene llegar al matrimonio con un buen bagaje de ilusiones y no irlas desgajando durante el noviazgo. Y, por supuesto, con cierto espíritu de sacrificio. A los novios que se acostumbran a un noviazgo largo, ambos con coche a la puerta, cenas en restaurantes de moda, esquí navideño en los Alpes y vacaciones en el Caribe, cada vez les cuesta más dar el paso al frente.
-¿No estará usted exagerando un poco?
-Eso espero.








¿Hago lo que quiero?
Aunque a veces se pregona que la sociedad ha evolucionado hacia la libertad y la aceptación absoluta del deseo ajeno, siempre y cuando aquel no pisotee el propio, la realidad cuenta algo distinto. Las presiones sociales existen, sólo que el zapato aprieta por otro lado.
Hasta hace poco tiempo, era común que, si una chica no estaba de novia a la edad que la sociedad consideraba conveniente estarlo, o se acercaba a los treinta años sin un hombre cerca, quedaba “para vestir santos”, como decía mi abuela. Ni hablar de lo mal que la pasaba si su hermana menor anunciaba fecha de casamiento y ella todavía no tenía nada en vista. Otro problema llegaba cuando, una vez casados, la cigüeña no venía en un tiempo que la audiencia considerara prudencial. Había que tener una respuesta para el incesante: “¿Para cuándo?”. Y, al poco tiempo de haber nacido el primer hijo, lo más probable es que se preguntara: “¿Cuándo viene el hermanito?” Si el embarazo se hacía desear, se empezaban a tejer un sinnúmero de historias sobre los motivos de la aparente infertilidad.

Si bien parecería que hoy cada uno hace lo que quiere sin rendir cuentas a nadie, las presiones sociales siguen existiendo, aunque versen sobre temas diferentes. “En general, hoy nadie te presiona para casarte; es más, en muchos círculos te ven como bicho raro si estás planeando hacerlo o si no estás conviviendo. Peor aún si todavía no cumpliste los 30, edad socialmente aceptada para comenzar a pensar en el casamiento”, observa Pilar (26), de novia con Tobías (28).

Al contrario de lo que ocurría años atrás, los recién casados pueden recibir no pocas miradas de desaprobación si el embarazo llega enseguida, porque lo esperable es que la mujer haya logrado un importante desarrollo profesional antes de convertirse en madre. La pregunta es: ¿Vos, cómo vivís todo esto? ¿Te sentís presionado para estar de novio o para estar soltero; para casarte o para huir despavorido del compromiso? Tanto Marcos (29), como Paula (27), concuerdan en que la presión para prolongar el tiempo de “vida divertida”, sin casi tener responsabilidades y con salidas permanentes, es muy fuerte. Además, el circo choca un poco con la educación que recibieron y con lo que ellos, en el fondo, quisieran hacer.

Por otro lado, “conozco cinco parejas de novios cercanas que van a casarse próximamente y no se los ve preparados ni maduros para hacerlo; sin embargo, lo harán de todas formas. El problema es que, piensan que si no va, se separan, total no van a ser los primeros”, comenta preocupada Ana (26).











Un engaño para elefantes
Juan Manuel Roca
Cómo acertar con mi vida

        Contaba uno que de pequeño iba al circo y que lo que más le gustaba era el número del elefante. El elefante es un animal que despliega un enorme peso y una fuerza brutal; pero a él le asombraba ver que, después de su actuación y hasta un rato antes de volver a la pista, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de las patas a una pequeña estaca. La estaca era un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado en el suelo. Parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo podía arrancar esa estaquita sin el menor esfuerzo. Nuestro amigo, curioso, indagó y preguntó la razón de ese proceder tan extraño y tan poco seguro para los que estaban cerca del elefante, hasta que alguien le explicó que el elefante no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño. Este animal gigantesco y poderosísimo no intenta arrancar la estaca porque cree que no puede, porque desde pequeño aceptó su incapacidad y tiene el registro de su impotencia bien guardado en la memoria (memoria de elefante, precisamente).
        A veces puede sucedernos algo así: vivimos atados a estacas pequeñas, insignificantes, pero que nos restan libertad y audacia para acometer grandes empresas. Vivimos creyendo que no somos capaces de hacer un montón de cosas simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos. Guardamos en nuestro recuerdo: "no pude... y nunca podré", perdiendo así una de las mayores bendiciones con que puede contar un ser humano: la fe, la confianza en que con la gracia de Dios se puede todo. La única manera de luchar para vencer es no dejarnos atenazar por la experiencia negativa de nuestras derrotas pasadas, poner en el intento todo el corazón y todo el esfuerzo, como si sólo dependiera de nosotros, pero al mismo tiempo, confiando totalmente en Dios, como si todo dependiera de Él.
        Eliminar de verdad los defectos –los malos hábitos– que tenemos arraigados no es tarea de un día, y esas inclinaciones hacen que sea más fácil caer en lo que no querríamos. Por eso quien lucha a veces gana, y a veces puede perder. Pero quien prefiere no luchar, no plantearse nada que pueda superar sus fuerzas, para evitar la posible humillación de la derrota, ya está derrotado de antemano. Hay que contar con la victoria, pero también con la posibilidad de la derrota y con nuestra decisión de no darnos por vencidos, de volver a la lucha una y otra vez. Así, incluso las derrotas se acaban convirtiendo en victoria: nos hacen más humildes, nos llevan a conocernos mejor y a fiarnos más de Dios y menos de nosotros mismos. Con esa actitud, Dios puede actuar en nuestra vida y hacernos llegar mucho más lejos de lo que podríamos soñar.
        Es cierto que debemos hacer esfuerzos, pero es la gracia de Dios quien nos mueve a hacerlos, los acompaña y los corona con la victoria. Comprender esta doctrina es uno de los mayores beneficios que podemos recibir de la generosidad divina. Conocer nuestra pequeñez y la grandeza de Dios es uno de los mayores dones del Señor, pues cuando estemos convencidos nos volveremos hacia Dios en la certidumbre de nuestra impotencia y nos abandonaremos a su acción todopoderosa; seguros de no ser nada, subiremos como las águilas sostenidos por la certeza de que Él lo es todo.


