La saga del romanticismo



 Era la alegre víspera del día
que la que sin igual nació en la tierra,
de la cárcel mortal y humana guerra
para la patria celestial salía;

y era la edad en que más viva ardía
la nueva sangre que mi pecho encierra,
cuando el consejo y la razón destierra
la vanidad que el apetito guía,

cuando Amor me enseñó la vez primera
de Lucinda en su sol los ojos bellos,
y me abrasó como si rayo fuera.

Dulce prisión y dulce arder por ellos;
sin duda que su fuego fue mi esfera,
que con verme morir descanso en ellos



a ONU, a través de la UNESCO ha aprobado unas Directrices Internacionales dirigidas a gobiernos, escuelas y profesores sobre los temas y el enfoque de programas de educación sexual. El mismo trasfondo de los últimos años: prevenir la difusión de enfermedades de transmisión sexual, (incluyendo el sida), los embarazos precoces y la violencia sexual. El modo: enseñando la masturbación y la homosexualidad desde los cinco años; el uso del condón, los anticonceptivos y el aborto, a partir de los nueve - See more 

Internacionales dirigidas a gobiernos, escuelas y profesores sobre los temas y el enfoque de programas de educación sexual. El mismo trasfondo de los últimos años: prevenir la difusión de enfermedades de transmisión sexual, (incluyendo el sida), los embarazos precoces y la violencia sexual. El modo: enseñando la masturbación y la homosexualidad desde los cinco años; el uso del condón, los anticonceptivos y el aborto, a partir de los nueve.
Nada nuevo. SIECUS (Sexuality Information and Education Council of United States) una institución dedicada a dar consejería sobre educación sexual en los Estados Unidos ya había trazado metas similares para los 90, que se han venido aplicando con el apoyo de millones de dólares de los contribuyentes y de fundaciones privadas. La diferencia es que ahora su alcance pretende ser planetario.
Adultos, ¿recuerdan su adolescencia? Dedicada al estudio, al deporte, la música, el baile, las fiestas, al romance y al amor. No faltaron las decepciones, las inseguridades propias de la edad, los fracasos e incluso los amores no correspondidos. La presión de los amigos y la curiosidad por experimentar, podía llevar a algunos a las relaciones sexuales, pero los casos eran contados.
Probablemente en su adolescencia no estuvo expuesto a programas de educación sexual que reducen la sexualidad a lo meramente biológico, como el propuesto por la ONU; no había tantos embarazos precoces y sólo se diagnosticaban dos enfermedades de transmisión sexual.
Padres y profesores animaban a madurar y alcanzar metas: terminar una carrera, ser útiles a la sociedad, formar una familia. Para la mayoría fue inolvidable y libre de grandes problemas y heridas emocionales serias. Hoy los estímulos son otros. Bajo el principio mini-max: Minimiza los riesgos y maximiza el placer, se invita a experimentar con el sexo. Las campañas de “sexo seguro” incluyen la anticoncepción de emergencia entre menores de edad. La pornografía ha invadido los medios y son cada vez más los niños entre los 4 y los 8 años expuestos a ella, por accidente o curiosidad a través de Internet, celulares o reproductores de música. Esta evolución en un asunto tan delicado como es el sexo, nos lleva a pronosticar un futuro con muchas amenazas al amor genuino.
PROTEGE TU CORAZÓN (PTC) programa de educación de la sexualidad centrado en la persona, nació hace 16 años, considerando estas amenazas, como oportunidades. Hoy es una realidad en más de 250 instituciones educativas, de 80 ciudades en 18 países de América, Europa y Asia. Muchas personas han confiado en su contenido. Su metodología y estilo han influido fuertemente en miles de adolescentes y padres de familia.
PTC funciona y su aplicación le facilita al adolescente transformar sus carencias típicas, en rasgos de buen carácter a través de habilidades que se le proponen en un clima de libertad.
En permanente contacto con niños y jóvenes: morenos, rubios, campesinos o de ciudad, con costumbres, acentos e idiomas diferentes. PTC responde a sus inquietudes: quieren conocerse, tener amigos, manejar sus emociones, enamorarse, casarse. ¡Ser felices!. Se les nota la influencia ejercida en ellos por la televisión, el cine, e Internet. Es común que asocien el sexo con algo sucio o lo confundan con el amor. Pero en cuanto entienden el sentido positivo de la sexualidad y captan lo que es amar, se maravillan. “Hoy por fin entendí que la sexualidad no es sólo física y que está relacionada con el amor”, dicen.
Los contenidos de PTC tienen en cuenta el desarrollo evolutivo que vive una persona. Por esto cada tema se imparte a la edad precisa, sin adelantarse ni atrasarse. “PTC me llegó con lo que yo necesitaba en cada etapa” dijo una chica de 17 años al recibir por última vez los contenidos de Protege tu corazón, antes de salir a la Universidad.
PTC anima a los papás a estar en “primera fila” frente a la educación de sus hijos para que nadie se les adelante. Ellos, de primera mano, en el momento adecuado y con cariño deben hablar a sus hijos de la vida y el amor. A raíz de estas noticias, un padre de familia comentaba: “si llegamos a tiempo, nadie nos va a reemplazar”.
Lo que SIECUS empezó en Estados Unidos, ahora lo promueve la ONU globalmente. Sus premisas son inquietantes: el sexo, produce embarazos y enfermedades, lo cual es un riesgo que se debe evitar a toda costa. Concluyen equivocadamente, que el “sexo seguro” debe implementarse a nivel global, y como con los adolescentes ha fracasado, hay que iniciar desde más temprano. Su meta ahora son los niños.Para PTC la meta también son los niños y los adolescentes, pero en otra dirección enfocada hacia retos exigentes.
RETOS DE PROTEGE TU CORAZÓN
  • Que entiendan y vivan el auto-control, base de una vida exitosa
  • Que sean capaces de resistir presiones de grupo para defender sus metas y valores.
  • Que desarrollen un filtro interior para darle acogida a los buenos contenidos de los medios de comunicación.
  • Que aprendan a tener amigos siendo primero buenos amigos.
  • Que construyan una autoestima basada en la realidad y en los logros.
  • Que aprendan a amar buscando el bien del otro en sus 5 dimensiones: física, social, emocional, racional y trascendente.
  • Que logren transformar la atracción natural entre hombre y mujer en capacidad de amar y ser amados.
  • Que pasen del enamoramiento a la relación comprometida en el matrimonio y continúen enamorados.
  • Que consideren la fertilidad como un gran regalo y aprecien la vida como el máximo bien.
  • Que confíen en sus papás y hablen abiertamente sobre el amor y el sexo.
  • Que construyan familias donde se haga realidad el más alto de los anhelos: contigo soy mejor persona…, conmigo te haces mejor persona.
En definitiva que triunfe el amor. ¡Hay mucho por hacer!






CaRTA AL AMOR DE MI VIDA


Eran las nueve de la noche. Volvía a mi casa. De pronto, se me ocurrió pensar. ¿Y si ibas en alguno de esos autos que iban por la calle? Me invadió la frustración. No tenía manera de saberlo. Me quedé muy pensativa. ¿Y si ya te conozco? ¿Y si vives lejos? ¿Estás aquí cerca? ¿Cuántas veces pude haber pasado al lado del amor de mi vida sin darme cuenta, sin que ello cambiara mi rutina en lo más mínimo, sin que me hiciera una persona distinta? NO PUEDO SABERLO. Sólo puedo seguir viviendo como si nada y esperar que algún día no pasarás de largo, que algún día nuestras miradas se cruzarán y nuestros corazones se encontrarán. ¿O tal vez no será así? Es posible que en mi niñez o durante mi adolescencia te haya conocido. ¿Y si nos presentaron, nos saludamos y seguimos cada uno por nuestro camino? ¿O tal vez sí nos conectamos y ahora somos totalmente comunes para el otro, sólo que no sabemos lo especiales que seremos algún día? Algún día. Algún día tendré las respuestas.
En este instante, frente a la pantalla del computador me pregunto qué estarás haciendo. ¿Pensarás en mí como yo pienso en ti? ¿O ni siquiera se te ha ocurrido que yo pueda estar preguntándome estas cosas? Espero que estés bien. Puede que estés cerca, en esta misma ciudad, jugando fútbol con tus amigos, anotando un gol. O puede que estés dormido después de la borrachera de ayer y sin acordarte de nada. Espero que no. De pronto, estás pasando tiempo con tu familia o estás estudiando para el examen de la próxima semana. Puede que estés trabajando. Incluso puede que, donde estés, sea una hora distinta a la mía. ¿Y si estás triste pasando por alguna dificultad? ¡Cómo me gustaría que me sintieras pensando en ti! ¡Cómo quisiera conocerte desde ya para amarte como a nadie!
Sin embargo, ahora que lo pienso bien, ya puedo amarte. Eres una de las razones por las que me levanto cada día a estudiar y por las que hago ejercicio. Es también por ti que voy a misa los domingos y rezo para que tu novia te cuide, respete y ayude a convertirte en la persona que espero. Por mi parte, yo tendré buenos noviazgos cuidando a mi pareja porque también por él alguien espera. Por ti ahorro en vez de gastarme el dinero en bobadas, por ti me esfuerzo, por ti me cuido y me respeto. Porque tengo que hacerme merecedora de ti. Tengo que ser la mujer que quieres, la futura esposa que tu madre se sueña, la mejor mamá para tus hijos. Lo hago porque espero y sé que tú estás haciendo lo mismo, que también estás construyendo con esfuerzo y dedicación, con todo el amor del mundo, a esa persona con la que quiero envejecer.
Ya no siento frustración. Ahora sé que desde este momento puedo amarte y conocerte. Desde ya quiero guardarme para ti, para así darte lo mejor de mí. Porque merecemos lo mejor que nos podamos dar. Porque nuestro amor y nuestros hijos valen la pena y no pueden improvisarse. Por eso, desde ya te soy fiel y construyo un buen camino hacia Nosotros. A pesar de mis defectos incorregibles me vas a querer y yo igual. No será fácil, vamos a tener que esforzarnos y llegarán momentos en los que querré nunca haberte conocido. Pero, al fin y al cabo, exploraremos juntos el verdadero significado de la felicidad. Al fin y al cabo, valdrá la pena cuando te vea brillar en los ojos de nuestros hijos.
¿Y si te demoras en llegar? No importa. Esperaré con paciencia. Porque esta espera no es una espera de desesperación, es el comienzo de esa felicidad nuestra. Porque sabemos que el verdadero amor es desde hoy. ¿Y si no llegas? Sé que la idea de ti me llevó a tomar las decisiones correctas y que este sueño es lo que me hace verdaderamente feliz. Porque no esperarte sería regalarme al mundo, rendirme ante el materialismo y el desamor, ser un objeto más sin sueños ni esperanza. Y esperarte es vivir por mí, darme lo mejor que me merezco sin conformarme ni con un poco menos que eso, es aprender el hábito que es el secreto de la felicidad: el hábito de valorar, de respetar. ¿A quién? A ti, a los demás, a mí.
No sé si estás lejos o cerca, si eres alto o bajito, si te gustan los mariscos o prefieres la carne. Ni siquiera sé cuántos hijos quieres, si quieres viajar o en qué medida compartes mis convicciones. No sé si te conozco o si te conocí; tampoco cuándo te conoceré. Sólo sé que te quiero amar de la forma más perfecta posible. Quiero, ese día en el que sepa que eres tú el hombre al que dirijo esta carta, poder entregártelo todo sin excusas, sin haber dejado nada en el camino, sin regalos a medias. Y, así como yo espero por ti, quisiera que tú esperaras por mí.











¿ESTABLECIENDO METAS? CASARSE ES UNA DE ELLAS


10 cosas que debes saber sobre el matrimonio
¿Te da miedo el matrimonio? ¿piensas que es cosa antigua y en desuso? ¿Te has planteado el amor romántico y el matrimonio como una meta en tu vida? Te contamos que es una meta maravillosa, realista, posible, asequible, realizable y te animamos a soñar con ella. Además es posible aumentar las posibilidades de tener éxito con estos 10 consejos que pueden ayudarte a tomar sabias decisiones, a cometer menos errores, a evitar que te partan el corazón en tus relaciones y a prepararte para un matrimonio feliz y duradero.
1. Haz del matrimonio una meta en tu vida
Los casados son más sanos, más estables económicamente y más felices que quienes viven juntos o se quedan solteros. Incluso, los casados viven más tiempo.
2. Aprende habilidades sociales
Aprovecha el tiempo para leer o asistir a cursos sobre ese tema, que te ayuden a prepararte para un futuro matrimonio. Pueden ayudarte incluso en la relación con tus amigos, tus papás, tus hermanos o en tus salidas.
3. Alcanza el mayor nivel de educación posible antes de casarte
La gente con más educación está mejor dispuesta a casarse y menos a divorciarse. Pueden además ahorrar más dinero para su vida. Esfuérzate por acabar tu bachillerato, hacer una carrera e incluso un máster.
4. Aplaza el sexo
La mayoría de los adolescentes que han tenido relaciones sexuales se arrepienten y dicen que preferirían haber esperado. Tú puedes evitar “dolores de cabeza” si esperas a tener sexo hasta después de casarte.
5. Casarte a partir de los 20 años
La gente que se casa antes de los 20 años tiene el doble de posibilidades de divorciarse que quienes lo hacen después de los 20.
6. Espera a tener niños después de casarte
Tener un hijo antes de casarse puede causar un montón de problemas tanto para el hombre como para la mujer. De hecho, sólo un tercio de las madres adolescentes terminan sus estudios. Y los niños de padres no casados enfrentan mayores riesgos de experimentar problemas como depresión, enfermedad mental, fracaso escolar, embarazo adolescente, pobreza, abuso de sustancias, crimen y suicidio.
7. Sé exigente a la hora de elegir esposo o esposa
Asegúrate de conocer muy bien a la persona con quien planeas casarte. Profundizar en sus valores, sus principios, lo que piensa acerca de la familia y de los hijos, toma tiempo. Compartir los valores fundamentales y las metas en la vida ayuda al éxito. También conviene tener ambientes familiares similares, así como personalidades parecidas.
8. Piensa dos veces antes de vivir con tu novio o tu novia
Contrario a lo que se cree, no fortalece la relación, ni previene de un divorcio futuro. Numerosos estudios demuestran que vivir juntos antes de casarse está relacionado con menor satisfacción en el matrimonio y un alto riesgo de divorcio.
9. Mejora la relación con tus papás
Si ahora tienes buena relación con ellos, consérvala. Los adolescentes que comparten sus vidas y preocupaciones con un adulto confiable – su papá, abuelo, amigo, sacerdote, tío o tía- tienen menos problemas en la vida. Y a menor número de problemas, menos “equipaje pesado” llevarás a tu futuro matrimonio.
10. Antes de casarte inscríbete en un curso prematrimonial
Estos cursos pueden indicar cuanto encajan el uno con el otro como pareja, y ayudan a tener un matrimonio más satisfactorio.
¿Sabías que uno de cada dos matrimonios terminan en divorcio?. Es bueno conocer esta estadística para no tomarse el matrimonio a la ligera ni pensar que es un asunto fácil.
Si tienes en cuenta estos 10 tips, aprendes algunas habilidades tales como la resolución de conflictos y la Buena comunicación, reducirás de manera significativa las posibilidades de ser parte de las estadísticas de divorcio en el mundo





PORNOGRAFIA: ¿LIBERTAD O ADICCIÓN?

Hay que leer despacio, porque lo que se puede aprender es mucho...
Un artículo dirigido especialmente a chicos jóvenes
Por Maria Grazia Gualandi
Juan tiene 12 años. Está navegando en Internet. Tiene que acabar una tarea pero no tiene ganas. Empieza a saltar de página en página sin una meta precisa hasta que le aparecen fotos de mujeres desnudas. ¿Hay algo malo?, se pregunta. Sólo es curiosidad… y hace un clic.
Fernanda tiene 14 años y lleva unos cuantos meses saliendo con un chico. La relación se está haciendo cada vez más “cercana” desde el punto de vista físico. Para sus búsquedas en Internet, las amigas le han insinuado utilizar unas palabras que ella no entiende del todo, pero intuye que se refieren a algo sexual. A través de su celular digita unas cuantas palabras en Google y de repente se le abre un mundo que no había imaginado que existía.
Es de noche y Andrés, de 16 años, está solo en su cuarto. Los demás ya duermen. Él no tiene sueño. Enciende la televisión. Parece que no hay nada interesante hasta que encuentra una película con un contenido erótico bastante explícito y la excitación que siente le gusta. Desde aquella noche ya no pasa ningún día sin buscar imágenes parecidas en la televisión o en la Red.
Juan, Fernanda y Andrés, creen que el uso que están haciendo de la pornografía no trae problemas. Sólo se trata de curiosidad, de pasarla bien. Piensan que pueden controlarlo todo. El acceso a Internet les da una sensación de omnipotencia que los lleva a  sentirse más libres, de ver todo lo que les guste y a la hora que quieran.
¿Estarán libres de verdad?

Pornografía es “todo material diseñado para despertar excitación sexual”, como se plantea en los talleres de Protege Tu Corazón.
La realidad es que el consumo de pornografía se puede convertir en adicción. ¿Adicción? ¿Como el cigarro, las drogas o el alcohol? Sí. Muchos investigadores han analizado el cerebro de personas adictas a la pornografía y los resultados son asombrosos: las partes del celebro afectadas son las mismas que se dañan al tener otros tipos de adicciones como el alcohol, las drogas o el cigarro. Eso significa que por un proceso químico que sucede en el cerebro, nos acostumbramos más y más a buscar determinados estímulos sin los cuales no se puede vivir. Pedimos de lo mismo sin poder parar. Y al mismo tiempo nuestro cuerpo pierde la capacidad de excitarse.
Al principio empezamos a ver escenas con un contenido erótico moderado. Pero ese es sólo el principio. Como nuestro cuerpo pide más, poco a poco la curiosidad  se convierte en obsesión y puede llegar hasta no dejarnos pensar en otra cosa todo el día. El contenido que necesitamos se convierte en algo más explícito y luego en algo más violento o perverso. Con el tiempo, las fantasías pueden llegar a convertirse en algo real. Hay muchísimos estudios que relacionan el uso de la pornografía con episodios delictivos y violentos.

¿Qué pasa con nuestras relaciones, con nuestras vidas?
La pornografía produce expectativas irreales acerca de nosotros mismos y de las relaciones con los demás. Las fantasías que empezamos a tener y la necesidad de alimentarlas nos alejan de la vida real: de las actividades que podemos hacer, de los amigos, de la posibilidad de construir una relación amorosa sana. Es decir: la pornografía deteriora nuestra conexión social.
Las miles de imágenes almacenadas en nuestra mente, crearán la expectativa de vivir una relación amorosa copiada de escenas que solo simulan el amor. Son expresiones falsas porque los modelos de la pornografía en realidad no hacen nada por el bien del otro… Solo actúan. Les pagan por generar excitación sexual en los espectadores que los miran. Echan a perder la belleza y el sentido de la sexualidad.
Imitándolos a ellos se verá afectada nuestra capacidad de amar de verdad, impidiendo algo sin lo cual no se puede ser feliz: buscar que el otro sea feliz.
El sexo no es malo. Es parte de nuestras vidas y de nuestro cuerpo. Es bueno gozar del sexo cuando es un medio para amar mejor al otro y  no un fin que se agota en la búsqueda de un placer solitario. Y el mejor ámbito para esto es el matrimonio.
El negocio que hay detrás…
 ¿Sabías que la pornografía es una poderosa industria que produce dinero? Hay muchísimas personas que se aprovechan de nuestra vulnerabilidad para que nos enganchemos cada vez más, sin podernos salir. En pocas palabras, ¡PAGAMOS POR NUESTRO VACÍO!. Para hacerte una idea sobre el gran negocio que hay detrás de la pornografía, echa un vistazo a esta página Web.
Volviendo al caso de Juan, Fernanda y Andrés, no pareciera que sean más libres por consumir pornografía. Al contrario están atrapados y de seguir pensando que es algo inocente podrían caer en la adicción.
Después de todos estos datos ¿quisieras entonces prevenir la pornografía y combatirla en tu propia vida?
Contesta  el TEST ¿Eres capaz de hacerle frente a la pornografía? para ver que tan preparado estás para ganar esta batalla.

Condón o abstinencia… pobreza o riqueza
En Estados Unidos se aplican dos enfoques en relación con la educación sexual para adolescentes. El primero, iniciado desde principios de los 80, alienta a abstenerse de toda actividad sexual hasta el matrimonio. El otro, con décadas de trayectoria, considera la actividad sexual entre adolescentes como algo inevitable – y basado en el concepto de “sexo seguro” -  plantea que tener sexo esta bien, siempre y cuando se haga con protección. En Latinoamérica se esta pasando del “tabú” al condón, haciendo transición de una educación desentendida de la sexualidad, a otra enfocada exclusivamente a reducir embarazos y enfermedades de transmisión sexual.   ¿Qué es lo más recomendable? Nada mejor que observar los hechos y para ello recurro a los resultados de un importante estudio sobre salud adolescente (The National Longitudinal Study of Adolescent Health), conocido en Estados Unidos como Add Health, el más amplio realizado hasta la fecha entre adolescentes. Las preguntas fueron formuladas para tener acceso a variados factores que ponen en riesgo la salud de los adolescentes, tales como los desórdenes alimenticios, la seguridad vial y la actividad sexual temprana entre otros. Tomándolo como punto de partida, diferentes centros de investigación han acogido sus resultados, para nuevas investigaciones, que según un reporte del Instituto Guttmacher,  “promete no solo ayudar a los padres de familia y legisladores a comprender los aspectos que protegen o promueven conductas de riesgo, sino también a identificar acciones que mejoren la salud general de los adolescentes y con el tiempo, la de la población en general” (1). Entre muchos temas, a los estudiantes  encuestados, se les preguntó acerca de su conducta sexual a diferentes edades. La naturaleza longitudinal del estudio (seguimiento a los mismos pero a diferentes edades) y la abundancia de datos, permitió detectar la relación entre la actividad sexual temprana y su impacto sobre los resultados académicos posteriores. He aquí algunos hallazgos reveladores (2) :  1. Los adolescentes activos sexualmente antes de los 18 años, se encontraron más dados a ser expulsados del colegio (9.9 %), que aquellos que no habían tenido relaciones sexuales antes de esta edad (3.5 %). Menos expulsiones: 64 %  2. El mismo patrón apareció cuando se examinaron las tasas de abandono de la secundaria. El 21 % de los adolescentes que empezaron su actividad sexual antes de los 18 años abandonaron el colegio antes de graduarse, comparado con aquellos que la aplazaron por lo menos hasta los 18 años (8.6 %).  Menos abandonos en la secundaria: 59 % 3. Los que se abstuvieron de actividad sexual hasta los 18 años, alcanzaron a graduarse en la universidad con una tasa de 15.8%, mientras que aquellos que empezaron antes a tener sexo fue de 7.4%.  Más graduados en la universidad: 113 %  Basados en los datos divulgados por Add Health, dos investigadores de la Heritage Foundation, Robert Rector y Kirk A. Johnson realizaron un nuevo análisis introduciendo ciertas variables socio-económicas de los jóvenes (edad, origen étnico, sexo, nivel de ingreso, estructura familiar, educación de los padres, autoestima en escala de 1 a 5) para comparar grupos que se abstenían con otros activos sexualmente. Les interesaba descubrir el desempeño académico de ambos grupos  pero conservando idénticos tales antecedentes y encontraron tendencias semejantes (3) :
* Menos expulsiones escolares: 40 % * Menos abandonos en secundaria: 50 % * Más graduados en la universidad: 66 %  De acuerdo con esto, la abstinencia, -independientemente de factores socioeconómicos- resulta ser una conducta significativa para “predecir” el éxito académico de los adolescentes.  Para nadie es sorpresa,  que quienes acceden a mayores niveles educativos, obtienen mejores ingresos. En Latinoamérica, la menor remuneración que dejan de percibir los jóvenes durante su vida activa al abandonar sus estudios tiene un impacto muy importante sobre su nivel de vida y el desarrollo económico de la región. Según la CEPAL, en Costa Rica, Ecuador, México, Paraguay, Uruguay y Venezuela – países de deserción intermedia- con un abandono escolar concentrado al finalizar la educación primaria, el logro de tres años adicionales de educación hasta completar el primer ciclo de secundaria redunda en salarios 33% mejores para los varones. En Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Panamá y Perú -con una cobertura de educación secundaria relativamente alta-  el abandono dos años antes de completar dicho ciclo acarrea pérdidas de ingresos para los varones de alrededor del 19%. En el caso de la mujer, las pérdidas causadas por el abandono escolar son más altas: 44% y 42% respectivamente .   Son ya conocidas las posibles consecuencias de la actividad sexual entre adolescentes: embarazo prematuro, enfermedades de transmisión sexual, efectos emocionales (sentirse utilizado, disminución de la autoestima, temor al embarazo y a las ETS…), baja capacidad de compromiso, confusión entre amor y sexo, etc. El estudio que he comentado añade otra consecuencia inesperada: debilita el desempeño académico. La conclusión lógica es que los adolescentes que eligen la abstinencia al menos hasta los 18 años, van a obtener mayores ingresos y por tanto unas finanzas más desahogadas.    Lo más recomendable, no solo por razones de salud sino también económicas, es ofrecer una educación sexual adecuada: ni “tabú” ni condón, es decir, ni deficiente, ni simplista. La mejor alternativa, mirada con pragmatismo, es una educación que aliente la capacidad de autocontrol. En pocas palabras, una educación que desarrolle el carácter.







¿FOTOCOPIA U ORIGINAL?
“Hace falta mucho valor para enfrentarte a tus enemigos, pero se necesita mucho más para enfrentarte a tus amigos”. ¿Reconocés esta cita cargada de verdad? Es del profesor Dumbledore en Harry Potter.
Los cambios físicos, psicológicos y emocionales hacen de la adolescencia una etapa difícil y sabemos que la formación de una nueva personalidad convierte a este ciclo en un momento muy delicado de la vida.
La adolescencia es el período en el cual se comienza a tomar las grandes decisiones de vida. Es más fácil afianzarse como persona cuando las elecciones armonizan con los ideales propios, pero el no lograr que los deseos concuerden con la decisión tomada, genera una inseguridad enorme.
  ¿Por qué?
Al comprobar que los adolescentes no han sido capaces de afianzarse en lo que querían, se descubre que los demás tienen una influencia demasiado fuerte sobre esta personalidad en formación y si no lo logran dentro de sí mismos, les costará demasiado diferenciarse y mucho más afianzarse como personas individuales y únicas.
En esta edad -como tantas otras veces en la vida- resulta más fácil hacer lo que los demás hacen, decir lo que los demás dicen, seguir a los demás por miedo a “meter la pata”, “a sentirse excluidos” y se convierte en algo prácticamente inalcanzable el tomar decisiones serias que comprometan o que exijan dar explicaciones a los demás acerca del propio comportamiento.
  ¿Qué los afecta?
* Sus sentimientos de inferioridad y falta de confianza producidos por la vía de comparación.
* Alteraciones frecuentes del estado de ánimo que los desconciertan respecto de quiénes son.
* No saber cómo manejar las relaciones interpersonales con los adultos. Pasar de sentirse incomprendidos a actitudes de independencia y rebeldía, motivadas por aquello que sienten como sobreprotección o por una insuficiente comunicación con sus padres.
* Lo más importante para ellos son las relaciones con su grupo. Su principal necesidad es alcanzar aceptación y seguridad.
* Su forma de hablar, vestir, actuar y opinar, muchas veces es reflejo del comportamiento del grupo con el cual se identifican.
* En esta etapa los medios de comunicación y las redes sociales influyen altamente.

Por estas razones y muchas más, es básico que al llegar a este momento de su vida hayan creado a su alrededor muy buenos amigos. A los padres, que tuvieron un rol fundamental en la búsqueda de esos grupos, ahora les toca recordar que cada hijo es diferente y tiene necesidades particulares.
  Qué dicen ellos
Santos (18 años) nos dice que “la mayoría de las presiones vienen por el grupo de amigos, de los pares. Presiones sociales que se rigen por el qué dirán y que muchas veces no te dejan ser vos mismo. Por ejemplo, ahora es mucho mejor llevarse materias a diciembre o marzo; también, el grupo define las salidas, lo que se tiene por ‘vivo’, ‘canchero’, el ‘escabio’, la droga, etc.”
Al mismo tiempo, Santos refiere que frente a estas realidades, le ayudan: “mi familia que está unida, bien formada y que cumple su rol sin avasallar. También me sirve tener un espacio para pensar tranquilo, me apoyo en Jesús y en los buenos amigos que tengo desde el colegio… y los valores claros”.
Por su parte, Jime (17 años) plantea: “Otro problema que se me presenta es cómo solucionar el dilema de ser fiel a mis valores y a la vez tener relaciones sociales que me acepten. Muchas veces, por negarme a renunciar a ellos, tuve que pagar el precio de quedarme sola durante algún tiempo. ¿Será porque soy demasiado fiel a mí misma? Sin embargo, soy feliz porque puedo decir que hasta hoy sigo siendo fiel a lo que pienso y que a la larga siempre me dio más beneficios y cosas buenas que malas, pero el sacrificio por eso fue muy alto. Me pregunto: ¿Cómo llegar a un punto de equilibrio?”
  ¿Cómo soy?
Se trata de aprender a comunicarte, de ser “asertivo”, de potenciar todas tus capacidades y de procurar desarrollar una personalidad firme.
La gran pregunta que se hace el adolescente es el conocimiento de sí mismo, un largo trabajo que le llevará toda la vida. A medida que vaya avanzando, también podrá poner en práctica algunas estrategias que pueden ayudar a superar la presión del grupo y a expresarse tal cual cada uno es. Como casi siempre, la solución pasa por una mejor forma de comunicar y que, en este caso, se sintetiza como: A – A – I. Ser Asertivo, Afianzarse e Integrarse. No es fácil pero vale la pena intentarlo.
Para el desarrollo de cada una de estas características, van a necesitar conocer lo que quieren y tener claros sus valores; de lo contrario, no
podrían contribuir al fortalecimiento de su personalidad.
La Asertividad es la capacidad de expresar tus sentimientos, ideas y opiniones, de manera libre, clara y sencilla, comunicándolos en el momento justo y a la persona indicada, con franqueza y sinceridad.
Afianzarte es ser auténtico en las cosas que realizás, estar seguro de tus creencias y tener la capacidad de decidir según tus valores. No solo hay que afianzarse ante los demás, sino que también hay que afianzarse ante uno mismo. Solo si confiamos en nosotros mismos, si sabemos quiénes somos y hacia dónde queremos ir, se logrará una personalidad definida.
Integrarte es la última etapa en este amplio proceso de maduración personal. Es ser fiel a la propia “esencia”, aquello por lo que una persona es lo que es y no es otra. Los criterios sólidos ayudarán a saber en qué consisten la libertad y la verdad, ya que aspirar a ellas es ir hacia lo mejor de nosotros mismos y de lo que nos rodea.
  Mi proyecto
La vida se plenifica -algo a lo que todos aspiramos y también deseamos para nuestros hijos- cuando se logra el encuentro con uno mismo, es decir, cuando se alcanza una personalidad sólida en la cual uno se siente a gusto.
Si bien hoy existe un cierto miedo al “proyecto” -tal vez hemos abusado de esta palabra-, la realidad es que “mi vida es lo que soy” y nadie podrá reemplazarme en ese rol. Somos lo que hacemos en las distintas situaciones en las que nos encontramos. La formación de esa personalidad coincide con la realización de ese proyecto vital.
Ahora la gran pregunta: ¿Estoy viviendo para realizar este proyecto?, ¿cómo










¿NOVIOS? ¡NI LOCA!
Hoy no es extraño que las chicas y chicos de veintipico estudien, salgan entre amigos, viajen en el verano en grupo a conocer lugares cada vez más exóticos, y que no esté en sus planes casarse o formar pareja estable. Por lo menos, no hasta el momento en que ellos lo decidan.
Escucho decir a algunos jóvenes que no quieren ponerse de novios hasta que terminen la carrera o el máster en el extranjero, y me duele escucharlos decir eso, ya que no me parece que las dos cosas sean incompatibles. ¡Es tan lindo estar abierto a enamorarse! Cuando uno estudia o trabaja, trata con personas del otro sexo, disfruta de sus charlas, se ríe con sus chistes. Incluso, a veces hasta conoce gente nueva en un colectivo o en el tren. Algunos jóvenes pareciera que abren un paraguas para no quedar enganchados en una relación, cuando sería quizás más espontáneo e incluso sincero, no cerrarse a la oportunidad que se les brinda de conocer gente nueva. Se me hace difícil pensar que uno pueda ser tan racional como para decir que no, cuando el corazón le tira porque se está enamorando.
Primero, tener que elegir con el miedo que les da
equivocarse, y segundo, les cuesta proyectarse
hacia un futuro que ven muy lejano.
Pienso que no es imposible graduar el tiempo para poder trabajar, estudiar, hacer deporte y estar con la persona que uno ama. Si llegara a aparecer el candidato, uno guardará su tiempo para verse y divertirse, para estudiar y hacer deporte. No pareciera que eso vaya a traer problemas si no se las considera como actividades contradictorias sino como lo que son: actividades complementarias que hacen bien a la totalidad de la persona: corazón, cuerpo, mente. Así será también la vida futura, cuando estén juntos para siempre: del trabajo a la casa, mechando momentos agradables con amigos y charlas amenas, con trabajo arduo y momentos de dolor. No todo va a ser diversión ni todo trabajo. Como suele decirse, habrá mesetas, valles y colinas.
  Elección libre
A veces da la impresión de que lo que les pasa a muchos jóvenes es que les cuesta elegir, y les requiere un sacrificio grande por dos temas. Primero, tener que elegir con el miedo que les da equivocarse, y segundo, les cuesta proyectarse hacia un futuro que ven muy lejano.
Toda elección implica ejercer la libertad. Por ejemplo, uno elige no salir porque tiene que estudiar o porque tiene partido al día siguiente, y no quiere estar dormido porque obviamente no va a rendir y le va a fallar al equipo. Así se ejercita la responsabilidad. ”Ese día NO salgo -me siento un perdedor- pero GANO al día siguiente”, dice Diego.
“Yo ni loca me pongo de novia”, dice Silvina (21).
“Cuando salís, los chicos te inventan programas divertidos, te pagan todo; en cambio, cuando te ponés de novia y pasa el tiempo, te dejan de cuidar y de malcriar”.
Saber ceder es transigir, sacrificar, administrar, acordar, confiar. Todos esos sinónimos o acepciones van a estar presentes también el día de mañana cuando uno quiera estar enamorado y con alguien para toda la vida. Si no practico el transigir y confiar ahora, cada vez será más difícil vivir esos hábitos sanos que ayudan tanto para una buena convivencia. Las flores alegran mi jardín porque alguien se tomó el trabajo de regarlas, y el fuego abriga porque alguien le echó la leña para que no se apague.
  Hay mucho miedo
Me comentan muchos que tienen miedo al compromiso, a de ese ritmo frenético, cuando terminen la carrera y el posgrado. Incluso para algunos será cuando ya vean que se acercan a la edad que se pusieron como límite.
Saber ceder es transigir, sacrificar, administrar,
acordar, confiar. Todos esos sinónimos o
acepciones van a estar presentes también el día
de mañana cuando uno quiera estar enamorado y con alguien para toda la vida.
Como segundo punto, el proyectarse al futuro que parece lejano, también les cuesta. Toda relación requiere esfuerzo ya que es una donación, pero es una donación gozosa que hace que uno sueñe con una vida en común.
Qué lindo es ver a parejas que se conocen con solo mirarse, que ya saben lo que piensa el otro antes de que lo diga. Estas parejas también han tenido altibajos, pero seguramente agradezcan el haber tenido tiempo para demostrarse el cariño con detalles concretos, para organizar salidas y preparar sorpresas para la persona que más quieren en el mundo.
Para Ramón (21): “Cada pareja se proyectará en el tiempo
que les queda de noviazgo pero, obviamente, si los planes son
estar 4 años de novios, ¡no va a poder regalarle flores cada
vez que cumplan ‘meses’ de novios! Eso no quiere decir que
no se acuerde y esté más cariñoso ese día. Muchas veces las
chicas exigen, pero ellas ¿qué dan? Mimar a la novia tampoco
quiere decir pagarle todo; va a ser así cuando se casen”.
Pudieron sentir lo lindo que es seguir enamorados y juntos, cuando en este mundo hay muchos que viven en soledad. Es tener la certeza de que alguien nos ama por lo que somos, con nuestros más y nuestros menos, es tener alguien en quien confiamos, es un regalo.
Esa decisión, la de ponerse de novios, vendrá cuando se cansen de ese ritmo frenético, cuando terminen la carrera y el posgrado. Incluso para algunos será cuando ya vean que se acercan a la edad que se pusieron como límite.
  Sinónimos que hacen pensar
Novio: pretendiente, enamorado, prometido.
Enamorarse: conquistar, ligar, seducir, cortejar, amar. Compromiso, responsabilidad, relación, vínculo, unión.
  ¿Y EL AMOR ?
* "Los amores son como los imperios: cuando desaparece la idea sobre la que han sido construidos, perecen ellos también" - Milan Kundera

* "En el amor correspondido hay mutuo esfuerzo físico y psíquico mediante el intercambio de palabras, caricias, imágenes y proyectos". - Juan Manuel Rodríguez Delgado

* "EL Matrimonio y la horca son hechos fatales". - William Shakespeare

* "Los egoistas no son capaces de amor ni de odio". - Leonid Andrélev

* "Cuando uno está enamorado, mantiene su mente y su pensamiento en sintonía con el ser que ama". - Laura Esquivel

* "Cordura y el genio son novios, pero jamás han podido casarse". - Amado Nervo

* "La mayor parte de los hombres se precipitan como locos en el camino del amor, se hacen novios y cometen otras liviandades, semejantes, de modo que lo único que consiguen es entregarlo todo en un instante, sin siquiera tener grabado en su espíritu ni lo que conquistaron ni lo que perdieron". - Soren Kierkegaard



Ser creativo, ser reactivo…
Si aprendemos a hacer una pausa y a pensar de qué modo queremos accionar, tomaremos decisiones más acertadas.
L a vida es una oportunidad y un desafío para ir dando respuesta a las innumerables preguntas que el día a día te pone delante. Aunque muchas veces no nos paremos a pensarlo, cada persona tiene su propia misión y solo ella posee la libertad y responsabilidad para realizarla. Se nos puede arrebatar todo, salvo la elección de la actitud a tomar ante diferentes situaciones.
La libertad supone riesgos, aciertos, fracasos y la capacidad de aprender en cada paso.
Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas: la elección personal a tomar ante diferentes situaciones. La independencia
se conquista cada día y es un desafío grande que los jóvenes tienen por delante, frente a tantas alternativas, caminos y propuestas que el mundo de hoy les ofrece. En palabras de Covey: “No somos esclavos de las acciones de otros, somos libres para elegir nuestro comportamiento y nuestros sueños. Lo que importa es nuestra actitud, la decisión es nuestra y somos los responsables de nuestra conducta”.
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  ¿Quién elijo ser?
Un nombre no se hace de un día para otro, es necesario un trabajo intenso ya que no se trata de hacer por hacer, lo cual sería reaccionar frente a las diferentes situaciones, sino de hacer proactivamente. Y no consiste solo en tomar la iniciativa, sino en asumir la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan. Decidir en cada momento qué queremos y cómo lo vamos a hacer.
Lo que más nos daña no es lo que los otros hacen
ni nuestros propios errores, sino nuestra respuesta.
Covey nos propone cambiar desde adentro hacia afuera, trabajar sobre nuestro propio ser.
La proactividad no tiene nada que ver con el activismo o la hiperactividad. No significa actuar de prisa, desorganizadamente, dejándose llevar por los impulsos del momento. A las personas proactivas pueden sucederles muchas cosas a su alrededor, pero son dueños de cómo quieren reaccionar ante esos estímulos; su energía es positiva, con lo cual amplían su círculo de influencia. Es decir, las personas proactivas actúan sobre aquellas cosas que pueden modificar, que se resuelven directamente trabajando sobre los hábitos o indirectamente buscando otros caminos. A diferencia de las reactivas, que centran sus esfuerzos en el círculo de preocupación, por lo general, en aquellas cosas sobre las que no tenemos ningún control.
Pero no nos olvidemos de que sí tenemos en nuestras manos la posibilidad de aprender a vivir con esas situaciones, aunque no nos gusten, y de este modo no dejar que la situación nos controle. Está en nosotros dar el primer paso hacia la solución.
El enfoque proactivo que nos propone Covey, consiste en cambiar desde adentro hacia afuera, trabajar sobre mí mismo, sobre mi ser, ya que lo que más nos daña no es lo que los otros hacen ni nuestros propios errores, sino nuestra respuesta. Somos libres de elegir nuestras respuestas en cualquier situación, sin perder de vista que, al elegir, también optamos por las consecuencias correspondientes a esas acciones. Entre el estímulo y la respuesta está nuestra mayor fuerza: la libertad interior de elegir.
  Mantener los compromisos
Así vamos descubriendo que tenemos áreas en las cuales mejorar y otras con talentos para seguir desarrollando. Estas nos presentan un desafío y nos invitan a comprometernos con nosotros mismos y con los demás. La integridad con que mantengamos esos compromisos es la esencia de nuestra felicidad y, en última instancia, de la mayor parte de nuestras circunstancias. En la película El Gladiador, Maximus exclama: “Lo que hagamos en la vida, tendrá ecos en la eternidad”.
CUATRO HERRAMIENTAS
- Autoconocimiento: puedo apartarme de mí mismo y observar mis pensamientos y acciones.
- Conciencia: puedo escuchar mi voz interna para distinguir lo que está bien de lo que está mal.
- Imaginación: puedo contemplar nuevas posibilidades.
- Voluntad independiente: tengo el poder de elegir.
Como expresó Nietzche: “Quién tiene un porqué para vivir, encontrará siempre un cómo”. Qué bueno que en esta etapa de nuestra vida podamos, con nuestras decisiones y elecciones, ser un buen círculo de influencia para nuestro entorno. ¿Qué huella querés dejar con tu vida?








Una etapa desafiante
No todos se animan a hablar de noviazgo, porque al final, ¿qué es estar de novios? Es un momento en el cual hay mucho que aprender para llegar a amar de verdad. La buena comunicación será una herramienta indispensable.
El noviazgo es la unión de dos caminos, el tuyo y el mío, por lo que te regalo mi pasado para construir nuestro presente y futuro. Conocer en profundidad la historia personal del otro permite entender su forma de ser, de pensar y de actuar. Los invito a contarse sus propias historias, para llegar a comprenderse y a aceptarse.
Los novios muchas veces están juntos y no saben de qué hablar o cómo hacer para dialogar. Vivimos en una cultura que evita el conocimiento profundo, por eso necesitamos algunas ayudas. El experto Juan Pablo Berra sugiere hacerse una lista de los temas acerca de los cuales les parece importante formarse y llegar a un criterio compartido. Anima a preguntarse: ¿cuáles son los valores que queremos vivir?
En el corazón humano anida el anhelo de un proyecto de vida compartido y quien quiera realizarlo, necesitará poner en práctica, hacer suyos, muchos valores que en la persona se convierten en virtud. El respeto, la humildad, la confianza, la sinceridad, la calma, la paciencia, la escucha, la generosidad forman una personalidad capaz de llegar sinceramente al otro.
  ¿Aprender a hablar?
Para ejercitar el arte del diálogo hay que estar abiertos a perfeccionarlo. No tengan miedo de hablar del amor, no le tengan miedo al amor. Son dos personas distintas pero una de las maravillas de todo proyecto matrimonial es que esto se hace con otro, por el otro y para el otro. Sobre esta base resulta más natural ponerse de acuerdo sobre la meta del camino elegido y animarse a caminar en esa dirección.
Sirve el hacerse una lista de los temas acerca de los cuales les parece importante formarse y llegar a un criterio compartido.
La sexualidad es un tema delicioso. Hablarlo puede llevar a ser conscientes de la grandeza de este acto y, por tanto, a no degradarlo, no negociarlo, no trivializarlo. En el diálogo surgirá el deseo de ser honestos con todo lo que está en juego en una relación sexual.
Así, la relación se enriquece en ese esfuerzo por desarrollar una comunicación basada en sentimientos compartidos y en el involucrarse cada vez más con uno mismo y con su novio o novia. Casi sin darse cuenta, las conversaciones serán más interesantes y productivas.
  Cimientos
Si, como dicen algunos, el matrimonio es 80% amistad y el noviazgo es el cimiento del matrimonio, busquen organizar programas que ayuden al diálogo y a la amistad. Desde un café a un picnic en la terraza sirven para trabajar en el encuentro desde el diálogo.
Ser realistas lleva a descubrir muchas cosas que tenemos para quejamos de llenos”, las quejas agrian y desgastan el amor. Por el contrario, el hacer hincapié en todo el amor que recibimos conducirá a muchos a reconocerse afortunados.
Es imposible tratar el tema sin recurrir a John Gray en su exitoso libro Los hombres son de Marte las mujeres son de Venus cuando dice: “Así como un hombre se siente realizado al descubrir los detalles intrincados de la solución de un problema, una mujer se siente realizada al hablar de los detalles de sus propios problemas”. O, ese otro aspecto genialmente descripto: “El mayor desafío para las mujeres es interpretar correctamente y apoyar a un hombre cuando no habla”.
  Para conocerse mejor
El varón habla menos. En general, sus conversaciones se basan en acciones y pensamientos, y le cuesta hablar de sus sentimientos. Se concentra mejor, y logra gran rendimiento porque utiliza una parte del cerebro, no lo distraen las emociones. Hace una cosa por vez.
La mujer tiene la capacidad de atender varias situaciones a la vez y también se ve invadida por las emociones y pensamientos contradictorios porque utiliza varios sectores de su cerebro al unísono. Procesa sus emociones hablando, utiliza cinco veces más palabras, con muchos adjetivos, porque necesita hablar de sus sentimientos y nombrar sus emociones.
Por eso el diálogo no significa hablar mucho, sino ser capaces de desnudar el alma frente a la persona que hemos elegido. Aprender a darnos el tiempo y a manifestar lo que nos pasa o cómo nos sentimos es vital para no provocar malentendidos.
Al mostrarnos tal cual somos, venciendo nuestros miedos, somos sinceros, espontáneos y auténticos con la persona que hemos elegido. Ese es el voto de amor para con el otro.
Como es evidente, en el noviazgo hay muchas formas de comunicar: los gestos, las miradas cómplices, la sonrisa, las lágrimas, las actitudes, que son diferentes lenguajes aunque unidos por el mismo motor que es el amor.
Son dos caminos que se unen, sabiendo que en el camino siempre hay dificultades…
Es hora de trabajar sobre su noviazgo, gran desafío


Los síntomas del enamoramiento
Estar enamorado es uno de los momentos más deseados por las personas.
A pesar de lo que muchos creen, éste es sólo el comienzo de una relación
profunda que puede durar para siempre.
¡Qué sensación mágica se produce cuando dos personas se enamoran! Ante la presencia del amado, se disparan diversos síntomas fisiológicos: taquicardia, sudoración, palpitaciones, sensación de ahogo, y “un no sé que” -o las famosas mariposas- en el estómago.
Está comprobado que en el estado de enamoramiento, el cerebro -y no el “corazón”- genera una serie de cambios en el cuerpo. La producción de ciertas hormonas y neurotransmisores da origen a todas las sensaciones corporales que los enamorados describen como pruebas fehacientes de que están en presencia del amor. Además, el humor y el ánimo son óptimos, aumenta la creatividad y la motivación por el cuidado personal.
  Señales confusas
Profesionales del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (CEETA) observan que hay personas que sufren el enamoramiento porque padecen trastornos de ansiedad y las sensaciones corporales en ambos casos son similares
La Lic. Gabriela Martínez Castro asegura que aunque tienen el mismo origen fisiológico, es sencillo diferenciarlas: “los trastornos por ansiedad incapacitan la vida de quien los padece, en cambio el amor la enriquece”. Además, en el enamoramiento la causa de la ansiedad es muy positiva, mientras que en un trastorno, la causa es el temor.
  Una etapa ideal
Toda esta revolución que se produce en el enamorado, lo lleva a idealizar al otro y proyectar en él lo que quiere ver. Suele sobrevalorar las virtudes y minimizar los defectos.
Al ser tan fuertes estas sensaciones, más aún si se trata de adolescentes, es fácil confundir el enamoramiento con el amor. El primero, no necesariamente es recíproco. El amor, necesariamente lo es. El enamoramiento es inmediato. El amor necesita tiempo. En el primero las emociones son más intensas e inestables. En el amor, más profundas y permanentes. En el enamoramiento hay posesión. En el verdadero amor, entrega.
Está comprobado que en el estado de enamoramiento, el cerebro -y no el corazón”- genera una serie de cambios en el cuerpo.
El enamoramiento suele ser la primera etapa en una relación de pareja, puede diluirse al cabo de un tiempo o dar lugar a una relación más honda. Por lo tanto, si nos encontramos con estos “síntomas”, a no asustarse y, más importante aún, a no confundirse.
Todas estas sensaciones no son eternas, por eso conviene disfrutarlas y que ayuden a conocer al otro tal como es, con sus virtudes y sus defectos, a dejar caer las idealizaciones, y permitirse un encuentro más profundo para seguir creciendo, como personas y como pareja, hacia el verdadero amor.