Los Novios deben reflexionar

Aunque no está de moda        A veces pasa que es tanto el entusiasmo de los novios que dan el amor "a borbotones", en lugar de darlo poco a poco. Y cuando viene la ruptura, se les viene el mundo encima: –"Ya todo acabó para mí"–, decía una adolescente. Y sufren lo indecible.
        Hay un proverbio ruso que dice: "Hay que pensarlo bien antes de iniciar un negocio; dos veces antes de ir a la guerra; tres antes de casarse".
        Un estudio hecho recientemente muestra que una de las cosas que les falta a los jóvenes de hoy es la capacidad de reflexionar. Se requiere, pues, todo un proceso de maduración personal, una maduración que no se da automáticamente, sino que es una tarea. No basta saber quién es el otro, dónde vive, qué le gusta y quiénes son sus padres. Es necesario conocerlo bien como persona única e irrepetible, como dice el psiquiatra vienés Viktor Frankl.
Un problema de los jóvenes        El enamoramiento suele poner en acto a la imaginación; se idealiza a la persona amada; no se le ven defectos. El problema está en no poner los pies en la tierra, pero eso es difícil de pedírselo al adolescente, ya que su corazón suele andar por las nubes.
        Quien ama, desea lo mejor para el amado; desea superarse por él o por ella y por sí mismo.
        El adolescente vive de sentimientos; la pareja reduce sus relaciones a sentirse a gusto juntos, hablar de cosas superficiales alabándose mutuamente, sin pensar en el futuro, sin dialogar sobre temas profundos o dándose a conocer uno al otro a través del lenguaje hablado. Las peleas pueden ver buenas pues allí se conocen como realmente son. Allí sale el modo de manifestarse la agresividad de cada persona. Es grave reducir las relaciones de noviazgo a la dimensión física, sexual, o dejar que sea ella la que predomine. El sexo es elemento integrante del amor matrimonial, pero no constituye el centro de la persona. Las relaciones sexuales fuera del contexto matrimonial constituyen un grave desorden, porque son una expresión reservada a una realidad que no existe todavía: Los jóvenes tienen relaciones de casados cuando en realidad no están casados.
        Alguien te ama mucho, secretamente. ¿Quién? Descúbrelo. A ti amigo (a) adolescente, te dedico este poema que me llegó por internet.
PARA UNA PERSONA BELLA
        Si Dios tuviera un refrigerador, tendría tu foto pegada en él. Si El tuviera una cartera, tu foto estaría dentro de ella. De hecho, Él te manda flores cada primavera, y te manda un amanecer cada mañana.
        Cada vez que tú quieres platicar, Él te escucha. Él puede vivir en cualquier parte del universo, pero El escogió tu corazón. Enfréntalo, amigo(a): ¡Dios esta loco por ti!
        Dios NO te prometió días sin dolor, risa sin tristeza, o sol sin lluvia, pero Él si prometió FUERZA para cada día, consuelo para las lagrimas, y luz para el camino.
        Porque amor no es el que te impide vivir a costa de quitarte de sufrir, sino el que te acompaña en los días buenos y malos, para que puedas crecer tanto como tú puedas, y mucho mas allá de lo que jamás soñó tu imaginación.











¿Cuánto deberías conocer a alguien antes de empezar una relación?





Amor sin remordimiento










Una etapa desafiante




No todos se animan a hablar de noviazgo, porque al final, ¿qué es estar de novios? Es un momento en el cual hay mucho que aprender para llegar a amar de verdad. La buena comunicación será una herramienta indispensable.

El noviazgo es la unión de dos caminos, el tuyo y el mío, por lo que te regalo mi pasado para construir nuestro presente y futuro. Conocer en profundidad la historia personal del otro permite entender su forma de ser, de pensar y de actuar. Los invito a contarse sus propias historias, para llegar a comprenderse y a aceptarse.

Los novios muchas veces están juntos y no saben de qué hablar o cómo hacer para dialogar. Vivimos en una cultura que evita el conocimiento profundo, por eso necesitamos algunas ayudas. El experto Juan Pablo Berra sugiere hacerse una lista de los temas acerca de los cuales les parece importante formarse y llegar a un criterio compartido. Anima a preguntarse: ¿cuáles son los valores que queremos vivir?

En el corazón humano anida el anhelo de un proyecto de vida compartido y quien quiera realizarlo, necesitará poner en práctica, hacer suyos, muchos valores que en la persona se convierten en virtud. El respeto, la humildad, la confianza, la sinceridad, la calma, la paciencia, la escucha, la generosidad forman una personalidad capaz de llegar sinceramente al otro.

¿Aprender a hablar?

Para ejercitar el arte del diálogo hay que estar abiertos a perfeccionar lo. No tengan miedo de hablar del amor, no le tengan miedo al amor. Son dos personas distintas pero una de las maravillas de todo proyecto matrimonial es que esto se hace con otro, por el otro y para el otro. Sobre esta base resulta más natural ponerse de acuerdo sobre la meta del camino elegido y animarse a caminar en esa dirección.

Sirve el hacerse una lista de los temas acerca de los cuales les parece importante formarse y llegar a un criterio compartido.


La sexualidad es un tema delicioso. Hablarlo puede llevar a ser conscientes de la grandeza de este acto y, por tanto, a no degradar lo, no negociarlo, no trivializarlo. En el diálogo surgirá el deseo de ser honestos con todo lo que está en juego en una relación sexual.

Así, la relación se enriquece en ese esfuerzo por desarrollar una comunicación basada en sentimientos compartidos y en el involucrarse cada vez más con uno mismo y con su novio o novia. Casi sin darse cuenta, las conversaciones serán más interesantes y productivas.

Cimientos


Si, como dicen algunos, el matrimonio es 80% amistad y el noviazgo es el cimiento del matrimonio, busquen organizar programas que ayuden al diálogo y a la amistad. Desde un café a un picnic en la terraza sirven para trabajar en el encuentro desde el diálogo.

Ser realistas lleva a descubrir muchas cosas que tenemos para quejamos de llenos”, las quejas agrian y desgastan el amor. Por el contrario, el hacer hincapié en todo el amor que recibimos conducirá a muchos a reconocerse afortunados.

Es imposible tratar el tema sin recurrir a John Gray en su exitoso libro Los hombres son de Marte las mujeres son de Venus cuando dice: “Así como un hombre se siente realizado al descubrir los detalles intrincados de la solución de un problema, una mujer se siente realizada al hablar de los detalles de sus propios problemas”. O, ese otro aspecto genialmente descripto: “El mayor desafío para las mujeres es interpretar correctamente y apoyar a un hombre cuando no habla”.





Para conocerse mejor 


El varón habla menos. En general, sus conversaciones se basan en acciones y pensamientos, y le cuesta hablar de sus sentimientos. Se concentra mejor, y logra gran rendimiento porque utiliza una parte del cerebro, no lo distraen las emociones. Hace una cosa por vez.

La mujer tiene la capacidad de atender varias situaciones a la vez y también se ve invadida por las emociones y pensamientos contradictorios porque utiliza varios sectores de su cerebro al unísono. Procesa sus emociones hablando, utiliza cinco veces más palabras, con muchos adjetivos, porque necesita hablar de sus sentimientos y nombrar sus emociones.

Por eso el diálogo no significa hablar mucho, sino ser capaces de desnudar el alma frente a la persona que hemos elegido. Aprender a darnos el tiempo y a manifestar lo que nos pasa o cómo nos sentimos es vital para no provocar malentendidos.





Al mostrarnos tal cual somos, venciendo nuestros miedos, somos sinceros, espontáneos y auténticos con la persona que hemos elegido. Ese es el voto de amor para con el otro.

Como es evidente, en el noviazgo hay muchas formas de comunicar: los gestos, las miradas cómplices, la sonrisa, las lágrimas, las actitudes, que son diferentes lenguajes aunque unidos por el mismo motor que es el amor.

Son dos caminos que se unen, sabiendo que en el camino siempre hay dificultades…

Es hora de trabajar sobre su noviazgo, gran desafío



Los síntomas del enamoramiento



Estar enamorado es uno de los momentos más deseados por las personas.

A pesar de lo que muchos creen, éste es sólo el comienzo de una relación

profunda que puede durar para siempre.


¡Qué sensación mágica se produce cuando dos personas se enamoran! Ante la presencia del amado, se disparan diversos síntomas fisiológicos: taquicardia, sudoración, palpitaciones, sensación de ahogo, y “un no sé que” -o las famosas mariposas- en el estómago.

Está comprobado que en el estado de enamoramiento, el cerebro -y no el “corazón”- genera una serie de cambios en el cuerpo. La producción de ciertas hormonas y neurotransmisores da origen a todas las sensaciones corporales que los enamorados describen como pruebas fehacientes de que están en presencia del amor. Además, el humor y el ánimo son óptimos, aumenta la creatividad y la motivación por el cuidado personal.