Entre guitarras y caballos
No hay dos historias de amor que sean iguales. Esta tiene ribetes originales y al mismo tiempo muy nuestros. Es un romance de “tierra adentro” protagonizado por una “porteñita”.
Las casualidades no existen. Sin embargo, cuántas veces vienen a nuestra boca estas palabras ante situaciones
inexplicables de consecuencias inesperadas.
Las casualidades no existen. Sin embargo, cuántas veces vienen a nuestra boca estas palabras ante situaciones inexplicables de consecuencias inesperadas y, este caso, de largo alcance.
Por un lado está la historia de los Ferreyra, amantes del campo y de todo lo que sea campestre: música, tradiciones, caballos, mate… Con sangre cordobesa, no se pierden un solo Festival de la Doma y el Folclore en Jesús María. Su veraneo, en la tranquila localidad de Agua de las Piedras, sólo se altera cuando la familia parte “empilchada” como corresponde a desfilar con sus caballos peruanos al ritmo de las payadas del locutor.
Es que en Jesús María se unen guitarreada y caballos, la gran pasión compartida por la familia. Para el desfile, padres e hijos visten bombachas de gaucho, boinas, botas bien lustradas y montan sus caballos peruanos que -lo sabe quien los ha andado o visto- tienen un paso muy peculiar.
Para Angie Ferreyra, el de ese año no iba a ser un festival más. Allí estaba aguardándola, sin saberlo, el mendocino Gerónimo de los Ríos.
Por su lado, Gerónimo estaba en Córdoba ni más ni menos que para la despedida de soltero de un amigo. En medio de ese plan llegaron a Jesús María. Allí conoció a Angie y parece que el flechazo fue instantáneo.
Desde entonces, el triángulo Mendoza –Córdoba– Buenos Aires se convirtió en recorrido habitual.
  Un marco excepcional
Después de tantos viajes y presentaciones de amigos y familia, llegó el momento de concretar.
Angie siempre consideró Agua de las Piedras, “su lugar en el mundo”, así que los novios eligieron vivir en el campo de la familia y allí mismo programaron su casamiento. Además, Córdoba resultaba un lugar estratégico por ser un punto intermedio para todos los invitados a la fiesta.
La iglesia jesuítica Santa Catalina, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, fue construida a lo largo de más de 100 años y su placa conmemorativa data de 1726. Este fue el marco imponente donde los novios se dieron el sí.
Tampoco la música que acompañó la ceremonia fue algo habitual: los cantos estuvieron a cargo de algunos integrantes del Coro de Cámara de la Provincia de Córdoba. Se trata de un coro que no actúa en eventos privados. Sin embargo, como su fundador fue César Ferreyra, tío abuelo de la novia, y entre los integrantes está un hermano de Angie, aceptaron la invitación y se lucieron conmoviendo hasta a los más duros.
  Entrada nupcial
La novia, el padrino y sus cuatro hermanos varones, luciendo un jacquet campero llegaron a la iglesia Santa Catalina… ¡a caballo! A su llegada, las campanas comenzaron a sonar y el pueblo entero salió a recibir a la novia.
Los sobrinos pusieron el toque de ternura, con algún puchero, al entrar en el cortejo. Los varones estaban vestidos con bombachas y boinas, y las mujeres, con unos vestiditos blancos con flores y capellinas en la cabeza. También el origen de estos diseños fue familiar.
Y, como todo tenía que ser pintoresco, a pesar de que “en octubre en Córdoba no llueve”, en medio de la fiesta se largó a diluviar. Dicen que la lluvia en los casamientos es señal de bendición; sin duda, los novios se pueden sentir más que bendecidos.
  Una estancia para conocer
De allí todos partimos al campo. La casa, iluminada para la ocasión, estaba bordeada por canteros que enloquecerían a cualquier conocedor de flores. Los livings estaban armados con fardos y ponchos. En la recepción, los mozos, con sus impecables bombachas con fajas de guarda pampa, sirvieron fiambres de la zona, los infaltables choripanes y deliciosas empanadas que repartían en canastos.
En un montecito decorado con tules, arañas de caireles y velas; tuvo lugar la ceremonia civil a cargo de la jueza local.
Antes de sentarnos a la mesa, hicimos una visita guiada por la casa, donde pudimos ver una colección de mates confeccionados en París durante la Belle Époque, una colección de armas utilizadas durante la llamada Campaña del Desierto y muchos recuerdos más.
En un rincón de sus amplias y amigables galerías, que invitan a la reunión de amigos y familia, había una imagen autóctona de la Sagrada Familia, en la que San José tiene en sus manos un mate y al lado de la Virgen María está la pava.
  La sorpresa final
Mariano, un hermano de la novia, nos preparó para lo que vendría después: “Angie, que es la oveja blanca de la familia, descubrió un día la alfarería, su gran pasión, y vio que era creativa, muy creativa, y que tenía una gran sensibilidad”. Y agregó:
“El estar cerca de ella hace que todos seamos un poquito mejores. Papá compuso esta canción para homenajearte, no sólo por tu casamiento, sino muy especialmente por la persona en la que te convertiste:
‘La vida nos hace reír, el amor me hace cantar.
Hoy yo te quiero explicar que esta noche ¡soy feliz!
Tu risa en la galería, la predilecta del abuelo,
las chuchis en la casita o al galope en Borromeo.
Son tus ojos que me cuentan una historia, que es la mía,
amándote cada día, soñándote tan contenta.

Tanto que nos une, tanto que te admiro.
Alfarera, yo te pido que en el barro de mi vida
me enseñes a quererte como padre y como amigo.

Valiente y querendona, constante en lo que persigue
allá en la cancha de Tigre, con los libros o en la doma.
Llegó Gero de repente, entre jinetes y sangría.
Alegre, leal y pura frente ¡se ganó a la familia!
“Agua de las Piedras” es el lugar que han elegido.
Pasado y futuro se unen, ¡aquí construirán su nido!

Tanto que nos une, tanto que te admiro.
Angelita yo te pido que en el barro de mi vida
me enseñes a quererte como padre y como amigo.

Te agradezco tantas cosas,
mil historias sin relato
y cada rato entre los dos.
Seguiré siempre a tu lado,
aunque un pasito al costado
vivo cada día con tu amor.
Seguiré siempre a tu lado aunque
¡un poquito al costado!’”
A los invitados a sus fiestas, Diego suele conmovernos con sus cantos, pero al escucharlo cantarle a su hija, sentimos que ponía un broche de oro a todo lo vivido en esa fiesta. Además, nos dejó pensando… Ese es el lugar de los padres cuando los hijos se casan: siempre a su lado, aunque un poquito al costado





¿Hago lo que quiero?
Aunque a veces se pregona que la sociedad ha evolucionado hacia la libertad y la aceptación absoluta del deseo ajeno, siempre y cuando aquel no pisotee el propio, la realidad cuenta algo distinto. Las presiones sociales existen, sólo que el zapato aprieta por otro lado.
Hasta hace poco tiempo, era común que, si una chica no estaba de novia a la edad que la sociedad consideraba conveniente estarlo, o se acercaba a los treinta años sin un hombre cerca, quedaba “para vestir santos”, como decía mi abuela. Ni hablar de lo mal que la pasaba si su hermana menor anunciaba fecha de casamiento y ella todavía no tenía nada en vista. Otro problema llegaba cuando, una vez casados, la cigüeña no venía en un tiempo que la audiencia considerara prudencial. Había que tener una respuesta para el incesante: “¿Para cuándo?”. Y, al poco tiempo de haber nacido el primer hijo, lo más probable es que se preguntara: “¿Cuándo viene el hermanito?” Si el embarazo se hacía desear, se empezaban a tejer un sinnúmero de historias sobre los motivos de la aparente infertilidad.

Si bien parecería que hoy cada uno hace lo que quiere sin rendir cuentas a nadie, las presiones sociales siguen existiendo, aunque versen sobre temas diferentes. “En general, hoy nadie te presiona para casarte; es más, en muchos círculos te ven como bicho raro si estás planeando hacerlo o si no estás conviviendo. Peor aún si todavía no cumpliste los 30, edad socialmente aceptada para comenzar a pensar en el casamiento”, observa Pilar (26), de novia con Tobías (28).

Al contrario de lo que ocurría años atrás, los recién casados pueden recibir no pocas miradas de desaprobación si el embarazo llega enseguida, porque lo esperable es que la mujer haya logrado un importante desarrollo profesional antes de convertirse en madre. La pregunta es: ¿Vos, cómo vivís todo esto? ¿Te sentís presionado para estar de novio o para estar soltero; para casarte o para huir despavorido del compromiso? Tanto Marcos (29), como Paula (27), concuerdan en que la presión para prolongar el tiempo de “vida divertida”, sin casi tener responsabilidades y con salidas permanentes, es muy fuerte. Además, el circo choca un poco con la educación que recibieron y con lo que ellos, en el fondo, quisieran hacer.

Por otro lado, “conozco cinco parejas de novios cercanas que van a casarse próximamente y no se los ve preparados ni maduros para hacerlo; sin embargo, lo harán de todas formas. El problema es que, piensan que si no va, se separan, total no van a ser los primeros”, comenta preocupada Ana.



Qué hay que tener para casarse
Organizar la fiesta de casamiento es un ensayo de las prioridades y estilos que usarán como familia. Distracciones, costos y motivaciones se entrecruzan. La presión por ser únicos es difícil de esquivar.
Si bien las parejas quieren disfrutar de la organización y estipular un presupuesto para su fiesta de casamiento, en la práctica, estos objetivos suelen desmoronarse a medida que se acerca la fecha. Como quieren tener un casamiento único, avanza la sensación de que siempre hay algo mejor, y los novios suelen endeudarse más de la cuenta o terminan con un agotamiento que les impide disfrutar de su propia fiesta. 
Hasta hace unos años, las fiestas contaban con comida, disc-jockey y fotos; luego se sumaron los videos. “En la actualidad, la calidad de las fiestas evolucionó enormemente –enfatiza Magdalena Martínez Picabea, de CasamientosOnline. com-: ya no se ponen centros de mesa, se ambienta; ya no se contrata un open bar, se instalan barras espectaculares con cartas de tragos y productos importados; ya no se come lomo ‘a la casamiento’, hay menús de lo más variados hechos por manos expertas; ya no se usan matracas y papel picado para el carnaval carioca, se usa cotillón personalizado; ya no colaboran madres y suegras en la organización, se contrata a una wedding planner”.
“Sin embargo, ahora primero se planifica la fiesta, y recién cuando están dadas las condiciones económicas, se empieza a charlar de la vida en matrimonio”
Estos cambios suponen una evolución en la técnica para organizar fiestas de casamiento, pero podrían significar un retroceso en cuanto al sentido del evento. Casarse es comenzar una nueva familia y darla a conocer en sociedad. “Sin embargo, ahora primero se planifica la fiesta, y recién cuando están dadas las condiciones económicas, se empieza a charlar de la vida en matrimonio”, actualiza Magdalena. Esto significa que, para muchas parejas, el casamiento se retrasa muchísimo porque no cuentan con el presupuesto disponible para pagar semejante fiesta.
  ¿Prioridades?
“En la organización del casamiento se plantean las primeras decisiones importantes de la vida de la pareja y empiezan a aparecer las sugerencias, imposiciones y opiniones de todos los integrantes de la familia. Con ellas se ve realmente cómo piensa cada uno, cómo se involucran los diferentes familiares y cómo afecta esto a los novios”
Es habitual encontrar a novios que pierden el foco de su relación porque quedan absorbidos por las exigencias de los preparativos. La tendencia actual es que la organización comience, por lo menos, un año antes de la fecha del casamiento. Durante ese tiempo, la vida sigue, con lo cual, a la organización de la fiesta se suman las responsabilidades cotidianas. Se generan más preocupaciones, menos horas de sueño, bastante ansiedad y excitación.
Si bien reconoce que hay excepciones, Martínez Picabea percibe que la exigencia es tanto de los novios como de su círculo de familiares y amigos: “En la organización del casamiento se plantean las primeras decisiones importantes de la vida de la pareja y empiezan a aparecer las sugerencias, imposiciones y opiniones de todos los integrantes de la familia. Con ellas se ve realmente cómo piensa cada uno, cómo se involucran los diferentes familiares y cómo afecta esto a los novios”.
El auge del consumo puede llevarlos a realizar gastos absurdos o a crearse necesidades inexistentes. “Hay que manejar con mucha prudencia el tema de la exigencia económica. Me parece bárbaro que los chicos y sus familias inviertan en hacer del día de su fiesta un día único, pero no hay que tomarlo como postura de vida, porque así cuesta muchísimo avanzar. Si para casarse tienen que tener casa, auto, plasma, un súper viaje, ¿qué les espera el día que quieran tener un hijo?”, concluye Magdalena.
Sin embargo, ponerse de acuerdo en la organización del casamiento de cara a la gran variedad de ofertas y servicios es, para los novios, una formidable oportunidad para comenzar a trabajar juntos en este primer proyecto común. Después de la fiesta, comenzará el Proyecto que los unió y que seguirán construyendo durante toda la vida.







GABRIEL MAZZINGHI
Un arte difícil y fascinante
El noviazgo es una etapa lindísima e importante de nuestra vida, es el encuentro entre dos personas que tienen un proyecto de vida en común: nada menos que el matrimonio.
El otro día, mientras comíamos en familia con hijos, novios y amigos, surgió el tema del noviazgo. Fue una buena oportunidad para intercambiar opiniones y escuchar las preguntas que los jóvenes se hacen. Algunas de ellas las anoté, para conversarlas, cafecito de por medio, con Gabriel Mazzinghi*.
Arranqué con una pregunta que puede ser muy básica pero, como noté que a los chicos les cuesta distinguir entre novios y salientes; o, tal vez, no se animan a dar el paso entre un tipo de relación y otra, pensé que valía la pena empezar por el principio.
  SV: ¿Qué es el noviazgo y para qué sirve?
GM: Es una relación entre un varón y una mujer que se quieren, que quieren caminar juntos hacia el matrimonio, soñando con un proyecto de vida en común. Es un período especialmente rico de nuestras vidas, para crecer individualmente y como pareja, conocernos, aprender a querer, poner bases sólidas a esa empresa que va a ser la construcción de la propia familia.
  SV: ¿Qué destacarías para compartir esas bases sólidas?
GM: Primero, los valores fundamentales por los que, sí o sí, se van a jugar, por más que tengan que renunciar a otras cosas.
Después, compartir las inquietudes, los ideales, los sueños, el tiempo libre, la amistad, el divertirse juntos, el hablar de los hijos que vendrán; en una palabra, conocer y compartir en profundidad la persona del otro, en todos sus aspectos: espiritual, afectivo, físico, psicológico. Conversar acerca de cómo vivir en cada etapa de la vida, la sexualidad, que es una realidad muy rica y llena de sentido, y que daría para otra larga charla.
  El valor del diálogo
En la charla con Gabriel coincidimos en que el diálogo es un aspecto fundamental a trabajar durante el noviazgo: aprender a escucharse, aprender incluso a compartir momentos de silencio, aprender a relacionarse con Dios, si se trata de novios cristianos.
Solamente uno abre el corazón a quien es capaz de escuchar; y escuchar es recibir al otro como es y como está, tratando de acoger lo que vive, siente,
sufre y espera.
En un mundo con tantos sonidos, con tantas cosas que hacer, está bueno que nos animemos a dar espacio al tiempo para hablar, al silencio, a escuchar y escucharse. Pero, como dice Juan Pablo Berra en el libro el El amor en la pareja: “Ojo con el `diálogo del mutismo´; cuando se está enojada por algo, en vez de aclarar las cosas, confunde más con sus silencios, le pregunto qué le pasa y dice: `nada´. O con el `diálogo de sordos´: hablamos, hablamos, pero no nos escuchamos, cada uno insiste en `la suya´. También se puede caer en el `diálogo inoportuno´, plantear algo en los momentos menos adecuados”.
Tengamos presente que solamente uno abre el corazón a quien es capaz de escuchar, y escuchar es recibir al otro como es y como está, tratando de acoger lo que vive, siente, sufre y espera. Para esto está la delicadeza del amor, el saber acompañar y saber abrazar tanto lo bueno como las heridas del otro.
Otro aspecto a cuidar son los detalles, algo tan simple pero que dice tanto… Hablan de tener presente al otro, de saber qué le gusta, de estar atento a aquello que necesita o disfruta; es un aprendizaje de la ternura y el tiempo de noviazgo está para eso, para aprender a cultivar la ternura.
También es importante aprender a respetarse con todo lo que ello implica, porque las personas que se quieren y se disponen a caminar juntos por la vida, no pierden su identidad, y deben respetarse y aceptarse como son. Hay que tener cuidado con esas uniones simbióticas en las que las dos personas se desdibujan, de tanto quererse. Es una cuestión de equilibrio.
Por último, el noviazgo es una escuela en el arte de pedir perdón y de perdonar, que son dos cosas de enorme importancia en la vida. Es muy común que nos hiramos y en opinión de Berra, “el mejor médico para una herida es aquel que la causó, y darle una nueva oportunidad al otro, es poder hacer de una herida, una ocasión para amar. Pues sólo el amor da esas posibilidades”.
  SV: ¿Cómo es esa relación entre el yo y el tú?
Es bueno admitir que hoy es más difícil llevar adelante un noviazgo sano; por eso, está bueno ponernos a pensar qué podemos hacer, para vivirlo mejor
Es necesario fortalecer la personalidad, animarse a ser uno mismo, y desde un lugar de cierta fortaleza “yoica”, como dicen los psicólogos, compartir nuestra intimidad sin miedo.
En la adolescencia los valores recibidos en la vida, generalmente de nuestros padres, entran en conflicto, y los jóvenes los deben reelaborar, y asumir como propios, después de haberlos pasado por su propio filtro. Aunque sean los mismos, ya no serán los valores “recibidos”, sino “mis” valores.
  El valor de la libertad
  SV: ¿Qué pensás de los noviazgos de hoy?
Muchos novios están cerca del matrimonio, pero no tienen claro su proyecto.
Lamentablemente, los casamientos son cada vez más largos (duran hasta las siete de la mañana…), y los matrimonios, más cortos.
Por eso los animo a que elaboren juntos, su proyecto de vida, y lo hagan con la mayor libertad posible. Que cada uno se pregunte con sinceridad: ¿Para qué estoy de novio?
Muchos emprenden este camino a tientas, sin saber verdaderamente hacia dónde quiere ir, sin advertir que eso que llamamos matrimonio es una auténtica vocación.









Autores del propio guión
El noviazgo, etapa de estrenos. Ofrecemos nuestro mejor costado y nos sentimos bien así. Haríamos lo imposible por hacer desaparecer esos rasgos de nuestra personalidad que no nos gustan. Y así, conscientes de estar en la línea de largada, nos preguntamos, ¿por dónde voy?
Con una fuerza enorme, estar juntos es casi lo único que importa. El enamoramiento teje un tenue velo entre el "nosotros" y todo lo demás. Es difícil sostener la concentración, proyectar y mantener el interés en otras realidades que juegan algún papel en nuestra vida. Sin embargo, el equilibrio progresivo de la relación irá mostrando a los novios que, sin quebrar esa atención preferencial del uno por el otro, están llamados a ir delineando un “mapa de ruta” que marque el camino. ¿Un camino hacia dónde? Y allí empieza la gran tarea.
Aunque no se identifique con un momento determinado o suceda de repente, va naciendo en los novios la necesidad de definir qué es verdaderamente importante para mantener viva su relación. De ahí que, empezar con el fin en mente, permita saber hacia dónde se está yendo, de modo que se pueda comprender mejor en qué lugar se está para dar los pasos adecuados en la dirección correcta.
  No estamos a la deriva
Cuando nace un proyecto de a dos, se ponen en juego muchos sentimientos. La emoción se mezcla con el miedo a perder lo que acabamos de empezar, también la alegría se empaña por la inseguridad de no saber hacia dónde iremos con toda esta novedad. Un huracán de sensaciones que pide una vuelta a lo personal, a nuestro centro, a las creencias propias más básicas, a los valores que hacen de brújula en nuestro ser individual. Se despierta la autoconciencia para detectar los talentos singulares, y definir qué hay en la médula de la propia vida.
“Algunas personas culpan a sus circunstancias por lo que son. La gente que triunfa en este mundo es la que va en busca de las circunstancias que desea y si no las encuentra.... las crea”.
G. Bernard Shaw.
Para saber qué podemos ofrecer es justo saber qué tenemos. Se trata de una mirada valiente y profunda a nuestro interior y descubrir qué valores sostienen el cristal a través del cual vemos el mundo. S. Covey enumera cuatro principios sobre los que podemos hacer girar nuestro centro: la seguridad (el valor personal), la dirección (los principios que guían nuestras decisiones), la capacidad (potencia y energía) y la perspectiva de vida. Todos ellos son
los factores que dan origen a una personalidad fuerte y un carácter equilibrado, pilares sobre los cuales conviene pensarse para apoyar esa relación.
Gracias a la imaginación, podemos visualizar los mundos potenciales que hay en nuestro interior. Gracias a la conciencia moral, podemos entrar en contacto con las leyes o principios universales, con nuestros talentos y formas de contribución particulares… Y junto a la autoconciencia, estas dos condiciones tan humanas nos permiten escribir el guión de la propia película.
“Se puede ampliar el presente tanto como se quiera, o lanzarse vertiginosamente hacia el futuro, o dar marcha atrás que es lo más peligroso porque ahí están los recuerdos, todos los recuerdos, los buenos, los regulares y los execrables. Ahí está el amor… y las grandes lealtades y también las grandes traiciones. Ahí está lo que uno pudo hacer y no hizo, y también lo que pudo no hacer y sí hizo. La encrucijada en la que el camino elegido fue el erróneo. Y ahí empieza la película, es decir, cómo habría sido la historia si se hubiera tomado otro rumbo, aquel que entonces se descartó”.

Mario Benedetti
“Primavera con una esquina rota”
  Ahora, de a dos
Cuando ya se dio el primer paso en lo personal e intransferible, volveremos la mirada hacia quien está al lado e intentaremos imaginar juntos cómo queremos que sea esa relación en 10, 20 o 50 años. Se podrá buscar inspiración en las palabras vivas de una poesía, en la fórmula del rito matrimonial o en autores que despierten ideas y sentimientos profundos. Y cuando la creatividad esté un poco más dormida, podrán hacerse una y otra vez estas preguntas:
- ¿Qué clase de compañeros queremos ser?
- ¿Cómo nos gusta tratarnos?
- ¿Cómo queremos resolver nuestras diferencias?
- ¿Cómo podemos relacionarnos mejor con la familia de cada uno?
- ¿Qué clase de familia queremos formar?
- ¿Cómo queremos devolver lo que recibimos y contribuir con la sociedad?
- ¿Cómo vamos a ayudarnos para desarrollar lo mejor de cada uno?
- ¿Qué criterios usaremos en la educación de los hijos?
- ¿Cómo vamos a manejar nuestras finanzas?
“Construyan entre los dos su remanso de paz”

Todas las cosas necesitan cuidado, esfuerzo y cariño; y en particular, la relación más delicada de la vida. Hagan la promesa sagrada de nunca ofenderse, ni siquiera en broma, de no dejar que el mal humor se apodere de ustedes…después, prométanse sincera y solemnemente nunca tener secretos, sin importar el pretexto y la excusa.
Construyan entre los dos su propio remanso de paz, que nadie se interponga entre ustedes. Háganse esa promesa, crecerán en espíritu, crecerán el uno para el otro hasta convertirse en uno solo.

Richard L. Evans
Esta manera de compartir y acordar las expectativas, la visión y los valores en una relación se llama co-misionar. Es una unión
de misiones o propósitos, que trasciende “mi manera” o “tu manera”, crea una nueva manera,
una manera más alta: “nuestra m






Aprendiendo a querer
Dueños de historias que combinan incertidumbres, tristezas y alegrías, sus relatos nos abren una ventana para comprender.
Mi novio y yo llevábamos seis meses saliendo, empezábamos a conocernos, a descubrir afinidades e intereses comunes. Pero a ese amor que despertaba no supimos resguardarlo. De a poco, y como por un plano inclinado, fuimos abriendo la intimidad de nuestros cuerpos a un ritmo que no acompañaba la apertura de la confianza como personas. Estas manifestaciones físicas fueron creciendo de manera tan fuerte que, casi sin advertirlo, nos fuimos alejando del sentido que queríamos darle a nuestro noviazgo.
Así fue que quedé embarazada con 20 años, y mi novio con 23. A partir de allí, pasamos muchos momentos de angustia. La frustración de pensar que habíamos defraudado a nuestros padres y saber que ese hijo no había sido llamado a la vida en las mejores circunstancias.
En medio de este temporal, teníamos claras dos cosas: que seguiríamos adelante con el em¬barazo y que, por el momento, no nos casaríamos. No era cobardía, pero necesitábamos conocernos más y profundizar en un proyecto matrimonial y de familia. Comprendimos que nos faltaba madurez, y no deseábamos cargar sobre nuestro hijo las consecuencias de una decisión precipitada. 
  ¿Qué cambió en nuestras vidas?
Tuvimos que tomar diversas decisiones, acelerar los estudios, duplicar nuestros trabajos y suprimir planes personales incompatibles con la nueva realidad. Lloramos, pasamos vergüenza y sentimos también, en ocasiones, que la situación nos superaba.
Nuestras familias nos ayudaron mucho. No nos reemplazaban en nuestras responsabilidades, pero sentimos su compañía y apoyo. Confiaron en nosotros, en nuestra intención de empezar de nuevo, de prepararnos, de vivir en nuestro noviazgo una segunda virginidad, como un regalo que nos entregaríamos uno a otro el día de nuestro casamiento.
Hemos aprendido que la virginidad es mucho más que un estado físico, es una actitud, una manera de pensar y de actuar. No nos resultó fácil, fue necesario cambiar hábitos, buscar ayuda y consejos para crecer, para abrirnos al diálogo y al mutuo conocimiento. Aprendimos que el amor genuino encuentra otras formas de manifestarse además del físico y, sobre todo, hacer de esto un propósito cada vez más firme para que, cuando volviéramos a entregarnos nuestros cuerpos pudiéramos entregar también nuestros corazones. 
No supimos resguardar el amor y como por un plano inclinado fuimos abriendo la intimidad de nuestros cuerpos a un ritmo que no acompañaba la apertura de la confianza como personas.
  El papel de los padres
Nuestro hijo Santiago llevaba tres años de novio con Magda, una noche nos contaron que ella estaba embarazada; ambos tenían 21 años. Mi marido y yo nos quedamos mudos, el desconcierto era enorme y las dudas muchas más. Pasada la conmoción, preguntamos si todo estaba bien y si tenían algún plan pensado y decidido. Agradecimos y valoramos que hayan optado por la vida y que hayan recurrido a nosotros como lo habían hecho la noche anterior con los padres de ella.
Llamamos a nuestros otros hijos y tuvimos una conversación que se fue distendiendo, y todos coincidimos en que íbamos a hacer lo posible para que todo llegara a buen puerto. La gran duda: cómo estar presentes sin entrometernos. Pero fuimos viviendo el día a día de este camino que empezábamos a recorrer.
Como padre, uno no deja de preguntarse en qué falló, qué faltó, qué no transmitió. Fue con el correr de los meses que fuimos viendo lo que se había sembrado por la forma en que afrontaban los problemas y llevaban situaciones inesperadas adelante. Nos reconfortó percibir cómo asumían las responsabilidades y se levantaban del tropezón.
Agradecimos y valoramos que hayan optado por la vida y que hayan recurrido a nosotros como lo habían hecho la noche anterior con los padres de ella.
  Embarcarse
Cuando acababa de terminar el colegio quedé embarazada. Tuvimos poco apoyo familiar, solo mi suegra y mi abuela nos apoyaron y aconsejaron. Tuvo gran influencia en nosotros un sacerdote amigo que nos decía que casarnos no era la solución del problema, porque el matrimonio es mucho más que eso. Sin embargo, dimos el paso. Nadie nos obligó a casarnos ni tomamos la decisión por el qué dirán o para que no se note. ¿Por qué lo decidimos? Estábamos seguros de nuestro amor, creíamos en la familia, en el “para siempre”. Era muy poco con lo que contábamos. Mi novio había terminado tercer año de administración de empresas, pero los horarios de la facultad no le permitían trabajar, por lo que tuvo que cambiarse al turno noche. No le reconocieron ninguna materia, debió empezar de cero.
A los 20 años te comés el mundo, tenés toda la fuerza. La potencia que otros jóvenes ponen en estudios y viajes la ocasiones sin entenderlas y, muchas veces, los que nos rodeaban no nos comprendían. Para nosotros dos solos era mucho, pero con Él sí podríamos.
Empezaron a llegar más hijos y nosotros veíamos, palpábamos que todo nos unía, era grande lo que estábamos construyendo. Pasaron los años, y hoy somos muy felices. Nuestro motor siempre ha sido el compromiso de los dos para hacer feliz al otro, el respeto mutuo y el amor. 
A los 20 años te comés el mundo, tenés toda la fuerza. La potencia que otros jóvenes ponen en estudios y viajes la pusimos en nuestro proyecto.
Escribir aquí
  ¿A qué edad es adecuado casarse?
No lo sabemos, a los 30 alcanzás más madurez, experiencia, plata… pero a los 20 todo lo hacés unidos. Crecimos, maduramos, estudiamos, criamos a nuestros hijos juntos.
Evidentemente no es la mejor manera de empezar, pero llegado el embarazo, ¿por qué no? ¿Por qué no darle la posibilidad al matrimonio? A veces subestimamos a los jóvenes, a sus posibilidades.
Nadie puede garantizar el éxito de una familia que está empezando. Un matrimonio feliz solo se logra si sus miembros creen en la unión, le ponen garra, compromiso, generosidad y buen humor






“Jóvenes basura”

Son 130.000        Publicaba ayer Jesús Lillo, en la «Guía de televisión» de este periódico, un artículo sumamente lúcido, titulado La cantera, en el que iluminaba con una luz no usada el fenómeno de la televisión basura. En lugar de conformarse con la diatriba al uso, aportaba un dato mucho más pavoroso que los meros índices de audiencia que sostienen esta inmundicia: «Cada año, alrededor de ciento treinta mil jóvenes, algunos con la mayoría de edad recién estrenada, sienten la llamada de la fama y se presentan al programa más emblemático del realismo televisivo, «Gran Hermano»». Ciento treinta mil jóvenes que tienen –prosigue Lillo, con sarcasmo– «los ojos puestos en la tele como futuro profesional, de la misma manera que muchos otros muchos españoles, quizá no tantos, se preparan cada otoño para opositar en las pruebas de los cuerpos funcionariales que publica el Boletín Oficial del Estado». No sabemos si esa cantidad se renueva cada año o si, por el contrario, se abastece de los mismos jóvenes recalcitrantes; pero aceptando que el imperativo cronológico impondrá un paulatino refresco de los aspirantes, y considerando que en la estela «Gran Hermano» ha surgido una caterva de programas consanguíneos, no sería descabellado afirmar que en nuestro país existen varios cientos de miles de jóvenes que aspiran a ingresar en esa cofradía de homínidos que intercambian flujos y exabruptos ante las cámaras.
La causa, sus consecuencias o viceversa        ¿De dónde surge esta juventud dispuesta a arrojar sus mejores años al cubo de la basura y, de paso, a convertirse en breve en juguetes rotos sin oficio ni beneficio? Quienes denuestan la plaga de programas casposos que infesta nuestra televisión suelen concederles la condición de causa primigenia de muchas de las calamidades que afligen nuestra sociedad; y, un tanto ilusamente, piensan que su desalojo de la programación extinguiría los miasmas de una podredumbre que nos abochorna. Muerto el perro se acabaría la rabia, parecen predicar los analistas del fenómeno. Pero lo cierto es que la televisión basura no es la causa primigenia de muchos males sociales, sino su corolario natural. Detrás de la chabacanería que se enseñorea de dichos programas existe una subversión de valores (quizá enquistada ya en el subconsciente popular) que niega el esfuerzo y la laboriosidad como medios de triunfo y ascenso social (o como meras exigencias de una existencia digna) y entroniza en su lugar un desprestigio del mérito, un regodeo en los bajos instintos y en la mediocridad satisfecha de sí misma. Esos cientos de miles de jóvenes que anualmente se preparan para ingresar como concursantes de programas que retratan sin filtros embellecedores la tristeza de la carne y la vacuidad del espíritu ni siquiera están acuciados por la miseria o la marginación; a diferencia de aquellos muletillas de antaño que se exponían a la embestida del toro porque «más cornás da el hambre», los postulantes de «Gran Hermano» encarnan la avanzadilla, especialmente desvergonzada si se quiere, de una sociedad que se pavonea de su vulgaridad, hija de un igualitarismo que desdeña la excelencia y brinda la gloria (o sus sucedáneos más efímeros) a quienes exhiben inescrupulosamente su ignorancia cetrina, su risueña amoralidad, su desdén chulesco hacia todo lo que huela a virtud en el sentido originario de la palabra. La televisión, a la postre, se limita a premiar lo que la sociedad previamente ha entronizado.
"La rebelión de las masas"        Detrás del fenómeno de la televisión basura se agazapa, en fin, una perversión de la democracia que halla en esos cientos de miles de jóvenes que se disputan una fama catódica una infantería voluntariosa y desinhibida. Aquella rebelión de las masas que anticipara Ortega ha alcanzado, al fin, su apoteosis más sombría.









Te acompaño, me acompañas, nos acompañamos ...
Muchas cosas cambian con cada época. Sin embargo, las preguntas importantes de quienes eligen amarse y caminar juntos fueron, son y serán muy parecidas.
"Dos esquimales quieren ir al polo norte. Tienen muy claro su objetivo y hacen un gran esfuerzo por llegar a la meta, pero su drama es que, pese al esfuerzo y a tener clara la dirección, cada vez se desplazan más hacía el sur. Tomando perspectiva de la escena vemos que hacen el esfuerzo por ir al norte desde un gran témpano de hielo, que frustra su objetivo, llevándolos al sur. Analógicamente, podemos decir que el norte es el deseo de felicidad que toda mujer y todo varón tienen cuando comienzan su historia de amor". Mientras leía, pensaba en los novios que emprenden un viaje en el cual van a necesitar conversar largamente y preguntarse juntos cuál es el "concepto de amor" sobre el cual quieren caminar para asegurarse de que les conduce al "norte".
¿Cuáles son los valores por los que sí o sí van a
jugarse, aun renunciando a otros bienes valiosos?
Como la felicidad se va construyendo cada día, con un concepto de amor egoísta o individualista en el cual el otro "me tiene" que hacer feliz, el objetivo final resultan impracticable. Contrariamente a lo que nos "venden" desde las múltiples pantallas, en una relación de pareja, en el darse mutuamente se encuentra un amor sólido que conduce a la meta soñada.
Si agregamos que el varón y la mujer tienen necesidades y expectativas diferentes, se vuelve claramente imprescindible que los novios hablen de estos temas. Sólo a partir del conocimiento del otro, los protagonistas de la relación van a poder cuidar el vínculo que los llevará a descubrir que en la satisfacción de las necesidades del otro logran ser felices ambos porque el auténtico bien del otro y el propio se interrelacionan armónicamente. Pero... ¿cuál es el bien auténtico, cómo diferenciarlo del capricho del momento? Al hablar, al sincerarse, encontramos la diferencia en nuestro corazón.
Me preguntaba si esto eran sólo ideas mías, cargadas de experiencias personales, familiares, profesionales y una vez más, recurrí a ellos: les dejé la voz a los novios.
  ¿Y ellos qué piensan…?
-En mi caso -cuenta Malu-, me costaba entender cuando él no tenía tiempo para mí porque tenía que trabajar y estudiar. Pero después de hablarlo, entendí que podía que pensar más en él y apoyarlo para que pudiera trabajar y rendir bien en su facultad. Ahora, yo sabía que él quería verme pero tenía que cumplir con su responsabilidad de ese momento y decidí activarme un poco más yo, dejando de lado mi egoísmo y mi comodidad. En nuestra relación cuentan también los otros vínculos de cada uno: la familia, los amigos, las previas y los "prebo". Reconfirmo el amor que tengo por mi novio, porque creo que él es el hombre que me entrega su persona y compañía.
Hablan Javo y Mili: "La vida nos confronta con situaciones en las cuales hay que tomar decisiones, y estando de novios se evalúan en pareja. Son momentos para comprobar que la persona que elegiste para que te acompañe, es aquella que sabe y quiere lo mejor para vos aun cuando implique un gran esfuerzo. Nuestro noviazgo no es algo que nos ata (como nos dicen algunos), sino que nos mueve a buscar ‘la mejor versión’ de uno mismo".
Para Delfi fue clave comprender que algo puede ser esencial para el otro aunque para ella fuera intrascendente. "Para Mati el deporte es sumamente importante, primero porque es su forma de canalizar otras cosas y lo ayuda a despejar su cabeza. A la vez, sus campeonatos de fútbol son el 'gran programa' que comparte con sus amigos.Como novia, más allá de que el sábado sería ideal poder hacer otras cosas, me pone totalmente feliz acompañarlo. Sé que puedo darle su momento para estar con los amigos y para que fortalezca su relación con ellos o ir a verlo jugar porque sé que a él le encanta. Acompañarnos de esta manera moldea la relación para lo que se nos viene en el futuro. El noviazgo es el momento para conocernos bien, preparar la relación y llegar seguros a la hora de tomar la decisión de elegir a la persona con quien vas a compartir tu vida."
Cuando llega Pitoto, opina: "La vida es elegir y elegir es vida. Y por eso, acompañar a Anita, mi novia, en su camino de vida, es también acompañarla en sus elecciones".
  HABLA LUCAS
Llegué a casa después de entrenamiento y me encontré con una sorpresa: había pizza. Nada mejor que llegar cansado y comer pizza mientras ves algún partido de fútbol. Sin embargo, antes, con el celular, le mandé una foto a mi novia. En cuanto viera la foto, ella iba a saber que la estaba pasando espectacular. Es un ejemplo, en esto de acompañarse, porque es estar en las pequeñas cosas, tan pequeñas como una pizza. Tenemos esa 'vieja idea' de que hay estar físicamente juntos y no podemos estar más equivocados. Acompañarse es un mensaje, una foto, es levantarse a la mañana y pensar ¡ojalá tenga un buen día!, es reírse de algún recuerdo, es extrañar, es bancar, es querer que disfrute. Tengo una novia espectacular, mejor que la pizza, me acompaña siempre y me ayuda a tratar de ser un poquito mejor todos los días. Obviamente, yo trato de hacer lo mismo y así, juntos, les aseguro que las cosas buenas se disfrutan el doble y las malas se bancan mucho mejor.
  HABLA BELU
Siempre creí que una de las cosas que forman a las personas es en qué invierten su tiempo: el deporte, la música, la religión, la familia, los amigos, las salidas, el estudio, el trabajo…
Cuando Lucas me conoció, yo era 'la chica de las mil actividades': estudio, hockey, reuniones semanales, familia, amigas, Un techo para mi país, grupo de vida, corrida tras corrida. Y así me puse de novia. Supo apoyarme en lo que hacía, que no hay duda que era bueno. Y fui aprendiendo que un noviazgo necesita tiempo. Hay que empezar a poner las cosas en la balanza. No implica dejar de hacer todo, simplemente buscar un equilibrio. Si bien es buenísimo que cada uno tenga lo suyo, es importante tener 'nuestros tiempos', por eso de diferentes maneras buscamos un ratito para estar juntos o hablar, ya sea comiendo, un viaje al centro, una salida a patinar, sentarnos a estudiar. Tratamos de estar presentes en lo cotidiano del otro. Pero también surgen nuevos desafíos: Un día le planteé que quería hacer un intercambio, irme seis meses a estudiar a otro lugar. Por supuesto que quería hacerlo partícipe en la decisión, una relación es de a dos. Él me escuchó, atento y tranquilo. Me dijo que, si me iba a dar un 'sí', quería que fuera auténtico, que necesitaba procesarlo. Me pareció lógico. A los pocos días, estaba dispuesto a apoyarme en esta nueva experiencia que yo iba a vivir. Hubiera sido muy fácil para él convencerme de que no lo haga. No sólo me dejó volar, me ayudó a despegar.
  Uniendo dos caminos
Unos pocos disparadores sirvieron para que chicos y chicas pararan a preguntarse, a reflexionar y a charlar acerca de lo que cada uno trae en su interior o lo que viene de afuera que los conducirá al verdadero conocimiento y crecimiento. Las dudas, las preguntas, cierta inestabilidad, las arideces en el andar son parte necesaria y constitutiva no sólo de un vínculo afectivo que pretende madurar y consolidarse, sino de la vida misma...









Cuentos y monosílabos
Novio y novia se necesitan, se complementan y se explican. El noviazgo es una etapa de descubrimiento; reconocer las cualidades propias y ajenas puede ser un excelente ejercicio para el futuro. Juntos sabrán evaluar qué elementos quieren conservar y aportar a su proyecto en común, y cuáles no.
Es enriquecedor descubrir de qué manera tu femineidad ayuda
a tu novio y tu masculinidad a tu novia.
El arte ha resaltado la belleza de la diferenciación del hombre y la mujer a través de sus distintas expresiones. Afortunadamente, hoy, la evolución de la biología, la neurología, la sociología, la psicología, entre otras ciencias, nos permite conocer mejor estas diferencias. A veces, nos ayuda a entender ciertas reacciones para que evitemos conflictos. Será enriquecedor descubrir de qué manera tu femineidad ayuda a tu novio y tu masculinidad a tu novia, para complementarse mutuamente y crecer en un amor más comprometido y maduro.
  Distintos al comunicarse
Con frecuencia solemos escuchar que “él sólo contesta con monosílabos”, o que “ella para cada cosa relata un cuento interminable”. El desafío es evitar estancarnos en la queja estéril.

El psicólogo Matías Huvelle presenta una anécdota sobre una pareja que desarrolló estrategias para superar las diferencias. Facundo y Luz estaban de novios. Él tuvo que viajar debido a cuestiones laborales y, con el correr del tiempo, las distancias complicaron las cosas. Cada vez que se comunicaban por teléfono, ella se encontraba con un hombre que a todo respondía con un “bien, todo bien”.
Ella estaba cansada y abatida ante la aparente indiferencia de Facundo, y él no comprendía el enojo de su novia. Como consecuencia, se desató una serie de discusiones que parecían llevar al deterioro de la relación.

De repente, a ella se le ocurrió una idea: le pediría a su novio que relatara todos los eventos del día “como si fuera mujer”. Él pensó que Luz le estaba haciendo una broma, largó una carcajada y enseguida empezó a narrar los hechos con una exageración de detalles.

La mujer, feliz, le explicó que por primera vez, había podido imaginarse cómo era la vida de su hombre en un país nuevo y, de esa manera, lo sentía un poco más cerca. Él, por su parte, aprendió a contener a su novia desde lejos.
  Sentir y pensar distinto
No todos tenemos la misma capacidad para tomar conciencia de los propios sentimientos. Lo más probable es que el varón no sepa qué siente porque aún no se lo ha cuestionado. Ella puede ayudarlo a contactarse con él mismo para que registre y exprese sus emociones. Entre tanto, él puede promover habilidades prácticas para que ella no se ahogue en un vaso de agua en situaciones donde hay sentimientos que restan claridad a sus pensamientos.

Luz se adaptó y logró tácticamente que su novio expresara sus emociones. Ella comenzaba los diálogos preguntándole por las actividades del día. Él entonces empezaba por lo más superficial y anecdótico y culminaba, casi sin darse cuenta, hablando de cómo se sentía.

Rocío Toranzo, psicóloga especializada en noviazgos, explica que, por lo general, las mujeres esperan que sus novios sean más conversadores, y cuando no lo son, enseguida sospechan que hay algo que no les quieren contar. “¿En qué pensás?”, “En nada.” Esta respuesta suena inconcebible para la mujer; sin embargo, el cerebro masculino sí puede estar, a veces, “en blanco”.
  Conciliando...
Conocer y comprender nuestras diferencias evita que la relación se convierta en una lucha de poderes. Las características de cada género son complementarias y ninguno es más fuerte que el otro porque ambos se enriquecen mutuamente.

Debemos sacar provecho de las cualidades que nuestra pareja posee por naturaleza y que tal vez nosotros no tenemos del todo desarrolladas. De esta manera, se podrá comenzar a trabajar en conjunto para profundizar la relación.
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Para una despedida de soltera, preparemos estos consejos para la novia: algunos de ellos pueden ser útiles para la elaboración de su proyecto en común.

PARA UN MATRIMONIO FELIZ

CONSEJOS DE MUJERES PARA MUJERES:
-Acordate de que los hombres responden con monosílabos: “si”, “no”, “bien”… No es que él esté enojado, que no quiera hablar o que no le intereses.
-Explicale claro lo que querés y lo que esperás. Los hombres entienden literalmente lo que decimos.
-Cuando plantees un problema, él buscará inmediatamente darte una solución. Difícilmente entenderá que lo único que necesitás es ser escuchada.
-Nosotras podemos ocuparnos de varias cosas a la vez. Ellos no.
-Luego de una pelea, adelantate a pedir perdón. Las mujeres no soportamos estar mal con quien amamos.

Y SI TUVIÉRAMOS QUE ACONSEJAR A LOS HOMBRES…
Sabemos que llegás cansado y sin ganas de hablar demasiado, pero las mujeres necesitamos ser escuchadas.
-Somos cíclicas, por lo que es importante que descubras nuestros cambios de ánimo y tengas paciencia en esos días en que estamos más sensibles.
-Una pelea con una amiga, para una mujer es ¡UN PROBLEMÓN!
-Hay gastos que para nosotras son importantes: ropa, cremas, peluquería…
-Somos muy detallistas. No le restes importancia a recordar aniversarios, cumpleaños; para nosotras es muy importante y lo que considerás un inocente olvido puede hacernos sentir muy mal.

CONSEJOS PARA LOS DOS
-Expresen sus gustos desde el principio y establezcan reglas claras. La vida es larga y lo que al principio se soporta con ternura, después termina siendo insoportable.
-Conserven los buenos recuerdos y tráiganlos al presente en los momentos difíciles.