Señales confusas 


Profesionales del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (CEETA) observan que hay personas que sufren el enamoramiento porque padecen trastornos de ansiedad y las sensaciones corporales en ambos casos son similares

La Lic. Gabriela Martínez Castro asegura que aunque tienen el mismo origen fisiológico, es sencillo diferenciarlas: “los trastornos por ansiedad incapacitan la vida de quien los padece, en cambio el amor la enriquece”. Además, en el enamoramiento la causa de la ansiedad es muy positiva, mientras que en un trastorno, la causa es el temor.





Una etapa ideal


Toda esta revolución que se produce en el enamorado, lo lleva a idealizar al otro y proyectar en él lo que quiere ver. Suele sobrevalorar las virtudes y minimizar los defectos.

Al ser tan fuertes estas sensaciones, más aún si se trata de adolescentes, es fácil confundir el enamoramiento con el amor. El primero, no necesariamente es recíproco. El amor, necesariamente lo es. El enamoramiento es inmediato. El amor necesita tiempo. En el primero las emociones son más intensas e inestables. En el amor, más profundas y permanentes. En el enamoramiento hay posesión. En el verdadero amor, entrega.







Está comprobado que en el estado de enamoramiento, el cerebro -y no el corazón”- genera una serie de cambios en el cuerpo.


El enamoramiento suele ser la primera etapa en una relación de pareja, puede diluirse al cabo de un tiempo o dar lugar a una relación más honda. Por lo tanto, si nos encontramos con estos “síntomas”, a no asustarse y, más importante aún, a no confundirse.

Todas estas sensaciones no son eternas, por eso conviene disfrutarlas y que ayuden a conocer al otro tal como es, con sus virtudes y sus defectos, a dejar caer las idealizaciones, y permitirse un encuentro más profundo para seguir creciendo, como personas y como pareja, hacia el verdadero amor.








Qué hay que tener para casarse



Organizar la fiesta de casamiento es un ensayo de las prioridades y estilos que usarán como familia. Distracciones, costos y motivaciones se entrecruzan. La presión por ser únicos es difícil de esquivar.

Si bien las parejas quieren disfrutar de la organización y estipular un presupuesto para su fiesta de casamiento, en la práctica, estos objetivos suelen desmoronarse a medida que se acerca la fecha. Como quieren tener un casamiento único, avanza la sensación de que siempre hay algo mejor, y los novios suelen endeudarse más de la cuenta o terminan con un agotamiento que les impide disfrutar de su propia fiesta.

Hasta hace unos años, las fiestas contaban con comida, disc-jockey y fotos; luego se sumaron los videos. “En la actualidad, la calidad de las fiestas evolucionó enormemente –enfatiza Magdalena Martínez Picabea, de CasamientosOnline. com-: ya no se ponen centros de mesa, se ambienta; ya no se contrata un open bar, se instalan barras espectaculares con cartas de tragos y productos importados; ya no se come lomo ‘a la casamiento’, hay menús de lo más variados hechos por manos expertas; ya no se usan matracas y papel picado para el carnaval carioca, se usa cotillón personalizado; ya no colaboran madres y suegras en la organización, se contrata a una wedding planner”.

“Sin embargo, ahora primero se planifica la fiesta, y recién cuando están dadas las condiciones económicas, se empieza a charlar de la vida en matrimonio”

Estos cambios suponen una evolución en la técnica para organizar fiestas de casamiento, pero podrían significar un retroceso en cuanto al sentido del evento. Casarse es comenzar una nueva familia y darla a conocer en sociedad. “Sin embargo, ahora primero se planifica la fiesta, y recién cuando están dadas las condiciones económicas, se empieza a charlar de la vida en matrimonio”, actualiza Magdalena. Esto significa que, para muchas parejas, el casamiento se retrasa muchísimo porque no cuentan con el presupuesto disponible para pagar semejante fiesta.

¿Prioridades? 



“En la organización del casamiento se plantean las primeras decisiones importantes de la vida de la pareja y empiezan a aparecer las sugerencias, imposiciones y opiniones de todos los integrantes de la familia. Con ellas se ve realmente cómo piensa cada uno, cómo se involucran los diferentes familiares y cómo afecta esto a los novios”


Es habitual encontrar a novios que pierden el foco de su relación porque quedan absorbidos por las exigencias de los preparativos. La tendencia actual es que la organización comience, por lo menos, un año antes de la fecha del casamiento. Durante ese tiempo, la vida sigue, con lo cual, a la organización de la fiesta se suman las responsabilidades cotidianas. Se generan más preocupaciones, menos horas de sueño, bastante ansiedad y excitación.

Si bien reconoce que hay excepciones, Martínez Picabea percibe que la exigencia es tanto de los novios como de su círculo de familiares y amigos: “En la organización del casamiento se plantean las primeras decisiones importantes de la vida de la pareja y empiezan a aparecer las sugerencias, imposiciones y opiniones de todos los integrantes de la familia. Con ellas se ve realmente cómo piensa cada uno, cómo se involucran los diferentes familiares y cómo afecta esto a los novios”.

El auge del consumo puede llevarlos a realizar gastos absurdos o a crearse necesidades inexistentes. “Hay que manejar con mucha prudencia el tema de la exigencia económica. Me parece bárbaro que los chicos y sus familias inviertan en hacer del día de su fiesta un día único, pero no hay que tomarlo como postura de vida, porque así cuesta muchísimo avanzar. Si para casarse tienen que tener casa, auto, plasma, un súper viaje, ¿qué les espera el día que quieran tener un hijo?”, concluye Magdalena.


Sin embargo, ponerse de acuerdo en la organización del casamiento de cara a la gran variedad de ofertas y servicios es, para los novios, una formidable oportunidad para comenzar a trabajar juntos en este primer proyecto común. Después de la fiesta, comenzará el Proyecto que los unió y que seguirán construyendo durante toda la vida.




Tu matrimonio, tu proyecto de vida




Ya hablaste con tu novio del banquete, de la música, de la luna de miel, etc., etc., etc…, ¡Que bueno! Pues ahora lo que les queda es hablar de cómo van a formar su plan de vida. ¿Qué es un plan de vida? Es el proyecto de su matrimonio.

“Un proyecto es la idea que se tiene de algo, qué se piensa y qué se quiere hacer, y de cómo llevarlo a cabo”: (“Cómo elaborar un proyecto de pareja de Isabel Frías y
Carlos Mendizábal”).

Hay que reflexionar sobre tu matrimonio. Es muy divertido hablar del futuro, entonces, piensen en el futuro. Así, antes de dar el paso más importante de su vida piensen por ejemplo:

¿Cómo ven su matrimonio en 10 años, en 30, en 50?
¿Cuántos hijos quisieran tener?
¿Y si no llegan qué van a hacer?
¿Si viene un hijo con alguna enfermedad?
¿La esposa va a trabajar?
Cuando vengan los niños… ¿qué piensan hacer si la mamá trabaja?
¿Cómo van a educar a sus hijos?
¿Qué tipo de escuela quieren para ellos?
¿Cómo mantendrán vivo el amor y la ilusión que ahora tienen?
¿Qué objetivos buscan y basados en qué valores?
¿Para qué se casan?
¿Qué va a alimentar su vida en común?
¿Cuál será el sentido que quieren darle?
¿Qué lugar le van a dar a las respectivas familias de origen?
¿Qué van a compartir con sus familias y qué van a mantener en privado? ¿Qué tiempo les van a dedicar?
Hablen del dinero: ¿Cómo lo van a manejar?
¿Es tuyo, mío o de nosotros?
¿Quién lo va a administrar?
¿Cuales serán sus prioridades para gastarlo?
¿A los amigos, qué lugar les van a dar?
¿Qué lugar le van a dar a la sexualidad?
¿Qué es lo que más los une?
¿Qué es lo que más los separa?

Averigüen que es lo que le gusta al otro para poder dárselo. Hay muchos lenguajes del amor. (Los 5 lenguajes del amor del Dr. Chapman es un libro que les puede ayudar a encontrar la manera correcta de expresar el amor a tu pareja).
¿Sabes qué es lo que le gusta a tu futuro esposo/a?
¿Sabes cómo comunicarle lo que te gusta?

Si el proyecto es de pareja tiene que ser de los dos y los dos tienen que estar de acuerdo. Claro que habrá que ceder de las dos partes, pero también recibirán.

Su proyecto será diferente a cualquier otro porque cada pareja tiene su propia personalidad, identidad y circunstancias, y tiene que tener un proyecto diferente. Tu proyecto con tu pareja va a ser como una brújula que los va ir guiando en los momentos buenos y malos. Les va a dar una seguridad para saber qué hacer, cómo y cuándo, y conocerse mejor.

Otro tema importante es el del perdón entre los esposos, porque no crean que nunca va a haber problemas. ¿Cómo lo van a manejar?

El proyecto tiene que ser conciso y claro. Una idea de cómo visualizan su matrimonio. No pueden poner su felicidad en lo exterior, tienen que trabajar en lo interior. Los dos tendrán que crecer y cambiar juntos y a través del otro, buscando su mutuo bien.

Claro que el proyecto irá cambiando con los años y tendrá que ser revisado y modificado conforme vaya evolucionando su relación, pero lo esencial hay que conservarlo.

Es ahora cuando hay que hablar de estas cosas no después del matrimonio. Los actos se hacen con una finalidad, y con mucha mayor razón un acto como es el contraer un compromiso de por vida


Los síntomas del enamoramiento



Estar enamorado es uno de los momentos más deseados por las personas.

A pesar de lo que muchos creen, éste es sólo el comienzo de una relación

profunda que puede durar para siempre.





¡Qué sensación mágica se produce cuando dos personas se enamoran! Ante la presencia del amado, se disparan diversos síntomas fisiológicos: taquicardia, sudoración, palpitaciones, sensación de ahogo, y “un no sé que” -o las famosas mariposas- en el estómago.