En el mercado de la afectividad
Somos un tapiz que se construye con vínculos. La firmeza y la duración de los materiales dependen de un dilema posmoderno: generar relaciones o consumirlas. De allí nacen nuestros matrimonios.
Sin lugar a dudas, el amor va tejiendo la existencia humana. Entrelaza los vínculos que nos acunan en la infancia, nos definen en la adolescencia, nos dan pertenencia en la adultez y nos sostienen al final de nuestros días. Calor, cobijo, contención: la trama de nuestras relaciones va combinando colores, patrones, texturas, en el gran tapiz de la cultura actual.
En este tiempo enredado, hace falta mucha atención para tejer parejo y sostenido. Tiempo de grandes contrastes, múltiples estímulos, de urgencias y necesidades, reales o impuestas, que pueden desorientarnos a la hora de elegir los hilos de nuestra tela de vínculos.
  Calidad y duración
Como siempre, los patrones de la cultura influyen en los materiales y el estilo con que se tejen las relaciones, así como también impactan en quienes se deciden a tejer. Góndolas de ofertas de muy distintas clases inundan el mercado de la afectividad actual.
Hay tejidos de distintas calidades, algunos de punto más firme que aseguran el sostén y la duración de los vínculos en el tiempo. Y hay otros, más abiertos, estacionales, que se centran en las sensaciones, y que sólo apuntan a dar respuesta a las necesidades del momento. Estar a la moda, con relaciones de temporada, puede llevarnos a vivir con superficialidad nuestros anhelos más profundos.
Porque si observamos a nuestro alrededor, es probable que notemos con tristeza que parte de la trama de nuestra sociedad se ha ido debilitando a través de relaciones influenciadas por un fenómeno cultural actual: el consumismo.
El consumo es un patrón cultural que no sólo se experimenta en la manera en que las personas se relacionan con los bienes materiales. También puede transformarse, sin quererlo, en una forma de relacionarse con los demás. Consumir puede ser una forma de tejer nuestra afectividad.
El mundo del consumo nos propone el placer como felicidad y nos ofrece incontables opciones, en las que el otro, sin que nos lo propongamos, también puede ser un objeto de consumo. Sea quien sea, desde el patrón del consumo el otro tiene valor siempre y cuando me gratifique, responda a mis deseos y se acomode a mis necesidades. El otro es considerado un “algo” a disposición de mis caprichos.
  Escribir aquí
El egocentrismo, el egoísmo y el individualismo pueden producir grandes heridas en nuestras tramas afectivas. Así, vamos perdiendo lo que nos hace más humanos, la capacidad de entregarnos a los demás.
Este es el punto de partida de muchas relaciones de nuestro tiempo, que lamentablemente provocan fracasos en muchos noviazgos o matrimonios. Se nutren con los códigos de los jóvenes, donde el éxito social se mide por la cantidad de amigos en Facebook o la lista de “transas o chapes” que se conquistan en una noche. También lo vemos en las conocidas amistades por conveniencia, en las que se persigue el acceso a cosas, grupos sociales o de poder.
En el corazón de quien “consume” vínculos, no hay lugar para nadie más que para sí mismo. El egocentrismo, el egoísmo y el individualismo pueden producir grandes heridas en nuestras tramas afectivas. Así, vamos perdiendo lo que nos hace más humanos, la capacidad de entregarnos a los demás. 
La confusión entre el deseo-placer y el amor también aparece como una desorientación intensa para nuestra sociedad. Basta con asomarse a tantos contenidos en los medios de comunicación para darse cuenta de que, en gran medida, el amor ha quedado reducido al erotismo, y que el cariño y el compromiso ya no son valorados como importantes a la hora de trenzar relaciones de pareja.
Aquella relación que cuesta, que entra en crisis, que exige superarse, simplemente se desecha, es remplazada por otra. Sólo la novedad, lo sorprendente, tiene algún interés en cuanto sirve para alimentar esa sed constante que desata el consumo.
Cruzar los hilos del yo, del ahora, del ocio vacío y del solo deseo, únicamente puede conducirnos a la sensación de tristeza y soledad que se abre en jirones de desafecto.
  El hilo primordial
Entonces, ¿cómo entretejer nuestros lazos para lograr redes de amor y seguridad estables? ¿Cómo anudar ese manto, en cuyos trazos podemos descubrir quiénes somos y que, para cobijar a otros, se expande en un proyecto de vida?
Ante todo, hay que armar el telar, crear el espacio donde el marco sea la intimidad. Desanudar el ruido exterior y liberar los hilos de la mirada de los demás.
Luego, reconocer que, para tejer nuestra afectividad, hace falta tiempo y disponibilidad. La libertad será la lanzadera que surque la trama y será fundamental elegir cuidadosamente los hilos, distinguiendo lo importante de lo urgente. Nada que sea central para nuestras vidas puede tratarse con ligereza y, menos, desecharse.
La calidad del tejido se irá definiendo por el clima del encuentro con los demás, donde la atención y la escucha serán los protagonistas.
La calidad del tejido se irá definiendo por el clima del encuentro con los demás, donde la atención y la escucha serán los protagonistas. En cada vínculo se irán anudando palabras, acuerdos, secretos, desahogos profundos, para lograr la urdiembre de la confidencialidad. Cuando escucho a alguien, lo valoro, y le devuelvo su dignidad de persona, que se pierde cuando lo utilizo o lo descarto a conveniencia.
Incondicionalidad será la actitud del que teje, sabiendo que ese lienzo de amor que va creando es el testigo de su propio crecimiento como ser humano. Esa mano certera es la única capaz de gestar un lazo matrimonial del que se desprenda el tejido de hijos contenidos y felices










Un estilo que ¿apuesta a la libertad?
“¿Qué te da un hijo?” Aquella pregunta que alguien me hiciera años atrás, volvió a mi memoria una mañana de domingo cuando vi el título de una nota: “La vida sin hijos”.
El artículo se refería a los “dinks”. Iniciales para “double income no kids” (dos ingresos, sin hijos).
Leí el artículo, me movilizó. En esas pocas páginas había mucho. Mucho para pensar, mucho para cuestionarse, mucho para replantearse.
  Algunos datos
El término "dinks" fue acuñado en los años 80. Al principio hacía referencia a las parejas homosexuales, por la sencilla razón de que de esas uniones no había hijos. Más adelante, se fue ampliando el concepto y se incluyeron matrimonios y parejas que, no por motivos de esterilidad, eligen no tener hijos, ser simplemente dos, con dos ingresos.
Según American Demographic Magazine, las parejas sin hijos están en ascenso. En Estados Unidos, en 2010 sumaban 31 millones. En otros países como China, Canadá, España e Italia, el modelo sigue creciendo y preocupa el envejecimiento de la población.
Esta tendencia, en la Argentina llega especialmente en la franja etaria que oscila entre los 25 y los 40 años. Se trata de gente por lo general profesional, con éxito en lo laboral y alto poder adquisitivo.
Destinan gran parte de sus ingresos a actividades de ocio. Van al cine, al teatro, viajan.
Según la revista mexicana El Economista, los "dinks" -que en el país azteca duplicaron su número desde 2008- se han convertido en una mina de oro para muchas importantes marcas y sus hábitos de consumo están apuntalando la demanda de bienes y servicios en la debilitada economía mexicana.
Acceden a bienes y servicios sofisticados y caros a los que difícilmente una familia pueda acceder.
  ¿Libertad?
¿Qué lleva a una persona a tomar una decisión así junto a su compañero de camino? Es muy difícil saberlo. Algunos de los que dan testimonio de su estado aseguran que los mueve el ansia de libertad, disponer del tiempo como quieran, no tener ataduras. Poder viajar sin restricciones, tomarse vacaciones en cualquier momento, a destinos insólitos, en fin, no tener límites. A los niños los quieren lejos, se conforman con prestarles un poco de amor a los sobrinos y a los hijos de amigos, y nada de siestas interrumpidas.
A los niños los quieren lejos, se conforman con prestarles un poco de amor a los sobrinos y a los hijos de amigos, y nada de siestas interrumpidas.
Especialmente para quien los mira en medio de pañales, ojeras, pelos revueltos, respuestas irritables, cansancio inexplicable… Todo es un sueño de hadas. Se divierten, la pasan bien.
Libertad. Es la expresión que más me llamó la atención mientras leía el artículo sobre el tema.
Quienes llegan a esta difícil determinación defienden su libertad ante todo. Es una decisión que no se toma así nomás, se piensa y se toma fríamente. Es un estilo de vida que se anhela primero y al que se adhiere más tarde de a dos. En pos de la libertad.
Libertad entendida como ausencia de límites, como inexistencia de frenos, de barreras, de parámetros externos a uno que le avisen que esto no se puede, que esto queda para otro momento, que aquello lo tengo que postergar.
Un término nada fácil de definir. Libertad, según la Real Academia Española, es la "facultad que tiene el hombre de obrar (…) y de no obrar (…), estado o condición de quien no es esclavo (…), o (….) de quien no está preso (…), falta de sujeción y subordinación", etcétera.
Una pareja que toma la decisión de no tener hijos ejerce su libertad, sin dudas. Y lo hace porque no quiere ser esclavo, no quiere estar subordinado ni sujeto a nada ni a nadie, quiere ser libre, valga el juego de palabras.
Mucho ya se ha dicho y se ha escrito acerca de cómo el dinero nos ata, cómo los bienes materiales nos terminan esclavizando, cómo el ansia de tener más, de gozar más nos atrapa en un laberinto, en el que nos encontramos con que no hay límites… No hay freno… No hay barreras, pero no hay salida… Porque el ansia de tener, de alcanzar más, de gozar más no se sacia.
El mercado de consumo que ve su salvación en este nuevo modelo, no va a dejar de inventar viajes exóticos, nuevos servicios, bienes “imprescindibles”, lujos que se convierten en necesarios. Las ofertas no van a parar. Y, más tarde o más temprano, y tal vez sin darse cuenta, una nueva clase de esclavitud los tendrá presos, les quitará la paz, la ansiada libertad, la calma y la felicidad. Porque es inalcanzable, porque no llegarán nunca a tener todo lo que se les ofrezca o colmar todas sus expectativas. Porque el mercado, la sociedad de consumo, la diversión sin límites, el gozar sin frenos no es el camino a la felicidad.
  Una pregunta sin respuesta
“¿Qué te dan los hijos?” Aquella pregunta que una vez alguien me hiciera volvió a mi memoria una mañana de domingo cuando leí el título de una nota: “La vida sin hijos”.
Evoco ese momento y todavía me emociono. Estaba en un hotel de lujo en la Patagonia argentina con motivo de un programa internacional de negocios. Yo no era participante el programa. Junto con mi hijo mayor, que acababa de cumplir un año, y embarazada de un mes y medio, acompañábamos a mi marido que estaba allí por su trabajo. Era nuestro segundo aniversario de casados, y aprovechamos el viaje.
Mientras las más de 100 personas de distintas partes del mundo asistían a clase y discusiones de negocios, yo corría atrás de mi hijo, lidiaba con los malestares propios de mi estado, me cansaba, me reía, me divertía, cambiaba pañales, subía y bajaba la lomada verde, y también me aburría. Disfrutaba de hacer lo que hacía todos los días en un marco paradisíaco, en un ámbito distinto que me colmaba de una sensación de felicidad y de paz única.
Yo seguía jugando con mi bebe, y de lejos los escuchaba reírse, los veía fumar, charlar, socializar.
Fueron cuatro días muy lindos. Me acuerdo perfecto de que el clima acompañaba. Días frescos, pero soleados y perfectos. Una de esas mañanas yo estaba en el jardín del hotel persiguiendo a mi hijo, muy divertida porque caminaba desde hacía menos de un mes, y era toda una novedad para mí. En un momento
el contingente de participantes salió de la sala de conferencias hacia los jardines. Era el momento del recreo, y el clima invitaba a pasarlo afuera.
Yo seguía jugando con mi bebe, y de lejos los escuchaba reírse, los veía fumar, charlar, socializar. Se veía que no perdían un minuto de su tiempo. Seguramente tenían que establecer contactos, intercambiar pareceres, aprender unos de otros o, simplemente, hacerse amigos.
Uno de ellos me llamó la atención. Se sentó a mirarme. No me lo olvido más. Tenía unos 30 años, pelo rizado castaño, anteojos. Y me miraba. Y yo seguía en mi tema. Subía y bajaba la loma, actividad preferida de ese día. Y el participante se sentó a observarnos. Solo y pensativo. Creo que se repitió en otro recreo o en la hora del almuerzo.
A la noche, yo siempre comía con mi marido y los participantes. Cuánto esperaba ese momento. El hotel nos daba un servicio de babysitter y yo lo aprovechaba para poder arreglarme y volver por un rato al mundo de los adultos.
Esa noche, se acercó un participante, y en inglés con acento extranjero nos preguntó a mi marido y a mí si se podía sentar con nosotros.
En seguida lo reconocí. Era el castaño de anteojos que en los recreos de ese día nos miraba jugar en lugar de socializar. Se presentó, no recuerdo su nombre, pero sí que era de Holanda.
Nos comentó que ese día, en los recreos, no se había cansado de mirarnos jugar a mi hijo y a mí. En seguida me miró fijo y me preguntó: “¿Qué te da un hijo?” Yo era muy joven, no me había puesto a pensar con mi marido nada de eso antes de que apareciera nuestro primer hijo. Me sorprendió encontrarme en esa situación, alguien que me interpelaba, que me cuestionaba algo que evidentemente algunos sí se cuestionan. Lo primero que me salió fue decirle de manera casi divertida que los hijos no te “dan” materialmente nada. Más bien te sacan todo: tiempo, plata, vacaciones en un crucero, libertad de hacer lo que quieras, posibilidades de manejar un auto de alta gama... Y él insistió: “¿Qué te dan?” Y a mí se me ocurrió responderle con el corazón, y desde mi experiencia, y sabiendo lo que él había sabido mirar en los recreos, que lo que te dan es algo que no se puede explicar con palabras. Te dan una felicidad que se mezcla con el agotamiento y las ojeras; la risa y el llanto. Es un sentimiento de plenitud que desborda, y que es misterioso y no se explica; y que no te lo daría el crucero que no te podés tomar, ni el auto de alta gama que no podés manejar. Sólo te lo da un hijo.
Reflexivo y sin dejar esa mirada profunda, nos contó que estaba casado desde hacía unos años y que con su mujer habían elegido no tener hijos. Y nos confesó, casi emocionado, que estos días viéndonos jugar a mi hijo y a mí, había replanteado su decisión.






¿Realmente tenemos control de nuestra libertad?




La libertad es el poder que Dios da al hombre, el derecho y la capacidad de las personas para decidir en base a nuestros deseos pero tomando en cuenta ciertos límites y reglas definidas. La libertad implica también el elegir entre el bien y el mal.  La elección del mal es un abuso de la libertad, que conduce al pecado. Actuar así es abusar de la libertad y a eso se le llama “libertinaje”. 


Nuestra Libertad termina cuando empieza el derecho del otro.  En la actualidad se puede llegar a tener un mal uso de la libertad.
¿Podemos decidir por los demás? 
Hace unos días leí un artículo de Alfredo Contran donde Lucía Vetruse, una religiosa violada por milicianos serbios durante la guerra en la antigua Yugoslavia, da su testimonio de la terrible experiencia que había vivido por culpa del mal uso de la libertad.
Ella menciona, “Me encuentro ahora en una angustiosa oscuridad interior. Ellos han destruido mi proyecto de vida que yo consideraba definitivo y me han trazado de improviso otro nuevo, que aún no acierto a describir.” La experiencia atroz que esta mujer ha experimentado es el claro ejemplo de este abuso de la libertad. Por decirlo en otras palabras: Hacer lo que se me pegue la gana. Actuar sin pensar en los demás, solo buscando mis propios deseos y beneficios.
Y como para toda acción, hay una reacción. Todo mal uso de nuestro derecho cuenta con terribles consecuencias; consecuencias que afectan la vida de otros, y la vida de los demás que no está en nuestras manos. No podemos decidir que va a pasar en la vida de otra persona, ni tampoco como va a suceder. Únicamente tenemos el derecho de actuar con libertad haciendo efecto en nuestra vida propia. Si llegamos a afectar la vida de los demás, siempre tiene que ser hacia un bien. Un buen uso de la libertad es influenciando en la vida de los demás pero siempre para ayudarlos, de manera positiva.
Las terribles consecuencias de las que hablaba anteriormente son muy comunes; y un claro ejemplo de estas es: el aborto.
La religiosa Lucía no tenía en sus planes tener un hijo; ella pudo haber tomado la decisión de matar a aquel individuo que no fue fruto del amor. Pero en lugar de eso, se acercó y se encomendó a Dios para que la ayudara a tomar la mejor decisión. Ella dijo: “Lo he decidido ya: si soy madre, el niño será mío. Le podría confiar a otras personas, pero él tiene derecho a mi amor de madre, aunque no haya sido deseado ni querido.”
Como ella misma lo dijo, por más que la persona no haya sido deseada tiene los mismos derechos que cualquier otra. La ciencia ha demostrado que en el momento en el que el óvulo es fecundado se crea una vida, un individuo. El artículo 14° de nuestra Constitución Mexicana dice que todos LOS INDIVIDUOS tienen derecho a la vida. Al ser un individuo ya cuenta con todos los derechos que hay dentro de la Constitución por lo que el hombre no tiene la libertad de quitarle un derecho muy importante: El de la vida. No porque sea vulnerable y dependiente a la madre quiere decir que no tenga derechos.
Desgraciadamente a partir de los últimos años la ley en todo el mundo ha querido legalizar el aborto como solución a los embarazos no deseados. La OMS define el aborto como la “Interrupción del embarazo cuando el feto todavía no es viable fuera del vientre materno” En otras palabras: “matar”
Todos los hombres debemos actuar con libertad pero teniendo responsabilidad en nuestros actos. Mientras más libertad, más responsabilidad. Tenemos que tener responsabilidad en nuestra toma de decisiones. Una buena manera de hacerlo es pensando en las consecuencias de mis actos y la razón por la que tome esa decisión. El aborto se puede evitar teniendo una buena toma de decisiones, es decir usando nuestra libertad de manera responsable. El sexo es un tema que hoy en día pierde su verdadero objetivo o significado. Éste fue creado por Dios para procrearnos. Si las intenciones de una pareja no son formar una familia, entonces no hay razón para hacer algo que pueda tener como consecuencia un embarazo no deseado. Ahí es cuando se tiene un mal uso de la libertad  y como consecuencia se toman malas decisiones que conllevan a terribles consecuencias. ¿Por qué jalarle la cola al perro si no quieres que te muerda? Si nosotros ya sabemos las consecuencias nos podemos ahorrar situaciones difíciles pensando bien en qué decisiones tomamos, y teniendo conciencia de las repercusiones que puede tener en nuestra vida y en la de los demás. Porque lo que nosotros hacemos no solo nos afecta personalmente, sino a toda la gente que nos rodea y principalmente a la que queremos y nos quiere.
“La libertad no consiste en hacer lo que se quiere, sino lo que se debe”- Ramón de Campoamor.



La educación sexual de la abuela Enriqueta



Por unas clases

        Álvaro tiene catorce años y es un buen chico aunque algo bocazas. Por eso metió la pata.
        Resulta que fue al pueblo a ver a su abuela y de paso a ponerse las botas con la empanada que cocina doña Enriqueta. Por la noche se quedaron a ver la tele y a la abuela no le parecieron bien algunos comentarios, un pelín obscenos, del presentador. Álvaro entonces puso esa cara de chuleta con granos que gasta cuando está con sus amigas y soltó:
        —Mira, abuela, tía, lo que pasa es que a ti no te dieron clase de educación sexual y estás reprimida.
        Doña Enriqueta sonrió:
        —O abuela o tía… Las dos cosas no.
        No dijo más. Pero, de vuelta en Madrid, Álvaro recibió una carta.

        "Queridísimo Álvaro:

        Mira que eres bruto, hijo mío. También eres bueno y cariñoso cuando quieres; pero de vez en cuando se te acatarra la lengua de tanto sacarla a pasear.
        Ya sé que a estas alturas andas dolido por la impertinencia que me soltaste el domingo. No te preocupes; no necesitas pedirme perdón. Pero he pensado que a lo mejor te venía bien una respuesta serena de tu abuela Enriqueta.
Lecciones en casa        Mira, Alvarito. Hoy durante la misa, se me ha ocurrido que debía dar gracias a Dios por la educación sexual que recibí de mis padres. Sí, hijo, sí. Estoy persuadida de que he tenido una formación sexual de primera clase.
        Como primera lección, me regalaron cuatro hermanos y tres hermanas… No sé si comprendes lo importante que es eso. Ahora hay demasiados hijos únicos, como tú, que crecen sin saber lo que es una hermana. Yo supe enseguida que los chicos y las chicas éramos muy diferentes, y aunque vivíamos juntos y hablábamos de todo, sin hacer misterios, mis padres pusieron a los chicos en la habitación grande de arriba y a nosotras en la de abajo. Como la casa era pequeña y no daba para más, con el cuarto de baño había problemas; pero nunca se nos ocurrió compartirlo con ellos.
        Yo por aquella época era algo impúdica para mis cosas, y un día –debía tener once o doce años– mamá me dijo que, cuando entrara en el baño, cerrase el pestillo por dentro.
Tarea de los padres        —¿Y qué más da?, le dije.
        Entonces me habló del pudor. No podría repetir todo lo que me dijo, pero sí el final:
        —Mira, Enriqueta, si algún día te regalan una joya, la guardarás en un joyero, y si es muy valiosa, en una caja fuerte; no la tratarás como un juguete, ¿verdad? Bueno, pues Dios ha puesto en tu cuerpo algo más precioso que un diamante. Guárdalo con agradecimiento hasta que lo entregues por amor.
        Por cierto, Álvaro, ¿habéis dado ya esa asignatura en el cole?
        Es cierto que de pequeños nos contaron eso de la cigüeña; pero también me dijeron que existían los reyes magos, y ninguna de las dos fábulas nos marcaron especialmente. A los tres años descubrí que Melchor era papá, y ya por entonces ya sabía que, cuando mamá se ponía gordita, es que esperábamos un niño.
        Más importante fue la lección que me daban mis padres queriéndose. Lo bonito de aquel cariño es que era tan real e irrebatible como los embarazos periódicos de mi madre; pero también era pudoroso… ¿Cómo explicarlo? Nunca se hacían arrumacos delante de nosotros –tampoco se peleaban–. Sin embargo sabíamos que entre ellos había un amor fuerte como una roca, no un enamoramiento de telefilm. Y entendíamos –esta era la gran lección– que ese amor debía expresarse en un ámbito íntimo, sagrado, al que ni siquiera nosotros teníamos acceso.
Lo más natural        Así aprendí, por ejemplo, que los achuchones y besuqueos en público (perdona que sea tan gráfica), además de ser horteras, envilecen el amor, porque lo sacan de su ámbito natural.
        No necesité un cursillo para aprender que, si el amor es auténtico, no se exhibe en la vía pública. Es como aquel tesoro escondido en el campo, del que habla el Evangelio, que, cuando uno lo encuentra, "lo vuelve a enterrar" antes de venderlo todo para quedarse con el campo.
        Volver a enterrar el amor cuando se encuentra, es una forma de protegerlo de los mercaderes; es hacerlo crecer como una planta para que eche raíces cada vez más hondas y ramas cada vez más libres y frutos cada vez más sabrosos…
        Lo siento, Álvaro, me he puesto cursi.
        Sólo quería decirte, para terminar, que de "fontanería sexual", como dice tu tío Santi, no me explicaron casi nada; pero tampoco hizo falta. Esa lección es la más sencilla y fue estupendo aprenderla (y enseñarla) con tu abuelo.
        No se te ocurra dejar esta carta a nadie. Y menos a ese amigo tuyo de Mundo Cristiano. No sea que me la publique.
        Recibe un beso muy cariñoso de tu abuela,
Enriqueta"







Cómo se conocieron Marisa y Enrique
Los árboles en el otoño

        - Entonces, Cristina -le dice Marisa por el móvil- ¿quedamos en el portal para ir juntas?
        - Bueno, ya te dije que, si no te importa, viene mi hermano Diego. Ya sabes que se corta por todo; y me ha dicho que si no viene conmigo, no se atreve a ir.
        - Por mí no hay inconveniente, conmigo tiene confianza, y así le da menos apuro. Lo dicho, dentro de un rato me llamas y bajamos al portal.
        Marisa ha quedado con su grupo de amigas, en uno de esos parques que hay en la ciudad que invitan a pasear y a conversar. Están un poco nerviosas porque los chicos de la pandilla les han dicho que van a invitar a algún nuevo amigo. Algunos llegan por su cuenta, otros vienen juntos porque viven cerca. Poco a poco van llegando hasta completar el número de trece.
        La camaradería se consigue pronto entre unas y otros: enseguida empiezan las bromas. Deciden tomarse unas cervezas en el kiosco del parque que linda con la avenida. Marisa, con la excusa de que no quiere estar de espaldas al parque, se cambia de sitio con Cristina, y, sin intención, se encuentra sentada junto a Enrique. En los besos propios de la presentación, este chico ya le había producido una impresión fuera de lo normal. Ahora, al sentarse a su lado, se encuentra como azorada pensando "a ver si éste se va a creer que voy a por él y que soy una cualquiera". Pero todo se encarrila enseguida. Resulta que Enrique estudia Ingeniero de Montes, sabe mucho de árboles, y como Marisa está dando Ciencias Naturales en su carrera, comentan los nombres de los distintos árboles a los que alcanza la vista.
        Después de un rato sentados, deciden dar un paseo, conversando unos con otros. Es una tarde de un viernes en el mes de noviembre, en el momento del mayor esplendor del otoño. Los árboles que van a peder sus hojas en el invierno tienen su mejor aspecto: las hojas toman coloraciones que van desde el verde hasta el amarillo, pasando por tonos anaranjados y rojos. Los árboles de hoja perenne, como los abetos, los pinos o los cedros, conservan en su conjunto ese tono de verde intenso que le dan sus acículas.
Hay sintonía        Enrique le va indicando a Marisa el nombre de cada uno de los árboles que van viendo:
        - Mira, éste es un roble. Sus frutos son bellotas, como las que se dan de comer a los cerdos. Pero… te estoy colocando un rollo muy respetable...
        - No, me interesa mucho y además me sirve para la clase de Ciencias y para luego poderlo enseñar a los niños pequeños en lo que ahora se llama "paseos de aprendizaje". Pero de todas maneras, no intentes que aprenda todo a la primera. ¿Por qué no vuelves a lo de antes, los nombres de los distintos árboles? Me he dado cuenta de que cuando me hacías distinguir entre un pino, un abeto o un ciprés, me fijaba en que aunque todos son verdes, son verdes distintos... parece como si, cuando sabes ya el nombre de un árbol, descubres una nueva tonalidad de verde.
        - Oye, tú eres muy lista, porque esta misma idea nos la ha dicho más de una vez el profesor de Botánica. "Un ingeniero de Montes por el color de una masa de árboles tiene que saber desde lejos qué especie es".
        - Hombre, muy amable por eso de que "soy muy lista". Tiene gracia, porque esto es exactamente lo que dicen todas las madres de sus niños pequeños, cuando éstos les dicen algo que parece que han descubierto por sí mismos, sin que se lo haya enseñando nadie antes.
La primer inquietud        Lo que a Marisa y Enrique les quedó claro en este paseo es que entre ellos había química, se entendían y estaban muy a gusto hablando de distintas cosas.
        Marisa, aquella noche, tardó en dormirse; no porque estuviera repasando los árboles de los que habían estado hablando, sino porque recordaba a Enrique y lo bien que lo había pasado en esa primera charla en la que habían hablado de distintas cosas. "¿Será que Enrique va a ser el chico de mi vida? ¿Es que ha habido flechazo? ¿Le habré gustado? ¿No será que estoy empezando a enamorarme?" Y volvía a resonar en su interior un temazo de Simple Plan: "… I try to sleep; I can't forget you…"
        Marisa, también, se plantea que tiene que hablar con su madre para decirle que nunca le había contado cómo fue el noviazgo de ellos, y preguntarle: ¿Cómo y cuándo conociste a papá? ¿Cómo te enamoraste? ¿Estuvisteis mucho tiempo de novios?











¿Piensan los jóvenes?
El miedo a lo definitivo

La impresión prácticamente unánime de quienes convivimos a diario con jóvenes es que, en su mayor parte, han renunciado a pensar por su cuenta y riesgo. Por este motivo aspiro a que mis clases sean una invitación a pensar, aunque no siempre lo consiga. En este sentido, adopté hace algunos años como lema de mis cursos unas palabras de Ludwig Wittgenstein en el prólogo de sus Philosophical Investigations en las que afirmaba que «no querría con mi libro ahorrarles a otros el pensar, sino, si fuera posible, estimularles a tener pensamientos propios».
Con toda seguridad este es el permanente ideal de todos los que nos dedicamos a la enseñanza, al menos en los niveles superiores. Sin embargo, la experiencia habitual nos muestra que la mayor parte de los jóvenes no desea tener pensamientos propios, porque están persuadidos de que eso genera problemas. «Quien piensa se raya» —dicen en su jerga—, o al menos corre el peligro de rayarse y, por consiguiente, de distanciarse de los demás. Muchos recuerdan incluso que en las ocasiones en que se propusieron pensar experimentaron el sufrimiento o la soledad y están ahora escarmentados. No merece la pena pensar —vienen a decir— si requiere tanto esfuerzo, causa angustia y, a fin de cuentas, separa de los demás. Más vale vivir al día, divertirse lo que uno pueda y ya está.
En consonancia con esta actitud, el estilo de vida juvenil es notoriamente superficial y efímero; es enemigo de todo compromiso. Los jóvenes no quieren pensar porque el pensamiento —por ejemplo, sobre las graves injusticias que atraviesan nuestra cultura— exige siempre una respuesta personal, un compromiso que sólo en contadas ocasiones están dispuestos a asumir. No queda ya ni rastro de aquellos ingenuos ideales de la revolución sesentayochista de sus padres y de los mayores de cincuenta años. «Ni quiero una chaqueta para toda la vida —escribía una valiosa estudiante de Comunicación en su blog— ni quiero un mueble para toda la vida, ni nada para toda la vida. Ahora mismo decir toda la vida me parece decir demasiado. Si esto sólo me pasa a mí, el problema es mío. Pero si este es un sentimiento generalizado tenemos un nuevo problema en la sociedad que se refleja en cada una de nuestras acciones. No queremos compromiso con absolutamente nada. Consumimos relaciones de calada en calada, decimos «te quiero» demasiado rápido: la primera discusión y en seguida la relación ha terminado. Nos da miedo comprometernos, nos da miedo la responsabilidad de tener que cuidar a alguien de por vida, por no hablar de querer para toda la vida».

El temor al compromiso de toda una generación que se refugia en la superficialidad, me parece algo tremendamente peligroso. No puede menos que venir a la memoria el lúcido análisis de Hannah Arendt sobre el mal. En una carta de marzo de 1952 a su maestro Karl Jaspers escribía que «el mal radical tiene que ver de alguna manera con el hacer que los seres humanos sean superfluos en cuanto seres humanos». Esto sucede —explicaba Arendt— cuando queda eliminada toda espontaneidad, cuando los individuos concretos y su capacidad creativa de pensar resultan superfluos. 

Superficialidad y superfluidad —añado yo— vienen a ser en última instancia lo mismo: quienes desean vivir sólo superficialmente acaban llevando una vida del todo superflua, una vida que está de más y que, por eso mismo, resulta a la larga nociva, insatisfactoria e inhumana.
De hecho, puede decirse sin cargar para nada las tintas que la mayoría de los universitarios de hoy en día se consideran realmente superfluos tanto en el ámbito intelectual como en un nivel más personal. No piensan que su papel trascienda mucho más allá de lograr unos grados académicos para perpetuar quizás el estatus social de sus progenitores. No les interesa la política, ni leen los periódicos salvo las crónicas deportivas, los anuncios de espectáculos y algunos cotilleos. Pensar es peligroso, dicen, y se conforman con divertirse. Comprometerse es arriesgado y se conforman en lo afectivo con las relaciones líquidas de las que con tanto éxito ha escrito Zygmunt Bauman.

Resulta muy peligroso —para cada uno y para la sociedad en general— que la gente joven en su conjunto haya renunciado puerilmente a pensar. El que toda una generación no tenga apenas interés alguno en las cuestiones centrales del bien común, de la justicia, de la paz social, es muy alarmante. No pensar es realmente peligroso, porque al final son las modas y las corrientes de opinión difundidas por los medios de comunicación las que acaban moldeando el estilo de vida de toda una generación hasta sus menores entresijos. Sabemos bien que si la libertad no se ejerce día a día, el camino del pensamiento acaba siendo invadido por la selva, la sinrazón de los poderosos y las tendencias dominantes en boga.

A dónde nos lleva el no pensar
Pero, ¿qué puede hacerse? Los profesores sabemos bien que no puede obligarse a nadie a pensar, que nada ni nadie puede sustituir esa íntima actividad del espíritu humano que tiene tanto de aventura personal. Lo que sí podemos hacer siempre es empeñarnos en dar ejemplo, en estimular a nuestros alumnos —como aspiraba Wittgenstein— a tener pensamientos propios. Podremos hacerlo a menudo a través de nuestra escucha paciente y, en algunos casos, invitándoles a escribir. No se trata de malgastar nuestra enseñanza lamentándonos de la situación de la juventud actual, sino que más bien hay que hacerse joven para llegar a comprenderles y poder establecer así un puente afectivo que les estimule a pensar.







Tiempo para vivir, no para evadir

La vemos sentada en la calle, con una botella de cerveza a medio terminar y su mirada perdida en el horizonte, mientras las luces de los coches alumbran el pavimento a su paso. El aire frío en la cabeza la hace “regresar” de su aturdimiento. Sólo recuerda las luces de colores y el retumbar de la música en sus oídos. Lentamente se levanta intentando no perder el equilibrio y se dirige a su casa esperando no encontrar a nadie a su llegada. Tiene “suerte” y entra desapercibida en su habitación, donde sin cambiarse se tumba en la cama. Ya se inventará algo al día siguiente cuando sus padres le pregunten sobre el porqué de su cansancio. Y así pasan los días, soñando de día y embotándose de noche. La niña que antes era se ha dormido y la mujer todavía no despierta, y mientras tanto, ella sueña, se esquiva, no sabe quién es, y prefiere no saberlo.

La adolescencia suele ser una etapa difícil tanto para los padres de familia como para el hijo. Es un momento de grandes cambios en todos los aspectos de la vida: físico, social, psicológico, moral, familiar… El niño deja de serlo, sin convertirse todavía en adulto. Es un período “puente”, en el que se ha de aprender a conocerse, a aceptarse y a salir adelante, para que pasados los años, se llegue a ser un adulto capaz de llevar una vida plena de sentido.

Durante la adolescencia, el joven se descubre como diferente y distinto a los demás. Si antes era lo que sus papás querían, ahora busca ser él mismo. El mundo se abre a sus ojos y le pone la vida por delante para proyectarla hacia el futuro. El adolescente tiende a pensar en grande: será el premio Nóbel de la paz, o el descubridor de la vacuna contra el sida. Será el presidente de la nación y acabará con la pobreza y con el hambre… Sin embargo, muy pronto se topa con la realidad: le falta experiencia y no sabe hacer muchas cosas. Antes, su seguridad residía en hacer todo como le decían sus papás, pero ahora busca su propio modo, y no sabe cómo salir de las dificultades en las que se mete. Tampoco sabe cómo pedir ayuda sin sentirse tratado como niño. Esto le invita a evadirse de la realidad. Los adolescentes suelen aislarse de diversas maneras: unos con la música, otros con el alcohol y las fiestas, algunos más “viven” las aventuras más inéditas en su imaginación mientras deambulan por la vida sin involucrarse con nada.

No es raro que “estén”, sin estar realmente. “Están” con la familia, pero no conviven; “están” en clases, pero no aprovechan; “están” en tantas partes, pero su mente no “está” presente. Y así vemos que las notas van mal, la convivencia familiar también, las amistades de antes, ni se diga…
Esta actitud de evasión, no le ayuda. Si bien es cierto que necesita tiempo y espacio para reflexionar sobre sí mismo, sobre quién es y quién quiere ser… esta actitud no se lo permite. El adolescente necesita ayuda para salir de ella. ¿Cómo?

El adolescente se evade, como hemos dicho, porque ve la desproporción entre sus sueños e ideales y su realidad. Al verse tan alejado de lo que quisiera, prefiere soñar o simplemente olvidar sus problemas con emociones fuertes. Al no encontrar lo que necesita en su realidad, se fuga de ella.

¿Qué es lo que el adolescente busca y que no siempre encuentra en la realidad?

El adolescente busca sobresalir en algo: necesita ser “el más…” en algún aspecto. Si no es el más aplicado, o el más guapo, será el más grosero, o el “más” mal peinado… El adolescente necesita tener la oportunidad de mostrar su capacidad en algo. Un buen educador sabrá crear el espacio y las circunstancias necesarias para que el adolescente pueda destacar de alguna manera positiva.

El adolescente necesita demostrar que ya no es un niño, que ya ha crecido. El niño acepta incondicionalmente lo que sus padres y maestros le dicen. El adolescente se muestra rebelde cuando siente que lo tratan como niño o que se le imponen las cosas. Necesita de espacios de acción en los que pueda ir tomando ciertas decisiones. Habrá muchos campos en los que todavía no pueda decidir, pero si siente que se le trata según su edad, lo aceptará.

El adolescente necesita divertirse. Pero hay diversiones que divierten sólo mientras duran, y al terminar dejan consecuencias muy tristes que sólo llevan a evadirse aún más. En cambio, las verdaderas diversiones, son aquellas que nos dejan divertidos y con una sana alegría aún después de que han pasado. Si el adolescente no aprende a divertirse jugando fútbol, lo hará faltándole el respeto a los profesores. Si no se divierte leyendo libros sanos y entretenidos para su edad, lo hará bebiendo.

La adolescencia es una etapa maravillosa cuando se vive, no cuando se evade. Solamente viviéndola se logra sentar los cimientos de lo que será la vida del adulto.







¡Qué alguien me ayude!


En esa situación desesperada lo que más necesitas es un buen consejo. Checa la importancia de este valor.
Aconsejar debería convertirse en la expresión habitual del interés que tenemos por los demás, por nuestra familia, amigos y conocidos.
El valor del consejo nos hace darnos cuenta de las posibilidades de mejorar que tienen las personas, transmitiendo ideas que orienten y faciliten el crecimiento individual de cada una de ellas en los distintos aspectos de su vida; siempre de persona a persona, en un ambiente de confianza, sin ofender, ni interferir en decisiones que no nos corresponden.
Saber aconsejar es un valor necesario para lograr un mejor entendimiento en la vida familiar; facilitar el trato personal en la actividad profesional o de estudio; establecer verdaderas y profundas relaciones de amistad, eliminando todo rastro de complicidad o indiferencia y superando la superficialidad de simples encuentros de antro.
Seguramente, a veces sentirás que en tu situación no puedes aconsejar a nadie: tronaste 8 materias, tienes un mes llegando a las 3 am los fines de semana y no sabes qué carrera estudiar.
Pero también es seguro que has estado en problemas similares a los que está pasando tu amiga Fulana o tu cuate Mengano. Ellos necesitan una mirada desde fuera de esa situación estresante que los tiene hechos garras por dentro.
El consejo nos ayuda a mejorar nuestra comprensión hacia los demás, y crecemos en sencillez para aceptar y agradecer los consejos que recibimos, con el consecuente esfuerzo personal por mejorar.
Es común pensar que los consejos están reservados a circunstancias de verdadera trascendencia, sin embargo, nos enfrentamos a situaciones ordinarias en las que es necesario superar el temor a provocar un malentendido o herir los sentimientos de los demás. Pensemos en tu hermano a la hora de comer; el mal aliento de tu amigo… Qué fácil es criticar y pasar por alto detalles tan insignificantes pero al mismo tiempo tan evidentes.
Aconsejar supone el riesgo de convertirnos en una señora regañona y metiche. Por eso debemos cuidar no convertirnos en observadores y jueces permanentes de la conducta ajena.
Para no hacer de nuestro consejo una crítica imprudente, es necesario analizar y comprender las circunstancias y necesidades de los demás, aportando la experiencia propia como punto de partida, pero jamás como la única y posible solución.
Cada vez que hablamos sin ton ni son, lo que catalogamos como consejo carece de validez porque personalmente no demostramos interés por mejorar en ese mismo aspecto. Por ejemplo, es fácil decir como deben hacer su trabajo los demás, y ser inconstante, irresponsable y desordenado en el propio.
Si deseamos vivir este valor, debemos mostrar interés por ayudar a los demás a mejorar en esas “pequeñeces”, pues un consejo oportuno y con rectitud de intención, siempre será apreciado y comprendido.
Para actuar con prudencia y aprender a dar buenos consejos, podríamos comenzar por:
* Evita dar tu opinión sobre lo que no te gusta o te parece mal de los demás. A eso se le llama crítica y demuestra falta de comprensión.
* Antes de dar un consejo, revisa tu vida y piensa tres alternativas que ayuden a la persona a mejorar.
* No exhibas a los demás. Procura expresar tu consejo sólo al interesado, jamás lo hagas en público.
* No olvides que es de suma importancia encontrar el momento oportuno para expresar tu punto de vista.
* Observa tu actitud al recibir consejos y haz el propósito de aceptarlos con serenidad. Así serás más sencillo, y creces en comprensión y delicadeza en el trato con los demás.
Aconsejar es una responsabilidad muy grande, porque cada una de nuestras palabras puede traer un beneficio o una consecuencia grave en la vida de quien nos escucha.







Adolescentes menos inteligentes: una generación más frágil
El coeficiente intelectual de los adolescentes británicos es menor que hace 30 años.



Falta de adecuados estímulos
        Los chavales ingleses de 14 años tienen un coeficiente intelectual 2 puntos menor que en 1980. Y en la mitad superior de la escala de inteligencia, donde suele haber sobre todo chavales de clase media, el resultado es peor: su coeficiente intelectual es 6 puntos menor.
        El profesor James Flynn, de la Universidad de Otago, Nueva Zelanda, lleva años midiendo el coeficiente intelectual de diversas edades y en diversos países industrializados, y hasta ahora veía un crecimiento sostenido en todas ellas, basado siempre en mejor educación y condiciones... Es la primera vez que se registra un bajón en el coeficiente intelectual.
        Los niños ingleses aún tienen resultados buenos: suben medio punto de media cada año. Pero los adolescentes han bajado en picado, según el estudio, publicado en la revista Economics and Human Biology.
        "Parece que hemos mejorado el entorno cognitivo de los niños, pero no el de los adolescentes", dice Flynn. Otra posibilidad que apunta es que los padres tienden a incentivar la actividad intelectual de los niños, pero al crecer, los adolescentes pasan más tiempo con los colegas o los videojuegos y la TV, hacia la cultura visual, que no estimula el pensamiento, y eso se refleja en el coeficiente intelectual. Los padres estimulan la inteligencia, los colegas no.
Las causas parecen claras        El autor especifica que leer y mantener conversaciones exigentes ayuda a fortalecer el coeficiente intelectual, mientras que una comunicación fragmentaria basada en mensajes de texto y e-mails simples produce una reducción temporal de la capacidad intelectual. Por supuesto, el consumo de hachís es dañino para el coeficiente intelectual: baja una media de 4 puntos. Flynn niega que la alimentación sea un factor importante en el coeficiente intelectual.
        El profesor sospecha también que la cultura de "grupo adolescente rebelde", que en el Reino Unido estaba más extendida en las clases bajas, ahora se extiende por las clases medias y altas, y eso también reduce la capacidad intelectual.
        Richard House, un experto en educación terapéutica de la Universidad de Roehampton, consultado por el "Daily Telegraph", cree que la causa no solo radica en que los chavales leen menos libros que los niños o los adolescentes de décadas anteriores, sino que además los profesores hoy enseñan sólo "para aprobar el examen", y eso conduce a "una disminución de la capacidad de pensar de formas laterales".





LA PRUEBA… DE LA DEFUNCIÓN
-Ciertamente, la experiencia de siglos habla en este mismo sentido. Pienso que una estadística veraz sobre ese punto resultaría muy ilustrativa. De un noviazgo dominado por la relación sensual, la felicidad del matrimonio que le siga será muy pobre y corta…
J.L.- Es que el placer sensual, por naturaleza, no establece compromisos duraderos y la posesión de uno por el otro, en el noviazgo es egoísta. Decía Goethe que "el amor no domina, cultiva". La posesión no es -como a veces se pretende- una "prueba" del amor, sino casi su partida de defunción. Muchos van al matrimonio "de penalty", forzados por unas relaciones mantenidas en el tiempo, pero que han perdido el significado de entrega, de fidelidad, de donación de uno mismo, de apertura a la descendencia. El placer posesivo es interesado, no busca al otro o la otra, no respeta la dignidad de la persona y da pie a la infidelidad y a la desgracia. En este sentido, me parece especialmente importante el papel de la mujer -de la novia-, porque la mujer es más reposada, menos impulsiva. Debe fomentar un atractivo personal, pero no a base de perder parcelas de su intimidad. La mujer es más pudorosa, tiene recursos suficientes para explotar sus cualidades personales haciéndose respetar y no a base de perder el decoro o de ser provocativa. En esto los padres han de desarrollar una importante labor de orientación.

EL "NOVIAZGO" DE ADOLESCENTES
-¿Qué opináis del noviazgo entre adolescentes?
-Que entrañan su peligro. Conllevan relaciones largas que con frecuencia se convierten en tediosas, aunque no siempre suceda así. Como el matrimonio suele quedar lejano, suelen acabar rompiéndose, con traumas de diversa consideración. Lo preocupante, por lo general, es que el adolescente no está suficientemente desarrollado y para llegar a tener una personalidad vigorosa requiere -como dicen buenos especialistas sobre el asunto- el trato con personas del mismo sexo. Aquí reside también un riesgo de la enseñanza mixta a todos los niveles: no facilita la afirmación de los rasgos femeninos en la mujer y de los masculinos en el chico. Es uno de los puntos que se han subrayado en este Congreso sobre la Familia. El matrimonio es la unión de dos caracteres no idénticos, sino complementarios. Es una comunidad de vida y amor abierta a la fecundidad. Si alguno de los términos o extremos del edificio no está bien definido, puede ser que por ello el edificio no se caiga, pero ponemos en peligro su estabilidad, facilitamos la aparición de grietas de reparación difícil.
CÓMO CONVIENE CONOCERSE
-Decís, con mucha razón, que el noviazgo tiene una función clara de mutuo conocimiento. ¿Qué aspectos de la otra persona os parece que merecen mayor atención?
J.L. -Hay un punto que no puede despreciarse: las creencias religiosas del otro, que es preciso conocer y, en lo posible, ambos deben unificar, por la sencilla razón de que pueden condicionar comportamientos futuros entre los cónyuges y de éstos con los hijos. Hay un dicho que las madres recuerdan con frecuencia: "el hombre debe rezar cuando va al mar, una vez; cuando va a la guerra, dos; y cuando se va a casar, tres". Es verdad; si antes del noviazgo se tiene una cierta práctica religiosa, con el noviazgo no llega el momento de abandonarla sino de intensificarla, pues conviene pedir al Señor por el otro, además de por uno mismo, y pedirle luces para ver con claridad, porque dudas siempre las hay en el noviazgo. Creo que debe conocerse bien el ámbito familiar, el ambiente que se respira en las casas paternas. No se trata de frecuentarlas. En mi opinión, esto se debe evitar, por lo que hemos dicho antes sobre la necesaria libertad que ha de conjugarse en esa etapa. Convertirse en "uno más de la familia", sin serlo, al menos todavía, es artificioso y puede resultar perjudicial. Pero sí que debe conocerse el ámbito familiar del otro, porque da muchas pistas de si se viven y de cómo se viven ciertas virtudes; cómo se comporta ella o él en familia, si hay alegría en la casa, si hay orden, espíritu de servicio, etcétera. También así se conoce mejor el ambiente social en que se ha formado, se pueden conocer mejor los gustos de la novia y mejorar los "detalles" con ella.
¿QUE CANTIDAD DE TIEMPO JUNTOS?
-Entonces, ¿os parece aconsejable "salir" mucho, estar mucho tiempo juntos durante el noviazgo?
-No, no. Nosotros vivíamos en distintas ciudades, nos veíamos poco y nos quedábamos con las ganas. Esto me parece lo mejor: un poco de cartas, un poco de teléfono y un poco de vernos. Personalmente prefiero que haya sido así. Lo contrario pone las cosas más difíciles y disminuye la ilusión.

RESPONSABILIDAD DE LOS PADRES
-Ahora, como el tiempo vuela, pronto -relativamente pronto- hijos en edad de merecer. ¿Qué pensáis de la labor orientadora de los padres por lo que se refiere al noviazgo de los hijos?
J.L. -Que es, como en todo, importante, pero su eficacia no estriba tanto en la cantidad como en la calidad de intervención. Si está presidida por el cariño y la generosidad, siempre tiene eficacia. Pero el estar muy encima de los chicos puede convertir en "meticon", y de eso no se trata. Creo que los padres deben orientar no con afán fiscalizador sino a modo de consejeros, en el ambiente familiar, fluido, confiado y desinteresado, que han de crear con los hijos. En este sentido es bueno que los padres se animen a leer, a documentarse sobre el tema, que no den por sabidas las cosas, que no se limiten a recordar su experiencia, que es fundamental, pero que ha de enriquecerse con otras experiencias, con argumentos, con criterios razonables.