Está comprobado que en el estado de enamoramiento, el cerebro -y no el “corazón”- genera una serie de cambios en el cuerpo. La producción de ciertas hormonas y neurotransmisores da origen a todas las sensaciones corporales que los enamorados describen como pruebas fehacientes de que están en presencia del amor. Además, el humor y el ánimo son óptimos, aumenta la creatividad y la motivación por el cuidado personal.





Señales confusas





Profesionales del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (CEETA) observan que hay personas que sufren el enamoramiento porque padecen trastornos de ansiedad y las sensaciones corporales en ambos casos son similares

La Lic. Gabriela Martínez Castro asegura que aunque tienen el mismo origen fisiológico, es sencillo diferenciarlas: “los trastornos por ansiedad incapacitan la vida de quien los padece, en cambio el amor la enriquece”. Además, en el enamoramiento la causa de la ansiedad es muy positiva, mientras que en un trastorno, la causa es el temor.





Una etapa ideal





Toda esta revolución que se produce en el enamorado, lo lleva a idealizar al otro y proyectar en él lo que quiere ver. Suele sobrevalorar las virtudes y minimizar los defectos.

Al ser tan fuertes estas sensaciones, más aún si se trata de adolescentes, es fácil confundir el enamoramiento con el amor. El primero, no necesariamente es recíproco. El amor, necesariamente lo es. El enamoramiento es inmediato. El amor necesita tiempo. En el primero las emociones son más intensas e inestables. En el amor, más profundas y permanentes. En el enamoramiento hay posesión. En el verdadero amor, entrega.







Está comprobado que en el estado de enamoramiento, el cerebro -y no el corazón”- genera una serie de cambios en el cuerpo.


El enamoramiento suele ser la primera etapa en una relación de pareja, puede diluirse al cabo de un tiempo o dar lugar a una relación más honda. Por lo tanto, si nos encontramos con estos “síntomas”, a no asustarse y, más importante aún, a no confundirse.

Todas estas sensaciones no son eternas, por eso conviene disfrutarlas y que ayuden a conocer al otro tal como es, con sus virtudes y sus defectos, a dejar caer las idealizaciones, y permitirse un encuentro más profundo para seguir creciendo, como personas y como pareja, hacia el verdadero amor.

















Reflexiones para jóvenes: relaciones prematrimoniales
Las relaciones sexuales que se adelantan a la dimensión espiritual buscando el placer en primer lugar vuelven al hombre insensible ante el verdadero amor.


 






        Antes de empezar mi artículo reconozco cierta soledad al afrontar este tema, no tanto en sus pautas generales, sino en el detalle concreto de las actuaciones de los jóvenes, que configuran concepciones de relación muy diferentes. No soy ningún iluso y sé que mis palabras no incitaran una fácil ovación, pero estoy convencido de que algunos pueden identificarse con mi propuesta. En este tema también "es estrecha la puerta y angosta la vía que conduce a la vida, y pocos son quienes la encuentran." (Mat., 7, 14.) . En el entorno de esta frase empiezo mi reflexión :

        · ¿Creemos realmente que la puerta es estrecha y ciertamente no la encuentra todo el mundo, o estamos en medio de una gran plaza donde es igual ir arriba abajo a derecha o izquierda?

        · ¿Creemos en una minoría abierta a todo el mundo, que pretende ‘ser’ luz y testimonio vivo de la gran propuesta de Amor a la que todos estamos invitados?

        Quisiera animarte a vivir la felicidad en libertad huyendo de nuestros apegos que en este tema son muchos.

Análisis actual

        La inestabilidad en las relaciones de pareja, provoca problemas de convivencia. Por una parte asistimos a un tipo de relación francamente mejorable sin dar criterios válidos a nuestros jóvenes y por el otro nos lamentamos de sus actuaciones. ¿Cuántos jóvenes vuelven a casa insatisfechos porque intuyen que su relación se deteriora e incluso los esclaviza? Muchos jóvenes desean ser de una manera pero sus actividades de cada día van en sentido contrario. Se dan por aceptadas unas doctrinas y más tarde se promueven actividades contrarias a los idearios. Los padres desean un estilo de vida para sus hijos, pero permiten acciones en sentido contrario para complacerlos. Nos falta a todos honradez para admitir que en el momento de consentir unos actos estamos aceptando sus consecuencias. “Todos estamos de acuerdo en no querer romper el vidrio, pero irreflexivamente no paramos de tirarle piedras hasta romperlo” (A. Orozco).

        Junto a este desfase entre lo que deseamos y los medios para obtenerlo, a menudo olvidamos que una relación de amor puede ser buena o mala según cuándo y cómo se vive. Si bien el agua es buena cuando cae poco a poco en tierras secas, puede ser cruel cuando cae sobre mojado y fuera de tiempo. Vivimos en una sociedad que acepta sin reservas una relación de pareja sin preguntarse cómo y cuándo debería llevarse a cabo.