"Adicciones y amor"

Ya sin la droga        El mes pasado hablamos de Jorge, una persona a la que cuatro años de forja en su salida de la droga habían convertido en alguien admirable. Uno de esos afortunados que han logrado evitar el desastre que parecía inevitable.
        Jorge es ahora hombre profundo, reflexivo. Siempre, explicando su dolorosa experiencia, cuenta cómo llega un momento, muy pronto, en que el toxicómano busca la droga al tiempo que la odia por la adicción que ha creado en él.
        Jorge ha meditado mucho sobre el amor, sobre el deseo, sobre las adicciones. Dice que del fenómeno de la drogadicción se pueden extraer muchas ideas útiles para la vida afectiva de las personas. Me ha parecido interesante. Voy a intentar explicarlo.
El amor y sus fallos        Del amor nacen muchas cosas: deseos, pensamientos, actos. Pero todo esto que del amor nace, no es el amor mismo. Lo que amamos, efectivamente lo deseamos, es verdad. Pero también deseamos muchas cosas que no amamos, cosas que en sí mismas nos resultan indiferentes. Es muy peligroso identificar deseo y amor. Desear un buen vino no es amarlo. Desear la droga no es amarla. Desear sexualmente a una persona no es amarla.
        Jorge piensa también en el origen primario de su problema: una familia rota. Se pregunta sobre el porqué del crecimiento alarmante de las rupturas conyugales, de las grandes crisis de tantas familias, que a su vez suelen producir luego tanto daño en las personas que las sufren. Porque son maravillosos los avances de la sociedad actual, es cierto. Pero qué contrasentido es éste, que tras haber alcanzado tan notable nivel de vida, el hombre haya quedado tan desprovisto de recursos a la hora de hilvanar una vida serena, ordenada, sin rupturas sangrientas en la convivencia diaria. ¿Por qué tantas situaciones de fracaso y tantas cicatrices? ¿Qué es lo que ocurre en el mundo occidental, que fracasan dos de cada tres matrimonios?
Entre capricho y voluntad        Es interesante reflexionar sobre la naturaleza del amor. Si el amor fuera simplemente un sentimiento, que va y viene como quiere, que empieza y se acaba sin contar con nuestra libertad, sería tanto como decir que es una simple emoción ciega que se apodera de nosotros y ante la que nada podemos hacer. Pero según ese criterio, el amor sería como una exaltación momentánea que simplemente nos lleva a satisfacer nuestros deseos, como un pasatiempo agradable, centrado y regido primordialmente por lo sexual y lo placentero, y que antes o después se desmorona.
        El amor, junto a un sentimiento, es sobre todo un acto de la voluntad, que es la facultad capacitada para elegir, para rechazar, para modular la propia actividad, para gobernarse a uno mismo, para encaminarse hacia algo determinado, para amar con unas raíces duraderas.
El sacrificio es imprescindible y el amor impulsa a él
        El amor es compromiso, no un simple deseo ni una simple inclinación natural, aunque ambas cosas estén contenidas en el amor. En las bodegas de nuestra personalidad, como si se tratara de un buen vino, suele ir tomando cuerpo ese sentimiento noble de entrega y de donación de uno mismo que es el amor. Pero una donación que tiene que ser total, pues la unión del amor requiere compartir por entero el proyecto de vida. El amor no puede ser un tránsito puramente epidérmico, centrado sobre sentimientos que en su raíz son más bien egoístas. La clave para entrar y perseverar en el amor conyugal es el sacrificio gustoso por la persona amada. Cuando llega la dificultad, la prueba, que siempre hace su aparición antes o después, el amor, si es verdadero y fiel, une más, ayuda a superar esos escollos, y sale reforzado. La fidelidad pertenece a la condición misma del amor. Sin ella, el amor sería un simple acto sentimental, sometido al bamboleo de las emotividades, y que dura sólo lo que dura la capacidad de soportarse dos personas. Este modo de entenderlo ha traído muchos fracasos conyugales.





¿Un final feliz?



Para el piso, los padres
        A casi todo el mundo le gusta que las novelas y las películas tengan un final feliz, aunque comprendo que no siempre es posible. Todavía recuerdo el enfado de un profesor de secundaria con el final de la novela "Vigo es Vivaldi", en la que se cuenta la vida de un grupo de amigos, parecido al de Marisa y Carlos. La novela se puede decir que acababa como tenía que acabar, pero él creía que no. El autor parece que le había oído, y la completó con una segunda parte, "El diario de Paula", que también resulta interesante.
        Nuestra narración podría terminar de la siguiente manera.
        Marisa siguió saliendo con Enrique. Ella hizo su carrera en tres años. Aunque Enrique había empezado antes la suya, pero como era más larga y más difícil, tardó en acabar un par de cursos más. Marisa estuvo dudando entre irse un invierno entero a Inglaterra a perfeccionar su inglés, trabajando de camarera, o hacer un master en Logopedia que también le interesaba mucho. A Enrique no le hacía mucha gracia que estuviera fuera un año entero, "¡no sabía si podría vivir sin ella!" Marisa se dejó convencer: "iré un par de veranos a Inglaterra y en invierno haré el master en Logopedia".
        Después de terminar los dos, les llevó un cierto tiempo encontrar un trabajo, más o menos estable. Desde antes, ellos querían casarse pero... no tenían nada, ni trabajo, ni casa... Una vez que cada uno consiguió un trabajo, ahorraron para pagar parte de la entrada del piso y, aunque les daba vergüenza, decidieron pedir ayuda a sus padres.
        – Pero, hija mía, si todavía eres muy joven. Conocemos chicas más mayores que tú que no se casan porque los contratos de trabajo son inseguros, no tienen pagado el piso, no han podido comprarse un coche para cada uno…
        – Mamá, tú ¿a qué edad te casaste? Me has dicho que tenías 19 años. Sí, ya sé que me vas a decir que eran otros tiempos. Yo creo que todos los tiempos son iguales. Enrique y yo nos queremos, ya llevamos unos añitos saliendo juntos, por fin tenemos un trabajo cada uno, y... lo único que nos falta es un poco de dinero para pagar la entrada del piso. ¿Me vas a ayudar para convencer a papá de que nos prestéis unos miserables eurillos para terminar de pagar la entrada?
        –¡Eres incorregible!, siempre te tienes que salir con la tuya. Lo de tu padre déjalo de mi cuenta; además, ya sabes que eres su ojito derecho.







Prisa por echarse novio
Es evidente que estamos en una sociedad muy competitiva. Hay una cultura de la prisa: el que se para, no llega. Esa prisa, ese desasosiego, se transmite a todas las actuaciones de la vida.


Que no es poco importante

        En este contexto nos encontramos con auténticas contradicciones. Por una parte, las personas por lo general se casan más tarde de lo que lo hacían nuestros padres. En muchos casos pasada la treintena. Las razones son variadas y no es el momento de analizarlas.
        Por otra parte, el chico o la chica que a los dieciocho años no tiene novia o novio parece que «ya no vale», o que es tonto, feo o antipático.
        Hay entre las pandillas una especie de fiebre de «veamos quién se echa novia antes». Esto es perjudicial para las personas, ya que en muchas ocasiones no están preparadas emocionalmente para un paso de esa categoría, lo cual les ocasiona sufrimientos que se podían evitar porque en definitiva son situaciones inútiles. La búsqueda de emociones provoca que los estudios se hagan con menos profundidad o menos concentración: se tiene la mente en «la otra carrera». En la de echarse novio.
        Si cuaja el noviazgo a esa edad, va a ser, casi con toda probabilidad, un noviazgo larguísimo.
        En fin, estas razones que estoy dando no son para que las personas retrasen la edad de «echarse novio/a», sino para demostrar que no hay prisa. Al menos tanta prisa. Y que no es una razón el que «nuestros amigos ya tienen pareja». Parece como si en el ambiente hubiese un grito silencioso: ¡A ver quién se echa novio/a antes!
        Serenidad. Que el objetivo no es conseguir pareja el primero, sino encontrar una persona con quien compartir la vida, que merezca la pena, que me haga sentir orgullo por tenerle a mi lado, como el padre o la madre de mis hijos. Una persona que tenga valores, que sepa lo que es querer.
        Cuidado, no olvidemos que hay mucho analfabeto emocional; seamos inteligentes para descubrir a esa persona de características afines a las nuestras. Una persona a la que no se busca, se encuentra en un momento de la vida.
        Se dice que las prisas son malas consejeras y es verdad, pero en las cosas fundamentales de la vida es aún más cierto; no debemos precipitarnos, porque son cosas que hay que ver, ponderar y decidir. Pero primero: ver y ponderar.
        Si vas a comprar un piso, ¿te quedas con el primero que ves en venta? Lo personal, lo íntimo, es más importante y cercano a nosotros que la compra de cualquier cosa.
        ¿O no?










El enemigo invencible




Una historia de castillos, príncipes, servidores y combatientes. El odio no admite rival… Una fantástica historia que te hará reflexionar. 
Erase una vez un castillo abandonado. Antigua morada de grandes y generosos reyes. Estaba casi derruido, la humedad hacía que las piedras de los muros brillaran ante la tenue luz de algunas antorchas. En una parte recóndita de aquella fortificación prácticamente arruinada, estaba la habitación del príncipe, asegurada dentro de la roca misma de la montaña que le servía de cimientos. Y ahí estaba él, solo, mordisqueando sus furias y resentimientos. El rostro que alguna vez había sido bello estaba lleno de cicatrices, y la crueldad de aquellos ojos era rivalizada únicamente por una sonrisa amargada que le daba ese aspecto tan feroz como nocturno.
El soberano esperaba impaciente la llegada del prisionero. Había sido una larga cacería. Toda la astucia del príncipe (que no era poca) fue necesaria para atrapar a su odiado disidente. Las frenéticas tropas habían acosado a su objetivo desde tiempos que ya no podía ni siquiera recordar. Sin embargo su adversario parecía invencible. De todos los obstáculos que hábilmente le había colocado salía siempre librado misteriosamente.
La corte entera esperaba la acariciada promesa de aquel mercenario: “Yo lo mataré”.
Junto al príncipe merodeaban nerviosos guerreros de un aspecto estremecedor. En una esquina, se encontraba un personaje con un martillo. Sus golpes eran contundentes, tenía una fuerza portentosa. Sus sorpresivos ataques eran de una efectividad sorprendente, particularmente ante oponentes de corazón débil. Él había tratado de aniquilar una y otra vez al enemigo del príncipe, pero su martillo y sus ataques sorpresivos mellaban las fuerzas del contrincante, pero no le destruían.
Mientras el guerrero del martillo daba vueltas por la habitación del príncipe, otro mercenario más temible observaba sus manos, perfectamente cuidadas. Nadie podría creer que era un guerrero, y en eso estaba su fuerza. Su rostro femenino, las maneras dóciles, un lenguaje sutil y penetrante eran suficientes para que sus contrincantes quedaran rendidos a los pies sus perfumados encantos. Sin embargo, tras aquel rostro bello y atrayente había un corazón podrido.
Había muchos otros servidores y combatientes que también habían intentado destruir al enemigo del príncipe. Estaba el gigante de piedra que aplastaba cualquier cosa a su paso, la mujer de hielo que congelaba cuanto tocaba, la mendicante que robaba todos los recursos materiales de sus enemigos y los dejaba sin medios para combatir, también estaba la peste, que a los corazones más curtidos acababa haciéndolos caer en la desesperación.
Y a pesar de tan feroces adversarios, el enemigo del príncipe siempre había salido airoso de todos los combates. Maltrecho, herido, lastimado en lo más profundo, pero vivo, y es que bastaba con que quedara un pequeñismo aliento de vida para que volviera a crecer y, peor aún, a fortalecerse.
Todos los intentos habían sido vanos, hasta que llegó un nuevo mercenario de una región alejada. Cuando le vieron entrar a la corte del príncipe todos se burlaron de él. Su aspecto no tenía nada de temible. Parecía un campesino común y corriente. Pasaba desapercibido por donde merodeaba. Aquel aspecto ordinario era su escudo, más efectivo que uno de hierro forjado. Cuando se presentó al príncipe prometiendo que mataría al enemigo todos rieron con excéntricas carcajadas. Sin embargo, nadie rió cuando extendió su mano y mostró unos pequeñísimos alfileres. El guante que protegía las manos de aquel mercenario de aspecto vulgar contenía miles de millones de diminutos alfileres. Al instante los arrojó hacia uno de los soldados de la corte. Nadie vio aquellas insignificantes agujas volar por el aire. Ninguno vio tampoco cómo penetraron la armadura del soldado. Ni siquiera la víctima sintió cómo se clavaron aquellas puntas afiladas en su carne. El personaje dijo al príncipe “No tengo prisa. Puedo matar a tu enemigo como ya he matado a tu soldado. Lo ves de pie, y no siente nada. Volveré en seis meses y me dirás si crees que puedo aniquilar a tu adversario.”
Y, efectivamente, pasaron seis meses. El soldado comenzó a sangrar a las pocas semanas. Eran gotas imperceptibles. Las puntas de los alfileres se habían clavado en su carne creando millones de heridas imperceptibles, tan menudas que era imposible verlas y por tanto curarlas. El soldado sufrió una agonía larga, aunque indolora. Simplemente moría un poco cada segundo. Hasta que un día, sin que nadie pudiera evitarlo, el soldado cayó muerto ante el irremediable mal que el mercenario había arrojado sobre él.
El príncipe, con mueca maligna, esperaba ansioso la llegada del cautivo, su perenne enemigo había caído en su trampa, creyendo que aún estando preso nada podrían contra él. “Muy equivocado” meditó el príncipe.
Las horas de espera fueron largas y llenas de agitación. El mismo aire escapaba de los pulmones del soberano que esperaba ansioso la llegada del cautivo.
De pronto, se abrieron las puertas del recinto y los soldados arrojaron al centro de la pieza una figura de deslumbrante belleza. Ni siquiera los golpes brutales habían podido empañar aquel rostro resplandeciente. No era esa belleza lo que enervaba al príncipe, era aquel poder que tenía de rejuvenecer a quien tocara, de llenar de esperanza el corazón que acariciaba. El soberano del castillo detestaba profundamente el brillo que aquel enemigo imprimía en aquellos a los que se acercaba.
El príncipe se puso de pie y se acercó al prisionero macilento. Sin tocarlo (no podría soportarlo) le habló muy cerca del oído.
-Te has burlado de mí. Me has humillado, has hecho lo que has querido en lo que me pertenece. Has resistido todos mis ataques. El Mal Carácter, con su martillo te debilitó, pero seguiste en pie. La ambición con su belleza sensual te arrebató pero no te mató. Y lo mismo ocurrió con la Enfermedad, la Pobreza, y con todos mis aliados.
El príncipe sonrió malévolo y mientras caminaba en círculos contra su contrincante, paladeando el momento de su triunfo.
-Creíste que todo lo podías… mmmm… Amor… Amor… –repitió el príncipe diciendo aquel nombre casi con asco- ¿Quién te crees tú que eres? ¿De donde has salido? ¿Por qué osas meterte en mis dominios? ¿No sabes que tengo poder en toda la tierra? ¿No sabes que soy mas astuto, más viejo, más inteligente y más poderoso que tus seres humanos, a los que tanto cuidas? Amor… Qué nombre tan repugnante. “Nada puede contra el amor” –dijo el príncipe con expresión burlona- “El amor lo puede todo, el amor rompe barreras” ¡Basura! –la expresión del príncipe se volvió rabiosa y atroz y mientras hablaba sus manos temblaban de la ansiedad con las que las pronunciaba. “Este es MI tiempo, MI momento, MI mundo…”
El príncipe se desplomó pesadamente en su trono.
-Pero ha llegado tu fin. ¡Traigan al mercenario!
Las órdenes fueron cumplidas de inmediato, y ahí apareció la ordinaria figura del interesado. Caminó hasta donde estaba el amor. Con rostro flemático le observó.
El príncipe dijo entonces “¡Hazlo!”. El guerrero de aspecto normal metió su mano enguantada en una bolsa y extrajo una miríada de sus artefactos mortales. Hizo el ademán necesario para arrojarlo cuando el príncipe interrumpió la ejecución.
-¡Espera! Antes de que lo hagas… ¿Cuál es tu nombre?
El combatiente ordinario solo pronunció dos palabras.
-La rutina.





Los guarrománticos



Incuestionable
        Según Kloster, el Romanticismo ha sido el peor virus político, artístico y literario de nuestra historia reciente. Empezó a reblandecer las meninges de Europa a comienzos del XIX, y desde entonces el mundo no ha levantado cabeza. —Nos hemos vuelto gemebundos y moqueantes, amigo mío –me explicaba con su peculiar facundia–. Los suspiros han acabado con los héroes. Malos tiempos para la épica.
        Le respondí que, sin romanticismo, nos habríamos perdido a Rousseau, a Goethe, a Brahms, a Bécquer..., pero él apostilló que también habríamos perdido a Bisbal, a Bustamante, la new age y Pasión de Gavilanes. —Y lo malo –concluyó– es que lo peor está aún por venir. Es cierto: los grandes temas del romanticismo clásico –la pasión libertaria, el gusto por lo esotérico, el culto a la naturaleza y, sobre todo, la hipertrofia de los sentimientos– han alcanzado tal crédito social y cultural que nadie cuestiona su primacía sobre cualquier otro valor.
Pero sólo ha cambiado el momento        —¡Mamá, has herido mis sentimientos...! –clamaba enfurecida Vanesita Ramírez, empleando una expresión oída en un telefilme que le había gustado mogollón–.
        Y la sicóloga Cuquita R. Williams, aconsejaba a una atribulada estudiante de bachillerato:
        —Si sientes algo especial, no temas; libérate de tabúes, corre al encuentro de "él", y entrégate sin tasa.
        El lenguaje de Cuquita es mohoso, pero su doctrina está al día: "sentir algo especial" es suficiente para legitimar cualquier comportamiento.
        Hubo un tiempo en que a los niños nos decían cosas terribles como esa de que "los hombres no lloran". Hoy, por el contrario, llorar es obligatorio. Hay que gimotear, dar rienda suelta a los lagrimales sin miedo a asperger a los vecinos. En el triunfo y en el fracaso, cuando ganamos Operación Triunfo y cuando fallamos un penalti, cuando declaramos nuestro amor y nos lo declaran, nada mola más que una lacrima sul viso.
Más de lo mismo        —¡Es tan mono! –decía Jessica a su hermana–. Cuando me pidió salir, lloraba como un niño...
        —Y tú, ¿hacías pucheros?
        —¡Ay, sí...!
        Un día llegó lo inevitable: el romanticismo y el hedonismo se encontraron; comprendieron que habían nacido el uno para el otro y se unieron en solemne concubinato. Al fin y al cabo, entre la exaltación de los sentimientos y la glorificación del placer casi no hay distancia. El hedonismo aportó al romanticismo el aspecto práctico: convirtió el amor en una cuestión química de intercambio de fluidos, desechando su dimensión espiritual. El romanticismo, por su parte, envolvió en un celofán de suspiros las toscas exigencias hedonistas, y renunció a hablar de amor eterno, de fidelidad y de otras obscenidades semejantes. En nombre de los sentimientos –que todo lo justifican– convirtió las urgencias sexuales en actos virtuosos, en lírica pura. Y nacieron los guarrománticos.
Próximas entregas        Los guarrománticos están por todas partes: hay culebrones guarrománticos, música guarromántica, literatura y hasta poesía guarromántica. Y telefilms, videojuegos, comics... Pero hay, sobre todo, demasiadas víctimas del virus. Pienso en los más jóvenes: miles de chicos y chicas corrompidos, que no se merecían estar así.
        Después de charlar con uno pensé escribir estas líneas. Y escribiré algunas más sobre los viejos guarrománticos y sobre los cobardes que no hemos sabido detener la epidemia. Hablaremos también de la vacuna











Los aspectos sexuales de la adolescencia


Con el cuerpo

        La adolescencia transcurre desde los 11 ó 12 años hasta los 16 ó 17 aproximadamente. En los países anglosajones cuando se habla de los adolescentes se les llama de los teen-agers.        La pubertad es el prólogo de la adolescencia. Comienza en torno a los 10 u 11 años en las niñas y los 12 ó 13 en los niños. Se podría decir que la característica más destacada de esta etapa es una explosión de crecimiento corporal y el inicio de la madurez sexual; crecimiento y madurez que se van a prolongar en toda la adolescencia. Lo más llamativo, por tanto, de la pubertad son estos cambios fisiológicos.
        El crecimiento está causado por el incremento en la producción hormonal de la glándula pituitaria. No es un crecimiento acompasado, sino que las piernas crecen más rápidamente que el tronco y las manos y los pies se hacen desproporcionados respecto al conjunto del cuerpo: es la edad del estirón que da a los adolescentes un aire desgarbado. También aparece el acné juvenil, debido a los desajustes hormonales, que unido a lo anterior les hace sentirse ridículos e inseguros; todo ello disminuye su autoestima, ya que no saben aceptar ese nuevo aspecto físico, y no se dan cuenta de que es transitorio.
        La causa del cambio fisiológico más importante de la adolescencia es el que se produce por la maduración de sus órganos sexuales. Los ovarios en las chicas, y los testículos en los varones, empiezan a producir los óvulos y los espermatozoides; y el principio de la maduración se va a notar en la primera menstruación en las chicas y en la primera eyaculación, que suele ser nocturna, en los chicos. A la vez, los órganos sexuales segregan a la sangre, y se extienden por todo el cuerpo, las hormonas femeninas y masculinas que van a ser la causa de la aparición de los caracteres sexuales secundarios. En las mujeres se manifiestan en que, junto a las primeras reglas, el cuerpo va tomando formas redondeadas, se produce una mayor anchura de las caderas y el desarrollo de los pechos, aparece el vello en las axilas y en el pubis. En el caso de los varones, junto a las primeras eyaculaciones, la aparición del bigotillo, y posteriormente la barba en la cara, y del vello en las axilas y en el bajo vientre, el cambio de voz y un desarrollo óseo y muscular más intenso.
Agitación también interior        Estos cambios fisiológicos van emparejados con cambios de conducta: falta de atención, menor rendimiento escolar, obstinación, brusquedad al actuar, desobediencia...
        Los adolescentes no comprenden lo que les pasa, y sufren porque se ven indefensos, como un bicho raro. Especial cuidado se ha de tener para explicar, antes de que ocurra, a las niñas lo que es la menstruación y a los niños lo que son las poluciones nocturnas, pues de otra manera se asustan, piensan que les pasa algo extraño y... como se sienten solos, porque no saben o no se atreven a explicárselo a sus padres, eso les lleva al aislamiento, la ansiedad e incluso pueden caer en la depresión.
        Superado este periodo de agitación y maduración sexual, los adolescentes entran en una fase más tranquila: empiezan a interesarse por las actividades sociales, superan su apatía y vuelven a interesarse por los deportes, se controlan más emocionalmente y suavizan su espíritu crítico. Todo lo cual hace que mejoren su comportamiento.








Libertad ante la presión sexual


        La frivolidad, el hedonismo y los intereses económicos generan más tragedias humanas que muchas guerras. Con el SIDA, al menos, sucede, pero seguimos mirando hacia otro lado, y desde luego ignorando el Tercer Mundo, donde esta enfermedad diezma la población.
         Hace unos días, un empresario de La Plana viajó a Sudáfrica. No era la primera vez. Los empresarios buscan materias primas en otros continentes, ya desde hace años, para poder competir: lo autóctono y lo global se han de complementar, y pobre del empresario que se niegue a esa evidencia. Pues bien: ese empresario me comentó que cada año mueren en Sudáfrica 300.000 personas a causa del SIDA. No falta ningún “cero” ni sobra: es la cifra que me dio. No hay que otorgarle el carácter de oficial a esa cifra, pero regresaba de ese país alarmado ante ese dato. Adultos, y muchos niños que nacen ya contagiados, mueren en ese país, y en tantos otros, ante el olvido, la superficialidad y un conjunto de causas que casi producen dolor de estómago.
         Hace poco, por el contrario, me llegó el dato de que en Uganda se ha reducido muy considerablemente el SIDA a base del fomento educativo y cultural de la abstinencia, de la responsabilidad sexual. Responsabilidad es abstinencia. En muy pocos años, ha sido un éxito.
La sonrisa de la abstinencia        Pese a los datos de Uganda y de Sudáfrica, en sentido contrario, en España y los países más desarrollados se insiste en el “sexo seguro”, que es una publicidad nada gratuita a empresas de anticonceptivos, fomentada por ciertos gobiernos irresponsables y con el cacareo orquestado de algunos intelectuales. Se siguen difundiendo, con formas renovadas, las teorías de Freud y de Marcuse, para quienes el sexo casi suplantaba a la razón y a la voluntad, explicaba casi todo en la vida y el llamamiento a una “liberación sexual” irrefrenable era la solución. ¿A quién interesa difundir estas ideas ahora? Otro día expondré mi opinión.
         Al leer “abstinencia sexual”, habrá alguna sonrisa o desdén, disfrazándola de “modernidad”. Seamos rigurosos: vayamos a los datos. En países como Panamá y Estados Unidos, se ha empezado a promover la educación sexual basada en la abstinencia. La Universidad de Harvard ha recogido datos de que un 30% de las escuelas están aumentando sus programas basados en la abstinencia hasta el matrimonio.
         A los jóvenes hay que hablarles de pensar en su futuro y en el de África, que no es “no al sexo”, sino libertad de la presión sexual, libertad de los embarazos, libertad de las enfermedades y libertad emocional ante la promiscuidad sexual. Los jóvenes son víctima de los complejos y crueldad de los adultos: ¡responsabilidad y rigor científico!








Amor y ortografía


La ortografía, su historia y su valor
        Cuando a Garzia Märkes (lo escribo así, por si le gusta) se le ocurrió decir que sobraban las normas de ortografía, una tropa de académicos, escritores, radiohablantes, catedráticos y columnistas se le lanzó a la yugular.        Desde Lázaro hasta Anson –que ya se liberó de un acento–, pasando por Gala, Goytisolo o Lapesa, todos emplearon los mismos argumentos: "la ortografía es el andamiaje del idioma; es un lujo irrenunciable. La ortografía fija el lenguaje y hace posible que las mil y una hablas que han nacido del español formen un solo idioma…" Los más benévolos aseguraron que el bueno de García Márquez chocheaba. Poco más se dijo.
        No tengo más remedio que coincidir con tan sesudos lingüistas. Pero, la verdad, he echado de menos una defensa algo más convincente de nuestra ortografía.
        Porque la ortografía es, ante todo, una cuestión de amor: de amor a lo que se escribe y de amor a las palabras con que se escribe.
        Las palabras son como seres vivos. Hay palabras jóvenes, recién pronunciadas y todavía inéditas en el mundo de la letra impresa, que tal vez mueran sin pena ni gloria. Hay palabras adolescentes, que entran con sospechosa arrogancia en las páginas de los libros y de los periódicos; pero se nota enseguida que están incómodas, que no saben alternar con tanto vocablo prestigioso. Su indumentaria (quiero decir su ortografía) suele estar poco definida, y aun su mismo futuro parece poco claro.
        Hay palabras en cambio con siglos de historia; fueron dichas, recitadas y escritas en todos los acentos y con todas las tintas. Quizá alguien las grabó por primera vez en un viejo pergamino y continúan vivas en las pantallas de los ordenadores. Su ortografía es su curriculum vitae. Aquella hache que en Castilla no se pronuncia y se sigue aspirando en Cádiz, fue una efe para el Marqués de Santillana. Aquella uve tiene que ser uve y no be, porque, si la cambiásemos, dejaríamos huérfana a la palabra, le arrancaríamos sus raíces latinas o griegas, sus señas de identidad; sería sólo un sonido degradado, sin pasado ni historia, y, por tanto, perdería buena parte de su capacidad de evocación, de la carga expresiva que está más allá del significado literal.
        Por amor a esa palabra (que, desde luego, vale siempre más que mil imágenes), debo respetar el vestido con que se me presenta. No puedo desnudarla ni uniformarla con el consabido vaquero usado. Y procuraré que se encuentre a gusto entre los demás vocablos, mimando la sintaxis, procurando que descanse en cada coma y tome aire en los puntos. Todo esto es cuestión de amor. ¿Acaso el mismo amor no es también pura cuestión de ortografía?
En efecto, como en el amor        — ¿De ortografía?
        Elena, que ha leído esta parte del artículo, me mira desconcertada.
        — Por supuesto. En el amor, desde luego, lo esencial es la entrega, la fidelidad…, esas grandes virtudes que lo sustentan. Pero hay un conjunto de pequeñeces que alimentan el cariño, lo hacen crecer y lo mantienen vivo: es la ortografía del amor. Cuando un amor muere, generalmente ha sido asesinado a base de pequeñas faltas de ortografía.
        Elena me mira de reojo.
        — ¿Me está tomando el pelo?
        — No… Hay tres importantes reglas ortográficas en el amor: la educación, la memoria y la paciencia.
        Las faltas de educación a veces se disfrazan de confianza, pero son tan imperdonables como las haches fuera de sitio.
        Los "me olvidé", los fallos de memoria y las impuntualidades de cada día, pueden parecer intranscendentes, pero son como las ges y las jotas.
        ¿Y la paciencia? Son las bes, las uves y las haches intercaladas.
        — ¿Y los acentos?
        En el amor, los acentos son los detalles inesperados, las mil delicadezas que uno inventa.
Ortografía o piedad        — ¿Y la sintaxis?
        — Vale ya…, Elena. Piénsalo, y verás cómo se te ocurren un montón de manifestaciones. Porque, en el amor, hay incluso signos de puntuación.
        Por supuesto, hablo sobre todo en el amor a Dios, que es el amor de los amores. Y lo que he llamado ortografía, podría haberlo llamado simplemente piedad.
        ¿Qué trascendencia tiene, por ejemplo, una genuflexión omitida o mal hecha? Ninguna: es apenas una errata, una coma fuera de sitio.
        ¿Qué más da una postura que otra en la Iglesia? Da poco: es sólo un defecto de estilo, un chirrido en la prosa.
        ¿Y a Dios qué le importa si voy a comulgar mejor o peor vestido, si los manteles del altar están limpios o sucios, si hablo, callo, río o bostezo? A Dios, en efecto, le da lo mismo. Pero a ti no.
        Y es que ya lo dijo San Josemaría: Es misión muy nuestra transformar la prosa de esta vida en endecasílabos, en poesía heroica.
        Dicho en prosa, lo importante es amar con buena ortografía.










Recuperar la virginidad
Y responden a la verdad buena

        Un grupo de adolescentes me invitó a que les hablara del amor. Al comenzar, les aseguré que aprendería de ellos mucho más de lo que se pudieran llevarse de mis torpes palabras. A fin de cuentas, sólo soy un escritor, aunque lo de mis novelas no parecía importarles demasiado. De mi vida prefirieron atrapar el estado civil, casado, aunque supieron leer –tan jóvenes– entrelíneas mucho más, hasta descubrir una historia de amor que comenzó hace quince años y que mejora en el tiempo desde que nos comprometimos para siempre, frente a Dios y los hombres.
        Aquellos adolescentes son consumidores de series de televisión, claro, y de botellones, y del festival con el que nuestros políticos fomentan la difusión de todo tipo de técnicas para practicar un sexo seguro, y del horror con el que esos mismos políticos (y sus compinches, que son, ¡ay!, muchos) solucionan los embarazos a destiempo.
        En un primer momento pensé que no me entenderían, porque cuando hablo del amor, el corazón y la boca se me llenan de realidades muy distintas al sexo de usar y tirar: compromiso, fidelidad, entrega, optimismo, renuncia, espera… Decidí plantearles el reto del amor eterno, una quimera muy real y a la que ni siquiera la muerte tiene posibilidad de vencer, porque durará para siempre: ella y él, bien juntos, ante una felicidad que no se agota.
        Para mi sorpresa, el auditorio respondió con un silencio expectante. Sospechaban que el único amor que puede colmarnos tiene condiciones. La primera, vivir un noviazgo limpio, que ayude a conocerse, a respetarse, a preparar el momento del compromiso definitivo en el que uno renuncia a su intimidad material, corporal, espiritual…, en beneficio exclusivo del otro, sin utilizaciones, vacuidades ni coacciones. A recuperar incluso la castidad, la virginidad, con la ilusión de quien va preparando la celebración del “Sí, quiero”, que es el “Te quiero para siempre, sin vuelta atrás”.
        “¿Os parece un sinsentido volver a ser vírgenes?”, les pregunté con la inquietud de que me hubiesen catalogado de iluso, de loco. Entonces estalló un aplauso largo y sostenido, el aplauso que merecía la resolución que muchos de ellos acaban de tomar.








Por una libertad responsable




Nacemos con libertad; pero hemos de aprender a ejercitarla. Se nos ha dado la capacidad de pensar y decidir por nosotros mismos; pero hemos de ajustarnos a la Verdad y al Bien, porque ambos existen, aunque en nuestra cultura relativista todo se cuestione.
Libertad, es palabra que oímos con frecuencia en boca de la gente. La escuchamos en familia y en el parlamento, en mercados y en las calles, escrita la vemos en paredes y pancartas , en los libros y periódicos. Su utilización está bien vista y en ocasiones hasta se hace indispensable pronunciarla. En una sociedad como la nuestra, rendida a sus encantos, los hombres se creen libres cuando hacen los que les viene en ganas ; pero eso no es la libertad. La Libertad con mayúscula es otra cosa.
A partir de aquí se explican muchas cosas. En nombre de la libertad se han realizado proezas sin medida. Hombres y mujeres han estado dispuestos a morir por ella. En nombre de la libertad también se han cometido y se cometen muchos crímenes y abusos; si lo sabría bien la musa de la revolución francesa Madame Roland quien antes de morir guillotinada en el Paris del siglo de las luces, alzó su mirada hacia la estatua de la Libertad para decir “¡Oh libertad cuantos crímenes se han cometido en tu nombre”
¡Lástima que de ello no hubiera dado cuenta antes! La palabra libertad en boca de los mártires y santos puede que sea una de las palabras más hermosas de nuestro diccionario; pero en boca de exaltado libertarios puede infundirnos pavor.
Las ideologías de las últimas décadas nos han trasmitido un fervor idolátrico por la libertad y lo que nosotros hemos hecho es quedarnos sin más con la palabra simplemente, sin profundizar en su sentido. De su auténtica verdad hemos quedado huérfanos, la hemos ido expurgando de todo compromiso, la hemos ido ensuciando hasta hacerla irreconocible. La libertad ha llegado a ser sinónimo de permisividad. A más permisividad más libertad , como si ambas fueran mitades de un mismo todo. Éste es el drama de nuestro tiempo.
La libertad que a la gente gusta es la que da derecho a todo y nos dispensa de cualquier deber. Es la libertad exenta de responsabilidades y de cargas. Es la libertad del que dice: que me dejen ser libre para vivir mi vida y poder saciar mis apetitos, libre para entregarse a la perversión que más le apasiona, libre para hacer con su cuerpo y con su vida lo que quiera, porque para eso es suyo. Libertad para probarlo todo. Se pide libertad para poder entrar en barrizales de accesos fáciles, aún a sabiendas de que una vez dentro va a ser imposible salir de ellos, porque encadenan de por vida. Libertad, libertad en todo y para todo. Esta y no otra es la libertad que a veces se predica, que a veces se bendice, que a veces se tolera. En una sociedad así los jóvenes no tienen necesidad de ser rebeldes o inconformistas porque todo se consiente. Gracias papá , gracias mamá por comprenderme , por no cercenar mi libertad, por dejarme hacer lo que yo quiero…Cualquiera puede ver por nuestras calles, jóvenes, también niños y niñas, arrastrarse por el suelo, víctimas del alcohol o de la droga. Siento pena por ellos, porque me imagino cual puede ser su final. …¿qué se puede pensar de una libertad así?
Aspirar a ser libres sin ataduras de ninguna clase es un sueño imposible, pretender hacer y deshacer sin tener que responder por ello ante nada ni nadie es una indignidad. . Normalmente sucede, que quien comienza haciendo sólo lo que le apetece, acabe siendo lo que nunca quiso llegar a ser. Responsabilidad de los gobiernos, de la sociedad , de los educadores, de los padres, de todos es hacer de la libertad, expresión de la suprema dignidad del hombre asociada al deber, a los compromisos y exigencias de nuestra Naturaleza Humana, nunca un camino fácil hacia la degradación y hacia la esclavitud de nuestras propias pasiones. En nuestro mundo materialista y ateo aún se sigue hablando del ideal de la libertad; pero esto es engañoso pues sin Dios la libertad no es posible.
Nunca como ahora el hombre se ha sentido tan libre; pero ¿en realidad lo es? Habría que recordar al respecto aquellas palabras de Goethe ”Nadie es más esclavo que quien se considera libre sin serlo. No esperes que nadie te regale esta libertad de la que hablo , eres tú quien tiene que conquistarla.

Ángel Gutiérrez Sanz










Los jóvenes desean formar 
familias estables



Los que hoy son jóvenes
        Un estudio de Bancaja, entre jóvenes de la Comunidad Valenciana, basado en 2.000 encuestas arroja unos datos que bien se merecen una reflexión. En primer lugar, habría que ponerse de acuerdo sobre qué entendemos por “jóvenes”, porque para mí es más que discutible asimilar esa etapa de la vida a los que tienen entre 16 y 30 años, que es lo ahora es habitual, y de hecho es la edad que ha estudiado Bancaja.
        Podemos afirmar que denominamos “joven” a quien no está maduro, a quien no asume la responsabilidad plena de su propia vida, tanto en el sentido de su alimentación como en el de la vivienda. El joven depende de sus padres, o de sus parientes. Hace unos años, sería impensable denominar joven a quien ya tiene 29 ó 30 años. Hoy en día, y no es una casualidad, es la edad en que se suele contraer matrimonio.
        Los jóvenes son como se les educa o se permite que se eduquen. No pretendo defender un determinismo pleno, puesto que cada persona mayor de edad es dueña de sus decisiones, sea cual sea el ambiente familiar, académico o social. Por tanto, al detectar deficiencias en la maduración de nuestros jóvenes –aceptando el tope de los 30 años–, no pretendo menospreciar a los jóvenes ni generalizar. De todo hay en todas época y en toda generación.
        No deja de ser preocupante el resultado de esas 2.000 encuestas. Nuestros jóvenes ordenan así sus valores: familia, ocio, amigos y trabajo. Que la familia ocupe el primer lugar, en todas las encuestas, es muy loable y es una prueba más de que es el eje de los valores sociales, y por tanto requiere el mayor esmero por parte de todos. Lo que sí sería más interesante es analizar cómo ven los jóvenes su papel en la familia: si es porque reciben mucho, porque ven que es una institución que requiere contribución de todos sus componentes o todo un conjunto de motivaciones, que abarcarían generosidad sin límite y egoísmos larvados o expresos.
        En gran medida, los jóvenes valoran la familia en primer lugar por el deterioro que ha experimentado en las últimas décadas: no quieren una familia devaluada, inestable, caprichosa, porque desata todo tipo de desequilibrios e inhumanidades. Y ahí echo “piedras sobre mi tejado”, el tejado de mi generación: los que ahora somos cuarentones.
Lo que es preocupante        La mejora de la calidad de vida es positiva, pero debe saber administrarse. Si amortigua valores superiores o los anula, cayendo en una comodidad creciente, hay que preocuparse. Y es preocupante que el segundo valor entre los jóvenes sea el ocio. Por supuesto que es sano el descanso, el ocio –no todos, evidentemente–, pero entronizarlo como “subcampeón” de los valores, me parece excesivo, por encima de la amistad y del trabajo. Lo peor de todo es que esta encuesta nos cuadra a todos: se corresponde con lo que se observa en los jóvenes genéricamente.
        Alguien puede objetar que en “ocio” se incluye la lectura, el deporte, el intercambio cultural. Con todos los respetos, y salvando excepciones, ocio es ese tener tiempo para uno mismo, al menos tener esa opción. Probablemente es consecuencia de lo que los jóvenes han visto en nosotros: excesiva dedicación al trabajo, en detrimento de la familia, de la calidad de vida, de las amistades.
        Las preguntas fluyen. ¿Qué hay de otros valores entre los jóvenes? La cacareada solidaridad, la paz, los derechos humanos, el amor humano y el matrimonio, los valores religiosos, los viajes para conocer otras culturas, los valores asistenciales, y así un largo etcétera. Tenemos que reconocerlo: nuestros jóvenes piensan demasiado en sí mismos y en su comodidad, porque o lo han visto en sus mayores o como reacción ante valores reales que conducen al nihilismo y al permisivismo. Del mismo modo que no podemos caer en el papanatismo o la alabanza tonta de todo lo que hacen los jóvenes por el temor a ser calificados como “carrozas”, tampoco podemos estigmatizar genéricamente a ningún estrato social, sobre todo cuando es un estrato –el de la juventud– que depende mayoritariamente de los adultos.








sexting - peligrosa moda adolescente

El “sexting”, una peligrosa moda adolescente






Pocos son los adultos que saben de qué se trata este fenómeno y lo preocupante es que cada vez aumenta su uso entre las nuevas generaciones. Se trata de exhibicionismo online que en la mayoría de los casos inicia como una actividad inocente entre los adolescentes.

Hasta hace unos años las cartas de amor eran los medios utilizados por los jóvenes novios para demostrarse su afecto y cariño. Con la evolución de la tecnología, las cartas han sido reemplazadas por la moda del “sexting”, que hoy se ha convertido en la nueva forma en que una pareja “se demuestra cariño”, sin tener en cuenta las consecuencias que esto puede ocasionarles. Adicional a esto, hay otra parte de la población juvenil que usa el sexting para divertirse o también con fines de crear popularidad y lograr aceptación entre su grupo de amigos.

Qué es el sexting

El término sexting nació de la conjunción de las palabras “sex” (sexo) y “texting” (envío de textos) para referirse al envío de imágenes de ellos mismos o de amigos con poca ropa o en posiciones eróticas a través de celulares, computadoras con cámara u otro dispositivo electrónico.

Todo surge cuando los adolescentes deciden tomarse fotos o videos con las características descritas y las envían inocentemente a un chico(a) que quieren conquistar, pues confían en que el receptor se quedará con las imágenes. Sin embargo, la mayoría de las veces dichas imágenes suelen transmitirse de persona en persona hasta proliferarse en la web rápidamente, dejando al protagonista de la foto o video en boca de todos.

Según los expertos, las causas de este fenómeno van desde la desatención familiar hasta el mayor acceso a los medios tecnológicos sin el control y orientación de los padres, situación que pone en riesgo a los chicos quienes no poseen el criterio para medir lo que implica subir a la web o enviar por celular fotos o videos íntimos.

¿Por qué lo hacen?

Como padres de familia es importante detener esta situación, ya que pone en riesgo la seguridad y la integridad de los hijos, no únicamente adolescentes sino que cada vez más menores de edad practican este tipo de actividad. Para ello el portal Almas (Asociación por la madurez afectiva y sexual) expone la importancia de entender por qué lo hacen:

Porque creen que una imagen en su celular está segura sin darse cuenta que puede existir: un robo, un error, una broma, un extravío, y poner en riesgo su seguridad.

La segunda razón es que los adolescentes confían plenamente en la discreción y el amor eterno, por parte del destinatario del envío. Carecen de experiencia vital suficiente que les invite a pensar en que las cosas, en la vida, cambian por muy diversos factores.

Los adolescentes al tener la necesidad de sentir que pertenecen a un grupo pueden llegar a sentir cierta presión que les lleva a ganar notoriedad y aceptación en este contexto, el digital, tan importante para ellos. Este factor, añadido a la plenitud hormonal, puede generar combinaciones poco recomendables.

Las figuras que admiran los adolescentes son generalmente artistas, cantantes, modelos que pocas veces se muestran recatados, y respetuosos hacia su propia persona. La mayoría de las veces los adolescentes imitan a este tipo de personajes.

Desconocen las consecuencias pueden llegar a tener en casos de que tengan este tipo de actividad.

La natural falta de percepción del riesgo que acompaña a la adolescencia y el espíritu transgresor desencadenan ciertos desafíos. En algunos casos resulta simplemente divertido, en otros, sirve para coquetear o dar otro contenido a una relación.

Algunas cifras

Datos del National Crime Prevention Center Council, indican que el 65% de los jóvenes envían sexting para divertirse, mientras que el 52% de las adolescentes han enviado algún sexting como “regalo” para su novio. Además se reporta que el 60% de los adolescentes nunca ha comentado a sus padres sobre esta práctica.

Andrés Velázquez presidente y fundador de MaTTica, empresa de investigación digital, explica que países como Colombia han reflejado un preocupante incremento en esta tendencia, donde el 57% de los jóvenes han sido participes de esta actividad. Mientras que en México se ha registrado un incremento exponencial en casos de sexting, ocupando el primer lugar a nivel mundial, en intercambio de archivos digitales con contenido pornográfico infantil.

Según el directivo, el problema no es la tecnología, sino cómo hacemos uso de ella. “Tenemos que entender que todo viene de casa: los padres de hoy crecimos sin esta tecnología, por lo tanto no hemos aprendido sobre lo que se puede y no se puede hacer en las redes sociales, y nos resulta difícil llegar a educar a los jóvenes en estos temas”.

¿Qué hacer como padres?

Algunas recomendaciones para orientar a los hijos ante esta moda:

Formarles conciencia acerca de la importancia de su cuerpo y su integridad en general.

Mostrarles las consecuencias que tiene el tener este tipo de prácticas.

Fomentar su autoestima, un chico o chica con alta autoestima y un buen sentido de sí, no permitirá que esto le ocurra.

Enseñarles la importancia de no reproducir o reenviar este tipo de mensajes en caso de que reciban alguno.

Crear un vínculo de confianza con los hijos, de forma que se puedan comunicar de manera asertiva y así asegurarse que sean los padres las primeras personas contactadas en caso de necesitar ayuda.

Orientar a los hijos hacia el uso responsable de la tecnología y los riesgos asociados a ella. Si se le va a dar un celular a un menor, se le debe explicar para qué es, lo que pueden hacer con él y lo que no.

No restringirles el uso de tecnología. Comúnmente la curiosidad, acompañada de la restricción de los padres, conlleva a que los chicos busquen la información a través de amigos y de una manera irresponsable.

Ubicar las computadoras preferentemente en lugares visibles dentro de las casas, como en pasillos o en la sala, en los cuales los menores puedan ser supervisados por adultos y no se les permita tener demasiada intimidad con la computadora.

Educar en el amor

La mejor manera de cuidar la integridad de nuestros hijos es hablarles de las repercusiones que tiene usar la sexualidad como un objeto de placer que se utiliza sin tener en cuenta las repercusiones que a corto y mediano plazo ello representa (desvirtuar el verdadero sentido del amor).

La sexualidad basada en el amor y en el respeto debe ser educada con mayor relevancia en la adolescencia, etapa de la vida donde la afectividad puede vivirse con desenfreno e irresponsabilidad. La tarea de los padres es promover una sexualidad basada en la dignidad de la persona, que no otra cosa que el respeto del propio cuerpo y del otro. La sexualidad vivida desde esta perspectiva, es una donación de intimidades que parte de una entrega total como lo es el verdadero amor.





El amor definitivo


La aparición
        Para que surja el amor es necesario un cierto grado de madurez. Es verdad que mucha gente se ha enamorado, o cree que se ha enamorado, cuando era pequeño, porque le gustaba una niña o un niño. La precocidad de algunas personas hace que noten desde muy pequeños la atracción por los niños del sexo contrario. Muchas veces, sin embargo, lo que ocurre es que los niños, como aprenden de los adultos por imitación, dicen o se creen que "son novios".
        En los primeros años de la adolescencia (12 y 13 años), los chicos tienen un interés relativo por las chicas, aunque ellas si pueden interesarse más por los chicos, sobre todo por los que son mayores que ellas. Con los 14 años unas y otros se acercan más y se tratan con más soltura. En algunos casos surgen romances que, normalmente, duran semanas o unos pocos meses.
        Para enamorarse hay que haber madurado sexual y afectivamente; y como esto no empieza a ocurrir hasta ya entrada la adolescencia (15 y 16 años), esta es la época en la puede surgir el amor. Para los adolescentes más precoces, que maduran antes, puede ocurrir a los doce o trece años.
        Estos enamoramientos primerizos son la cosa más natural del mundo. Responden a la incipiente madurez de la sexualidad que se produce en esa etapa de la vida que se llama adolescencia. La sexualidad no se refiere sólo a la maduración de los órganos sexuales, que van a dar la capacidad biológica de procrear, la sexualidad afecta a toda la persona. Desde su aparición en la tierra, el hombre ha sido creado como ser sexuado: mujer o varón. Y puede decirse que, aunque es obvio que se hace presente antes, es en la adolescencia el momento en que esa sexualidad se hace plenamente presente: desde el punto de vista corporal y psíquico. Se es mujer o varón en el cuerpo, y se funciona y se siente como mujer o como hombre.
El sexo y su medida        La existencia de los dos sexos, la atracción entre ellos, y la relación de la unión sexual con la vida –los hijos nacerán de esa unión– son aspectos que existen en la misma naturaleza, pero con la certeza de que son buenos y grandiosos porque son queridos por Dios. Ya en el primer libro de la Biblia, el Génesis, donde se cuenta la creación, dice Dios: "No es bueno que el hombre –refiriéndose a Adán– esté sólo; voy a hacerle una ayuda adecuada para él". Y así creó a Eva. "Entonces dijo el hombre: Ésta si es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Se le llamará mujer, porque del varón fue hecha. Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne. Se va a llamar Eva (madre de todos los vivientes)".
        Cuando la sexualidad está ordenada, las personas pueden actuar libremente. Si el sexo no se usa en los términos queridos por Dios, el impulso sexual es tan poderoso que arrastra a la persona y la bloquea para cualquier otro interés o actividad, perdiendo en gran medida el potencial de su libertad. Al ser el impulso sexual, después del instinto de conservación, el más fuerte, si no está ordenado por la inteligencia (sabiendo lo que está bien y lo que está mal), y regulado por la voluntad, suele absorber la atención del que no lo usa bien, para convertirse en un tema que puede ser obsesivo; como pasa con las personas que no piensan en otro cosa o todo lo piensan en términos sexuales: los obsesos sexuales.




¿Sexo por curiosidad?



Algo muy grande está en juego
        —Si me quieres, dame una prueba: ¡entrégate a mí!, dice el novio.
        —Si te quiero a la mala, sí te la daré, para que te degrades tú y, a tu vez, me degrades a mí.
        —Hablo en serio, te amo. ¿Cuándo vas a ceder?, insiste él.
        —No soy coche para que me pruebes; soy persona, única e irrepetible. Ceder una o dos veces equivale a rodar cuesta abajo... Hasta aquí dejamos nuestra relación. No quiero que el hombre de mi vida llegue a decirme: “¿cuántas veces has sido probada y rechazada?”.

        Hay mujeres que ceden a las presiones del novio, para tener relaciones sexuales, porque no quieren perderlo y porque tienen curiosidad. No se dan cuenta del peligro que lleva esa decisión: no ven que empezar a ceder es empezar a corromperse y a corromper al otro. El sexo no es un juego. La sexualidad es tan maravillosa que se ha de cuidar para alguien que valga la pena y dentro del matrimonio. Amar es querer el bien; no es fácil perseguir el bien del otro porque hay una tendencia fuerte al egoísmo. Aquel bien que le ofrecemos a la persona amada ha de ser un bien real ha de ser algo que la mejore, y no que me beneficie sólo a mí.

        Cuando Bernardo de Claraval era muy joven, en cierta ocasión, cabalgando lejos de su casa con varios amigos, les sorprendió la noche, de forma que tuvieron que buscar hospitalidad en una casa desconocida. La dueña les recibió bien, e insistió que Bernardo, como jefe del grupo, ocupase una habitación separada. Durante la noche la mujer se presentó en la habitación con intenciones de persuadirlo suavemente al mal. Bernardo, en cuanto se dio cuenta, fingió que se trataba de un intento de robo y empezó a gritar: “¡Ladrones, ladrones!”. La intrusa se alejó rápidamente. Al día siguiente, cuando el grupo se marchaba cabalgando, sus amigos empezaron a bromear acerca del imaginario ladrón; pero bernardo contestó: —“No fue ningún sueño; el ladrón entró, pero no para robarme el oro y la plata, sino algo de mucho más valor”.
        Amar a alguien es desear que esa persona se desarrolle, sea mejor y alcance la plenitud a la que está llamada.
Tan grande que no tiene precio
        Cuentan que un profesor fue a visitar París, un fin de semana, acompañado por dos alumnos. De pronto, vieron a una prostituta parada en una esquina. Vieron que su profesor se dirigió hacia ella y le preguntó:
        —¿Cuánto cobra?
        —Cincuenta dólares.
        —No, es demasiado poco.
        —¡Ah!, sí, para los americanos son150 dólares.
        —Es aún muy poco.
        —¡Ah, claro!, la tarifa de fin de semana es de 500 dólares.
        —Incluso eso es demasiado barato.
        Para entonces la mujer ya estaba algo irritada, y dijo:
        —Entonces, ¿cuánto valgo para usted?
        —Señora, nunca podré pagar lo que vale usted, pero déjeme hablarle de alguien que ya lo ha hecho.

        Y le habló de Cristo, de su Pasión y Muerte por nosotros.
        La Biblia habla del valor del cuerpo, y dice algo que muchos jóvenes de hoy ignoran: “Fuisteis comprados a gran precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo (1 Cor 6,20). El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor (1 Cor. 6,13). ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? (1 Cor 6,15)”.






Jugando a ganar juntos

Desde finales del siglo XIX, en que las primeras feministas luchaban por el derecho al voto, las mujeres hemos alcanzado muchas reivindicaciones luchando contra un mundo de hombres. Hoy hacemos todo lo que hace un hombre, pero lo hacemos como lo haría una mujer. Ya es hora de dejar atrás el ineficaz esquema de competencia entre hombre y mujer, donde forzosamente uno gana y solo si el otro pierde. Hay que aprender a jugar con un esquema más inteligente: ganar los dos.

Este juego no se reduce al matrimonio, institución natural que quizás por sí misma pone de manifiesto, que el éxito del mismo, depende de que ambos busquen el triunfo del otro. La relación de colaboración entre hombre y mujer puede y debe aplicarse a todas las realidades de la vida. Aunque parece increíble, todavía existen empresas que no admiten mujeres en el staff directivo o en el área de planeación estratégica; o instituciones políticas como ciertas monarquías en las que el derecho de sucesión sigue ligado al sexo masculino, o auditorios religiosos en los que se excluye a la mujer, solo por serlo.

Hay que aprender a jugar juntos. Hay mucho que hacer en este mundo para que además nos excluyamos solo por el género. En este juego que nos presenta la vida hay dos reglas claves para que logremos éxito:

1. Conocerse y admirarse mutuamente
2. Definir juntos la meta

1. Conocerse y admirarse mutuamente

La ciencia tiene aún un largo recorrido hasta que vaya desentrañando las consecuencias de estas diferencias. No es anecdótico que los cerebros de hombre y mujer sean de distinto tamaño, o que la mujer cuente con un sistema hormonal más complejo que el masculino. Diferencias reales, que lejos de marcar distancia, se convierten en oportunidades si ambos sexos se descubren en su riqueza, se admiran.

Nada de creencias de superioridad de un sexo sobre el otro. Quien las tiene es porque se conoce poco, y menos al otro (o a la otra). La admiración de un sexo por el otro es fundamental en la relación entre ambos. Bien afirmaba William James que el principio más profundo del carácter humano es el anhelo de ser apreciado. Por ello la naturaleza, ha puesto en la raza humana, una natural atracción entre ambos sexos, que puede y debe de crecer con el conocimiento mutuo.

A la vez que admiramos las diferencias que se descubren en el otro, hay que evitar caer en posturas rígidas que encasillan a ambas personalidades: el hombre es más inteligente que la mujer, la mujer es más detallista que el hombre, el hombre es menos sensible, etc. Al final al cabo, ambos por el solo hecho de ser seres humanos, y por lo tanto seres libres, y seres culturales, somos hijos de un tiempo, de una cultura y una educación. Ni la sensibilidad es una propiedad exclusiva de la mujer, ni la fortaleza del sexo masculino.

2. Definir juntos la meta

La vida humana es un recorrido. Hay que decidir a dónde queremos llegar. El triunfo es más seguro si somos ambos sexos quienes lo buscamos, y ponemos lo mejor de cada uno, al servicio del mismo. Bien puede ser la educación de un hijo, una aventura comercial, una expedición, el ejercicio de servicio público, de un acto de gobierno o de una investigación científica. Cada sexo puede aportar sus fortalezas en orden a la meta. El resultado será más completo, rápido y posiblemente más gratificante para ambos y los beneficiados del mismo.

Es la hora de que ganemos ambos sexos. Es hora de colaborar. Tengamos la humildad suficiente para saber que nos podemos ayudar. Quizás hasta ahora, como decía Robert Kennedy, nos hemos centrado en ver las cosas y preguntar cómo son y ¿Por qué son así?, y puede ser que deba de llegar ya la ocasión, en que soñemos con lo que aún no existe, y nos preguntemos ¿Por qué no?.









Los nuevos románticos
  

       
Mejores en bastantes aspectos aunque parezca lo contrario 


Es frecuente leer y escuchar quejas sobre la juventud actual, sobre su pobre formación intelectual, sus frágiles hábitos de trabajo, su dificultad para comprometerse en empeños de envergadura y de altos vuelos. Sin embargo, resulta difícil encontrar valoraciones positivas de todos aquellos ámbitos en que los jóvenes de hoy aventajan con mucho a las generaciones precedentes, y en particular, a la de sus padres.
        No me refiero sólo a la soltura que muchos de ellos tienen con la lengua inglesa o al dominio de las herramientas tecnológicas, sino sobre todo al desarrollo de las virtudes que favorecen la armonía y la convivencia social. Me parece que puede decirse de forma rotunda que los jóvenes de hoy son más amables, cordiales y acogedores que sus padres, que pertenecieron quizá a una generación más rebelde y airada. Para comprobar esta realidad basta con mirar los habituales conflictos entre los miembros de la clase política y el desinterés general de los jóvenes por esas batallas de "sus mayores".
        Un rasgo distintivo de la juventud actual es su carácter gregario y su gusto por lo masivo. Los jóvenes de hoy no son independientes, sino que tienden a actuar en grupo. Les gustan las discotecas abarrotadas y las terrazas de los bares llenas de gente. Para ellos, "ser normal" es siempre actuar como los demás. Ocultan sus diferencias personales porque necesitan ser aceptados por sus iguales.
        Los jóvenes de hoy son nostálgicos de la amistad. Quieren tener muchos y buenos amigos, aunque no saben bien cómo lograrlo. Les gusta tener amigos y simplemente estar con ellos, pues "para eso son los amigos". Impresiona el éxito entre los jóvenes de las redes sociales como Facebook: es una manera de compartir intereses –fotos, música, aficiones–, de establecer comunicación con otros chicos y chicas que, además, tienen pocas cosas que contarse: les basta con estar conectados. Una joven licenciada argentina a la que di alguna clase me tiene en su red de amigos, de la que formamos parte 178 personas. ¿Alguien puede tener 178 amigos?
        Quienes sostienen que ahora impera el relativismo y el escepticismo postmoderno están hablando –me parece– de los padres de la juventud actual, no de los jóvenes reales entre 18 y 25 años. Los jóvenes de ahora –me advertía un valioso alumno– son más bien neorrománticos, prefieren los sentimientos a la razón, la caricia dulce al conflicto. Nunca había oído esa expresión para caracterizar a los jóvenes, pero me parece un verdadero acierto. Nuestros jóvenes son unos románticos: no quieren cambiar el mundo, se conforman con querer y sentirse queridos.

        Viven en el presente y dicen que no quieren una esposa o un marido para toda la vida: les basta con alguien con quien estén a gusto porque les trate con ternura y respeto. El ámbito de lo sexual refleja mucho estos cambios, pues la intimidad sexual acaba siempre haciéndose eco de lo que ocurre en la sociedad. Mientras sus padres pudieron ser quizá partidarios del "amor libre" o del "amor para toda vida", ahora los jóvenes defienden el sexo como afectuosa expresión de ternura, sin compromiso ninguno. Los nuevos románticos no quieren vínculos para toda la vida, ni quieren responsabilidades.
       
Peligros de su modo de ser

 Lo que más llama mi atención es que estos jóvenes están del todo en contra de la promiscuidad: consideran totalmente inaceptable que una chica "salga" con dos chicos o que un chico engañe a su pareja. Los jóvenes no ven dificultad en las relaciones sexuales con tal de que sea por amor, pero en cambio les produce una profunda aversión el sexo por dinero. Los anuncios sexuales de los periódicos no están hechos para los jóvenes. Este neorromanticismo juvenil da mucho que pensar, pues tanta ternura sin compromiso está abocada –me parece– a una terrible soledad.









Amor, libertad y lealtad en el noviazgo I



Una pareja joven de esposos hablan sobre el noviazgo, la libertad, el amor y la lealtad.


Conversación con Javier Lozano y María José Garrote
 JAVIER LOZANO y MARíA JOSÉ GARROTE constituyen a ojos vista un joven matrimonio feliz. Nos encontramos en un Congreso sobre la Familia organizado por las APAS. Javier es abogado, con un prestigioso despacho profesional. María José es licenciada en Derecho, dedicada a su marido y a sus dos hijos. De momento tienen siete. María José y Javier, hace unos pocos años todavía eran "chico-chica" (nos reímos), aunque también algo más: eran "novios". Me parece que puede resultar interesante hablar con ellos del noviazgo. ¿Quién no habrá de pasar por tal situación si no la ha pasado ya; o, si su camino es otro, dar un consejo, una opinión oportuna sobre el asunto? Vayamos, pues, al grano.
-¿Qué recuerdos os trae el noviazgo, que tenéis aún tan cercano?
J.L.- Cualquier matrimonio feliz convendrá en que el noviazgo es una época que se recuerda con mucha alegría, incluso con cierta nostalgia, sana, como una etapa dorada de la vida. Pienso que la felicidad que después se da en el matrimonio, en buena medida viene del cuidado, del mimo -diría yo- que se haya puesto en cuidar el noviazgo.
-Bien, pero ¿qué se entiende, o qué os parece que debería entenderse por "noviazgo"? Algunos piensan que es un concepto anacrónico y, por otro lado, se usa a veces como un eufemismo de relaciones aberrantes. ¿Cómo podría definirse el buen noviazgo, conforme a la recta razón?
-Podríamos empezar por exclusión, diciendo lo que no es: evidentemente no es una simple relación de amistad entre un chico y una chica. Eso sería escaso para lo que se pretende. Pero tampoco es una "relación prematrimonial", en el sentido que se suele dar ahora a esa expresión, como si fuera bueno en el noviazgo todo lo que es bueno en el matrimonio.
El noviazgo va más allá de la mera relación de amistad. Se añade una atracción hacia el otro -el chico o la chica- de un orden especial, inmaterial, espiritual, que se quiere fomentar, enriquecer, cultivar, en orden a resolver dos cuestiones que entonces se plantean: una, si es posible la continuidad de esa relación gozosa que ha surgido; y otra, si puede convertirse en matrimonial. Es decir, el noviazgo se vive en relación a un posible o incluso probable matrimonio, del cual obtiene sus propias notas características. Es decir, de cómo se entienda el matrimonio, depende lo que se entienda por noviazgo.

LOS "EN-AMOR-DADOS"
-¿Y vosotros, qué entendéis por matrimonio y, en consecuencia, por noviazgo?
J.L. -El matrimonio es, en síntesis -como muestran el Derecho natural y el Magisterio de la Iglesia- la unión de uno con una para siempre, abierta a la fecundidad. Subrayo la palabra unión, aunque tiene mayor alcance y rigor jurídico la palabra "vínculo". Una unión que ha de ser fiel e indisoluble. Si lo concibes así, como en realidad es por naturaleza, en el noviazgo sabes con más claridad a lo que vas, que es a profundizar en el conocimiento de la persona con la que sales, con la cual posiblemente podrás llegar a compartir toda tu vida.
El mismo lenguaje tiene expresiones acertadas para la variedad de situaciones, recogidas por el profesor Viladrich en un libro que recuerdo con agrado, Amor y matrimonio. De los novios se dice que están enamorados: "en-amor-dados", es decir, viven una relación de cariño presidida por el respeto y la lealtad. Es un tiempo en que es natural pasarlo muy bien y disfrutar en el descubrimiento de otra personalidad, otro "yo", complementario en tantos aspectos. Pero es preciso tratarla en serio, sabiendo que el noviazgo es una cosa y el matrimonio otra. ¡Ya llegará, si Dios quiere!. No hay que tomarse anticipos. Recuerdo que nos decían mis padres cuando comentábamos en casa algún futuro plan, aunque no tuviera malicia alguna: "¡pero, ¿qué dejáis para el matrimonio?!". Hay sabiduría en esa pregunta.

LEALTAD EN LIBERTAD
M.J.G.- Con el matrimonio, los "en-amor-dados" se convierten en "es-po-sa-dos", porque se han creado unos vínculos afectivos que llegan a la entrega total y definitiva, que requiere absoluta fidelidad y ayuda mutua. Además, estas actitudes son exigibles por cada uno y debidas al otro. En el noviazgo, en cambio, hay que conjugar la libertad con la lealtad. Por eso el noviazgo tiene unos límites que no existen en el matrimonio y que no se deben traspasar. Y esto es lógico porque el matrimonio es indisoluble y el noviazgo no. El noviazgo es la preparación y debe estar regido más por la cabeza que por el corazón. Las decisiones deben estar tomadas con la cabeza. Cualquier extralimitación en el noviazgo, paradójicamente, se convierte en límite, en una especie de losa que después pesa sobre la libertad, y en consecuencia puede comprometer el acierto de futuras y graves decisiones.
En definitiva, aquí, como en todo, el dominio de la pasión impide el dominio de la razón, y hace muy difícil, si no imposible, hacer lo que realmente conviene en cada momento. Incluso me parece que durante el noviazgo la creación de ciertos lazos o vínculos -como tener cuentas corrientes conjuntas, comprar cosas entre ambos, etcétera- es innecesario, más aún, puede estorbar, porque crea una situación artificial que merma la libertad que sí es necesaria durante ese período.
-¿Esa libertad necesaria quiere decir que cada uno es libre de salir con el novio o novia, y también él con otras chicas y ella con otros chicos?
-Durante el noviazgo pueden surgir serias y razonables dudas sobre la conveniencia de continuarlo o de cortarlo. Y puede llegar un momento en que la lealtad exija plantear una crisis para no comprometer el futuro de ambos, que no debe edificarse sobre la inestabilidad. Cuando las espectativas, esperanzas, ilusiones no son compartidas o generan dudas fundadas, serias, sobre la estabilidad de la futura convivencia, hay que cortar. Porque si no, se crearía una situación artificiosa cada vez más difícil de superar. Los afectos creados y los intereses comunes conducirían o bien al aislamiento, que no es lo natural; o bien a buscar sistemáticamente la compañía de terceros, porque entre ambos ya estaría dicho todo y el encanto del salir solos se desvanecería.
Pero la lealtad obliga normalmente a los novios a no tratar a terceras personas de tal manera que facilite la dispersión del afecto. Hay una voluntaria atadura, la sujeción libre a unos deberes. José Luis Soria, en un libro muy útil, dice que quizá por eso tenga hoy tan pocas simpatías el noviazgo serio. Y añade que quien vea el deber como una falta de libertad, quien no sepa renunciar a determinadas posibilidades por amor, quien no quiera que nada ni nadie le coarte, quien no se decida a aceptar ese necesario condicionamiento, se descalifica automáticamente hasta para el matrimonio, que implica la definitividad del compromiso provisional y primerizo del noviazgo. Y nos estamos refiriendo no a un compromiso jurídico o formal, sino a un compromiso íntimo, quizá sin ninguna manifestación explícita, pero no por eso carente de fuerza.
-María José y Javier están tan de acuerdo, al menos en este asunto, que no es posible separarlos ni en los aspectos opinables de la cuestión. Merecen nuestra enhorabuena. Continúa, por favor, María José.
M.J.G.- Me parece muy enjundioso el consejo del beato Josemaría Escrivá de Balaguer, que he leído en Conversaciones: "el noviazgo debe ser una ocasión de ahondar en el afecto y en el conocimiento. Y, como toda escuela de amor, ha de estar inspirado no por el afán de posesión, sino por el espíritu de entrega, de comprensión, de respeto, de delicadeza" (). Me parece que en estas palabras se puede descubrir el ambiente en el que pueden desarrollarse armónicamente, sin estorbarse, al contrario, tanto la libertad como la lealtad.
-¿Y no es muy difícil -imposible, piensan algunos- vivir con esa nobleza, con esa limpieza, o por decirlo mejor, con esa pureza de intención y de conducta que estáis proclamando entre líneas? (María José y Javier no creen ser una excepción y realmente no lo son. No son extraterrestres) La pregunta es la siguiente: ¿Qué hay que hacer y qué hay que evitar para conseguirlo?
M.J.G. -Fácil no es, desde luego, vivir esas virtudes que son tan humanas como cristianas. El ambiente es difícil, incluso a veces hostil: hay mucha presión contraria. Pero vale la pena ir contracorriente. El amor es lo que nos hace felices y el amor verdadero sólo prende con sacrificio, luchando con sentido de responsabilidad y espíritu deportivo. Así, se consigue. Además, para el cristiano, si hay caídas, también hay el remedio de la Confesión, que cura y fortalece, nos levanta y dignifica. Como es lógico, hay que evitar las ocasiones de empañar la propia dignidad personal y la del otro: los sitios poco frecuentados, los "roces" excesivos con pretexto del cariño… son los principales enemigos. Hay que medir las consecuencias de los propios actos. Salir hasta altas horas de la noche, por sistema, no hace bien, debilita la voluntad. Queramos o no, la noche no es lo mismo que el día: ni se trabaja lo mismo, ni se tiene el mismo dominio de sí. Es más difícil dominar la voluntad después de haber visto una película picante, con varias copas en el cuerpo y a las tres de la madrugada. Como regla general, es evidente que el estado de ánimo no es el mismo a las 12 del mediodía que a las altas horas de la noche. Además, si se valora el tiempo, al día siguiente hay que trabajar, lo cual es incompatible con el sueño profundo…
J.L.- Tampoco nos parece oportuno que grupos de novios vayan de excursión un fin de semana. Más bien puede perjudicar. Yo diría también que a medida que se consolida el noviazgo, el espíritu debe tomar la iniciativa, las riendas, para que las almas se vayan compenetrando, porque es de ahí que surge el cariño más rico, permitiendo un conocimiento más hondo y unitivo. Si durante el noviazgo no pusiéramos reservas al cuerpo, el amor perdería su dimensión espiritual, las relaciones serían meramente pasionales y pondrían en peligro el futuro matrimonio.( sigue)









El amor y los zapatos

Si quisiéramos comenzar el año abriendo los ojos a un sueño, el sueño no sería otra cosa que la felicidad.

La felicidad es el sueño que todos querríamos hacer realidad. Pero soñar lo mismo cuando lo mismo no alcanza para todos aquí no tiene otra lectura que habernos equivocado de sueño, porque la felicidad verdadera no puede entrar en conflicto con la felicidad ajena. Si mi felicidad se opone a la de los otros es que no es felicidad. Por el contrario, la felicidad es complementaria: se nutre de la felicidad de los demás. La vida está llena de ejemplos. ¿De qué otra forma explicarse que una madre subordine su felicidad a la de su hijo? ¿Es que hay esposo o esposa más feliz que aquél o aquella que sabe hacer feliz a su cónyuge?

Pensar en una felicidad que no funcione de esta manera es confundir la felicidad con otras cosas más jabonosas y resbaladizas como la riqueza, la fama, el poder...

Yo vi una vez la felicidad tomando mate en “el cordón de la vereda” (al filo de una banqueta) en la
argentina convulsionada por la crisis del 2001. Eran un padre, una madre y unos hijos departiendo la simple y llana dicha de sentirse juntos en aquel quicio humilde que era el de su puerta. Como éste podría citar muchos ejemplos bajo el común denominador del amor, que el calendario celebra en febrero. San Agustín decía “Ama y haz lo que quieras”. Su divisa moral es práctica pura. Si todos la viviéramos no habría necesidad de leyes. Mejor aún: ni diputados. Amar y hacer, subordinando el hacer al amor, es aplicar la fórmula universal de la felicidad, pues todos nos regiríamos voluntariamente por el mismo precepto de hacer el bien a los demás. Decididamente,
no habría necesidad de una selección natural para mejorar la especie, puesto que el tabulador de la
mejoría ponderaría más alto parámetros de bondad y sacrificio que de fuerza y de dominio.

Y ya que vamos andando, entrando el año en pos de ese arco iris de la felicidad que nos prometimos mientras nos atragantábamos con las doce uvas de enero, es justo reconocer que el amor, a diferencia de los zapatos, no es un bien que se desgaste con el uso. Por el contrario, se fortalece en su ejercicio y le relumbran las suelas al andar.








Los nuevos románticos
  


        Es frecuente leer y escuchar quejas sobre la juventud actual, sobre su pobre formación intelectual, sus frágiles hábitos de trabajo, su dificultad para comprometerse en empeños de envergadura y de altos vuelos. Sin embargo, resulta difícil encontrar valoraciones positivas de todos aquellos ámbitos en que los jóvenes de hoy aventajan con mucho a las generaciones precedentes, y en particular, a la de sus padres.
        No me refiero sólo a la soltura que muchos de ellos tienen con la lengua inglesa o al dominio de las herramientas tecnológicas, sino sobre todo al desarrollo de las virtudes que favorecen la armonía y la convivencia social. Me parece que puede decirse de forma rotunda que los jóvenes de hoy son más amables, cordiales y acogedores que sus padres, que pertenecieron quizá a una generación más rebelde y airada. Para comprobar esta realidad basta con mirar los habituales conflictos entre los miembros de la clase política y el desinterés general de los jóvenes por esas batallas de "sus mayores".
       

Mejores en bastantes aspectos aunque parezca lo contrario

 Un rasgo distintivo de la juventud actual es su carácter gregario y su gusto por lo masivo. Los jóvenes de hoy no son independientes, sino que tienden a actuar en grupo. Les gustan las discotecas abarrotadas y las terrazas de los bares llenas de gente. Para ellos, "ser normal" es siempre actuar como los demás. Ocultan sus diferencias personales porque necesitan ser aceptados por sus iguales.
        Los jóvenes de hoy son nostálgicos de la amistad. Quieren tener muchos y buenos amigos, aunque no saben bien cómo lograrlo. Les gusta tener amigos y simplemente estar con ellos, pues "para eso son los amigos". Impresiona el éxito entre los jóvenes de las redes sociales como Facebook: es una manera de compartir intereses –fotos, música, aficiones–, de establecer comunicación con otros chicos y chicas que, además, tienen pocas cosas que contarse: les basta con estar conectados. Una joven licenciada argentina a la que di alguna clase me tiene en su red de amigos, de la que formamos parte 178 personas. ¿Alguien puede tener 178 amigos?
        Quienes sostienen que ahora impera el relativismo y el escepticismo postmoderno están hablando –me parece– de los padres de la juventud actual, no de los jóvenes reales entre 18 y 25 años. Los jóvenes de ahora –me advertía un valioso alumno– son más bien neorrománticos, prefieren los sentimientos a la razón, la caricia dulce al conflicto. Nunca había oído esa expresión para caracterizar a los jóvenes, pero me parece un verdadero acierto. Nuestros jóvenes son unos románticos: no quieren cambiar el mundo, se conforman con querer y sentirse queridos.

        Viven en el presente y dicen que no quieren una esposa o un marido para toda la vida: les basta con alguien con quien estén a gusto porque les trate con ternura y respeto. El ámbito de lo sexual refleja mucho estos cambios, pues la intimidad sexual acaba siempre haciéndose eco de lo que ocurre en la sociedad. Mientras sus padres pudieron ser quizá partidarios del "amor libre" o del "amor para toda vida", ahora los jóvenes defienden el sexo como afectuosa expresión de ternura, sin compromiso ninguno. Los nuevos románticos no quieren vínculos para toda la vida, ni quieren responsabilidades.
      Peligros de su modo de ser


  Lo que más llama mi atención es que estos jóvenes están del todo en contra de la promiscuidad: consideran totalmente inaceptable que una chica "salga" con dos chicos o que un chico engañe a su pareja. Los jóvenes no ven dificultad en las relaciones sexuales con tal de que sea por amor, pero en cambio les produce una profunda aversión el sexo por dinero. Los anuncios sexuales de los periódicos no están hechos para los jóvenes. Este neorromanticismo juvenil da mucho que pensar, pues tanta ternura sin compromiso está abocada –me parece– a una terrible soledad.












La donación personal




La noción clave de todo el problema es la de integración. Y lo que más se opone a ella es, de nuevo, la búsqueda desamorada del placer. 


Pero con esto quedan señalados los requisitos que hacen del trato corporal una efectiva entrega.
Nos falta analizar las condiciones que convierten la donación del cuerpo en expresión de la dádiva personal. Para ello es imprescindible que no se rompa, en la práctica, la unidad del cuerpo y alma que constituye a la persona humana: sólo si se mantiene la estrecha fusión de espíritu y de materia propia del ser humano, podrán las relaciones físicas manifestar a la persona toda, en la que real y vitalmente se hayan instaladas. En este sentido, la noción clave de todo el problema es la de integración. Y lo que más se opone a ella es, de nuevo, la búsqueda desamorada del placer.
En el mismo escrito al que antes aludíamos, G. Grisez, J. Boyle, J. Finnis y W. E. May recuerdan cómo los efectos de la desintegración se ponen más claramente de manifiesto en la satisfacción solitaria del impulso sexual, conocida normalmente como masturbación. Cuando alguien se masturba, al concentrar todo su interés en la satisfacción del estímulo sexual, acaba casi por transformarse, exclusivamente, en un «centro sensorio-emocional»: en «algo» capaz de experimentar el estímulo del sexo y el deleite que se produce al aplacarlo. En consecuencia, y con mayor intensidad conforme la excitación es más vehemente, las dimensiones estricta y propiamente personales –la inteligencia que razona y la voluntad que ama- resultan excluidas de la actividad autogratificante, excepto en la medida en que se ponen al servicio de esa misma satisfacción. El cuerpo, por su parte, se convierte en algo extrínseco, en un «Objeto», en un «instrumento» para eliminar la excitación y sustituirla por deleite. En tales circunstancias, la persona humana se fracciona, se des-integra: queda rota la unidad del cuerpo, sensibilidad, emociones, inteligencia y voluntad, que la constituye íntimamente. Y esto es lo que explica, desde el punto de vista antropológico, la ilicitud moral de semejante tipo de actividades: el hombre, la persona, se des-hace, actúa contra si mismo.
¿Y en las relaciones sexuales no solitarias? Si lo que las provoca es exclusivamente la búsqueda de la satisfacción sexual, la des-integración personal de quienes en ellas intervienen –o de uno solo, en su caso– presenta efectos devastadores. En última y definitiva instancia, se torna imposible la donación personal en que consiste, terminalmente, el amor. En efecto, y como decíamos, esa dádiva se realiza mediante el mutuo obsequio de los cuerpos, en la exacta medida en que éstos compendian o resumen a la persona toda: es decir, con la condición de que entre el organismo físico y el alma, de la que dimana para el hombre su dimensión estrictamente personal, no se introduzca ruptura alguna. Pero la índole «instrumental» del cuerpo de quien sólo busca el placer lo «desliga» o «separa» del núcleo constitutivo de la persona: más que medio de comunicación entre personas, los cuerpos de quienes se comprometen en una actividad de estas características se configuran como impedimento, como barrera, que impide la común-unión personal. Quien persigue indiscriminadamente el aplacamiento de su pulsión sexual, hace del propio cuerpo, y del que con él se relaciona, un simple objeto, un instrumento de deleite, extraño a la propia intimidad personal. En estas circunstancias, el organismo resulta alienado, enajenado -se torna «ajeno»–, y bajo ningún punto de vista puede servir como intermediario en la comunicación personal ni como medio expresivo de la donación amorosa.

Placer y contraceptivos
¿Estamos sugiriendo, con las líneas que preceden, que la búsqueda del disfrute es el único móvil que dirige las relaciones contraceptivas? Evidentemente, no. Pero tampoco debemos pecar de ingenuos: en muchísimas ocasiones, la satisfacción del estimulo sexual se configura como efectivo motor de la vida matrimonial de quienes actúan contraceptivamente. Lo que sucede, de hecho, es que la cuestión ni siquiera llega a plantearse de forma explícita. Hoy, recurrir a la contracepción es, tantas veces, una «costumbre» adquirida culturalmente y no cuestionada. Pero en el fondo de esa práctica late, justificada normalmente bajo pretexto de «espontaneidad», la pretensión de no «interferir» en el curso «normal» de las relaciones íntimas: lo que, traducido a términos más reales, equivale a realizar la unión cuando se experimente la necesidad «natural»–¡instintiva!– de llevarla a término.
Cuando Juan Pablo II insiste en la enorme diferencia antropológica y moral que separa las prácticas contraceptivas de la regulación natural de la fertilidad, apela, entre otros elementos quizá más determinantes, a lo siguiente: quienes, con grave causa, se ejercitan en la continencia periódica –con ayuda del método Billings, por ejemplo–, han de abstenerse inicialmente, durante un periodo de aproximadamente un mes, de todo tipo de relaciones íntimas; y, después, durante bastantes días a lo largo de cada ciclo, de realizar la cópula. Con ello demuestran en la práctica, con los hechos, que son capaces de doblegar el propio impulso instintivo cuando existe un motivo suficiente para hacerlo; aseguran de esta suerte el autodominio y, con él, la calidad de su entrega: incrementan la categoría de su amor. De lo que quieren prescindir quienes acuden a los medios anticonceptivos es, justamente, de la necesidad de la abstención; pero, al obrar de este modo, se privan de la posibilidad de ejercitar el propio imperio sobre el instinto y, con ello, de aquilatar su querer: ya no hay propiamente amor, porque, en rigor, no hay entrega.
Resumiendo: cuantos se acogen a los métodos contraceptivos, habiendo prescindido de la motivación cardinal de los hijos –que frontalmente rechazan–, sólo pueden realizar la unión física por una de estas dos razones: satisfacer una pulsión psicofísica o «expresar» su amor. Hemos visto cómo quienes lo hacen por el primer motivo –el instinto– ponen en peligro el amor mutuo. ¿Qué decir a los que sinceramente justifican la contracepción como una necesidad para mantener, con las relaciones matrimoniales frecuentes, el mutuo afecto? Algo muy sencillo y radical: que el trato corporal contraceptivo, considerado en sí mismo, con independencia de las intenciones subjetivas, resulta inadecuado para exteriorizar el amor conyugal; y que, en consecuencia, en lugar de incrementarlo, lo lesiona gravemente, pudiendo llegar a hacerlo desaparecer.
Con el fin de demostrar esta última tesis, capital para nuestro intento, hemos de dar un pequeño rodeo, analizando en qué sentido los gestos corporales son manifestativos de la interioridad personal.









La escucha que serena el corazón humano






















Alguien de mi familia conoció un día a Ramón Vázquez, un vendedor ambulante de patatas fritas, que siempre tiene gente en su puesto, no sólo para comprar, sino para contarle algo de su vida, pedirle un consejo,… Ramón Vázquez solo estudió hasta 4º de primaria, y de psicología no sabe nada. En su pueblo natal y en los alrededores, es famoso el puesto de papas del que siempre sales feliz. Yo también fui al puesto de “Papas Vázquez” para conocer a este buen hombre. Hablando con él, le pregunté por qué venía tanta gente a verle, y con una sonrisa me dijo: “La gente sólo necesita ser escuchada”. Es cierto, le dije pero -¿Cómo aprendió usted? Miró hacia atrás, y señalando con cariño a una mujer canosa que estaba pelando patatas, me dijo: “Ella me enseñó hace muchos años. Es mi esposa, la adoro y… es sordomuda”. Ramón aprendió a escuchar a los demás gracias al amor a una mujer que no podía hablar. Descubrió que un ser humano, todo él, es un mensaje vivo.

Decir ser humano es sinónimo de “ser que comunica y que expresa”. Todo en él lo muestra como alguien “para otro” porque para que se dé comunicación real es necesaria la presencia de un emisor y… de un receptor. En el hombre y en la mujer, todo en ellos es expresión de ellos mismos. Su mismo cuerpo, sus ojos, sus gestos, sus movimientos… los expresan como a seres inteligentes, libres, a veces angustiados, llenos de sueños y proyectos, creativos, en ocasiones crueles, y a menudo inseguros.

¿Qué sucede cuando un mensaje no es escuchado? En nuestro mundo hay mucho ruido, muchas palabras, poco silencio y menos escucha. Nunca como ahora los medios de comunicación han sido tan efectivos y variados, y paradójicamente, nunca como ahora el ser humano, en la sociedad occidental al menos, ha experimentado tantos problemas de soledad y aislamiento. Falta escucha real.

Los índices de violencia siguen creciendo de forma alarmante: violencia contra la mujer, contra el hombre, contra los niños. Se calcula que ya llega a 800.000 el número de niños en el mundo obligados a ser soldados, y entrenados para matar. El ciudadano de a pie, que sólo participa en política cuando llegan las elecciones, y constantemente es bombardeado a través de la prensa y la TV con noticias de muerte y violencia de unos contra otros, se suele sentir impotente ante esta situación. Quisiera “hacer algo”, pero ¿qué?

La violencia es como el agua que baja por una montaña. Inicia siendo un pequeño arroyuelo, pero a medida que encuentra pendientes, va tomando más vuelo, hasta convertirse en un río, cuya fuerza de arrastre es inmensa. El torrente es más fácil de detener cuando se pone un pequeño dique, en el momento del nacimiento. Lo mismo sucede con la violencia. ¡Cuántos conflictos que acabaron en sangre se habrían evitado si hubiera habido un esfuerzo real por entablar un primer diálogo! Y para que haya diálogo, hay que iniciar por educar al ser humano, en una actitud más simple aún: hay que aprender a escuchar. Este puede ser un pequeño dique… que evite cascadas de dolor.

Esto sí lo puede hacer cualquier ciudadano de a pie, ¿no? Cuando uno es escuchado, de verdad, se serena. Así como dicen que la música amansa a las fieras, la escucha apacigua el corazón humano, principio de todo brote de violencia. A escuchar, hay que aprender.

¿Cómo aprender a escuchar a los otros? Primero es quererlo, pero dando por supuesto este deseo, se pueden dar algunos consejos sencillos:

1. Creer que el otro puede decirme algo que me interesa, y me interesa mucho. “Mi existencia sin ti está vacía; quédate conmigo, háblame sin palabras, háblame siendo sencillamente, tú”

2. Buscar al otro, darle tiempo y tiempo de calidad. Darle espacio en la agenda de mi corazón, y después transmitirle con serenidad este mensaje: “Tengo todo el tiempo del mundo para ti; no hay prisas, yo quiero estar contigo”. Quizás no hace falta que se lo diga: mi postura, el gesto de mi rostro; todo le da a entender que estoy feliz de tener tiempo para él.

3. Mirar al otro con gratitud sincera. Es una mirada que lo acoge como es, sin exigirle inicialmente nada, para que pueda entrar a formar parte de mi vida en este momento. Mirada que comprende, no juzga, y da a entender que “me digas lo que me digas, para mí es importante, porqué lo es para ti”.

4. Preguntar con interés sincero, llegando a sentir, por la respuesta, mucho más que una inicial curiosidad, sino verdadera preocupación. Preguntarle con afecto e inteligencia, viviendo interiormente su drama, su alegría, su ilusión o su pesar.

5. Dar confianza y ayudar a que el otro exprese sus sentimientos, sin vergüenza, con la certeza de no ser juzgado: expresar el miedo, la inseguridad, la secreta ilusión… ¡Cuántas veces esos sentimientos alimentan el alma como un globo de gas que llega a explotar en forma de agresión casi inconsciente!

6. Valorar al otro en su totalidad: su persona, sus respuestas, sus ideas fantásticas, su forma de ver la vida distinta a la mía, sus decisiones, sus gustos originales… Nunca llegará a ser mi enemigo, quien tanto valoro y admiro. La admiración nace de la mirada limpia que descubre lo bueno, lo bello, lo humano del otro y es capaz de… asombrarse.

7. Agradecer, agradecer; agradecer la oportunidad de escuchar, de enriquecerme con lo que se me dice. Y hacerlo de corazón. El agradecimiento se conquista desde la humildad. Sólo quien se conoce, es capaz de admirar al otro, y valorarlo en su justa medida.

¿Por qué no empezamos a escuchar, hoy y ahora, a quienes comparten ya mi camino en la vida? Quizás mi marido, hombre de pocas palabras, o mi mujer que no deja de hablar, o a mi hijo adolescente que parece que odia al mundo entero… Un poco de escucha hoy, puede invitar al otro a hacer también él, una opción por la escucha.

Cuando se escucha al otro se da el primer paso para amarle; y cuando se ama a alguien ¡Que a gusto se le escucha!






¿Cómo sé si es amor?



Importancia de conocer el significado real del amor de pareja y entender la gran dignidad que Dios da a nuestra sexualidad.
¿CÓMO SÉ SI ES AMOR?
OBJETIVO:
Conocer el significado real del amor de pareja. Entender la gran dignidad que Dios da a nuestra sexualidad.
CHARLA:
Los jóvenes de hoy nos encontramos bombardeados por la publicidad que se despliega por todos los medios de comunicación, principalmente la televisión; y es ésta la que en mayor medida desvirtúa lo que el amor es en realidad, ya que en ella se nos muestra que el amor es simplemente conocer a alguien, besarse con esa persona, y casi inmediatamente tener relaciones sexuales con ese compañero.
Quienes tienen principalmente estas ideas somos los jóvenes, que a causa de la explosión hormonal buscamos satisfacer a como dé lugar estos deseos y experimentarlos con el sexo opuesto.
Esto es hasta cierto punto normal, pues Dios en su infinita misericordia permite al hombre procrear y poder disfrutar de los placeres que nuestro maravilloso cuerpo nos dé; pero estos placeres deben ser al igual que como Adán y Eva, compartidos entre una pareja adecuadamente bendecida por Dios, en lo que conocemos como matrimonio.
El problema radica principalmente en que muchas veces como jóvenes tenemos esta imagen distorsionada del amor, debido a lo que vemos en las películas y novelas que pasan por televisión, y de esa forma empezamos a crearnos un mundo de fantasías, y de cómo será nuestra relación en el momento de encontrar a ese ser especial que muchas niñas llaman “su príncipe azul”.
Pero, ¿qué es lo que sucede? Pues lo que a continuación ocurre es que cuando llega ese príncipe o princesa a sus vidas, se topan con una cantidad enorme de defectos, los cuales en su mayoría son causados por la misma inmadurez de los individuos, y es en ese momento en que estas muchachas y muchachos se preguntan: ¿Qué es el amor verdadero?, ¿Cómo saber si él o ella de verdad me quieren?, ¿Cómo sé si de verdad la quiero o lo quiero?, ¿Es que sólo se aprovecha de mí?
Bueno, para responder a estas preguntas, primero hay que aclarar que a nosotros los jóvenes no nos gusta mucho tener que leer 10 ó 20 páginas de algún libro juvenil para entender lo que es el amor; y preferimos que las cosas nos las digan rápido y conciso, es decir, que lo que queremos es poder tener como una especie de “manual de bolsillo para el amor “, para así poder revisarlo cuando tengamos alguna duda o inquietud amorosa.
1. ¿Qué es el Amor?
El amor humano es complejo, es misterio que no se puede agotar en una definición, pero se pueden señalar sus características:
El amor es una fuerza:
Es una fuerza que impulsa hacia el otro, hacia el encuentro y la comunión, de ahí el anhelo de proximidad que se pone en movimiento para acercarse al otro, de ahí la experiencia de estar unidos aunque la distancia los separe físicamente, es sintonía con otro.
El amor es un sí al otro:
Afirma y da seguridad, es aceptación del otro con sus cualidades y defectos, y al mismo tiempo es fuerza renovadora y transformadora que cambia lo negativo en positivo por amor al otro. Da vida al otro, lo hace alguien, lo hace inigualable pero respeta su originalidad personal a través de la relación.
El amor es libertad:
Es el encuentro de dos seres libres. Es un sí dado libremente que excluye el engaño y el capricho e implica fidelidad, que conlleva a un compromiso en que ambos descubren y manifiestan su capacidad de aceptarse y sentirse en forma incondicional, sin buscar el mal para la dignidad del otro.
El amor es realidad:
El amor no se sueña, se vive como una realidad, con todas las limitaciones que ella le impone. Se exterioriza, se expresa y espera respuesta. Es sacrificio en el sentido propio de la palabra, darse a sí mismo, despojarse para ofrecerse al otro. Es alegría y paz conquistadas.
El amor es esperanza:
Porque espera el uno en el otro y juntos esperan realizar plenamente su felicidad. Para ser amado es necesario amar, cultivar su amabilidad, cultivar sus cualidades, aquéllas que le hagan ser todo lo que el otro ama. Ello implica CRECER y AYUDAR a crecer.
2. La relación basada en el Amor o en la Atracción física:
En la vida llega un momento en que sentimos un interés especial y distinto por alguien, y posiblemente nace por esa persona una atracción especial. Pero muchas veces se confunde amor con atracción física, y NO es lo mismo, sin embargo la atracción puede llevar a desear conocer mejor a la persona, y en el proceso aprender a amar y enamorarse.
Pistas para diferenciar un tipo de relación:
Amor:
- Centra su interés en toda la persona en lo físico, intelectual, emocional, moral, y social del individuo.
- Deseo de conocer más profundamente a la persona, sin apuros y prisas.
- Motiva a ser mejor persona, a tomar una actitud constructiva.
- Muestra una actitud generosa en relación a hacer feliz al otro. Piensan como unidad, como pareja, buscan el beneficio mutuo.
- Tratan de resolver los problemas juntos, cediendo más y buscando soluciones que beneficien a ambos.
- La relación puede tomar mucho tiempo, es difícil de olvidar, deja huellas en la persona.
Atracción física:
- Centra su interés en la atracción física y en las emociones que despiertan en sus sentidos.
- Se desea establecer una relación rápida, inmediata con la persona y sin muchas consideraciones de la situación.
- Mantiene inestable a la persona, con altas y bajas y puede llegar a obsesión.
- Toma una actitud egoísta en la relación, ve sólo su propio beneficio.
- Las dificultades y problemas se vuelven más frecuentes y más difíciles de resolver porque no miran en común.
- La relación puede terminar rápido, se acaba el interés, a menos que la pareja tenga actividad sexual.
3. Obstáculos y Barreras para una buena relación:
El Enamoramiento:
Se puede confundir con el amor, es sensación intensa, sueños, miradas, emociones, juego de conquistar y ser conquistado. Es en sí, la etapa inicial.
El Temor:
En efecto la primera barrera al amor y la amistad es el temor a ser rechazado, lo que nos lleva frecuentemente a evitar darnos a conocer tal cual somos. El temor a tener cambiar nuestros planes, alterar nuestra rutina, abandonar algún proyecto, perder nuestra tranquilidad o salirnos de nuestra ruta para atender a alguien más.
El Aprovechamiento del otro u OPORTUNISMO:
Es el obstáculo de quienes no piensan mas que en sí mismos, creyéndose autosuficientes y únicos en el mundo. Algunos tienden a usar el poder y el dinero para favorecer a sus propios intereses.
El Egoísmo:
Es otra barrera que destruye la posibilidad de “conocer y participar” con los demás e impide crear así las premisas necesarias para que nazca la amistad y el amor; es cerrarse al otro, preocuparse sólo de uno mismo.
El Machismo:
Barrera muy común en nuestro medio, que impide el verdadero diálogo entre la pareja y que por consiguiente bloquea la realización de una auténtica amistad entre ellos. Es una actitud que muchos asumen con inmadurez porque en vez de ver en la mujer el complemento enriquecedor, la consideran un objeto de placer y servicio.
El Amor Posesivo:
Es el que se produce cuando el sentimiento proviene de la inseguridad y la dependencia. Es conocido como “amor niño” que tiene que crecer y madurar. Es el amor que cree que todo se le acaba, el que degenera en celos, el que destruye la armonía de la pareja, y por consiguiente la relación.
ILUMINACIÓN CRISTIANA DE LA REALIDAD
Éste es el mejor MANUAL DE BOLSILLO:
“El amor es paciente, es servicial, el amor no es envidioso, no es jactancioso, no es engreído, no busca su interés. No se irrita, no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no acaba nunca”.





Riquezas de la sexualidad humana


La sexualidad humana se construye sobre un binomio muy concreto: hombre y mujer. Las diferencias entre ambos polos inician con una base genética que, en la gran mayoría de los casos, fundamenta las diferencias entre hombres y mujeres en los niveles genital, hormonal, fisiológico y psicológico.

La sexualidad, sin embargo, no es sólo algo biológico: se encuadra en el contexto de la cultura. La historia nos muestra cómo las relaciones entre hombres y mujeres han variado enormemente a lo largo de los siglos. Han existido situaciones de poligamia o de poliandria. Algunos pueblos han defendido el valor de la castidad premarital, mientras otros han despreciado tal valor. Muchos han aceptado el divorcio o lo han defendido como algo normal, mientras otros lo han condenado o han puesto numerosas barreras para limitar su difusión. Se ha castigado el adulterio o ha sido tolerado, aceptado o incluso promovido. Ha habido pueblos que han visto como algo normal, incluso como necesario, el que exista la prostitución, mientras otros la han perseguido. Se ha castigado cualquier violación, o la violación ha sido vista como algo de poca importancia; se ha llegado incluso al extremo de instigar a violar a mujeres como si se tratase de un castigo contra pueblos o grupos vencidos. Hay quienes han condenado las relaciones homosexuales y quienes las han admitido como algo aceptable. Se ha promovido el uso de medios anticonceptivos o abortivos para evitar hijos no deseados, o se ha condenado socialmente el recurso a estos métodos.