El esfuerzo, camino válido

        Llegados aquí y sin más preámbulos quisiera desde la lógica y el convencimiento hablar de las relaciones prematrimoniales entre jóvenes y de la continencia con pequeñas excursiones al plano de la Fe. No hay ningún valor importante en la vida que no implique esfuerzo. También la relación de pareja lo exige. La cara y la cruz están en la misma moneda y formando parte de la misma vida. Supongo que todo el mundo entiende que el ‘flechazo’ dura relativamente poco y que cualquier relación requiere cierta voluntad. Se me ocurre aquí la frase del Cardenal R. M. Carles “Vivir honradamente es poner la voluntad allí donde reposa el corazón”. Que no te engañen, no hay cara sin cruz. Muchos toman la cara y dejan la cruz enriquecedora y paradójicamente toda la vida se convierte en otra cruz insufrible. En lugar del amor, crece en ellos el aburrimiento y la angustia, patrimonio de las filosofías y actitudes que excluyen el esfuerzo. “Amor es sacrificio- decía Pemán - y para gozar de la felicidad es necesario el esfuerzo de mirar las flores sin arrancarlas”. En caso contrario, al cabo de un tiempo encontrarás en tus manos una flor muerta, sin color, sin aroma sin encanto,...... sin misterio.

Amor valor espiritual que controla

        Pues bien, si la cara de la pareja todo el mundo la conoce, porqué se esconde y se ignora la cruz, y si no hay cruz de qué hablamos, de una actividad humana que libera y perfecciona el hombre o hablamos de una relación animal y / o genital. Dar la mano no es dar el pie. Dar la mano es un acontecimiento espiritual, de amistad, lealtad. No es dar un trozo de carne. Dar la mano es algo que forma parte del núcleo de la persona y que significa algo más que un contacto carnal. En definitiva, es un acto espiritual que se manifiesta a través de la donación de la mano. Ni que decir tiene que dar el cuerpo es más que dar la mano. Dar el cuerpo es el acontecimiento espiritual de amor entre una pareja que se encarna con la donación corporal plena, natural, profunda, unitiva, sin reservas y por lo tanto definitiva. Por lo tanto, el amor tiene un contenido espiritual primero y segundo su manifestación corporal, pero no lo contrario. Desgraciadamente, muchos dan la mano sin amistad y el cuerpo sin amor.

        Víctor Frankl, sufridor en los campos de concentración nazis, uno de los más grandes psiquiatras de Europa, en su obra Psicoanálisis y existencialismo dice que el amor entre los dos sexos, lo corporal y sexual, no es el factor primario, un fin en sí mismo, sino simplemente un medio de expresión. Amor es dar y no poseer. Lo contrario es propio y exclusivo del instinto. No conozco parejas que hayan consolidado definitivamente su relación accediendo a peticiones posesivas. Máximo se alarga una situación que al final se acaba, porque aquel que renuncia a un amor espiritual esta renunciando al derecho de ser tratado y amado como persona humana.

Porqué la continencia

        Con la continencia controlamos y orientamos los impulsos de carácter sexual. En realidad, no se opone a las relaciones corporales de la pareja de forma abstracta y aislada con un voluntarismo desfasado en el tiempo, sino que aplazando para más tarde la satisfacción del impulso sexual -no el qué sino el cuándo y cómo- se consigue que la dimensión espiritual del amor se sitúe por encima de cualquier apego. Esta prioridad enseña a amar con el alma, la mente y la voluntad. Esto quiere decir amar para siempre el núcleo del otro -Tú- independientemente de lo que el otro ofrece o tiene, que será siempre mejorable o caduco. Decía Paul Chauchard que la libertad era el control de nuestros determinismos, entre ellos el instinto sexual. La libertad no nos la conceden sino que la ganamos desde dentro. Las relaciones sexuales que se adelantan a la dimensión espiritual, buscando el placer en primer lugar, vuelven al hombre insensible ante el verdadero amor que necesita ser prioritario para existir. Como decía antes, son muchos los que están en la plaza sin entender mi propuesta y sin ilusión se les hace de noche antes de que llegue la tarde, pierden su encanto antes de encontrarlo o renuncian a ser hombres y a ser tratados como tal.

Los detalles de cada día

        Decía Juan Pablo II que "La persona para llegar a controlar el impulso y la excitación, tiene que esforzarse con una progresiva educación en el autocontrol de la voluntad, los sentimientos y las emociones a partir de los gestos más sencillos donde resultará más fácil llevar a cabo esta decisión interior”.

        Juan Pablo II nos interpela y sugiere preguntas concretas que hay que responder en el seno de uno mismo, de las familias y centros educativos:

        · ¿Es que jóvenes adolescentes que frecuentan a menudo las salas de baile hasta altas horas de la madrugada son capaces de ejercer el autocontrol de la voluntad y los sentimientos a partir de los gestos más sencillos?

        · ¿Es que la facilidad con que los jóvenes de hoy se plantean el tema del amor y las relaciones físicas que mantienen permite ejercer el autocontrol de la voluntad y los sentimientos a partir de los gestos más sencillos?


        · ¿Es que estas estancias en campamentos y colonias de jóvenes que comparten incluso el dormitorio son capaces de ejercer el autocontrol de la voluntad y los sentimientos a partir de los gestos más sencillos?

        · ¿Es que parejas que salen solas asiduamente fines de semana con la única finalidad de divertir-se son capaces de ejercer el autocontrol de la voluntad y los sentimientos a partir de los gestos más sencillos?

        Algún joven me decía que Juan Pablo II no conoce el tema. Que los hábitos actuales basados en la confianza alejan los tabúes del pasado, sus prejuicios y limitaciones. Que lo importante es vivir el Evangelio y que la moral solo sirve para discutir.

        Quizás aún no hemos tocado fondo en este y otros temas y debamos esperar un tiempo para que los educadores, a la vista de los resultados, volvamos a reconsiderar unas formas que muchos han olvidado.










Fortunas prestadas


(Por Alfonso Aguiló, conoze.com, 2008-06-27)
«Contemplaba su juventud y su belleza como algo que jamás fuera a agotarse. No comprendía aún que ningún amor debería apoyarse demasiado en la belleza. ¿Por qué nos negamos a admitir que la belleza y la juventud son fortunas prestadas? ¿Por qué imaginamos siempre que lo que nos encandila hoy nunca podrá convertirse en el peor de los desamores cuando llega el mañana?

»Nuestra boda no fue por amor. Fue una boda por simple enamoramiento. Esos enamoramientos que son sensaciones que provocan intercambios de certezas, besos, abrazos y un sinfín de intuiciones proclives así al egoísmo de creernos dueños del mundo, con derecho a imaginar maravillas perpetuas y un continuo esperar lo que, cuando llega, nos deja fríos. En aquella época yo no sabía hasta qué punto ese enamoramiento puede ser simple egolatría, ganas de ver en el otro lo que nosotros queremos ver, y que al imaginar lo que vemos, todo se nos vuelve atracción, necesidad de fundir nuestros deseos a los de la persona de la cual nos enamoramos. Y es que, en el fondo, lo que hacemos es enamorarnos de nosotros mismos.

»Veíamos aquello como una eternidad de novela bucólica, con cielos nítidos, siempre soleados, no exenta de pesadillas, de lobos acechando una manada de corderitos buenos, de turbiedades inesperadas, de cambios de humor.»

Así rememoraba el protagonista de una novela de Mercedes Salisachs la historia del comienzo de su matrimonio. La historia de una decepción, de muchas frustraciones y egoísmos hasta llegar a comprender que la mayor parte de lo que nos atrae con la vista es sólo pura fachada, hasta comprobar que el atajo del deseo deja casi siempre un poso de insatisfacción, un triste sabor a desengaño. Eros, esa especie de minidios griego, mensajero del amor, heredó de sus padres una naturaleza contradictoria, que le hizo rico en deseos y pobre en resultados. A ese diosecillo travieso y juguetón le gusta llamar a nuestro corazón por medio de la belleza corporal, y esa llamada nos parece a veces irresistible. Luego vienen concesiones que no dan lo que prometen, que nos atraen pero luego echan a volar.

Desear a otra persona no es lo mismo que amarla, y el deseo, muchas veces, lo que en realidad pretende es utilizar, poseer, manipular. La fuerza del deseo, sobrecargada en nuestros días por el impulso de los omnipresentes mensajes eróticos, hace que la imaginación, la sensibilidad, la memoria del hombre actual estén condicionadas por un potenciamiento excesivo y enfermizo del deseo. Para descubrir la riqueza propia de la otra persona, para llegar a conocerla y a enamorarse de verdad de ella, y no simplemente desearla, es preciso un esfuerzo nada despreciable. Cuando el enamoramiento recae demasiado en lo corporal, aquello ofrece poca consistencia respecto al futuro, porque lo corporal es la parte más efímera de lo humano, la parte más volátil, la que más sufre el declive del paso de los años.

El verdadero enamoramiento lleva siempre a una dilatación de la personalidad, es un alegrarse más con la felicidad del otro que con la propia. Es meter al otro como protagonista fundamental de nuestro proyecto de vida. Queda entonces comprometida nuestra libertad, y eso siempre cuesta, porque significa renunciar a muchas cosas, porque el amor actúa como una fragua donde se templan nuestros egoísmos y nuestros deseos. Porque hay deseos nuestros que no son compatibles con ese amor, deseos que quizá hasta entonces eran buenos y legítimos pero ahora ya no lo son. En cualquier amor, una vez pasado el acné del primer enamoramiento, la clave del éxito está en ese doloroso proceso de purificación de los deseos. Se trata de una dura prueba, que sirve para foguear y madurar esa relación, que saca a la luz la calidad del material de que estamos hechos, y que sobre todo saca a la luz la realidad de nuestro empeño por mejorar. Si no se supera esa prueba, en el fondo nos habremos enamorado de nosotros mismos

No hay comentarios:

Publicar un comentario