La lista podría alargarse, lo cual nos muestra que la sexualidad humana no ha sido vivida de una manera igual a lo largo de los siglos ni entre las distintas culturas o grupos humanos. Podemos, entonces, preguntarnos: ¿alguna de esas maneras puede ser vista como más correcta que las demás, o todas pueden colocarse como igualmente “aceptables” según las diferentes épocas y culturas?


La mayoría (no todos, por desgracia) rechazaría aquellos usos de la sexualidad que impliquen violencia, engaño, desprecio o “uso” denigrante del otro o de la otra. Este punto, pues, resulta un patrimonio aceptable por quien quiera ser verdaderamente respetuoso de los demás: nadie puede ser usado como objeto, nadie puede ser reducido a simple instrumento para el placer de otros.


Pero podríamos dar un paso ulterior: existe una relación sexual que va más allá de la simple búsqueda del placer y que se encuadra en una relación personal mucho más profunda y rica. Se trata de una vida sexual integrada en un proyecto de amor en el que él y ella se aceptan y se dan mutuamente en el pleno respeto de todas las riquezas propias del ser hombre y del ser mujer, sin rechazar ninguna dimensión (genética, física, hormonal, psicológica, espiritual). Esta aceptación implica un darse y un recibirse total, pleno, que excluiría la que consideramos actitud de rechazo de la propia fertilidad.


Esto vale no sólo para la mujer (de la que hablamos antes) sino para el mismo hombre. Su virilidad conlleva el poder fecundar, normalmente, a una mujer en una relación sexual. En la donación total, interpersonal, tal fecundidad es parte de la plenitud de aceptación, la cual se da de modo definitivo y total en el matrimonio.


El esposo acepta su riqueza sexual y la de su esposa; la esposa acepta la propia riqueza sexual y la de su marido. Tal aceptación, repetimos, se coloca en un contexto mucho más amplio, que implica la aceptación plena, total, exclusiva, del otro y de la otra, en el tiempo, hasta la muerte.


La relación sexual fuera del matrimonio encierra un enorme número de riesgos y de errores. Quizá el mayor es el miedo a la fecundidad del otro, que, en el fondo, es rechazo de algo fundamental de la persona. De este modo, el amor no puede ser pleno, sino parcial. Un amor así no puede realizar plenamente una vida humana. A lo sumo será un momento de emoción o de placer, pero siempre existirá un cierto miedo a que asome la cabeza un hijo que nos recuerde la seriedad de la vida sexual humana.


Lo peculiar de la mujer


En este sentido, conviene subrayar otro aspecto de la vida sexual, que marca una asimetría muy particular. Hoy por hoy, en el ejercicio de su sexualidad sólo las mujeres pueden quedar embarazadas. Mientras no pueda prepararse un útero artificial o un útero trasplantado en varones con capacidades gestacionales, por ahora los niños podrán nacer sólo después de haber transcurrido diversos meses en el seno de una mujer.


Las mujeres viven con especial profundidad esta característica exclusiva. Ante ella pueden tomar diversas actitudes. Una consiste en rechazar la propia fertilidad, en verla como un obstáculo, como algo no deseado o como un peligro para ciertos proyectos personales (de ellas mismas o de otros que giran alrededor de ellas).


Tal rechazo puede ser sólo emocional, o puede llevar a decisiones concretas que impidan, de modo temporal o definitivo, cualquier concepción de un hijo en su seno, a través del recurso a métodos anticonceptivos o, incluso, por medio de una esterilización más o menos irreversible. Si fracasan los métodos anticonceptivos, o si no han sido usados y se produce el embarazo, puede sentir un deseo más o menos intenso a abortar esa vida iniciada “fuera de programa”.


Una actitud radicalmente opuesta a la anterior lleva a la aceptación de la propia fecundidad de modo maduro y consciente. La mujer vive, entonces, la posibilidad de un embarazo no como un peligro o como una amenaza, sino como una riqueza, como un privilegio. En cierto sentido, esta actitud es la que ha permitido el nacimiento de miles de millones de seres humanos, la que explica esa profunda sonrisa que irradia una mujer cuando abraza a su hijo recién nacido, la que la hace caminar en el mundo con una alegría íntima, a veces envidiable, mientras lleva un carrito con un niño que es apenas un proyecto de futuro y de esperanza.


Una mujer que vive en esta segunda actitud necesita, sin embargo, vivir su vida sexual con una seriedad particular, lo cual nos vuelve a poner ante las reflexiones anteriores. Defender la integridad de su cuerpo, defender la propia fecundidad, significa velar para que ningún hombre pueda “usarla” como instrumento de placer o como compañera de juego en unos momentos de fiesta. Significa no prestarse a ser amiga frágil de quien dice amarla sin un compromiso serio hacia la vida que pueda ser concebida en su seno. Significa pensar en el bien del hijo a la hora de escoger quién va a ser el centro de su corazón, el compañero de su vida, su esposo para siempre.


Programas de verdadera educación sexual


Sin embargo, algunos adultos creen que las chicas (y los chicos que giran alrededor de ellas) serían incapaces de reconocer el valor de la propia fecundidad. Por lo mismo, promueven la difusión entre ellas de una amplia gama de métodos anticonceptivos y abortivos, a veces llamados con una fórmula muy genérica: servicios de salud reproductiva. Este planeamiento parte de un error de base. Sólo una chica puede pensar en la “necesidad” de la anticoncepción si está dispuesta a tener relaciones sexuales y si reconoce la fertilidad propia de su condición femenina, lo cual implica un mínimo de madurez y de responsabilidad. Orientarla sólo a la negación de tal fecundidad es, en el fondo, impedirle tomar una opción seria en favor de la plena aceptación de sí misma. Es señal de desprecio hacia las chicas (y, en el fondo, también hacia los chicos) creer que no son capaces de pensar y de tomar compromisos profundos en estos temas.


Un programa de educación sexual que respete en su integridad a cada hombre, a cada mujer, no puede prescindir de estas verdades. La sexualidad no es un juego: es algo serio. No sólo porque, por desgracia, un “uso” excesivo de la misma pueda llevar a adquirir alguna enfermedad no deseada (las famosas ETS o “enfermedades de transmisión sexual”). Sino, sobre todo, por la intrínseca relación que existe entre sexualidad, amor y vida.


Si respetamos esta relación podremos lograr, sobre las riquezas y los valores de nuestros adolescentes, la promoción de una sexualidad que valore plenamente a cada ser humano, en su profundidad espiritual y en sus valores físicos. Valores físicos que incluyen ese enorme misterio y riqueza de la fecundidad que ha permitido el nacimiento de cada uno de nosotros. Una fecundidad que permitirá la venida al mundo de los hombres y mujeres del mañana, hijos de unos padres que se aman en la plena aceptación y el respeto más profundo de sí mismos y del otro
.


La pureza del corazón

Nuevamente vuelvo a insistir en un tema que a veces lo pasamos por alto, pero que es de vital importancia.
Es verdad que ante la vida de los demás, ante actitudes que nos parecen extravagantes, extrañas, nos resulte placentero juzgar, a ver qué sucede con esa persona. Nos gusta enterarnos de todos los detalles, de cuánto ha hecho el del lado, para después, con la información que tengo, crucificarlo con la lengua…
No nos damos cuenta cómo, es triste decirlo, del chisme, de la murmuración, vamos haciendo temas que incluso nos llenan el día…
Es muy triste, amigos, hablar y hablar y nunca decir algo que esconda “amor”….
Y nos justificamos: solemos escudarnos en nuestra psicología. “Somos así”, mi personalidad me lleva a hablar de los demás, ¿Y nunca nos hemos preguntado que quizás la psicología del otro puede ser causa de esa actitud que yo comento con tan mezquino e hiriente interés?
Yo propongo la pureza como arma para extirpar este vicio tan terrible.
La pureza es un don. Viene de Dios…Lo que significa que por nuestros propios medios, nunca seremos puros.
Muchas veces vamos a misa y todo nos parece aburrido. Pasamos de largo, pensamos que todo lo que sucede es un rito. ¿Para qué ir a misa si siempre es lo mismo?
Y no nos damos cuenta que somos nosotros los que siempre somos los mismos. Nuestra alma llena de prejuicios, atiborrada de chismes y de mentiras, no se da cuenta que Cristo está en la Eucaristía…Porque las cosas espirituales pasan de largo para una persona carnal, impura, que vive con su corazón, permítame decirlo, asqueado de sensualidad y mentiras.
La pureza tiene relación con la castidad porque también la sensualidad poco a poco nos va dejando ciegos, nos volvemos seres esclavos de nuestros deseos y obramos tal….Y por esa razón, a la larga, todo lo que no nos parezca sensual, lo rechazamos enérgicamente. Vienen el aburrimiento, la tristeza, la pereza….Los pecados más terribles son la causa de que digamos que “la misa no sirve”, “yo no me confieso con un hombre”….
No seremos puros de corazón si nuestro cuerpo y nuestra alma, no está liberada de estos pecados. Me he dado cuenta que vicios así están tan arraigados que, incluso, se transmiten por el uso y la costumbre, de generación en generación…
La felicidad de una persona está en estas cositas que parecen tan insignificantes, sin embargo tan vitales ¡No perdamos la vida buscando donde no hay, oración, fuerza y lucha para combatir estos males en nuestra propia vida, y evangelizar a nuestros hermanos!. Pureza de corazón, vivir limpios de cuerpo y alma para Dios…



El sexo también es cuestión de cerebro



Mujeres... ¿Quién puede entenderlas? Ellos se rompen la cabeza tratando de hacerlo y llegan siempre a la sabia conclusión de que son incomprensibles. En un momento están felices y al instante se sienten los seres más desdichados del planeta. Siempre están hablando como “cotorras”, contándole a todo el mundo sus problemas, pero cuando ellos tratan de darles alguna solución saltan como leonas enfurecidas y dicen: ¿quién te pidió tu opinión?


Hombres... Ellas dicen que Dios los creó primero porque “echando a peder se aprende”, que son unos insensibles, incapaces de escuchar e insoportables a la hora del fútbol, que no toleran un consejo pero siempre están diciendo qué hacer a los demás, que son competitivos y autosuficientes, no comparten sus problemas y las hacen a un lado cuando se trata de resolverlos.


¿Sabías que incluso el cerebro funciona diferente en hombres y mujeres?

El cerebro humano está dividido en dos hemisferios: el izquierdo y el derecho. El izquierdo controla todo lo que corresponde al pensamiento lógico y racional, mientras que el derecho tiene que ver con las emociones, la creatividad, la fantasía y lo subjetivo.

Los seres humanos combinamos la información que nos proporcionan ambos hemisferios y así conocemos, pero este proceso es diferente en hombres y mujeres.

  • Las mujeres tienden a trabajar con ambos hemisferios simultáneamente. En otras palabras, nunca independizan los procesos racionales de las emociones. Por eso no es sorprendente que cuando hablen con alguien pongan atención no sólo a lo que les dicen, sino también a la expresión y los gestos con que se lo dicen, a la ropa que trae puesta su interlocutor, a la espinilla que tiene en la cara, a la forma como mueve las manos y al estado del clima.

  • Las mujeres pueden estar en muchos canales al mismo tiempo y por eso pueden ser tan detallistas, intuitivas, sensibles y, por qué no decirlo... ¡en muchos casos también chismosas!

  • También tienen una gran capacidad para fantasear y es por eso que se arman ellas solas unos novelones dándole vueltas y vueltas a lo mismo.

  • Está demostrado que la mujer procesa con mayor rapidez los estímulos sensoriales y verbales, lo gran le da una gran capacidad para relacionar, percibir y comunicar tanto la información verbal como no verbal, así como las emociones. Su estrategia es la persuasión por la vía indirecta... así como quien no quiere la cosa. No en vano dicen que “el hombre lleva los pantalones, pero del color que la mujer quiere”.

  • Los hombres son más dados a trabajar con un solo hemisferio a la vez. Por eso tienden a no mezclar la razón con las emociones, como lo hacen las mujeres. Esto los hace más racionales y “fríos” a la hora de tomar sus decisiones, pero también menos capaces de expresar sus sentimientos.

  • Ellos no se enrollan dándole vueltas a las cosas, no se complican la vida. Simplemente extraen lo esencial sin fijarse mucho en los detalles. Por eso, cuando hablan con alguien es inútil esperar que sepan cómo andaba de ánimo esa persona y, menos aún, qué ropa traía puesta.

  • Ellos prefieren resolver uno a uno sus problemas y cuando centran su atención en algo NO LES GUSTA que los distraigan (por eso es mejor no interrumpirlos cuando ven el fútbol o la televisión).

  • De acuerdo con estudios científicos el cerebro masculino está organizado de manera más compacta y eficiente para el procesamiento de información visual y espacial, así como para el razonamiento matemático. De ahí que tiendan a ser más analíticos, amantes de los cálculos, fórmulas y deducciones.



EllasEllos
  • Son más intuitivas
  • Son más realistas
  • Expresan sus emociones
  • Buscan ser aceptadas
  • Necesitan ser escuchadas
  • Tienen mayor capacidad para aguantar el dolor y enfrentar el sufrimiento
  • Más sentimentales.
  • Les gusta incentivar
  • Más detallistas
  • Imaginativas y fantasiosas
  • Son más reflexivas y profundas
  • Más lógicos y analíticos

  • Son más racionales y, a la vez, más racionalistas
  • Ocultan sus emociones
  • Buscan ser respetados
  • No les gusta perder el tiempo en explicaciones
  • Más fuertes y vigorosos
  • Les gusta competir.
  • Autosuficiente
  • Les encanta tomar decisiones
  • Son más impulsivos
  • Son más agresiv






Los medios de comunicación y el sexo.













En la película Me and you and everyone we know, que ganó un premio cinematográfico en la categoría de "prohibido a los menores de 17 años", un adolescente es iniciado en el sexo oral por dos chicas quizá un año mayores, y su hermano de 6 años se introduce en un chat pornográfico donde se escribe con una mujer.


 ¿Es esto lo que ven los niños? En caso afirmativo, ¿qué mensaje están recibiendo sobre el sexo y qué efecto tendrá en sus vidas?


 La revista Pediatrics analizó el tema, en un informe titulado Impacto de los medios de comunicación en las actitudes y hábitos sexuales de los adolescentes.


Es un asunto importante, pero tristemente ignorado. El informe, basado en una revisión de la literatura científica, fue solicitado por el Congreso de Estados Unidos, financiado por los Centros de Prevención y Control de Enfermedades de Atlanta y dirigido por la Universidad de Texas, en Houston. Según la conclusión de Liliana Escobar-Chaves, investigadora principal, "aunque una gran meta es conocer los efectos de los medios de comunicación en las costumbres de los adolescentes, como en las comidas, el tabaco o la bebida, apenas conocemos los efectos sobre sus hábitos sexuales".


¿Quién supervisa lo que ven, leen y oyen sobre el sexo?. En la mayor parte de los casos, nadie. "Cada vez más, los jóvenes acceden a los medios en entornos aislados de la supervisión o guía de los padres u otros adultos", dice el informe. "De media, un joven americano gasta un tercio del día en varias formas de comunicación, por lo general sin control paterno".


 A pesar de los cortafuegos informáticos y televisivos, no tienen muchos problemas en acceder a presentaciones sexuales gráficas. Y nadie restringe lo que oyen por sus auriculares. El efecto de la educación basada en la abstinencia palidece por comparación con los numerosos mensajes gráficos que retratan la actividad sexual -en especial el sexo sin protección fuera del matrimonio- como una parte de nuestra cultura tan normal y aceptable como comer un Big Mac o beber una Coca-Cola.


 La proporción de estudiantes de bachillerato que dicen haber practicado sexo ha bajado algo y el índice de embarazos de adolescentes también, pero las cifras siguen siendo pasmosas. "Aproximadamente el 47 por ciento de los estudiantes de bachillerato han tenido relaciones sexuales. De ellos, el 7,4 por ciento informa haberlo hecho antes de los 13 años, y el 14 por ciento han tenido cuatro o más compañeros sexuales".


 Cada año, en Estados Unidos cerca de 900.000 chicas jóvenes se quedan embarazadas (340.000 tienen 17 o menos años). Los índices de enfermedades de transmisión sexual son más altos entre adolescentes que entre adultos, y el 35 por ciento de las jóvenes han quedado embarazas al menos una vez antes de los 20 años. En 2002, las infecciones por Chlamydia fueron seis veces más prevalentes entre adolescentes sexualmente activas que entre mujeres sexualmente activas.


 Los riesgos no acaban con los embarazos y las ETS. "Los datos sugieren que los adolescentes sexualmente activos tienen más riesgo de depresión y suicidio. Las experiencias sexuales tempranas se han asociado también con otros hábitos potencialmente dañinos como el alcohol, la marihuana y otras drogas".


 En un comentario a este estudio, Joe McIlhaney, del Instituto Médico para la Salud Sexual de Austin, en Texas, escribe que "muchos padres y algunos médicos subestiman el impacto negativo y a largo plazo de una temprana actividad sexual".


 El informe añade que, con la perspectiva del tiempo transcurrido, muchas chicas sexualmente activas hubieran deseado haber esperado más tiempo.


La televisión es el medio mejor estudiado; a él dedican más de tres horas al día. Dos tercios de los jóvenes de 8 a 18 años tienen televisión en sus dormitorios, y dos tercios viven en hogares con televisión por cable que les da acceso no supervisado a escenas y diálogos sexuales.


 El contenido sexual de la televisión es creciente. Un estudio de la Fundación Kaiser ha encontrado que "los programas más vistos por adolescentes en 2001-2002 tienen cantidades inusualmente altas de contenidos sexuales comparados con la media televisiva: el 83 por ciento de los programas preferidos de los jóvenes tenían contenido sexual y el 20 por ciento incluían escenas explícitas o implícitas". El estudio también ha observado que "los personajes implicados en situaciones sexuales de estos programas televisivos raramente experimentan consecuencias negativas.


 Los programas que advierten sobre el riesgo y la responsabilidad sexual representan sólo el 1 por ciento de todos los que incluyen contenidos sexuales". Además, sólo el 3 por ciento de las escenas de sexo observadas aludían a la protección contra ETS o incidían en los embarazos no deseados.


 Lo poco que se sabe de los efectos de la televisión sobre las actitudes sexuales de los jóvenes procede de una encuesta telefónica efectuada en 2001 y 2002 entre 1.792 jóvenes de 12 a 17 años. La encuesta mostró que ver programas con carga sexual envejece artificialmente a los niños: los que ven más que la media se comportan sexualmente como si tuvieran de 9 a 17 meses más. Y los niños de 12 años que abusan de tales contenidos actúan como si tuvieran 14 ó 15 años. Asimismo, los adolescentes acostumbrados a esta programación tienden a sobreestimar la  frecuencia de ciertos hábitos sexuales y manifiestan actitudes más permisivas hacia el sexo prematrimonial.


 En cuanto al cine, dos estudios que analizaron el contenido de los vídeos alquilados más vistos por gente joven revelaron una gran carga sexual. Los efectos de estos programas han sido mínimamente estudiados. En un análisis de 2001 con chicas de raza negra sexualmente activas de 14 a 18 años, las que se habían expuesto a películas clasificadas X eran más proclives a tener múltiples compañeros sexuales, a practicar sexo con más frecuencia, a dar positivo en los test de Chlamydia y a recurrir menos a la contracepción.


 Los vídeos musicales que gustan a los jóvenes abundan en referencias sexuales, en gran parte explícitas, sigue el informe de Pediatrics. Pero los efectos de esta exposición no han sido  estudiados, como tampoco el influjo de las revistas, anuncios o juegos de ordenador de tono subido. En cuanto a internet, una encuesta entre chicos de 10 a 17 años reveló que "uno de cada cinco había encontrado inadvertidamente contenido sexual explícito, y uno de cada cinco había estado expuesto a una solicitación sexual no querida mientras chateaba".


 El informe invita a mejores estudios para conocer cómo afectan tales contenidos a las creencias y hábitos de los adolescentes, y a medir el efecto de su acumulación en el tiempo y el desarrollo futuro de la sexualidad juvenil.



Varón y Mujer: creados para el amor



El tema de la creación expresa la grandeza y dignidad del ser humano, así como sus posibilidades.








¿Has pensado por qué Dios creó el universo? Y todavía más… ¿por qué crea al hombre? En el primer caso la respuesta viene de inmediato, sabía que nos gustaría. En el segundo, Dios crea al hombre para darle a conocer su amor. Esto es una verdad maravillosa y un descubrimiento sin igual. Realmente es una gracia de Dios ser tú y ser yo. Dios tuvo un proyecto para cada uno al crearnos. Es verdaderamente una gracia ser hombre, para cualquier persona en este mundo. “Ser” es el mayor don que hemos recibido de Dios. Dios es amor. En su gran amor decidió crearte a ti y a mí, personas humanas. Persona masculina y persona femenina son la obra maestra, cumbres, lo más alto de la creación de Dios. Precisamente sobre esto trata la “Teología del cuerpo” que contiene la catequesis de Juan Pablo II sobre el cuerpo humano y el sentido de la sexualidad humana. Esta serie de enseñanzas fueron impartidas los primeros cinco años de su pontificado, entre los años 1979 y 1984.

¿Teología del cuerpo?
Te preguntarás qué quiere decir “Teología del cuerpo” y por qué es importante que como cristianos conozcamos sobre ella. "Teología" es, según la perspectiva cristiana, no sólo una palabra "sobre" Dios, sino ante todo, una palabra "de" Dios, de nuestro Dios que se ha revelado, que ha salido al encuentro con nosotros, que ha empezado un diálogo lleno de amor con cada uno de forma personal y única. Por lo tanto, "Teología del cuerpo" es lo que dice Dios sobre nuestro cuerpo humano. La teología del cuerpo de Juan Pablo II es una reflexión bíblica del misterio de Dios para el hombre descubierto en el cuerpo humano. Dios no revela su misterio en los animales, lo ha hecho únicamente en el hombre. Dios creó el cuerpo como “signo” de su misterio de amor hacia la persona humana, lo crea del polvo de la tierra al igual que a los animales. Sin embargo, al crear al hombre Dios le sopla “aliento de vida”, haciéndolo semejante a Él para que someta y reine la tierra (Génesis 1,7). Ésta es una verdad esplendorosa que debería llevar a cada uno a vivir dando gloria a Dios por la oportunidad de nuestra vida.





Divinizar o banalizar la sexualidad?



Ante la polémica suscitada en los medios de comunicación por las declaraciones del Cardenal Carles sobre la utilización del preservativo para la prevención del SIDA e interpelada por mi propia mentalidad de persona dedicada a la educación y a la sanidad, me decido a poner por escrito algunas consideraciones que colaboren a la protección de nuestros vulnerables sentidos de tanta vulgaridad torpe e impactante que nos están ofreciendo casi a domicilio.
No es una novedad el sexo; hemos aprendido a verlo y a vivirlo –desde que nacemos somos niños o niñas- antes de conocerlo; tampoco es novedad los abusos del sexo; ya los ancestros mesopotamios divinizaban la prostitución. En esto, parece ser que entendían las cosas mejor que nosotros –es más lógico divinizar la sexualidad que banalizarla; intuían que, además del aspecto lúdico, había en ella algo de sagrado.
Pero ahora, al menos en demasiadas ocasiones, queremos captar la sexualidad desde lo instintivo, como si la biografía personal se definiera por sus hormonas; al asimilar los comportamientos humanos por las funciones biológicas, se concluirá que basta conocer los mecanismos para remediar las carencias y para asegurar los rendimientos.
"Juventud y sexo seguro"; por esta vía de autorreducción y engaño, todo se arreglaría si se lograra un mayor perfeccionamiento del preservativo…
La experiencia global de toda persona honesta sabe que a amar, se aprende amando, que el sentimiento sexuado tiene mucho que ver con la elocuencia de lo corporal que expresa compromiso y, por lo tanto, ternura, intimidad, concordia de caracteres…; allí donde existe esta armonía de los espíritus, rebosa sobre los cuerpos.
Bien es cierto que, por ser la persona perfectible y defectible, necesita ayuda. Hay una educación sexual; no basada en la torpeza ni en la ligereza, en la que la naturaleza no sufre la queja de sentido.
No al mercado del cuerpo, no al preservativo, no a una especie de ilusión materialista, eclipsadora de valores, engullidora de realidades nobles, transformadora de la grandeza de la persona en enanismo espiritual, no a la aniquilación del presente y al destrozamiento del futuro…
Mi propuesta es la no reducción del lenguaje del significado humano de la sexualidad y del amor conyugal a la mera biología controlable…; la sexualidad está para expresar un mundo interior muy rico: las pasiones, los amores, los afectos…, de tal forma que, en su radical fundamento es exigible lo exclusivo y lo excluyente; el para siempre de todos los enamorados .
Quizás ya seamos conscientes de que hay tal relación entre el amor que alguien puede dar, y su manifestación plena en el hijo que, simultáneamente, coinciden el más profundo acto unitivo corporal del amor con el hecho de concebir: intimidad y donación; donación y fruto.
La vida es mucho más que todo lo que la fría técnica posibilita; no es cuestión de avanzar sinn más; hay que avanzar sobre uno mismo; eso es lo que nos pide nuestra dignidad; dignidad en la que hemos sido constituidos, y en la que anhelamos terminar…"ser lo que soy".
Los padres, primeros educadores, los maestros y los mismos jóvenes hemos de afrontar este desafío…



Cuando llega la adversidad

 










Constantemente nos quejamos de que los hombres no nos entienden. Los hombres suplican poder entender a la mujer. Pero quizá la mujer tampoco se detiene a tratar de comprender al hombre.

Hace unos meses viajaba con una amiga por la carretera. Para completar la aventura de habernos perdido, tomado salidas equivocadas y habernos quedado completamente paradas en el tráfico por media hora, sólo nos faltaba que se nos ponchara una llanta. La ley de Murphy no falló y poco después de salir del tráfico empezamos a oír un ruido. Nos paramos a un lado de la carretera para confirmar que, efectivamente, teníamos que cambiar la llanta. Ninguna de las dos lo habíamos hecho antes, pero yo pensé que no podría ser tan difícil y que era suficiente experiencia la de ver a mi papá cambiar las llantas tantas veces. Estaba sentada sobre el pavimento tratando de ensuciarme lo menos posible y encontrar dónde poner el gato, cuando un señor amablemente se detuvo para ayudarnos. Después de quince minutos ya estábamos sentadas listas para continuar nuestro viaje.

¿Qué motiva a los hombres a pararse a cambiar llantas en la mitad de la carretera? Este hecho me ayudó a entender lo que mueve al hombre y que no es necesariamente lo mismo que puede motivar a una mujer. Al hombre le gusta sentirse necesitado y se siente realizado al proteger a alguien más. A nosotras nos agrada que nos ayuden porque nos hace sentir protegidas y cuidadas. Tomando esto en cuenta, podemos descubrir qué le afecta al hombre y la manera en que podemos sobrellevar los problemas familiares con ellos y no a pesar de ellos.

El hombre encuentra su realización al poder proteger. El esposo y padre de familia se realiza al poder proveer y proteger a su familia. Se podría decir que el hombre no trabaja sólo por el dinero. Éste es un incentivo fuerte, sin embargo el hombre lo que busca es lo que acompaña al dinero: protección para su familia, status, prestigio y excelencia.

¿Qué pasa cuando el dinero falta? Para él es más que un simple problema económico. Todo lo que le acompaña desaparece a la vista del hombre. Siente frustración al no poder proveer para su familia. Si para la mujer es importante que la comida que preparó le guste a su familia, para el hombre es importante poder poner la comida sobre la mesa. Su éxito, que él basa en el trabajo, se esfuma. Su deseo de excelencia se ve frustrado junto con el fracaso en el negocio.

La mujer en estos casos puede empeorar o aligerar la situación. La relación puede verse dañada si se queja de que no le alcanza el dinero, si le presiona con los pagos y los gastos de la casa. De manera silenciosa hay que empezar a ahorrar y enseñarle a los hijos a hacerlo. Hay que saber en qué momento tratar estos temas y, sobre todo, no hacerlo delante de los hijos. El hombre puede decaer si su mujer no le da la misma importancia que para él tiene el no parecer tan prestigioso ante los demás. El hombre busca la estima de otros, en especial la de su mujer y familia. Por eso es importante que ella le ame incondicionalmente y encuentre en ella la seguridad que siente haber perdido.

Ha habido momentos de prosperidad. Han llegado o podrán llegar momentos de adversidad. Si no han llegado, sería conveniente acordar de ante mano la manera en que los enfrentaran. Si ya han llegado, quizá es momento de cambiar actitudes y manera de hacer frente las dificultades. En uno u otro caso, es importante saber vivirlos juntos. Si la mujer sabe aportar sus cualidades, podrá ayudar a hacer que las adversidades lejos de ser un obstáculo para el matrimonio, sean un medio para crecer en el amor. 



San Valentín se festeja en todo el mundo



No hay adolescente que no quiera que el primer amor dure para siempre

El Secretario del Consejo Pontificio de la Familia, Mons. Jean Laffitte, habló en una entrevista reciente sobre San Valentín, el noviazgo, y las relaciones prematrimoniales
Por H. Sergio Mora
San Valentín se festeja en todo el mundo.
En la ciudad italiana de Terni, tierra de este santo, durante la fiesta patronal se congregan miles de enamorados que se juran fidelidad sobre la tumba del santo, además de las personas que celebran las bodas de plata y de oro. Más allá de las promesas y la ocasión para intercambiarse regalos hay algo muy profundo.
¿Cuál es el sentido más profundo del noviazgo?
-Mons. Laffitte: El noviazgo tiene un sentido muy profundo, inicia cuando dos jóvenes que sienten amor el uno por el otro, que se han declarado y que experimentan el deseo de vivir juntos por toda la vida, quieren casarse.
Inicia así para ellos un cierto tiempo de preparación y la Iglesia lo prevé antes del matrimonio. Entretanto es un tiempo que tiene un particular sentido, porque es el tiempo de la promesa y no el de vivir juntos.
¿Hay diferencia entre ser novios y convivir, como sucede muchas veces en Occidente?
-Mons. Laffitte: Hay una buena diferencia, la promesa no es aún el compromiso definitivo, por lo tanto no crea un derecho absoluto para la vida común futura. Significa caminar juntos para que el compromiso se realice en las mejores condiciones posibles. Indica un tiempo de preparación, de crecimiento, profundización y maduración. El sentimiento tiene que transformarse en una decisión libre de empeñarse por toda la vida, porque el noviazgo no es donarse si mismo, sino que prepara para el don de si mismo.
¿Hoy cuál es el problema?
-Mons. Laffitte: La falta de conciencia que existe entre la promesa y el gozar de los bienes propios del matrimonio, o sea la convivencia. Cuando dos jóvenes se quieren y conviven, ya están teniendo un bien que solamente el matrimonio podría ofrecer. El don de si mismo por el otro significa que el futuro de uno le pertenece al otro, y el otro entra en mi libertad y en mi futuro. En cambio cuando se convive, cuando aparece una dificultad uno puede decir: ‘hemos pasado un lindo tiempo junto, quedémonos como amigos’.
¿Y cuáles son las consecuencias de una convivencia pre matrimonial?
-Mons. Laffitte: Es doble. Primero porque uno no se prepara debidamente al don de si mismo y se ha apropiado de la disponibilidad del otro de manera indebida. Y el segundo problema es una situación –y las madres de familia me entenderán bien- que es más desfavorable para las jóvenes que para los muchachos. Porque no dan la misma cosa, mientas que en el matrimonio ambos tienen que dar. No hay igualdad de expectativas.
¿El invierno demográfico es favorecido por esta convivencia prematrimonial?
-Mons. Laffitte: Seguramente, porque esto atrasa mucho el nacimiento del primer hijo y además porque se toma la costumbre de vivir la sexualidad afuera de la apertura a la vida, por lo tanto con métodos anticonceptivos, para no decir nada peor. Y usar la propia sexualidad en la modalidad contraceptiva hace que las personas no se preparen al don de acoger la vida.
Es curioso además ver que las parejas que convivieron por un cierto número de años, cuando se casan tienen una tendencia a la separación y al divorcio en los dos primeros años. Es raro…
Las relaciones pre matrimoniales con efectos colaterales pesados…
-Mons. Laffitte: Mientas se presenta a la convivencia como una manera inocente para que se conozcan bien, en verdad no lo es. Y cuando se casan descubren que no tienen más la libertad que existía antes. En cambio
tuvieron la totalidad del gozo o de la retribución afectiva de la persona del sexo opuesto. Los estudios demuestran que hay más hipofertilidad en esos casos, quizás un fenómeno psicológico, o relaciondado con la edad o porque cuesta más.
¿Cómo vivir bien la fiesta de San Valentín?
-Mons. Laffitte: Más allá del lado festivo, uno se debe preguntar, ¿que me espero de la relación amorosa que tengo? ¿cuál es el verdadero deseo de mi corazón? Y los adultos y acompañadores que siguen a los jóvenes que se van a casar les tienen que ayudar a entender cuál es la expectativa más profunda.
¿Hay una dimensión del amor y de la fidelidad que está en la naturaleza humana?
-Mons. Laffitte: El beato Juan Pablo II decía que el mayor de los deseos es el de amar y ser amado, y él se refería a la dimensión fundamental de la vida. No existe por ejemplo, ningún adolescente del mundo que cuando se enamora por la primera vez, digamos a los 16, 17 años, no tenga el deseo que lo que está viviendo dure toda la vida. El deseo de un amor para siempre es enteramente natural en el hombre.
Cuando se ayuda a los jóvenes a interrogarse qué quieren realmente, entonces se dan cuenta que el ‘flert’ en una noche en la discoteca o en la universidad pudo ser divertido pero no sació le deseo que existe en su corazón.


¡JUÉGALE AL NÚMERO GANADOr

Si eres de los que piensa que “el matrimonio es una lotería”, entonces ¡juégala bien! Antes de “comprar tu billete” disminuye las probabilidades de fracaso y pregúntate: ¿Somos compatibles? Hay una clave para saberlo: conocerse bien y no cerrar los ojos.
¿Has soñado alguna vez que te vas a un viaje, para el que no has podido prepararte y que dejas la mitad de las cosas que necesitabas? , Un sueño de estos se transforma en una pesadilla: hay prisa por empacar, nerviosismo y temor de perder el avión. Por fin imaginas que llegas al aeropuerto y te preguntan ¿su boleto por favor? Ni idea, cuál boleto… ¡Qué locura!
Cuando se tiene un viaje en la vida real, se suele planear bien. Nadie lo hace para ir a pasar dificultades y mucho menos para quedarse tirado en el camino. Se escogen las fechas, se elige la ropa adecuada, se hace un presupuesto, se reservan los vuelos y los hoteles. Previamente se cuestiona qué tan seguro está el lugar de destino, y qué tan confiables las personas que nos acompañan.
Igual ocurre en el noviazgo. Es clave para el éxito de este viaje tan importante de la vida. Es la preparación que antecede al viaje maravilloso del matrimonio.
“Recuerdo a Claudia, una médica que respondía mientras acariciaba a su pequeña hija de tres años: -Si, nos separamos porque él esperaba que yo no trabajara y me quedara cuidando a la niña todo el tiempo… !Yo nunca planeé eso para mi! He estudiado mucho para echar todo ese esfuerzo por la borda-”.
“También escuché a Pedro hablar de quien fuera su esposa. Es la mujer más fiestera que he conocido, ¡no fui capaz de seguirle el ritmo! Mientras yo quería irme a dormir, ella se bailaba sola”.
Con frecuencia escuchamos frases como: “Él resultó súper tacaño y yo no soportaba ese defecto”; “yo no quería hijos y el estaba ilusionado con tener cuatro”; “yo soy poco practicante: ella va a Misa todos los domingos y a mi no me nace”.
¿Cómo saberlo?
Ante estos comentarios nos preguntamos: ¿Será que no pensaron en eso antes? ¿No hablarían con profundidad de todos los temas fundamentales? ¿Estaban ciegos…? ¿Cómo evitarlo en mi caso?
Para esto hay una clave: conocer bien al otro y no cerrar los ojos. Porque bien claro está que en lo fundamental difícilmente se cambia. Las preguntas importantes son:
  • ¿De verdad voy a querer a esta persona toda la vida? ¡No solo eso!
  • Más bien, ¿seré capaz de vivir con armonía, de hacerlo(a) feliz, de ser feliz?
  • ¿Somos compatibles? Responder si, no garantiza el éxito, pero disminuye las probabilidades de fracaso.
¿Somos compatibles?
Aquí va una primera prueba. Cierra los ojos e imagina cómo te sueñas a tu pareja ideal; después toma papel y lápiz y escríbelo. Ahora, analiza cómo es en realidad. No pienses que no va a dar la medida; hazlo “sin ningún compromiso”. Escríbelo TODO: ¿cómo es físicamente?, ¿su familia, modo de pensar, de hablar? Actitudes frente a la vida, el trabajo, el estudio, la amistad, gustos, reacciones ante el éxito y el fracaso, modo de vestirse, forma de comer, relaciones sociales, la imagen que proyecta ante los demás frente a la propia realidad… De la lista, escoge con cuáles te gustaría vivir, cuáles estarías dispuesto a tolerar, aunque no te gusten del todo y nunca las llegue a cambiar y cuáles no podrías soportar definitivamente. En resumen, puedes clasificarlas en:
  • Qué me encanta
  • Qué acepto
  • Qué tolero
  • Qué no soporto
  • Qué me avergüenza, etc.
Recomendación final.
El matrimonio no es un juego de azar. Es un ejercicio de la libertad para elegir a quien se ama, lo cual entraña un compromiso de fidelidad para estar a la altura de lo que se espera de cada uno. Es un proyecto común que puede resultar exitoso si se ponen los medios para conocerse bien y aceptarse. Punto de partida para buscar efectivamente lo que al otro lo hace más feliz. Y recíprocamente, lo que a uno lo hace más feliz. Nada está garantizado, pero si actuamos con prudencia, ¡existen mayores probabilidades de atinarle al número ganador!


Comprometerse en el amor


Dos modos

        Nuestra vida corre veloz, va de un lado para otro. Hay momentos en los que se asemeja a una montaña tranquila: todo ocupa su lugar, nada da muestras de querer cambiar. Otros instantes somos arrastrados de un sitio para otro, como el viento, hasta el punto que creemos que en cualquier instante se va a romper nuestro frágil equilibrio interior y saltará en mil pedazos el cristal que dibuja nuestra imagen ante los demás y ante nosotros mismos.
        Para lograr el deseado equilibrio interior, para ser maduros y serenos, tenemos dos caminos: uno es el compromiso. Otro es el amor. O, si juntamos las dos cosas, sólo adquirimos estabilidad cuando nos comprometemos en el amor, o cuando amamos hasta llegar a compromisos sinceros.
        Vivimos en un mundo en el que todo pasa con velocidad creciente: hoy dos jóvenes dicen amarse y mañana ni se saludan cuando se cruzan por la calle; dos adultos inician el proceso de divorcio para separar unas vidas que hace años habían unido en un amor que se prometieron “hasta la muerte”...

        

Marcar la existencia

Pero es posible otro modo de vivir, es posible una entrega verdadera, es posible el amor comprometido.
        Cada amor comprometido arraiga la existencia de un hombre o de una mujer hasta convertirlos en algo que dura. Será entonces como un árbol añejo, que está allí, a merced del viento, de la lluvia, del granizo o de la contaminación. El árbol grita al cielo que durará mientras sea lo que es, mientras pueda seguir luchando, día a día, contra la sequía, contra el abandono, contra el hacha que le roba algunas ramas para alimentar el fuego de un hogar.
        Lo hermoso es llegar a un compromiso precisamente cuando uno sabe que puede tomarlo o dejarlo. Una vez que se ha hecho la decisión, el compromiso marca en profundidad toda la vida.

        Así debería ser cualquier matrimonio, así debería ser cualquier amistad, así debería ser cualquier profesión que implique un servicio a la sociedad.
      
Lo importante y valioso

  El hecho de que el compromiso sea algo hermoso no quita el que sea también difícil. Pero lo que vale cuesta. No sólo cuando se trata de comprar un diamante. La amistad, el amor verdadero, el compromiso de entrega a los demás, no se puede comprar con todo el oro del mundo. Los corazones no se venden sin permiso, aunque haya quien venda su corazón por un puñado de placer.
        Es importante que no nos arrastren las aguas, ni nos lleve el viento, ni se nos pudran las raíces. Un amor comprometido y fresco puede vencer cualquier dificultad: puede tocar lo eterno ya en este mundo




Parte II

Atracción física:
- Centra su interés en la atracción física y en las emociones que despiertan en sus sentidos.
- Se desea establecer una relación rápida, inmediata con la persona y sin muchas consideraciones de la situación.
- Mantiene inestable a la persona, con altas y bajas y puede llegar a obsesión.
- Toma una actitud egoísta en la relación, ve sólo su propio beneficio.
- Las dificultades y problemas se vuelven más frecuentes y más difíciles de resolver porque no miran en común.
- La relación puede terminar rápido, se acaba el interés, a menos que la pareja tenga actividad sexual.
3. Obstáculos y Barreras para una buena relación:
El Enamoramiento:
Se puede confundir con el amor, es sensación intensa, sueños, miradas, emociones, juego de conquistar y ser conquistado. Es en sí, la etapa inicial.
El Temor:
En efecto la primera barrera al amor y la amistad es el temor a ser rechazado, lo que nos lleva frecuentemente a evitar darnos a conocer tal cual somos. El temor a tener cambiar nuestros planes, alterar nuestra rutina, abandonar algún proyecto, perder nuestra tranquilidad o salirnos de nuestra ruta para atender a alguien más.
El Aprovechamiento del otro u OPORTUNISMO:
Es el obstáculo de quienes no piensan mas que en sí mismos, creyéndose autosuficientes y únicos en el mundo. Algunos tienden a usar el poder y el dinero para favorecer a sus propios intereses.
El Egoísmo:
Es otra barrera que destruye la posibilidad de “conocer y participar” con los demás e impide crear así las premisas necesarias para que nazca la amistad y el amor; es cerrarse al otro, preocuparse sólo de uno mismo.
El Machismo:
Barrera muy común en nuestro medio, que impide el verdadero diálogo entre la pareja y que por consiguiente bloquea la realización de una auténtica amistad entre ellos. Es una actitud que muchos asumen con inmadurez porque en vez de ver en la mujer el complemento enriquecedor, la consideran un objeto de placer y servicio.
El Amor Posesivo:
Es el que se produce cuando el sentimiento proviene de la inseguridad y la dependencia. Es conocido como “amor niño” que tiene que crecer y madurar. Es el amor que cree que todo se le acaba, el que degenera en celos, el que destruye la armonía de la pareja, y por consiguiente la relación.
ILUMINACIÓN CRISTIANA DE LA REALIDAD
Éste es el mejor MANUAL DE BOLSILLO:
“El amor es paciente, es servicial, el amor no es envidioso, no es jactancioso, no es engreído, no busca su interés. No se irrita, no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no acaba nunca”.


¿Cómo sé si es amor?

I parte
Importancia de conocer el significado real del amor de pareja y entender la gran dignidad que Dios da a nuestra sexualidad.
¿CÓMO SÉ SI ES AMOR?
OBJETIVO:
Conocer el significado real del amor de pareja. Entender la gran dignidad que Dios da a nuestra sexualidad.
CHARLA:
Los jóvenes de hoy nos encontramos bombardeados por la publicidad que se despliega por todos los medios de comunicación, principalmente la televisión; y es ésta la que en mayor medida desvirtúa lo que el amor es en realidad, ya que en ella se nos muestra que el amor es simplemente conocer a alguien, besarse con esa persona, y casi inmediatamente tener relaciones sexuales con ese compañero.
Quienes tienen principalmente estas ideas somos los jóvenes, que a causa de la explosión hormonal buscamos satisfacer a como dé lugar estos deseos y experimentarlos con el sexo opuesto.
Esto es hasta cierto punto normal, pues Dios en su infinita misericordia permite al hombre procrear y poder disfrutar de los placeres que nuestro maravilloso cuerpo nos dé; pero estos placeres deben ser al igual que como Adán y Eva, compartidos entre una pareja adecuadamente bendecida por Dios, en lo que conocemos como matrimonio.
El problema radica principalmente en que muchas veces como jóvenes tenemos esta imagen distorsionada del amor, debido a lo que vemos en las películas y novelas que pasan por televisión, y de esa forma empezamos a crearnos un mundo de fantasías, y de cómo será nuestra relación en el momento de encontrar a ese ser especial que muchas niñas llaman “su príncipe azul”.
Pero, ¿qué es lo que sucede? Pues lo que a continuación ocurre es que cuando llega ese príncipe o princesa a sus vidas, se topan con una cantidad enorme de defectos, los cuales en su mayoría son causados por la misma inmadurez de los individuos, y es en ese momento en que estas muchachas y muchachos se preguntan: ¿Qué es el amor verdadero?, ¿Cómo saber si él o ella de verdad me quieren?, ¿Cómo sé si de verdad la quiero o lo quiero?, ¿Es que sólo se aprovecha de mí?
Bueno, para responder a estas preguntas, primero hay que aclarar que a nosotros los jóvenes no nos gusta mucho tener que leer 10 ó 20 páginas de algún libro juvenil para entender lo que es el amor; y preferimos que las cosas nos las digan rápido y conciso, es decir, que lo que queremos es poder tener como una especie de “manual de bolsillo para el amor “, para así poder revisarlo cuando tengamos alguna duda o inquietud amorosa.
1. ¿Qué es el Amor?
El amor humano es complejo, es misterio que no se puede agotar en una definición, pero se pueden señalar sus características:
El amor es una fuerza:
Es una fuerza que impulsa hacia el otro, hacia el encuentro y la comunión, de ahí el anhelo de proximidad que se pone en movimiento para acercarse al otro, de ahí la experiencia de estar unidos aunque la distancia los separe físicamente, es sintonía con otro.
El amor es un sí al otro:
Afirma y da seguridad, es aceptación del otro con sus cualidades y defectos, y al mismo tiempo es fuerza renovadora y transformadora que cambia lo negativo en positivo por amor al otro. Da vida al otro, lo hace alguien, lo hace inigualable pero respeta su originalidad personal a través de la relación.
El amor es libertad:
Es el encuentro de dos seres libres. Es un sí dado libremente que excluye el engaño y el capricho e implica fidelidad, que conlleva a un compromiso en que ambos descubren y manifiestan su capacidad de aceptarse y sentirse en forma incondicional, sin buscar el mal para la dignidad del otro.
El amor es realidad:
El amor no se sueña, se vive como una realidad, con todas las limitaciones que ella le impone. Se exterioriza, se expresa y espera respuesta. Es sacrificio en el sentido propio de la palabra, darse a sí mismo, despojarse para ofrecerse al otro. Es alegría y paz conquistadas.
El amor es esperanza:
Porque espera el uno en el otro y juntos esperan realizar plenamente su felicidad. Para ser amado es necesario amar, cultivar su amabilidad, cultivar sus cualidades, aquéllas que le hagan ser todo lo que el otro ama. Ello implica CRECER y AYUDAR a crecer.
2. La relación basada en el Amor o en la Atracción física:
En la vida llega un momento en que sentimos un interés especial y distinto por alguien, y posiblemente nace por esa persona una atracción especial. Pero muchas veces se confunde amor con atracción física, y NO es lo mismo, sin embargo la atracción puede llevar a desear conocer mejor a la persona, y en el proceso aprender a amar y enamorarse.
Pistas para diferenciar un tipo de relación:
Amor:
- Centra su interés en toda la persona en lo físico, intelectual, emocional, moral, y social del individuo.
- Deseo de conocer más profundamente a la persona, sin apuros y prisas.
- Motiva a ser mejor persona, a tomar una actitud constructiva.
- Muestra una actitud generosa en relación a hacer feliz al otro. Piensan como unidad, como pareja, buscan el beneficio mutuo.
- Tratan de resolver los problemas juntos, cediendo más y buscando soluciones que beneficien a ambos.
- La relación puede tomar mucho tiempo, es difícil de olvidar, deja huellas en la persona.(seguiremos)


Amar sin límites

        No siempre es fácil distinguir entre sentimientos y amor sincero. A veces alguien nos cae simpático, nos gusta pensar en él, sentimos una cierta plenitud cuando está a nuestro lado. En los casos en los que este alguien es del otro sexo, nos podemos preguntar si se trata sólo de simpatía, de amistad, o si me acabo de encontrarme a aquel que puede llegar a ser mi esposo o mi esposa. Quizá entonces sentimos algo de temor a emprender los pasos necesarios que llevan al noviazgo y, si todo va bien, a ese matrimonio que resulta más imprevisible que una quiniela en la que nadie sabe quién va a ganar...
        Por eso, a la hora de pensar si estoy ante la persona que podría compartir conmigo toda la existencia, debo detenerme unos momentos para pensar en serio lo que voy a hacer. Si estoy en un enamoramiento inicial, lleno de emociones y de simpatía, la maduración del amor me exige entrar en ese núcleo interior, el del corazón y la voluntad, desde el que se toman las decisiones que orientan en profundidad la vida de cada hombre.
        El amor verdadero lleva mucho más lejos que el simple enamoramiento. Lo propio del amor es el darse de un modo total al otro, a la otra. La totalidad del amor exige integrarlo todo, sentimientos, sueños, emociones, voluntad e inteligencia, en la entrega al otro. Por eso no puedo decir que amo a una persona simplemente porque resulta eficaz cuando trabajamos juntos, o porque tiene muchas ideas para llenar el tiempo en nuestras conversaciones, o porque enciende mi corazón con emociones más o menos intensas. El amor me hace decirle a la otra persona que yo soy todo para ella y que ella es todo para mí. Sin discusiones, sin alternativas, sin puertas de emergencia: un amor verdadero no pone límites.
        Por eso el amor que lleva a darse no es fácil. El mundo de hoy nos ha acostumbrado a decisiones provisionales, a emociones pasajeras, a aventuras pasionales, de ocasión. El amor no puede vivir según los parámetros de lo inmediato, de lo fugaz, de lo anecdótico. Cuando una pareja se quiere de verdad se compromete hasta el fondo. La plenitud del compromiso, el matrimonio, es tan fuerte que es capaz de permitir, si Dios lo quiere, el nacimiento digno de los hijos, ese nacimiento que es fruto de un amor que no se deja vencer por el miedo o la rutina.
        El mundo necesita el testimonio de enamorados. Muchos de nuestros padres nos han enseñado, con su ejemplo, lo que es amarse hasta la enfermedad, hasta el dolor, hasta la prueba. Otros, no pocos por desgracia, han presenciado esa amarga tragedia de unos padres que viven en continua guerra civil que muchas veces termina en el momento trágico del divorcio. Un divorcio que no soluciona nada, sino que declara el fracaso de un amor que, en muchos casos, quiso ser sincero.
        Dos enamorados de verdad no se casan con el horizonte de la derrota como posible etapa de sus vidas. Dos enamorados de verdad lo dan todo por el otro, por la otra, porque el amor implica darse sin miedo. Donde hay miedo no hay amor completo. El miedo lleva a reservamos algo por si las cosas no van bien, a esconder un bote salvavidas con una sola plaza: lo que le pase al otro no nos importa... Quizá por ese miedo algunos no se casan nunca: prefieren su libertad egoísta a la aventura emocionante y dichosa del darse y del recibirse hasta la muerte.
        Amar es posible. Más aún, amar es necesario. La plenitud de la vida humana se encuentra en el amor. Donde no hay amor, la muerte empieza su trabajo de destrucción y de amargura. Por eso el amor es más fuerte que la muerte, y llena a los esposos enamorados con una paz profunda y sincera, una paz que no termina ni con el dolor, ni con las pruebas, ni con el desgaste del tiempo que sólo arrutina a los que no saben amar sin límites.
        El amor es temible porque es omnipotente. Por eso Dios no se cansa de los hombres. Vence nuestros pecados porque nos ama. La cruz de Cristo es la imagen de su amor. Los cristianos, que creemos en el Amor, podemos vivir el matrimonio en plenitud de paz y de alegría. Sabemos lo que es darse hasta la muerte, perdonar y comprender, lo que significa amar sin egoísmos, como Dios ama. Aquí se encuentra el camino más seguro para la alegría matrimonial: amar como Dios ama. Ese es el camino para alcanzar la felicidad que tanto anhelan los esposos que se aman.






Consejos sabios para aprender a amar al otro sexo
La queja más frecuente respecto a los hombres de parte de las mujeres es la de que estos no escuchan. La queja más frecuente de los hombres respecto a las mujeres es la de que ellas siempre están intentando cambiarlos.
Con frecuencia se escucha en matrimonios con problemas, una expresión muy significativa: "somos muy diferentes". Y no se cae en la cuenta que el problema no está en ser diferentes, sino en comprender esas diferencias. Lo primero no se puede evitar. Lo segundo es una conquista. Una buena comprensión del sexo opuesto ha salvado muchos matrimonios.

Diferentes en los valores
        La queja más frecuente respecto a los hombres de parte de las mujeres es la de que estos no escuchan. El hombre generalmente o no le hace caso o escucha sólo unas palabras y a continuación da una solución. Además el hombre termina confundido, porque a ella parece ser que eso no le basta. Y en general sucede que la mujer desea solidaridad y comprensión y el hombre piensa que ella necesita soluciones.
        La queja más frecuente de los hombres respecto a las mujeres es la de que ellas siempre están intentando cambiarlos. Cuando una mujer quiere a un hombre, se siente responsable de contribuir a su crecimiento e intenta ayudarle a mejorar su modo de hacer las cosas. Por mucho que se resista a su ayuda, ella persiste y busca cualquier momento para decirle lo que tiene que hacer. Ella cree que le está ayudando y él que le está controlando. Lo que él desea de la mujer es aceptación.
¿Por qué pasa esto?
1. El hombre.
        Los hombres dan valor al poder, a la competitividad, a la eficiencia, al logro. Siempre están haciendo cosas para demostrar su valía, para desarrollar su poder y sus capacidades. Eso define su sentimiento del yo. Se realizan a través del éxito y del logro. De ahí incluso sus gustos: el deporte, la caza, la acción... Les tiene generalmente sin cuidado las novelas románticas y los libros de formación personal. Se interesan más por los objetivos y las cosas que por la gente y los sentimientos. A los hombres les preocupa las cosas que pueden ayudarles a manifestar poder mediante los resultados y la consecución de sus objetivos. Y todavía mejor si lo hacen solos. La autonomía es un símbolo de eficiencia, poder y competencia.
        Comprender esta característica puede ayudar a las mujeres a entender por qué los hombres muestran tanta resistencia a que se les corrija o se les diga lo que tienen que hacer. Ofrecer a un hombre un consejo que no ha pedido, equivale a suponer que no sabe lo que debe hacer o que no es capaz de hacerlo solo. Los son muy sensibles a esta cuestión. También a esta luz debe entender la mujer por qué el hombre habla poco de sus problemas y se los guarda para sí. Pedir ayuda sería una señal de debilidad. Sin embargo, cuando necesita ayuda, pedirla es una señal de sabiduría. Y en ese caso buscaría a alguien que le merezca consideración.
        Finalmente, todo lo anterior es una de las razones por las que los hombres ofrecen de manera instintiva soluciones cuando las mujeres les hablan de sus problemas. El hombre en estas situaciones se pone el título de “arreglalotodo” e intenta dar consejos para demostrar su cariño. Quiere ser útil; cree que con sus consejos va a ser más valorado. No se da cuenta de que puede ayudar a una mujer con solo escucharla.
2. La mujer
        Las mujeres no tienen los mismos valores. Dan importancia al amor, a la comunicación, a la belleza, a las relaciones. Dedican más tiempo a apoyarse, a ayudarse, a cultivarse. Sus sentimientos y la calidad de sus relaciones definen su sentido del yo. En esto encuentran su realización. Y, en consecuencia, todo en ellas refleja estos valores. Más que construir autopistas, les interesa convivir en armonía, en comunidad y en amorosa cooperación. Es un modo opuesto al del hombre.
        Les encanta una ropa diferente cada día, según se sientan. Es para ellas muy importante la relación personal, especialmente en relación con sus sentimientos. Pueden incluso cambiarse se ropa varias veces al día según sean sus estados de ánimo.
        Importancia primordial tiene para la mujer la comunicación. Manifestar los propios sentimientos es mucho más importante que alcanzar metas o éxitos. Hablar y relacionarse entre ellas es fuente de enorme satisfacción. Al hombre le resulta difícil entender esto. Las mujeres están orientadas hacia las relaciones y no los objetivos. Les importa más expresar su bondad, su amor y su afecto. Así por ejemplo dos hombres se encuentran para almorzar porque ven en el hecho de ir al restaurante una forma práctica de conseguir alimentación y tratar un asunto. Para dos mujeres es una forma de cultivar una relación, en donde se van a dar apoyo mutuo. Tienden las mujeres incluso a ser muy francas e íntimas.
        La mujer además es muy intuitiva, en el sentido de una capacidad de prever las necesidades ajenas. Entre mujeres ofrecer ayuda no es ni una ofensa ni necesitar ayuda una señal de debilidad. Lo mismo en el hombre sí puede serlo. Para ella el que alguien le ofrezca ayuda es un galardón: hace que se sienta amada y halagada.
3. Soluciones para estas situaciones
        a. Para la mujer: deja de dar consejos. Un ejemplo: se hace un viaje y después de perderse, se dan cuenta que llevan dando vueltas al mismo sitio. Ella sugiere pedir ayuda. Él se enfada. ¿Qué ha pasado? El mensaje real ha sido el siguiente: ella dice: yo te quiero, me preocupo por ti y te ofrezco mi ayuda. Él entiende: no confío en que llegues a donde vamos; eres un incompetente. ¿Qué hacer? Tratar de manifestar que se comprende lo que él está haciendo por ella, aunque sea con el silencio. Cuando una mujer ofrece un consejo que no se le ha pedido e intenta ayudar a un hombre, no se da cuenta de lo crítico o poco afectuoso que puede parecerle a él su gesto. Más aún, es muy posible que el hombre se sienta más susceptible con las cosas pequeñas que con las grandes.
        b. Para el hombre: aprende a escuchar. Los hombres deben recordar que las mujeres hablan de sus problemas para intimar y no precisamente para conseguir soluciones. A menudo la mujer sólo quiere manifestar sus sentimientos acerca de cómo le ha ido un día y el esposo creyendo ayudar la interrumpe y le ofrece una retahíla de soluciones. Y no entiende en consecuencia por qué esto le sienta mal a ella. Un ejemplo: no me queda libre ni un minuto (dice ella). Deberías dejar ese trabajo (dice él). El trabajo me gusta, lo que pasa es que... (dice ella). Tú haz sólo lo que puedas (dice él). Ya lo hago. Es increíble, pero hoy no he llamado por teléfono a mi mamá (dice ella). No te preocupes. Lo entenderá (dice él). Pero no te das cuenta que está muy sola (dice ella). Te preocupas demasiado, y por eso vives infeliz (dice él). Entonces se enfada y grita: es que no me escuchas. Un modo de relacionarse con la mujer es escucharla con solidaridad y comprensión.
        Síntesis: los dos errores que más se cometen:
        Cuando la mujer está disgustada, el hombre trata de cambiar sus sentimientos convirtiéndose en el señor “todo arreglado” y ofreciendo para sus problemas soluciones que descalifican sus sentimientos.
        Cuando un hombre comete errores, la mujer intenta cambiar su conducta convirtiéndose en el comité para la mejora del hogar y ofreciendo consejos no solicitados.
4. En defensa de ambos
        Al afirmar lo anterior no se dice que no haya cosas buenas en ambos en su forma de intervenir. El error realmente no es de fondo, sino de forma. La mujer aprecia la presencia del “arreglalotodo”, siempre que no aparezca cuando esté disgustada. El hombre aprecia la presencia del “comité para el arreglo del hogar siempre y cuando él lo haya pedido”. La comprensión de estas diferencias hace que sea fácil respetar la sensibilidad del otro y prestarle apoyo.
        Cuando una mujer se resiste a las soluciones que le ofrece el hombre, éste siente que se está poniendo en cuestión su competencia. Por ello su disposición a escuchar también sufrirá menoscabo. Breves ejemplos de cómo el hombre puede por error invalidar sentimientos o bien ofrecer soluciones no deseadas: “No deberías preocuparte tanto”. “Pero eso no es lo que yo te he dicho”, “Muy bien, lo siento. ¿Por qué no lo olvidamos?”, “pero sí hablamos de ello”, “no deberías tomártelo así”, “muy bien, yo limpio el...”, “si vas a quejarte luego, no lo hagas”, “de ahora en adelante yo me encargo”, “te importaría ir al grano”.
        Cuando el hombre se resiste a las sugerencias de la mujer, ella cree que él es un orgulloso y que no la apoya. Algunos ejemplos de cómo la mujer puede molestar al hombre dando consejos o críticas aparentemente inofensivas: “¿Cómo se te ocurre comprar eso?”, “los platos están todavía mojados”, “llevas el pelo muy largo”, “hay sitio para aparcar ahí, no lo has visto?”, “no lo pongas ahí, se va a perder”, “deberías llamar al fontanero, porque...”, “deberías pasar más tiempo con los niños”, “¿Cómo puedes pensar en ese despacho tan desordenado”, “Conduces demasiado deprisa”, “deberías haber llamado, pues no sé dónde estabas”, “las patatas fritas tienen mucho aceite, no son buenas para tu corazón”, “esa camisa no va bien con esos pantalones”...


Los Novios deben reflexionar
Aunque no está de moda


        A veces pasa que es tanto el entusiasmo de los novios que dan el amor "a borbotones", en lugar de darlo poco a poco. Y cuando viene la ruptura, se les viene el mundo encima: –"Ya todo acabó para mí"–, decía una adolescente. Y sufren lo indecible.
        Hay un proverbio ruso que dice: "Hay que pensarlo bien antes de iniciar un negocio; dos veces antes de ir a la guerra; tres antes de casarse".
        Un estudio hecho recientemente muestra que una de las cosas que les falta a los jóvenes de hoy es la capacidad de reflexionar. Se requiere, pues, todo un proceso de maduración personal, una maduración que no se da automáticamente, sino que es una tarea. No basta saber quién es el otro, dónde vive, qué le gusta y quiénes son sus padres. Es necesario conocerlo bien como persona única e irrepetible, como dice el psiquiatra vienés Viktor Frankl.

        El enamoramiento suele poner en acto a la imaginación; se idealiza a la persona amada; no se le ven defectos. El problema está en no poner los pies en la tierra, pero eso es difícil de pedírselo al adolescente, ya que su corazón suele andar por las nubes.
        Quien ama, desea lo mejor para el amado; desea superarse por él o por ella y por sí mismo.
       
Un problema de los jóvenes

 El adolescente vive de sentimientos; la pareja reduce sus relaciones a sentirse a gusto juntos, hablar de cosas superficiales alabándose mutuamente, sin pensar en el futuro, sin dialogar sobre temas profundos o dándose a conocer uno al otro a través del lenguaje hablado. Las peleas pueden ver buenas pues allí se conocen como realmente son. Allí sale el modo de manifestarse la agresividad de cada persona. Es grave reducir las relaciones de noviazgo a la dimensión física, sexual, o dejar que sea ella la que predomine. El sexo es elemento integrante del amor matrimonial, pero no constituye el centro de la persona. Las relaciones sexuales fuera del contexto matrimonial constituyen un grave desorden, porque son una expresión reservada a una realidad que no existe todavía: Los jóvenes tienen relaciones de casados cuando en realidad no están casados.
        Alguien te ama mucho, secretamente. ¿Quién? Descúbrelo. A ti amigo (a) adolescente, te dedico este poema que me llegó por internet.
PARA UNA PERSONA BELLA
        Si Dios tuviera un refrigerador, tendría tu foto pegada en él. Si El tuviera una cartera, tu foto estaría dentro de ella. De hecho, Él te manda flores cada primavera, y te manda un amanecer cada mañana.
        Cada vez que tú quieres platicar, Él te escucha. Él puede vivir en cualquier parte del universo, pero El escogió tu corazón. Enfréntalo, amigo(a): ¡Dios esta loco por ti!
        Dios NO te prometió días sin dolor, risa sin tristeza, o sol sin lluvia, pero Él si prometió FUERZA para cada día, consuelo para las lagrimas, y luz para el camino.
        Porque amor no es el que te impide vivir a costa de quitarte de sufrir, sino el que te acompaña en los días buenos y malos, para que puedas crecer tanto como tú puedas, y mucho mas allá de lo que jamás soñó tu imaginación.


Amar sin doblez

  Dominio de de la propia persona

        Cuando las expresiones de afecto no se corresponden con la relación real entre las personas, se banaliza el significado de los gestos. Si, por ejemplo, los novios se comportasen como esposos, se dificultaría la comprensión tanto del matrimonio como del noviazgo, falsificando la realidad de las relaciones interpersonales.
        Si hay amor verdadero lo demás no importa. Sin él, nada es suficiente. Si una persona tiene dos amores a la vez, hay doblez, pues el amor es exclusivo. Se pueden tener muchas amistades, pero amor verdadero solo uno.
        En la formación del carácter maduro y armónico, ocupa un lugar importante el dominio de las propias pasiones; lo que podría llamarse la educación de la templanza. En el mundo actual, dominado por el afán de placer, esta tarea es más necesaria que nunca. Algunos jóvenes no quieren negar nada a los ojos y al estómago, pero se niegan a escuchar a quien los quiere bien. Y se dejan arrastrar por los placeres que los degradan.
        No podemos dar rienda suelta a los deseos y gustos personales porque al final de ese camino se encuentra la tristeza y el aislamiento en la propia miseria.

        Se sabe que los hombres son más groseros que las mujeres, especialmente cuando están solos, pero las mujeres hoy en día les hacen la competencia. No es lo mismo grosería que insulto. La grosería no tiene la intención de ofender. Hay mujeres que aguantan que el hombre les diga majaderías y las insulte, porque ellas son débiles de carácter y –como temen perderlo– toleran lo que no deberían de tolerar. Son tontas, ciegas, soberbias. Cuando abran los ojos se darán cuenta que ese no era el camino de su felicidad, y podrán reemplazar la rabia y la confusión por la paz y la confianza, si hay ánimo de recomenzar.
       

Lo que se valora se cuida

 "El que tenga un amor, que lo cuida, que lo cuide ...", dice la canción. La castidad es la cualidad que custodia la dignidad del amor humano. Cuando la mujer o el hombre renuncian a pelear y se abandonan a la tiranía de los instintos, se rebajan a un nivel infrahumano.
        La castidad es imprescindible porque nos ayuda entender las delicadezas en el trato con los demás y a no pactar con nuestras miserias.


      
Aunque las modas no acompañen


  Los espectáculos televisivos y cinematográficos han puesto de moda la falsa idea de que la vida limpia está pasada de moda porque cuesta mucho trabajo vivirla. Es cierto que en ocasiones puede costar un poco, pero no hay que exagerar. Para una persona normalmente constituida, esa lucha suele ocupar un cuarto o quinto lugar.
        La castidad proviene del amor y de ordena al amor. La limpieza de vida se halla lejos de la sensualidad pero también de la insensibilidad.
        Para algunos vivir la castidad es algo incomprensible o quizá una utopía. Si la persona es consciente de su debilidad buscará la fortaleza en donde está, es decir, en Dios.
        La pureza no es la única virtud ni la principal pero sí es indispensable para la vida plena. Si alguna vez se cae, hay que levantarse en seguida, hay que reparar, de modo que esa derrota se transforme en victoria y en experiencia para no volver a caer. De otra parte, incluso las personas más pervertidas, si se arrepienten y purifican su vida pasada, pueden llegar a ser personas espléndidas a los ojos de Dios y de los demás.
        C.S. Lewis tiene una frase muy sabia que dice: "Cuando un hombre se va haciendo mejor, comprende con más claridad el mal que aún queda dentro de él. Cuando un hombre se hace peor, comprende cada vez menos su maldad




El enamoramiento necesita de duelo












Escuché decir en una reunión de amigos que así como todo en esta vida se pasa, el amor también. Autores han dedicado poemas, canciones y libros enteros a describir ejemplos y nos han llenado de sentimientos diversos, sin embargo pocos sabemos realmente si esto será verdadero. El solo hecho de pensar que el fuego del amor, como muchos lo conocemos, se pasa… nos da escalofríos.

¿Qué es lo que nos emociona?

Comencemos con un ejemplo, Andrea conoce a Diego en una cita a ciegas que resultó un éxito. Diego quedó prendido de Andrea y comienza el proceso de conquista. Llamadas, correos, mensajes, salidas y pronto se encuentran saliendo todos los días. Existe una enorme necesidad de estar juntos, los dos se sienten en las nubes, todo es perfecto. Ahora ya son novios, son todo lo que soñaron el uno para el otro, no hay otra persona mejor.

En esencia todas las emociones son impulsos para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida. La raíz de la palabra emoción es motere, el verbo latino “mover” además del prefijo “e” que implica “alejarse” lo que sugiere que en toda emoción hay implícita una tendencia a actuar. Cada emoción nos hace reaccionar de diferente manera biológicamente. Por eso cada vez que vemos a la persona que queremos o deseamos se desatan reacciones que no controlamos.

En el caso de la felicidad hay un aumento de la actividad del centro nervioso que inhibe sentimientos negativos y favorece la energía disponible. Fisiológicamente se produce una tranquilidad que ofrece un descanso general además de buena disposición y entusiasmo. Con el amor, los sentimientos de ternura y satisfacción sexual dan lugar a un despertar parasimpático, lo opuesto a lucha o huir, generando un estado de calma y satisfacción facilitando la cooperación.

Con esto podemos ver que el amor tiene un impacto en nuestro cuerpo, físicamente suceden cosas en las que no tenemos control. Como estas reacciones son biológicas entonces por ende son variables no permanentes, así comprobamos lo que se dice, que el amor se acaba. Claro pero el amor físico, imaginémonos que viviéramos en ese éxtasis todo el tiempo, no sería natural. Pero qué pasa con el amor a la persona, ese que no se puede describir con palabras.

Termina el enamoramiento, comienza el amor

Como se ha de suponer en nuestro ejemplo, Diego y Andrea llevan ya meses de noviazgo y lo que antes a Andrea le parecía gracioso de Diego ahora es insoportable y Diego cada vez quiere estar más tiempo con sus amigos porque Andrea siempre lo está “presionando” o corrigiendo. Un día se ven y dicen, “¿qué pasa con nosotros?”, “estoy aburriéndome”, “ya no tengo necesidad de llamarle”. Cada uno siente que ya no está esa chispa que había antes. Sin embargo no se acabó el amor, de hecho apenas comienza. Lo que sucede es que terminó el enamoramiento.

Todo enamoramiento es transitorio, es una fase para pasar al amor real o verdadero, esto puede suceder durante el noviazgo o incluso después en el matrimonio. No se extingue sino que se transforma, sin embargo si cuando éste termina, la pareja no logra empatar ninguna de las expectativas de ambos debido a la diferencia tan marcada de lo que es real con lo imaginario, la relación llegaría a su fin. Esto es lo que sucede desgraciadamente en muchos matrimonios que sufren de divorcios porque “cuando éramos novios ella o él no era así.”

El duelo es parte natural en las relaciones

Lo primero que sucede en la pareja cuando termina el enamoramiento es una crisis y desilusión que permite la evolución y la manifestación de todo un potencial de maduración para cada uno de los integrantes y la pareja en su conjunto. Todas las parejas que no renuncien a la confrontación con la realidad, que mantengan un contacto con ella y una comunicación sincera, pasarán por este proceso tarde o temprano. Esto llega cuando se presenta la exigencia de realizar una relación concreta y de fundar un proyecto de vida en común.

La fase que sigue ofrece a la pareja una nueva forma de llevar la relación más dinámicamente. Este empujón a la realidad obliga a la pareja prestar más atención a otros objetos, no sólo a sí mismos. Se trata de un proceso de crisis que permite el volver a tomar un afecto al mundo externo partiendo de la supuesta inadecuación de la otra persona que parece no responder a todas las expectativas o deseos que se tienen.

Lo que sigue ahora es hacer un funeral de lo idealizado, en este caso el novio o novia, y simultáneamente enterrar esta imagen completamente. En este momento se rompe con toda la realidad psíquica vivida con la persona. Este sacrificio de lo imaginario es tan doloroso en cuanto a cuántas proyecciones se hayan hecho de la persona. Para poder reconocer ahora las imperfecciones y comenzar el duelo se requiere de mucha energía. Se trata de descubrir sentimientos que ahora son ambivalentes y muchas veces presentados como odio, sin embargo con la suficiente recompensa grata al final como para no rechazarlo.

Reconocer a la pareja como persona total significa reconocerlo como individuo que tiene una vida propia y relaciones con otras personas, pudiendo experimentar con esto una cierta depresión y angustia. Esta fase es crítica para la maduración de la relación, no es nada cómoda y lleva a la tentación de emprender la fuga a través de diversas estrategias.

Cuando se elabora el duelo de manera favorable el proceso avanza gradualmente permitiendo a la pareja reencontrar su propia capacidad de juicio y crítica para aproximar entonces en una nueva etapa a la persona con la realidad. Todo esto mejora considerablemente la comunicación de la pareja y el funcionamiento de la relación.

El sentido real del amor

Así culmina entonces la etapa de duelo y comienza el amor verdadero. Es el amor que acepta a la persona tal y como es, con todos sus defectos y con todas sus virtudes. Que está para perfeccionar a la otra persona y sacar de ella lo mejor de sí misma. 


Razones para terminar un noviazgo.




No basta amar a una persona para formar una pareja con ella.
RAZONES PARA TERMINAR UN NOVIAZGO
Objetivo:
Hacer conciencia de los factores por los cuales una relación de noviazgo debería terminar, preparando al joven a relaciones emocionalmente estables.
No basta amar a una persona para formar una pareja con ella. Aunque íntimamente ligados, son dos asuntos diferentes. Podemos amar intensa y profundamente a una persona, y al mismo tiempo darnos cuenta de que no podemos formar una buena pareja con esa persona.
La relación de pareja es maravillosa, pero también difícil. No es suficiente, para construirla, con lindos sentimientos. Hacen falta otras cosas: madurez, salud emocional, respeto, solidaridad, generosidad, comunicación, proyectos de vida comunes, acuerdo en los principios básicos, flexibilidad…
El noviazgo es, precisamente, la etapa para darse cuenta de si dos personas que se aman pueden o no, al cabo del tiempo, formar un matrimonio feliz. Por eso necesitan estar atentos a lo que verdaderamente ocurre en su relación, más allá de la atracción y el enamoramiento. Conviene que estén atentos a los pequeños signos, detalles que pueden estar ocultando problemas graves, como los siguientes, que deben prender una señal de alarma en nuestra relación:
1.- VIOLENCIA. Cuando hay violencia en la relación sea verbal, emocional o física, aunque sea leve, esa relación debe terminar de inmediato. Las esposas de hombres golpeadores, por poner un ejemplo, relatan casi siempre que de novios ya había gritos e insultos. Nunca pensaron que eso empeoraría, la violencia nunca construye una relación. Es una profunda falta de respeto.
2.- CELOS. Cuando alguno de los dos es celoso, son una señal terrible de inseguridad, de afán de control y de posesión sobre el otro. Sobre estas bases no puede existir el auténtico amor. Los celos, no son, para nada, una prueba de amor. Al contrario, significan que el celoso te considera posesión suya, para su uso y recreación.
3.- DEPENDENCIA EMOCIONAL. Si se necesitan el uno al otro para ser felices. La felicidad es una experiencia interna y responsabilidad de cada quien. Si comparten y enriquecen su felicidad, qué maravilla, pero si dependen del otro para ser felices, si sienten que su vida esta vacía sin el otro, eso no es amor, es dependencia.
4.- ALCOHOLISMO. Cuando uno de los dos bebe más de la cuenta. El alcoholismo es una enfermedad. Los enfermos alcohólicos merecen amor, comprensión y respeto, como cualquier persona. Pero, mientras no se recuperen de su enfermedad, no están capacitados para formar una pareja, mucho menos para ser padres. Hablamos de recuperación, no solamente de dejar de beber. La recuperación significa un cambio profundo de la persona, de su carácter, de su madurez, de su vida espiritual. El alcoholismo es una enfermedad progresiva, de modo que es probable que durante el noviazgo todavía no se manifieste plenamente, pero si hay signos de esta enfermedad, está ahí, por ejemplo beber cada fin de semana, excederse una y otra vez, no poder decir “basta”, aburrirse en reuniones donde no hay alcohol, hacer o decir cosas que no haría o diría sobrio, tomar para escapar de tensiones o problemas o para animarse…
5.- DESEOS DE CONTROL. Si tu novio o novia te presiona a hacer algo que tú no estás de acuerdo porque le parece bueno para ti. Esto puede parecer un detalle insignificante, pero en el fondo hay un enorme deseo de control sobre la otra persona, lo que implica poner obstáculos para que sea ella misma.
6.- NO PUEDEN SER AMIGOS. Si lo que los une es la pasión, el deseo, el enamoramiento; pero no pueden sentarse a platicar; si no se escuchan uno al otro; si no pueden compartir sus vidas como hacen con un buen amigo o una buena amiga, eso que hay entre ustedes no les va a permitir formar un buen matrimonio.
7.- PROBLEMAS PSICOLÓGICOS. Cualquier problema psicológico serio es razón suficiente para terminar un noviazgo, o al menos para plantear la necesidad de recuperación del afectado antes de formalizar más la relación. Problemas como depresión, ansiedad, inseguridad profunda, inmadurez, obsesiones, masoquismo, agresividad, compulsiones, adicciones y otras, deben ser tratados profesionalmente antes de formar una pareja. El miembro sano de la pareja no debe sentirse culpable por dejar al otro con su problemas porque, como ya dijimos, una cosa es el amor y otra la pareja. Podemos amar a alguien con problemas, y apoyarlo y ayudarlo en la medida de lo posible, pero de ahí a formar una pareja hay un abismo. No solamente no es conveniente, sino que no tenemos derecho a hacerlo, por lo menos no si lo que queremos es formar una familia.
8.- MENTIRAS Y OCULTAMIENTO DE ASUNTOS GRAVES. Haber tenido un hijo, por ejemplo, o padecer una enfermedad seria, así como antecedentes penales o situaciones familiares problemáticas, entre otros. Estos asuntos, por sí mismos, no necesariamente incapacitan una relación. Pero el otro debe saber que existen para poder tomar una decisión libre, no con base en engaños. Así que, si alguien sospecha con cierto fundamento que el otro le está ocultando algo grave, es mejor terminar esa relación cuanto antes.
9.- EGOÍSMO. Cada quien sabe cuándo es egoísta y cuándo el otro lo es. El egoísmo no permite que se desarrolle el amor.
10.- JUZGARSE EL UNO AL OTRO. Criticar a sus mutuas familias, no aprobarse, no darle valor a lo que siente o piense el otro. Todo esto habla de que no hay un verdadero encuentro entre los dos.
11.- NO AFINIDAD DE VALORES. No estar de acuerdo en los valores fundamentales de la vida. ¿Cómo podrían construir una vida en común así?
12.- NO ESTAR DE ACUERDO EN DETALLES COTIDIANOS. Por ejemplo como pasar el tiempo libre, que uno le guste bailar y otro no, el tipo de comida, etc., y no ser capaces de tolerarse uno al otro. Si uno de los dos tiene que adaptarse a otro, renunciar a sus amigos o actividades que degustan, esa relación no va a funcionar, porque está partiendo de un cancelar, al menos en parte, de uno de lo miembros.






Recuperar la virginidad

Y responden a la verdad buena 

        Un grupo de adolescentes me invitó a que les hablara del amor. Al comenzar, les aseguré que aprendería de ellos mucho más de lo que se pudieran llevarse de mis torpes palabras. A fin de cuentas, sólo soy un escritor, aunque lo de mis novelas no parecía importarles demasiado. De mi vida prefirieron atrapar el estado civil, casado, aunque supieron leer –tan jóvenes– entrelíneas mucho más, hasta descubrir una historia de amor que comenzó hace quince años y que mejora en el tiempo desde que nos comprometimos para siempre, frente a Dios y los hombres.
        Aquellos adolescentes son consumidores de series de televisión, claro, y de botellones, y del festival con el que nuestros políticos fomentan la difusión de todo tipo de técnicas para practicar un sexo seguro, y del horror con el que esos mismos políticos (y sus compinches, que son, ¡ay!, muchos) solucionan los embarazos a destiempo.
        En un primer momento pensé que no me entenderían, porque cuando hablo del amor, el corazón y la boca se me llenan de realidades muy distintas al sexo de usar y tirar: compromiso, fidelidad, entrega, optimismo, renuncia, espera… Decidí plantearles el reto del amor eterno, una quimera muy real y a la que ni siquiera la muerte tiene posibilidad de vencer, porque durará para siempre: ella y él, bien juntos, ante una felicidad que no se agota.
        Para mi sorpresa, el auditorio respondió con un silencio expectante. Sospechaban que el único amor que puede colmarnos tiene condiciones. La primera, vivir un noviazgo limpio, que ayude a conocerse, a respetarse, a preparar el momento del compromiso definitivo en el que uno renuncia a su intimidad material, corporal, espiritual…, en beneficio exclusivo del otro, sin utilizaciones, vacuidades ni coacciones. A recuperar incluso la castidad, la virginidad, con la ilusión de quien va preparando la celebración del “Sí, quiero”, que es el “Te quiero para siempre, sin vuelta atrás”.
        “¿Os parece un sinsentido volver a ser vírgenes?”, les pregunté con la inquietud de que me hubiesen catalogado de iluso, de loco. Entonces estalló un aplauso largo y sostenido, el aplauso que merecía la resolución que muchos de ellos acaban de tomar







Un gran concierto vital

Sabemos todos que comunicar es algo más que hablar y escuchar. En el trato humano, comunicarse es, en primer término y por encima de todo, medio insustituible para alcanzar la verdad. Es clave para resolver los problemas que se puedan plantear, en las diversísimas circunstancias personales y de relación.

Hablar y avenirse es, por lo que respecta a la familia, un precioso instrumento para facilitar el amor, haciendo partícipes a los más próximos de los propios sentimientos, de las propias necesidades, alegrías, expectativas y esperanzas.

Somos conscientes de que, para robustecer y progresar en la convivencia diaria se precisa una cierta sintonía. Pues bien, para entendernos hemos de asegurar dos asuntos. Por un lado, “querer-buscar” un conocimiento efectivo de la realidad, saber de las cosas tal como son. Y de otra parte, un respetuoso reconocimiento de la dignidad de las demás personas, por encima de prejuicios y particularismos.

Ocurre que ahora, sólo lo automático, lo rápido, lo inmediato es lo considerado bueno. Pero, no olvidemos que en la comunicación familiar y entre personas que se aprecien, existe una lógica de tiempo y espacio que nos lleva mucho más lejos. Hemos de aprender a saber esperar la reflexión, dar tiempo a una respuesta, a una mejora, a una decisión libre y responsable. Eso, aunque sea sobre algún pequeño asunto, es entrenamiento de convivencia, es ternura y cálida presencia.

Es así que surge, más encendida que nunca, la necesidad de poner en gran valor el trabajo del hogar y la familia, de esmerarnos en un reparto de tareas prudente y generoso, de evitar estereotipos machistas y también feministas. Amar adelantándose a lo que necesite el otro, comprender sus diferencias, quererlo o quererla en su integridad.

Por ejemplo, si una esposa comprende la falta de orden material del marido significa que le ayudará a mejorar, se lo dice, tiene paciencia e incluso sonríe al ver los esfuerzos que él hace. Idéntica actitud ante el desarrollo de virtudes en los hijos, facilitará en ellos la mejora real, espontánea, agradable, deportiva; con esfuerzo, por supuesto.

En el itinerario del amor es seguro que aparecen dificultades. Puede ocurrir que alguien pase temporadas de especiales complicaciones de salud, anímicas, laborales, etcétera.
Pero, como el amor de verdad está centrado en la persona del otro, no nos puede ser ajeno cualquier asunto que le afecte, poco o mucho, a esa otra persona.

La verdad que ha de haber en el amor, se convierte en mentira si hay dejadez para saber cómo se encuentra él o ella; si nos desentendemos de cómo interpreta las acciones o datos que recibe por nuestra parte. Afinar en la compenetración del “equipo” es ocupación diaria. Y en ocasiones, tal vez precise esfuerzos extras para evitar fijaciones y susceptibilidades.

También es verdad que, en ciertos momentos y circunstancias, algún desconsuelo o alguna ausencia nos van a resultar impulso de buena reflexión. Nos motivarán para retomar, con un tierno guiño, el amor y la esperanza compartidos.

No dudemos que se puede, y se debe, encontrar caminos para enamorarse otra vez de la propia esposa o esposo. Urge abrir vías de comunicación. Es verdad que hay períodos de sequedad sentimental pero, precisamente éstos son los que hacen más maduro al amor, pues vamos a trabajar mejor los sentimientos y las pasiones. Así, la razón nos atrae para querer más y más, con toda la persona, cuerpo, afectos y voluntad.

Pero, en todo caso, descubramos al novio o novia que todos llevamos dentro. Cultivemos nuevamente aquellas largas citas, ayunas de nadie más. Eso nos facilitará ser más hombres y mujeres, para después ser mejores padres, madres, esposas y esposos.

Por otra parte, vale la pena recordar que el amor matrimonial no es un momento, un hecho estático en la vida de las personas. Es un estado en desarrollo, que evoluciona. Tan es así, que el verdadero amor es creciente. El tiempo que vaya transcurriendo y las pruebas por las que pase el amor, consiguen acrisolarlo, hacerlo más limpio y elevado. Es un amor enamorado, incluso con estupendas pasiones, amor entero.

La relación de pareja se refuerza superando y canalizando las tensiones, perdonando y aprendiendo a perdonar. Para ello, es imprescindible establecer hábitos estables de trato sincero. Facilitemos que nuestro cónyuge nos explique su opinión, sus inquietudes, que los problemas que puedan aparecer sean objeto de estudio, no de discusión, que nos adelantemos a cambiar o rectificar. Eso es un buen punto de partida para la rectificación del esposo o la esposa. Y siempre, el olvido de sí y la amorosa aceptación del otro.

Dios quiera que, cada día, todos aprendamos un poco más a avenirnos. Y que, de las tensiones, como de los buenos instrumentos musicales, saquemos estupenda armonía.






¡Ya tengo novio!



Los seres humanos somos los únicos que podemos facilitar el encuentro con los otros y los únicos que nos enamoramos de una forma totalmente consciente, y personal. ¿Cómo llevar un buen noviazgo? 


"El amor mueve al sol y a las demás estrellas". Dante




Una de las épocas de mi vida que recuerdo con más nostalgia, es aquella a partir de los trece años cuando empezaba a ser testigo del inicio de las relaciones de noviazgo entre mis compañeras de colegio. Me encantaba oír las historias de cada una con las declaraciones de amor que les hacían los chicos. Algunas hablaban de tener solo unos días de ser novios, otras celebraban meses, mientras yo esperaba y esperaba a que eso sucediera mágicamente en mi vida. ¡Yo también quería tener un novio! ¿Cómo podrías definir tú la palabra noviazgo? El noviazgo querida amiga, es un tiempo de conocimiento mutuo y de trato más profundo entre un hombre y una mujer con vistas al matrimonio. Generalmente cuando apenas se está entrando en la juventud, el matrimonio no es algo en lo que se piensa y sólo te lanzas a la aventura del amor. Por esto, se hace muy importante que aunque tengas 15, 16 o 17 años y el primer amor toque a tu puerta te encuentre preparada, informada y con la madurez necesaria desde tus cortos años para que esta experiencia sea lo que realmente tiene que ser: el primer encuentro de tu intimidad con alguien que no es de tu mismo sexo y además te atrae . Ese encuentro, que deberá ayudarte a conocerte a tí misma y aprender a pensar con rigor para que no pases de la confianza a los celos y sea una verdadera experiencia de crecimiento como mujer, lejos de una experiencia de inestabilidad interior y tormento.







Intimidad




La palabra intimidad deberás entenderla como esa zona espiritual reservada a una persona. Tiene su origen en el vocablo latino intimus, que es superlativo de inter. La intimidad siempre hace referencia a las personas, a los seres pensantes como tú y yo que somos los únicos que tenemos un "yo" y con una conciencia de ser únicos e irrepetibles. La intimidad es el núcleo oculto de cada persona, donde se toman las decisiones más propias e intransferibles. Cuando tenemos un amigo especial o una amiga con quien compartimos todo, estamos aplicando el adjetivo intimidad ya que conoce cosas nuestras que no comentaríamos con nadie más. Cuando te enamoras la relación ya no es superficial sino "íntima" y por lo mismo es importante que también conozcas el concepto del amor.






¿Qué es el amor?




Los seres humanos, amiga mía somos los únicos que podemos facilitar el encuentro con los otros. También somos los únicos que nos enamoramos de una forma totalmente consciente, y personal. No sucede lo mismo con los perros o los gatos ya que ellos no piensan por sí mismos, quieren, comprenden y deciden. Pero, ¿qué es el amor? . Quisiera darte una definición clara, precisa y que se quedará grabada para siempre en tu memoria del maravilloso misterio que se esconde tras la palabra amor. Como esté dentro de tí- la raíz del amor-, decía San Agustín, ninguna cosa sino el bien podrá salir de tal raíz.. Estar enamorada es convertirse en un bien para el otro.




El Dr. Pedro Juan Villadrich, Director del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad de Navarra, se expresa de la siguiente forma: "Amar algo o a alguien significa dar por bueno, llamar bueno a ese algo o a ese alguien. Ponerse de cara a él y decirle: Es bueno que existas, es bueno que estés en el mundo siendo precisamente lo que eres, pues en lo que eres, eres estimable, amable, y te apruebo. El amor amiga, es un movimiento de tu voluntad activo, vivo, constructor, edificador, creativo y que SIEMPRE buscará hacerse el bien en la vida de ese chico que hoy ocupa u ocupará tu corazón.




Enamorarse pues, será empezar a ejercitar esa capacidad espiritual e inteligente de hacer el bien, a través de tus actos a ese otro que tu corazón ha elegido y que yace en el alma misma, en el interior de cada una. No quiere decir que perderás tu identidad y ya no serás capaz de gobernar tu voluntad; tampoco será poner a ese chico en la cúspide de tu corazón de una manera desordena . Al contrario, tu personalidad se verá enriquecida porque es alguien a quien tu ayudas a crecer y a su vez te ayuda a crecer. Tendrá un lugar especialísimo pero con la coherencia de no venir a reemplazar por ejemplo, el amor de tus padres. El amor, a tu edad es hermoso, pero también es nuestra primera prueba para aprender a ser inteligentes en las relaciones humanas.¿Podrías reflexionar pausadamente en torno a esto?






Conocerse y aprender




Tu primer noviazgo será una de las aventuras más inolvidables y memorables de tu vida. Ese primer sentir que tu corazón palpita, el percibir que a él lo miras diferente, los momentos de soledad que se buscan para "pensar" por primera vez en alguien de manera definida. Subirás por momentos como la espuma hasta tocar el cielo; otros caerás como cuando lo hace un fruto maduro. A veces todo será luz, alegría, júbilo, nerviosismo, pero en otras ocasiones sentirás las primeras punzadas que trae la indiferencia del amado o las peleas por que hay puntos de vista diferentes así como la angustia de perderle.






Es normal




Todo esto, es normal, pero sobre todo es la materia prima que necesitas(el palpitar del corazón, la inseguridad, las peleas) para conocerte y recorrer el camino sabio y misterioso del amor. Tu relación pues, deberá ayudarte a vivir de una manera creativa, a mejorarte como persona y a querer el bien para el otro. Pues el amor es hacerse siempre el bien para el amado. Es aprender a dar respuesta ante los momentos difíciles que construyen y hacen sólida una relación. Por ejemplo: Alguna vez tu novio no tendrá tiempo de dedicarte un fin de semana, ¿cuál sería la actitud correcta? ¿será bueno empezar a darle vueltas a la imaginación y llenarse de rabia?




La actitud correcta desde ti deberá ser de madurez. La persona que esta en vías de crecimiento a adulto, va madurando a medida que va ejercitando el control de sí misma, de sus emociones y de sus propios quereres. Por lo tanto, si tu novio no puede dedicarte un fin de semana y conociendo que estás en una escuela de aprendizaje a vivir un noviazgo que construye, puedes repetirte a ti misma: no pasa nada. Comprendo, ya no s veremos el próximo fin de semana. Eso sí, lo esperaré con muchas más ganas. ¿Te das cuenta como una actitud así te hace crecer como mujer y edifica tu relación? Al contrario si das vuelta a la imaginación, tu comportamiento sería algo así: si no estás este fin de semana conmigo, olvídate de mí. Esto nos da a entender que hay mucha inmadurez de tu parte y síntomas de posesión del otro demasiado marcados.






Una verdadera experiencia




Cuando se ama, no se intenta poseer o manipular al otro. Al contrario, se afirma constantemente a la persona, se hace un esfuerzo por conocerle y sobre todo se le sigue respetando su libertad. Tener novio, no significa que el, pasará a ser tu propiedad o que toda tu vida girará en torno a lo que diga y haga. Un novio es un amigo, un compañero, un alma afín a la tuya y aquel que tú has elegido para asomarte por primera vez un poco al mundo de los adultos. Amiga, pide sabiduría siempre a Dios para que tu primera experiencia romántica sea uno de los recuerdos más memorables, iluminadores y maravillosos de tu vida. Sobre todo sea la experiencia que te abrió los ojos a ejercitar por primera vez de la forma más libre, tu libertad, voluntad y los valores en tu vida.


Si a la vida conyugal, a pesar de los pesares

El amor debe ser el primer argumento de la vida. Casi todo lo bueno y lo malo de la existencia humana, se vertebra en torno a los aciertos y a los errores en el amor comprometido.
Equivocarse en las expectativas de la relación conyugal es grave y produce unos efectos que se alargan en el tiempo. Las expectativas son ideas previas, esperanzas, ilusiones, sobre lo que se entiende a nivel general que debe ser este tema. Aquí cuenta desde la información que hemos ido recibiendo desde jóvenes, la educación sentimental, los referentes familiares, las circunstancias personales, nuestro estilo de vida, las ideas y creencias que se han ido hospedando en nosotros. Todo ello forma el subsuelo en donde nos apoyamos.

Lo que es evidente es que amor y trabajo, afectividad y profesión constituyen los dos ejes decisivos sobre los que se consolida el ser humano.

Leemos estos días en la prensa el aumento del número de rupturas de pareja y divorcios. Quiero llamar la atención sobre 5 errores frecuentes que se producen en los que se embarcan en la vida en pareja. Quiero poner sobre el tapete cinco avisos para navegantes:

Pues bien, ¿cuáles serían esos errores mas frecuentes hoy en el manejo indiscriminado de la palabra amor?

Hacer del amor algo divino Esto conduce a hacer del amor tal elogio, alzaprimarlo tanto que nos deslumbre y pensemos que las cosas han de ser siempre así. En el amor inteligente hay una visión inmediata y otra mediata, una próxima y otra lejana; en el primero la mirada se concentra en el aquí-ahí-ahora, y en el segundo en el allí-allá-allende. En la divinización del amor entramos en un mundo mágico y excepcional que es la poesía. Que nos ofrece solo una parcela de la realidad sentimental, la mejor. Aquella menos difícil y más desproblematizada.

Lope de Vega en su célebre soneto Varios efectos del amor lo termina resumiendo así: “beber veneno por licor/olvidar el provecho, amar el daño/creer que un cielo en un infierno cabe/dar la vida y el alma a un desengaño:/esto es amor. Quien lo probó lo sabe”. Y un siglo antes, en el XV, Juan de la Encina en uno de sus villancicos nos dice:”No te tardes, que me muero, carcelero. /Sácame de esta cadena/ que recibo muy gran pena/pues tu tardar me condena/carcelero”. El gran poeta romántico Bécquer nos pone delante del enamoramiento y nos deslumbra con sus certeros dardos expresivos, al ofrecernos lo mejor de si mismo.

Con la esfinge de la palabra amor se acuñan muchas monedas falsas. Uno se emborracha de ella y puede perder incluso la cabeza Amar a alguien. Amar a alguien es decirle tu estarás siempre conmigo e intentaré darte lo mejor que tengo. Luchare por ello. Me esforzare. Pero sabiendo que mantener ese fuego encendido depende de que se vaya alimentando a base de cosas pequeñas, diarias, menudas, que le dan esas llamas permanentes El amor es divino y es humano, el amor es espiritual y terrenal. Tener una concepción correcta evita muchas andaduras negativas...

Hacer de la otra persona un absoluto. Sería como una prolongación del concepto de cristalización que describió Stendhal, pero con algo más de fundamento. Decía este autor francés que enamorarse es idealizar al otro, con todo lo que ello significa.

El príncipe azul no existe, existe desde fuera, desde los aledaños de la convivencia. Pero no existe desde dentro: nadie es un gran señor para su mayordomo Aquí se mantiene al otro en una posición excesivamente elevada, lo que lleva a ponerlo en un pedestal psicológico. En la convivencia diaria, la visión que se va a ir que se va a ir teniendo de él es milimétrica, codo a codo, hay mil y una ocasiones de que esta imagen superlativa caiga y se desplome. No de un día para otro, sino de forma gradual. El otro, de cerca, pasa de ser absoluto a ser relativo, de magnificar sus capacidades positivas a verlas con un cierto espíritu critico. Por eso para mantenerse enamorado hay dos cosas esenciales, seguir admirando al otro y mantener un buen nivel de comunicación Pero es una seria equivocación no ver los defectos de esa otra persona y saberlos aceptar como condición sine quanom de lo que es el ser humano. Eso es tener los pies en la tierra.


Hoy tenemos mucha información respecto a las rupturas de pareja en medio mundo, lo que esta llevando a un miedo enorme al compromiso conyugal, al ver los datos de la realidad sobre la mesa. La inteligencia es capacidad de síntesis. También es tener esquemas mentales, que nos ponen en la realidad.

El verdadero amor consiste en luchar por sacar lo mejor de la otra persona (por supuesto lo mejor de uno mismo). Tener el arte, la gracia y el oficio de que lo más positivo que el otro tiene salga en la vida ordinaria.

En nuestra cultura el hombre se enamora por la vista y la mujer por el oído. Al principio, en el enamoramiento casi todo se mueve en el juego de las apariencias. Después de los primeros lances va apareciendo la verdad de cada uno. Conocer al otro en sus cosas positivas y negativas es tener un buen equilibrio psicológico

Es un fallo bastante generalizado pensar que solo con estar enamorado es suficiente para que el amor funcione. Es ese el principio, el empujón que pone en marcha toda la maquinaria psicológica de los sentimientos y que los comienzos tienen una enorme fuerza. Pero eso tiene validez solo al principio. El amor es como un fuego que hay que alimentarlo día a día. Si no se apaga. Hay que nutrirlo de cosas pequeñas, en apariencia poco relevantes pero que están en la falda de lo diario. Cuando se descuidan, antes o después, esa relación se va enfriando y acaba por llevarse las mejores intenciones. Dicen los economistas, que en los negocios hay que estar muy pendiente de los más mínimos detalles, para que no se den sorpresas. Cuidar los detalles pequeños es amor inteligente. La afectividad se parece también a un negocio, en el que la cuenta de resultados es subjetiva y se mide por unos termómetros privados que nos dicen si el tema va bien o uno se desvía de la ruta.

En el hombre light, todo esta centrado en lo material: dinero, éxito, poder, triunfo. Dicho de forma más académica: hedonismo, consumismo, permisividad y relativismo. Placer por encima de todo, acumular, darlo todo por válido si a uno le apetece y tener una visión de la realidad tan amplia que se borran los límites geográficos entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto.... Con esos presupuestos es muy difícil mantener una relación sentimental estable, salvo que la otra persona sea capaz de doblegarse, desaparecer psicológicamente y someterse a fondo. Pero eso no es matrimonio, ni relación conyugal, ni vida de pareja. Eso es otra cosa.

La inteligencia afectiva nos lleva a saber plantear lo que son los sentimientos compartidos y a buscar soluciones. Anticiparse y resolver. Prever y solventar. Facultad para dominarse a si mismo e ir entendiendo la geografía sentimental en su diversidad. Mapa del viaje exploratorio hacia la arqueología afectiva, espacio donde radica lo más humano del hombre. Desde esos parajes, uno debe esmerarse en concretar planos y aristas y territorios a modificar, enmendar y rehacer lo que no va como es debido.

La vida conyugal necesita ser aprendida. Es de una gran inmadurez pensar que una vez que dos personas deciden compartir su vida, todo irá circulando más o menos bien, por el solo hecho de la decisión recíproca de estar el uno de acuerdo con el otro. Se necesita un consenso sobre lo básico bien hilvanado. . La convivencia es un trabajo costoso de comprensión y generosidad constantes, en donde no se puede bajar la guardia. Para mi no hay nada tan complejo como esto. Tiene muchos ángulos y vertientes. Sus lenguajes son físicos, sexuales, afectivos, intelectuales, económicos, sociales, culturales, espirituales. La integración de todos esos engranajes, su acoplamiento y el que las piezas rueden con cierta fluidez, es una operación en donde hay que poner los mejore esfuerzos. Tarda uno mucho tiempo en entenderse con otra persona. La madurez conyugal es serenidad y benevolencia. Pero esa madurez necesita tanto de la pasión como de la paciencia

En la psicología del aprendizaje hay todo un conjunto de reglas que se van a ir cumpliendo para que esa información se archive en la mente y de lugar a respuestas eficaces y certeras, que solucionen conflictos y apacigüen problemas. La inteligencia y la voluntad deben estar aquí especialmente presentes. La primera como ilustración, perspicacia, percepción integradora, lucidez reflexiva, vivacidad que mueve a la experiencia y la trae a primer plano para aportar soluciones operativas. La segunda, la voluntad, no es otra cosa que la herramienta para luchar deportivamente por vencernos en pequeñas escaramuzas, en batallas afanosas donde se pone el acento en puntos de mira concretos, específicos, en donde el empeño insiste para superar el capricho y el antojo del momento. La inteligencia y la voluntad potencia la libertad y aseguran la diana de los propósitos Una muestra pequeña de ello: compartir cosas positivas juntos; evitar la incontinencia verbal negativa (decirle cosas fuertes y negativas al otro, siendo demasiado directo) , controlar el no sacar la lista de agravios del pasado (la colección de atranques y roces de atrás) Capacidad para perdonar (no hay autentico perdón sin esfuerzo para olvidar); evitar discusiones innecesarias (rara vez de la discusión sale la verdad, porque hay mas desahogo y querer ganarle al otro en la contienda); Evitar malos entendidos , que a veces están a la vuelta de la esquina.

Algunas personas tienen muy pocas habilidades en la comunicación conyugal y necesitan adquirir recursos psicológicos en esa área. Las expectativas demasiado idealistas, ignoran la importancia de estos aspectos. Luego vendrá la vida con sus exámenes y esas asignaturas no preparadas no pueden ser superadas. Ahí se va a establecer una reciprocidad positiva, una especie de círculo de satisfacciones bilaterales. Intercambio de conexiones y vínculos que hacen mas fácil y agradable la vida del otro.
Nadie puede dudar que esto se aprende. No es posible que uno se embarque en una relación y todo funcione por una especie de automatismo innato. Verlo así implicaría un error de base que se pagaría muy caro a la larga. Porque no hay que perder de vista que en la gran mayoría de los casos, los motivos desencadenantes de un conflicto o de una tensión suelen ser fútiles, irrelevantes, nimios, detalles de poca importancia que se acumulan a otros cansancios o frustraciones y producen reacciones de irritabilidad y/o descontrol. .

5 Otra equivocación muy reiterada consiste en desconocer que a lo largo de cualquier relación conyugal, por estable y positiva que sea, han de darse algunas crisis psicológicas., por estable y positiva que esta sea. Unas serán fisiológicas o normales, es decir, que son tránsitos necesarios, inevitables, por donde hay que pasar sin más remedio; forman parte de lo que es la condición humana, en lo que atañe a la comunicación y convivencia. Otras, relativamente fisiológicas, suceden con etapas propias del paso de los años, el crecimiento de los hijos, el paso de las generaciones, las alternativas psicológicas, familiares y económicas.... unas y otras deben ser superadas sin dificultad, salvo que la pareja no encuentra mínimos apoyos en su cercanía o se produzca la intervención desafortunada de algunos miembros de la familia, que con escasa fortuna psicológica hacen daño y su labor tiene un efecto contraproducente.

No hay felicidad sin amor y no hay amor sin renuncias. El amor entre dos personas es alquimia y complicidad y estar pendiente del otro. Para estar bien con alguien hace falta primero estar bien con uno mismo. La cultura sentimental es necesaria para alzarnos sobre la mediocridad del entorno. Por ahí nos acercamos a la vida lograda. Suma y compendio de la vida autentica. Si no puedo cambiar el pasado si puedo dirigir el futuro.


Hombres y mujeres de la tierra (II)












No se gana un partido por “default”

Las reglas de algunos juegos dicen que se gana un partido cuando no se presenta el equipo contrario, pero realmente este hecho no comprueba que el “equipo ganador” sea realmente mejor que el ausente. Puede serlo y puede no serlo. En la sociedad occidental generalmente, se establecen relaciones de causa-efecto algo prematuras cuando se habla de las diferencias entre hombre y mujer y los comportamientos típicos de cada uno de los sexos. Se dice que el hombre es más deductivo y por el contrario la mujer habrá de ser más inductiva; o que la mujer tiene mejor expresión verbal que el varón, o que el varón es más fuerte y la mujer más débil. Es como ganar una cualidad por “default”, dado que parece que el otro no la tiene, entonces yo me lo adjudico. Pero son afirmaciones algo inciertas que más bien proceden de estereotipos educativos.

Las pruebas de que estos estereotipos no reflejan la verdad del hombre o de la mujer provienen de:

1. Los estudios de la antropología cultural que tanto auge tuvieron en el siglo XX

La Antropología cultural basaba sus conclusiones en los estudios de campo realizados en comunidades actuales pero primitivas. Buscaba conocer al hombre en diferentes marcos culturales, para distinguir lo común a todos y lo específico del añadido cultural.

Sin analizar ahora críticamente las conclusiones a las que llegó en los años 50 Margaret Maed, en sus trabajos en Oceanía, es objetivo que ayudó a mostrar que varias de las cualidades que se pensaban como netamente masculinas o como femeninas y que se tenían por intocables y absolutas, realmente eran más bien producto de una educación cultural concreta.

Éste es el caso de los tchambulis, un pueblo de Oceanía que solo cuenta con 600 miembros y ha construido sus viviendas a la orilla de uno de los más bellos lagos de Nueva Guinea. Allí, las mujeres son ágiles y sin adornos, diligentes y laboriosas, ellas son las que pescan y van a la mercado; los varones, son los que se acicalan y usan adornos, tallan, pintan y ensayan pasos de baile. Son ellos quienes adornan sus cabellos. Las mujeres usan la cabeza rapada. Son también los varones los que se ofenden por pequeños detalles pero su reacción no es la típica violenta del “macho agresivo”, sino más bien la desconfianza, los gemidos y la espera de un momento más adecuado donde pueda “vengarse”. Son ellos los que suelen ser resentidos. Son las mujeres más prácticas, quienes les miman, cuidan y alientan a los varones. Ellos son los que amamantan a los bebés con leche de cabra(1).

En cambio entre los Arapesh, un pueblo que habita las escarpadas e improductivas montañas de Torricelli, curiosamente tanto los hombres como las mujeres responden más al patrón femenino que tenemos en Occidente. Por el contrario, entre los Mundugumores, un pueblo vigoroso e inquieto que vive a orillas del Yuat, tanto los hombres como las mujeres responden a nuestro ideal masculino. Las mujeres son fuertes como los hombres. En la vida adulta, las mismas relaciones amorosas se expresan con arañazos y golpes. Cuando capturan un enemigo, tanto hombres como mujeres, pues ambos participan por igual en la guerra, lo matan y se lo comen y cuentan el incidente riendo. Entre ellos cualquier rasgo de delicadeza o compasión es inconveniente.

2. Los estudios de Historia 

También la Historia posee ejemplos reales que también vienen a demostrar que cuando se piensa que la mujer tiende naturalmente más hacia profesiones como enfermera, maestra, etc., de nuevo se está cayendo en un estereotipo heredado de las transformaciones posteriores a la Revolución industrial, pero que no tiene un fundamento natural en la identidad femenina o masculina. No siempre ha sido así.

Ya en la misma Grecia nos encontramos con mujeres que estudiaban y enseñaban disciplinas hoy consideradas como científicas. En la escuela platónica o en la pitagórica las admitían en su seno, siendo famosas las denominadas “primeras pitagóricas”, pertenecientes en su mayoría a la propia familia de Pitágoras: Teano, Arignote, Myia y Damo. También la médico Agamede, que vivió en el siglo XII o Agnodice , nacida y muerta en Atenas en el último tercio del IV y que constituye un hito en la historia de las mujeres científicas, por su renuncia a la propia identidad femenina para poder practicar la medicina , son un ejemplo de ello.

En el período de la Edad Media en una especie de desafío al sentido histórico, no deja de sorprendernos la aparición de rostros femeninos: nombres de reinas con un rol activo, que el historiador está obligado a considerar, comenzando por Clotilde, la reina cuya influencia es decisiva en el rey Clodoveo. Poco después harán lo mismo Teodosia en España y Teodelinda en Lombardía, y en Inglaterra la reina Berta influirá en su esposo, el rey de Kent, de forma definitiva para su gobierno.

Destaca también en esta época la influencia de la mujer que es mayormente educada para que ella sea la que aprenda a leer y copiar manuscritos, cuando se dedica más al hombre a las labores rudas del campo y del ganado. En el siglo XIII eran las mujeres médicos más numerosas que los hombres. Así, San Luis, rey de Francia, parte a Tierra Santa con su esposa, acompañado de una de ellas. Y en este mismo hecho de las cruzadas conocer que las mujeres también participaban en ellas.

Regine Pernaud demuestra con amplia documentación en su libro “La mujer en el tiempo de las catedrales ” que el lugar de la mujer en la sociedad occidental se fue reduciendo a medida que en Europa, especialmente desde el siglo XIII, se fue extendiendo y afianzado el poder de la burguesía, quien fue creciendo en poder político y económico. Esta expulsión de la vida social, cultural y política tendrá su auge en la Revolución industrial. Habrá que llegar hasta el siglo XX para iniciar “la revolución femenina” que ahora nos ocupa.

La idea de la mujer hogareña ocupada en las labores domésticas terminó de romperse el día en que las mujeres americanas comenzaron a trabajar en fábricas en plena segunda guerra mundial, porque urgía mano de obra para la producción de armamento. La Historia está plagada de ejemplos representativos, que demuestran como en numerosas ocasiones la mujer ha ejercido protagonismo cultural, político, social y no ha vivido relegada a las tareas domésticas.

Una investigación seria sobre lo que aporta la diferenciación sexual al hombre y a la mujer, ha de evitar sacar conclusiones precipitadas, y buscar principios de fondo que sean los rectores del trabajo. Ello permite que las conclusiones puedan ser válidas más allá de la casuística histórica o cultural. Uno de estos principios base podría ser el siguiente:

Tanto el hombre como la mujer tienen en común los elementos que especifican la forma natural de ser de un ser humano (la misma naturaleza humana): un espíritu personal que les otorga inteligencia, voluntad y los hace libres; poseen ambos un cuerpo humano, que bajo la primacía del espíritu les permite ser y actuar; comparten los mismos fines naturales y la misma tendencia a realizarse en orden al mismo último fin: el amor. De ello se deduce que ambos son genuinamente seres humanos, y comparten por ello la misma dignidad.

La verdadera igualdad entre ellos respeta sus diferencias naturales como ventajas que los ayudan a realizarse y posibilitan el desarrollo de la sociedad.


Hombres y mujeres de la tierra (I)

Nada de dilemas forzados 

A inicios de los años 60 se publicaron numerosos estudios que hablaban de las primeras investigaciones sobre el cerebro del hombre y de la mujer. Se leían titulares como “El cerebro femenino superior al masculino” o “¿Diferencias cerebrales o diferentes inteligencias?”. En este contexto un periodista curioso preguntó a un afamado neuropsicólogo. “¿Quién es más inteligente: el hombre o la mujer?”. La respuesta fue sabia. “¿De qué hombre y de qué mujer en concreto, me habla?”. Generalizar cuando se habla del ser humano es peligroso.

Posiblemente la frase más repetida a lo largo de la Historia por parte de los hombres dirigiéndose a una mujer ha sido: ¿Qué te pasa? Y la contestación más típica pronunciada por labios femeninos: “Nada. Tú no me entiendes” ¿En qué consiste la diferencia real que se da entre hombre y mujer? ¿Qué tienen en común y qué de distinto? ¿Es una diferencia necesaria o se puede omitir? Son preguntas que siguen en el aire.

En el mundo del deporte y del ocio hay muchos tipos de juegos. En algunos se enfrentan dos equipos, uno contra otro, pero solo uno puede ser el ganador. Hay quien así plantea la realidad: lo femenino contra lo masculino. Pero este planteamiento no es posiblemente el más adecuado a la realidad si queremos comprender la riqueza que aporta la diferenciación sexual. Para adentrarnos en este tema tendremos que descubrir cuáles son los principios de fondo que hay que respetar, es decir conocer en qué consiste el juego que se llama humanidad, y que viene posibilitado por la realidad femenina y la masculina.

Somos hijos de nuestro tiempo. Tenemos un prejuicio arraigado; la existencia de un conflicto constante entre los seres. Este conflicto nace de la habitual comparación entre ellos buscando quien es el mejor. Acostumbramos a dividir la realidad en dos extremos opuestos y enfrentados. Lo superior y lo inferior. El pobre y el rico. El alto y el bajo. El bueno y el malo. Es decir, pensamos sin darnos cuenta en forma de dilemas que son excluyentes. Y además, inconscientemente, damos por supuesta una asociación fortuita entre estos extremos concretos: tú eres rico porque yo soy pobre; o tú tienes éxito porque a mí me va mal. Pero ¿Es realmente así?

Cuando se hace una comparación hay que marcar un parámetro. Se comparan dos cosas en orden a un criterio. Si alguien dice “Un perro es mejor que un gato”, realmente no aporta nada. Necesita contestar a la pregunta “Es mejor ¿en orden a qué?” Si el criterio es como “guardián de la casa”, estaremos de acuerdo; si el parámetro es “comer ratones”, no lo estaremos. El comparar unos seres con otros nos ayuda a distinguir, pero es errado concluir que un ser es mejor que otro, por principio, sin mencionar el criterio que se usó para hacer la comparación.

Lo mismo sucede cuando nos acercamos al ser humano, en su versión femenina o masculina. Instintivamente comparamos, hombre y mujer pero no somos claros siempre en definir en orden a qué. Por ello, inicialmente trataremos de evitar las comparaciones por principio. El dicho popular “Las comparaciones son odiosas” tiene algo de razón. Y si comparamos hay que aclarar muy bien, en orden a qué lo hacemos.


A menudo las parejas con problemas usan una expresión muy significativa: “Tú y yo somos muy diferentes”. ¿Lo son realmente? Quizás no se ha caído en la cuenta de que el problema no está en ser diferentes, sino en comprender qué significan esas diferencias. Lo primero no se puede evitar, porque es natural, nos viene dado. Lo segundo es una conquista. Una buena comprensión del sexo opuesto ha salvado muchos matrimonios, puestos de trabaos y amistades. Más aún. La comprensión y aceptación de las diferencias es lo que generalmente enriquece y potencia la vida de los matrimonios, de los novios, de los compañeros de trabajo, de la relación entre padres e hijos, de las amistades entre hombre y mujer. Detrás de la comprensión mutua viene siempre un crecimiento en autoestima, en respeto, en admiración y un acercamiento personal a la felicidad.


Placer individual, aunque en compañía
En el ser humano no hay épocas de celo que garanticen el ejercicio instintivo de la sexualidad, como sucede con los animales. El hombre ha de controlar su sexualidad, que no puede reducirse a una necesidad biológica, sino que debe responder a una libre decisión.
Cuando una persona no busca al otro o a la otra como fin, sino como un medio que proporciona un placer, podría decirse —en palabras de Carmen Segura—, que entonces, en esa actitud, hacer el amor sería más bien hacerse el amor, lo cual, evidentemente, tiene más que ver con la masturbación —pues se circunscribe a la búsqueda individualista de la propia satisfacción— que con el acto sexual, pues, en definitiva, aunque se realice por medio de otro, es algo que se hace para uno mismo.
Cuando lo que se busca sobre todo es aplacar el ansia de sexo, ese placer no alcanza a satisfacer, aunque calme provisionalmente la apetencia, porque todo placer corporal desvinculado de lo espiritual acaba resultando frustrante. Y su búsqueda aislada —individual o en compañía—, cuando se convierte en hábito, llega pronto a saturar y defraudar (y todo eso aunque resulte difícil dejarlo).
Ese defraudamiento se produce, no solo respecto del placer obtenido, sino también y principalmente respecto de uno mismo. Tarde o temprano esa conducta acaba produciendo un desgarramiento interior, e incluso un rechazo y un menosprecio de uno mismo.
Esa persona, aunque quizá le cueste reconocerlo hacia el exterior, se encuentra acostumbrada a la búsqueda de determinadas evasiones, atada a ellas. Le parece casi imposible vivir sin ellas, pero cuando se las permite, e incluso en el mismo momento en que las está disfrutando, siente un desencanto de sí misma y del modo en que vive. Quizá desearía actuar de otro modo, emplear de otra forma sus energías, pero esa búsqueda de placer se ha convertido en cadena que ata, que pesa y que esclaviza.
Aunque parezca una comparación exagerada, es semejante a lo que sucedía en aquellos antiguos banquetes romanos. Se buscaba el objeto del placer y después se vomitaba para volver a comer de nuevo. El objeto buscado, tanto en el caso del sexo como de la comida, no produce satisfacción completa y pacífica, y ha de ser continuamente repetido o sustituido. En el fondo, se siente poca estimación por él, pues es sobre todo un simple medio, tanto menos apreciado cuanto más se siente uno necesitado de recurrir compulsivamente a él.
—Pero habrá un término medio. Entre la gula y la huelga de hambre hay un amplio margen de posibilidades. No hay que vivir para comer, sino comer para vivir. Y el común de los mortales se permite sus pequeños placeres, aunque simplemente sea por concederse un capricho. Puede hacerse esto sin caer en dependencias ni hastíos.
Es cierto, y por eso debo insistir en que las razones que acabo de apuntar no son de carácter moral, sino de tipo práctico. Es como si al decir que robar conduce al hábito de robar, porque los actos malos crean dependencia, se objetara que se puede robar de vez en cuando alguna cosilla sin crearse problemas de adicción. Eso es cierto, pero es que, además, robar no está bien, aunque no cree adicción. Intentaré explicarlo mejor.

Contigo mientras me gustes

Como ha escrito Mikel Gotzon Santamaría, si una persona le dice a otra que le ama, el mismo lenguaje supone que en esa expresión hay un “para siempre”. No tendría mucho sentido que dijera: “Te amo, pero probablemente ese amor solo me durará unos meses, o unos años, mientras sigas siendo simpática y complaciente, o no encuentre otra mejor, o sigas siendo joven y guapa.”
Un “te amo” que implicara “solo por un tiempo” no sería una verdadera declaración de amor. Es, más bien, un “me gustas, me apeteces, me lo paso bien contigo, pero no estoy dispuesto a entregarme por entero a ti, ni a entregarte mi vida”.
Una persona, o se entrega para siempre, o no se entrega realmente. Y si uno se ha entregado, la entrega del cuerpo es la expresión de la entrega total de la persona. Entregar el cuerpo sin haberse entregado uno mismo tiene cierto paralelismo con la prostitución, con la utilización de la propia intimidad como objeto de intercambio ocasional: dar el cuerpo a cambio de algo, sin haber entregado la vida. Solo dentro de un amor que no pone condiciones, de un amor que, por serlo, es entrega al otro, alcanza su sentido la mutua comunicación que se produce al llevar a término el acto sexual.(sigue...)








Casarse o "convivir"

No se trata de teorías. El ser humano sólo es feliz cuando se empeña en algo grande, que efectivamente compense el esfuerzo. Y lo más impresionante que un varón o una mujer pueden hacer es amar. Vale la pena dedicar toda la vida a amar cada vez mejor y más intensamente. En realidad, es lo único que merece nuestra dedicación: todo lo demás, todo, debería ser tan sólo un medio para conseguirlo. «Al atardecer de nuestra existencia —repetía un clásico castellano— se nos examinará del amor» (¡y de nada más!, añado yo).

Pues bien, cuando me caso establezco las condiciones para consagrarme sin reservas a la tarea de amar. Por el contrario, si simplemente vivimos juntos, y aunque no sea consciente de ello, todo el esfuerzo tendré que dirigirlo, a «defender las posiciones» alcanzadas, a no «perder lo ganado».

Todo, entonces, se torna inseguro: la relación puede romperse en cualquier momento. No tengo certeza de que el otro se va a esforzar seriamente en quererme y superar los roces y conflictos del trato cotidiano: ¿por qué habría de hacerlo yo? No puedo bajar la guardia, mostrarme de verdad como soy… no sea que mi pareja advierta defectos «insufribles» y decida no seguir adelante. Ante las dificultades que por fuerza han de surgir, la tentación de abandonar la empresa se presenta muy cercana, puesto que nada impide esa deserción…

En resumen, la simple convivencia sin entrega definitiva crea un clima en el que la finalidad fundamental y entusiasmante del matrimonio —hacer crecer y madurar el amor y, con él, la felicidad— se ve muy comprometida.

¿Amor o «papeles»?

Todo lo cual parece avalar la afirmación de que «lo importante» es quererse. Me parece correcto. El amor es efectivamente lo importante. No hay que tener miedo a esta idea. Pero ya he explicado que no puede haber amor cabal sin donación mutua y exclusiva, sin casarse. Los papeles, el reconocimiento social, no son de ningún modo lo importante… pero, en cuanto confirmación externa de la mutua entrega, resultan imprescindibles.

¿Por qué?

Desde el punto de vista social, porque mi matrimonio tiene repercusiones civiles claras: la familia es —¡debería ser!— la clave del ordenamiento jurídico y el fundamento de la salud de una sociedad: es indispensable, por tanto, que se sepa que otra persona y yo hemos decidido cambiar de estado y constituir una familia.

Pero, sobre todo, la dimensión pública del matrimonio —ceremonia religiosa y civil, fiesta con familiares y amigos, participaciones del acontecimiento, anuncio en los medios si es el caso, etc.— deriva de la enorme relevancia que lo que están llevando a cabo tiene para los cónyuges. Si eso va a cambiar radicalmente mi vida para mejor, si me va a permitir algo que es una auténtica y maravillosa aventura… me gustará que quede constancia: igual que anuncio con bombo y platillo las restantes buenas noticias. Igual, no. Mucho más, porque no hay nada comparable a casarse: me pone en una situación inigualable para crecer interiormente, para ser mejor persona y alcanzar así la felicidad. ¿Cómo no pregonar, entonces, mi alegría?

¿Anticipar el futuro?

Es verdad que, a la vista de lo expuesto, bastantes se preguntan: ¿cómo puedo yo comprometerme a algo para toda la vida, si no sé lo que ésta me deparará?, ¿cómo puedo estar seguro de que elijo bien a mi pareja?

A todos ellos les diría, antes que nada, que para eso esta el noviazgo: un período imprescindible, que ofrece la oportunidad de conocerse mutuamente y empezar a entrever cómo se desarrollará la vida en común.

Después, si soy como debo ya sé bastante de lo que pasará cuando me case: sé, en concreto, que voy a poner toda la carne en el asador para querer a la otra persona y procurar que sea muy feliz. Y si ese propósito es serio, será compartido por el futuro cónyuge: el amor llama al amor. Podemos, por tanto, tener la certeza de que vamos a intentarlo por todos los medios. Y entonces es muy difícil, casi imposible, que el matrimonio fracase.

Observar y reflexionar

Ciertamente, esa decisión radical de entrega no basta para dar un paso de tanta trascendencia. Hay que considerar también algunos rasgos del futuro cónyuge. Por ejemplo, si «me veo» viviendo durante el resto de mis días con aquella persona; también, y antes, cómo actúa en su trabajo, trata a su familia, a sus amigos; si sabe controlar sus impulsos sexuales (porque, de lo contrario, nadie me asegura que será capaz de hacerlo cuando estemos casados y se encapriche con otro u otra); si me gustaría que mis hijos se parecieran a él o a ella… porque de hecho, lo quiera o no, se van a parecer; si sabe estar más pendiente de mi bien (y del suyo) que de sus antojos…

En definitiva, atender más a lo que es; después, a lo que efectivamente hace, a cómo se comporta; y en tercer lugar, a lo que dice o promete, que sólo tendrá valor cuando concuerde con su conducta


La comunicación y el amor de pareja



Si no sabes comunicarte, tu matrimonio puede convertirse en un desierto. ¿Cómo aprender a expresar tus sentimientos, emociones y necesidades? Sheila Morataya te explica cómo.
La mujer de nuestra época quiere ser amada, acariciada, mimada, complacida y desde muy joven comienza a imaginar que todo esto tendrá lugar en algún punto de su existencia en pareja. Vive mucho más enfocada pensando en todo aquello que tiene derecho a recibir y muy poco orientada hacia todo lo que puede ser capaz de dar.
Muchas visualizamos y esperamos ansiosamente el momento en que “por fin voy a recibir”. Cuando finalmente te casas, vas con la maleta llena de ilusiones, pasiones, planes, proyectos. En lo que no piensas es que algún día tu marido disminuirá los “te quiero”, pausará las caricias y olvidará uno que otro aniversario.
Esos detalles que antes eran tan frecuentes seguramente disminuirán y tal vez desaparezcan algún día. ¿Qué vas hacer cuando esto suceda?
Muchas optamos por comenzar a reclamar aquello que ya no tienes, otras lloramos en silencio, hay quienes peleamos hasta cinco veces al día. Lo último que haces es comunicarte, dialogar, expresar lo que no te gusta o lo que sabes que está mal. Esa capacidad de abrirse y expresar sin rencores e incendios emocionales constituye una nota distintiva de la madurez personal. Comunicarse para que la relación crezca fuerte y sana es indispensable.

No es nada extraño
Es un hecho sociológicamente comprobado que la queja más frecuente de las esposas es precisamente la falta de comunicación con los maridos, la incomunicación con ellos. Muchas veces te sientes atrapada: si ya hay niños hay que levantarse muy temprano, atenderlos, preparar todo lo que llevan al colegio. Si trabajas tienes que poner atención a tu vestido y peinado… se pasan las horas, llega la noche y luego de esa larga jornada ya estás demasiado cansada como para querer dialogar sobre aquello que sabes que está mal. Y te encuentras diciendo, “tal vez mañana”. O lo que es peor, ¿para qué decir nada si de todas formas no llegamos a ninguna parte?

La comunicación es igual a compartir y coexistir
“Sólo cuando mediante un acto nuevo de su voluntad, con plena reflexión y libertad deciden que exista aquella unión tan profunda y total a la que les invita su amor, esa unión queda establecida.” -Pedro-Juan Viladrich.
“Porque te amo haré todo lo que está de mi parte para comunicarme contigo. Incluso lo haré como acto de mi voluntad que quiere unirse a la tuya aunque muchas veces tenga que ceder por el bien de nuestro amor.” Qué difícil, ¿verdad? Es un reto especialmente para ti como mujer pues nos vemos sumergidas en medio de mensajes que no siempre son de ayuda para nuestra relación de pareja. Estos son algunos de los pensamientos que se proponen a las mujeres modernas y cuya base no está enraizada en la vivencia de los valores cristianos. A veces la mujer moderna se centra en sí misma.

Los siguientes pensamientos son muy comunes hoy en día:
– tienes derecho a vivir tu vida:
– tienes derecho a que te traten como a una reina;
– no dejes que haga contigo lo que quiera
– en el matrimonio los dos son iguales
– si te da mucha lata déjalo, es mejor estar sola que mal acompañada.
– la época en que la mujer era esclava ya pasó.
Es claro que cada uno de los ejemplos anteriores no ayuda a despertar las diferentes formas del amor de ninguna manera. Una forma de pensar así no invita a entablar diálogo para hacer más fecunda y sólida la relación. Entonces, ¿cómo deberá estar orientada tu inteligencia para poder, a pesar de esto, decidirte libremente darte porque se quiere construir un amor limpio y generoso enraizado en la voluntad de hacer biografía juntos?

¿Conoces esta fábula?
En un vasto paisaje helado, azotado por la ventisca, se desliza un trineo. (Trata de poner toda tu atención en la escena). Su único ocupante viaja hacia el Polo Norte. De su rostro, cubierto de agujas de hielo, destacan los ojos febriles clavados con ansia en el horizonte.
Corre el trineo con la prisa de quien llega tarde. No se distrae el viajero en su valioso equipaje, que es todo lo que posee. No permite que el tiro de perros se desvíe un ápice del septentrión, no concede respiro a su esfuerzo, ni disminuye su velocidad. Todo en él es una tensa voluntad de alcanzar pronto la meta. En llegar al Polo Norte ha puesto lo mejor de sus energías, la más entrañable de sus esperanzas, el sentido final de su destino. Solamente de trecho en trecho, nuestro viajero se detiene un instante para comprobar si la dirección es correcta y cuánta es la distancia que todavía le separa del Norte. Y aquí la sorpresa. Los instrumentos le demuestran, sin lugar a dudas, que la dirección resulta exacta, pero la distancia del Norte es cada vez mayor. En vano verifica una y otra vez sus instrumentos: no están estropeados, no hay error en la medición, la dirección es buena, más la distancia no cesa de aumentar. Y nuestro viajero, entre el desaliento y la esperanza, fuerza siempre la velocidad, castiga sin piedad a sus perros y los lanza vertiginosamente entre la ventisca con la desesperación de quien huye. Todo es inútil, no obstante, en cada sucesiva medición, pese a la fidelidad de la dirección, el Polo Norte se aleja más y más…
¿Qué le ocurre al protagonista de tan dramático viaje? Quiero hacer notar que aquel vasto paisaje helado por cuyo interior viaja este diminuto trineo, no es más que un inmenso témpano de hielo, un colosal iceberg, que se desplaza hacia el sur a mucha mayor velocidad de la que nuestro pobre viajero corre hacia el norte. La meta del viaje y los ideales de su equipaje eran nobles. Su esfuerzo, admirable. Pero la base sobre la que se sustentaba toda la aventura era tan radicalmente errada que le conducía con fatalidad al polo opuesto.
También querida lectora dentro de la comunicación en el matrimonio puede sucederte algo parecido si no tienes total claridad en lo que estás dispuesta a dar y dejar de recibir para que tu matrimonio funcione. No es que seamos iguales o merezcamos lo mismo. Se trata de saberse comunicar. Simplemente hay que hacer a un lado un poquito los sentimientos, de vez en cuando, y “saber ser” inteligentes para comunicarnos, y asegurarnos de que lo que quieres decir es lo que tu marido entiende. Sin una buena comunicación, el matrimonio se convertirá en un terrible desierto. Si aprendes a comunicarte, tu matrimonio será un hermoso jardín.







El abrazo: la expresión del amor




El abrazo expresa la intención esencial de coincidir con el otro, de crear entre ambos una nueva unidad.


Hemos sugerido en más de una ocasión que la unión íntima, cuando es auténtica, cuando está respaldada por un amor verdadero, incrementa y acrisola ese mismo amor del que dimana. También hemos insinuado los motivos de semejante influjo: la expresión sincera del amor necesariamente lo refuerza, lo incrementa, lo amplifica. Pero en una persona como la humana, compuesta de espíritu y materia, el espíritu se manifiesta normalmente a través de lo sensible: el lenguaje del cuerpo declara las disposiciones más hondas del alma. En consecuencia, las exteriorizaciones sensibles del cariño revierten sobre la esfera de los sentimientos y sobre el amor propiamente dicho: los acrecientan.
Así ocurre, por ejemplo, cuando, para saludarse, dos personas se unen voluntariamente con un apretón de manos. Si la acción externa es sincera, si manifiesta una amistad ya antigua o el deseo de iniciarla en esos momentos, el gesto externo servirá como acicate para la unión espiritual amistosa. ¿Por qué?: porque expresa con símbolos materiales la unidad de corazones y voluntades que los dos pretenden instaurar. La mano, en primer término, se adelanta y sale al encuentro de la del interlocutor; después, se muestra disponible, entregándose francamente para ser «envuelta» por la mano ajena, quedando incluida en el espacio vital de esta última; por fin, engloba ella misma, al curvarse, a la mano amiga, introduciéndola físicamente en su propio espacio personal. Es decir: realiza parcialmente la unidad o identificación física y, por consiguiente, inaugura o incrementa la unión afectiva y de voluntades. Con una condición, claro: que, al estrecharse las manos, se actúe con sinceridad, con nobleza. pero si este requisito se cumple, la simple acción física, aparentemente sólo exterior, constituye un medio eficaz para la unión íntima, de almas. Todos hemos experimentado hasta qué punto un caluroso apretón de manos, en el que fácilmente se adivinan un alma y un corazón, acerca irresistiblemente hacia la persona de quien así nos saluda.
Pues todo ello se ve elevado a la enésima potencia en el abrazo, alcanzando el summum de la eficacia en el abrazo conyugal amoroso, en la cópula. Observa Edmon Barbotin que, para expresar la compenetración física, el abrazo resulta aún mássignificativo que el apretón de manos: en él «mis brazos se tienden hacia adelante y se abren para prolongar mi lugar corporal; ofrezco un espacio vivo que es mío, que soy yo, donde el otro está invitado a entrar. El abrazo, cuyo significado culmina en la unión conyugal, expresa la intención esencial del amor: coincidir con el otro, crear entre ambos una nueva unidad». Y, al manifestarla, añado yo a modo de inciso, inevitablemente la «realiza»: la incrementa, la consolida. Ésa es la razón última –asegura Barbotin– por la que «toda conducta de comunión entre sujetos encarnados busca la coincidencia en un mismo lugar corporal. Pero la materialidad, que permite afirmar esta voluntad de comunión, marca también su límite. La unidad entre personas no puede ultimarse en el orden empírico; debe buscarse siempre más allá de la reciprocidad corporal».

El abrazo conyugal
Las últimas palabras de la cita no requieren comentario. Hemos ya insistido en ello: sin unión espiritual y de voluntades, cualquier unificación corpórea sería una farsa, lesiva –y a veces, como en el caso de las relaciones intimas, gravemente lesiva– de la dignidad personal. Pero si que es imprescindible considerar, siquiera someramente, por qué «la significación del abrazo culmina en la unión conyugal». Si tenemos en cuenta que el amor, como recordaba ya Dionisio Areopagita, es una cierta vis unitiva, una fuerza que origina comunión o identificación, y que los gestos corporales serán manifestativos de ese afecto en la medida en que realicen la compenetración física, la respuesta no puede ser más clara. La cópula puede representar en proporción sublime la personal unificación amorosa por tres motivos: 1) El primero, porque en ninguna otra manifestación sensible del cariño la penetración recíproca de los cuerpos es más interna, alcanzando tan íntima profundidad. 2) Después, porque en ninguna otra ocasión el espacio personal compartido es tan vivo, tan inmediatamente en contacto con las fuentes de la vida. 3) Por fin, porque jamás como en el caso que estamos considerando, las «porciones del propio cuerpo» puestas en contacto –los gérmenes vitales– pueden llegar a compenetrarse tan entrañablemente, y a identificarse, hasta el punto de fundirse en una sola realidad viva, que sintetiza en un único sujeto –el hijo– el espíritu vital de los padres. ¿Cabe acaso una mayor «coincidencia con el otro»?, ¿es pensable un modo más hondo y sublime de «crear una nueva unidad»? ¿Se entiende, entonces, por qué, en cuanto máxima expresión de la donación comunicativa, las relaciones conyugales no desprovistas artificialmente de su significado natural «realizan» un progresivo incremento del amor entre los esposos?


Riquezas de la sexualidad humana


La sexualidad humana se construye sobre un binomio muy concreto: hombre y mujer. Las diferencias entre ambos polos inician con una base genética que, en la gran mayoría de los casos, fundamenta las diferencias entre hombres y mujeres en los niveles genital, hormonal, fisiológico y psicológico.

La sexualidad, sin embargo, no es sólo algo biológico: se encuadra en el contexto de la cultura. La historia nos muestra cómo las relaciones entre hombres y mujeres han variado enormemente a lo largo de los siglos. Han existido situaciones de poligamia o de poliandria. Algunos pueblos han defendido el valor de la castidad premarital, mientras otros han despreciado tal valor. Muchos han aceptado el divorcio o lo han defendido como algo normal, mientras otros lo han condenado o han puesto numerosas barreras para limitar su difusión. Se ha castigado el adulterio o ha sido tolerado, aceptado o incluso promovido. Ha habido pueblos que han visto como algo normal, incluso como necesario, el que exista la prostitución, mientras otros la han perseguido. Se ha castigado cualquier violación, o la violación ha sido vista como algo de poca importancia; se ha llegado incluso al extremo de instigar a violar a mujeres como si se tratase de un castigo contra pueblos o grupos vencidos. Hay quienes han condenado las relaciones homosexuales y quienes las han admitido como algo aceptable. Se ha promovido el uso de medios anticonceptivos o abortivos para evitar hijos no deseados, o se ha condenado socialmente el recurso a estos métodos.

La lista podría alargarse, lo cual nos muestra que la sexualidad humana no ha sido vivida de una manera igual a lo largo de los siglos ni entre las distintas culturas o grupos humanos. Podemos, entonces, preguntarnos: ¿alguna de esas maneras puede ser vista como más correcta que las demás, o todas pueden colocarse como igualmente “aceptables” según las diferentes épocas y culturas?

La mayoría (no todos, por desgracia) rechazaría aquellos usos de la sexualidad que impliquen violencia, engaño, desprecio o “uso” denigrante del otro o de la otra. Este punto, pues, resulta un patrimonio aceptable por quien quiera ser verdaderamente respetuoso de los demás: nadie puede ser usado como objeto, nadie puede ser reducido a simple instrumento para el placer de otros.

Pero podríamos dar un paso ulterior: existe una relación sexual que va más allá de la simple búsqueda del placer y que se encuadra en una relación personal mucho más profunda y rica. Se trata de una vida sexual integrada en un proyecto de amor en el que él y ella se aceptan y se dan mutuamente en el pleno respeto de todas las riquezas propias del ser hombre y del ser mujer, sin rechazar ninguna dimensión (genética, física, hormonal, psicológica, espiritual). Esta aceptación implica un darse y un recibirse total, pleno, que excluiría la que consideramos actitud de rechazo de la propia fertilidad.

Esto vale no sólo para la mujer (de la que hablamos antes) sino para el mismo hombre. Su virilidad conlleva el poder fecundar, normalmente, a una mujer en una relación sexual. En la donación total, interpersonal, tal fecundidad es parte de la plenitud de aceptación, la cual se da de modo definitivo y total en el matrimonio.

El esposo acepta su riqueza sexual y la de su esposa; la esposa acepta la propia riqueza sexual y la de su marido. Tal aceptación, repetimos, se coloca en un contexto mucho más amplio, que implica la aceptación plena, total, exclusiva, del otro y de la otra, en el tiempo, hasta la muerte.

La relación sexual fuera del matrimonio encierra un enorme número de riesgos y de errores. Quizá el mayor es el miedo a la fecundidad del otro, que, en el fondo, es rechazo de algo fundamental de la persona. De este modo, el amor no puede ser pleno, sino parcial. Un amor así no puede realizar plenamente una vida humana. A lo sumo será un momento de emoción o de placer, pero siempre existirá un cierto miedo a que asome la cabeza un hijo que nos recuerde la seriedad de la vida sexual humana.

Lo peculiar de la mujer

En este sentido, conviene subrayar otro aspecto de la vida sexual, que marca una asimetría muy particular. Hoy por hoy, en el ejercicio de su sexualidad sólo las mujeres pueden quedar embarazadas. Mientras no pueda prepararse un útero artificial o un útero trasplantado en varones con capacidades gestacionales, por ahora los niños podrán nacer sólo después de haber transcurrido diversos meses en el seno de una mujer.

Las mujeres viven con especial profundidad esta característica exclusiva. Ante ella pueden tomar diversas actitudes. Una consiste en rechazar la propia fertilidad, en verla como un obstáculo, como algo no deseado o como un peligro para ciertos proyectos personales (de ellas mismas o de otros que giran alrededor de ellas).

Tal rechazo puede ser sólo emocional, o puede llevar a decisiones concretas que impidan, de modo temporal o definitivo, cualquier concepción de un hijo en su seno, a través del recurso a métodos anticonceptivos o, incluso, por medio de una esterilización más o menos irreversible. Si fracasan los métodos anticonceptivos, o si no han sido usados y se produce el embarazo, puede sentir un deseo más o menos intenso a abortar esa vida iniciada “fuera de programa”.

Una actitud radicalmente opuesta a la anterior lleva a la aceptación de la propia fecundidad de modo maduro y consciente. La mujer vive, entonces, la posibilidad de un embarazo no como un peligro o como una amenaza, sino como una riqueza, como un privilegio. En cierto sentido, esta actitud es la que ha permitido el nacimiento de miles de millones de seres humanos, la que explica esa profunda sonrisa que irradia una mujer cuando abraza a su hijo recién nacido, la que la hace caminar en el mundo con una alegría íntima, a veces envidiable, mientras lleva un carrito con un niño que es apenas un proyecto de futuro y de esperanza.

Una mujer que vive en esta segunda actitud necesita, sin embargo, vivir su vida sexual con una seriedad particular, lo cual nos vuelve a poner ante las reflexiones anteriores. Defender la integridad de su cuerpo, defender la propia fecundidad, significa velar para que ningún hombre pueda “usarla” como instrumento de placer o como compañera de juego en unos momentos de fiesta. Significa no prestarse a ser amiga frágil de quien dice amarla sin un compromiso serio hacia la vida que pueda ser concebida en su seno. Significa pensar en el bien del hijo a la hora de escoger quién va a ser el centro de su corazón, el compañero de su vida, su esposo para siempre.

Programas de verdadera educación sexual

Sin embargo, algunos adultos creen que las chicas (y los chicos que giran alrededor de ellas) serían incapaces de reconocer el valor de la propia fecundidad. Por lo mismo, promueven la difusión entre ellas de una amplia gama de métodos anticonceptivos y abortivos, a veces llamados con una fórmula muy genérica: servicios de salud reproductiva. Este planeamiento parte de un error de base. Sólo una chica puede pensar en la “necesidad” de la anticoncepción si está dispuesta a tener relaciones sexuales y si reconoce la fertilidad propia de su condición femenina, lo cual implica un mínimo de madurez y de responsabilidad. Orientarla sólo a la negación de tal fecundidad es, en el fondo, impedirle tomar una opción seria en favor de la plena aceptación de sí misma. Es señal de desprecio hacia las chicas (y, en el fondo, también hacia los chicos) creer que no son capaces de pensar y de tomar compromisos profundos en estos temas.

Un programa de educación sexual que respete en su integridad a cada hombre, a cada mujer, no puede prescindir de estas verdades. La sexualidad no es un juego: es algo serio. No sólo porque, por desgracia, un “uso” excesivo de la misma pueda llevar a adquirir alguna enfermedad no deseada (las famosas ETS o “enfermedades de transmisión sexual”). Sino, sobre todo, por la intrínseca relación que existe entre sexualidad, amor y vida.

Si respetamos esta relación podremos lograr, sobre las riquezas y los valores de nuestros adolescentes, la promoción de una sexualidad que valore plenamente a cada ser humano, en su profundidad espiritual y en sus valores físicos. Valores físicos que incluyen ese enorme misterio y riqueza de la fecundidad que ha permitido el nacimiento de cada uno de nosotros. Una fecundidad que permitirá la venida al mundo de los hombres y mujeres del mañana, hijos de unos padres que se aman en la plena aceptación y el respeto más profundo de sí mismos y del otro.


Contigo mejoraré


“El único medio para mejorar en cuanto persona es acrecer y aquilatar la categoría de nuestro amor: amar más y mejor.” – Ocho lecciones sobre al amor humano, Tomás Melendo.

Amar a un hombre y convertirse en su esposa te presenta uno de los retos más hermosos y grandes de tu vida: confirmar al hombre que amas por lo que es y llenar su vida de bien. Cuando pronuncias las palabras “sí quiero ser tu esposa” le entregas a tu compañero una promesa y misión específica como mujer: mejorar junto a él, en la medida en la que vas encontrando quién eres y la capacidad que tienes para amar llevándolo así, a su plenitud como persona, el amor de esposa es la entrega, la conquista de una infinita paciencia.
Es maravilloso estar enamorada y comenzar a tejer ilusiones de una vida juntos, de retos y aventuras que comienzan. La prueba más clara de que estás enamorada, podría expresarse con los siguientes términos: “es bueno, muy bueno, que tú existas”;“yo quiero, con todas las fuerzas de mi alma, que tú existas”; ¡qué maravilla que hayas sido creado!” y descubrir junto a ti quién soy y quién seré a medida que mi vocación al matrimonio sea probada.

La llamada de complementar al otro
El diccionario define el término complemento como aquello que completa una cosa u obra comenzada. Es muy importante, amiga mía, entender que ser esposa significa la reafirmación en el ser de ese hombre que has escogido para caminar junto a ti a lo largo de tu existencia en la tierra. De la actitud con la que vayas al matrimonio dependerán muchas cosas, entre ellas:
- La armonía que se viva aun en medio de los disgustos o desacuerdos.
¿Tienes propósitos claros y comprometidos para que esto suceda? ¿Qué haces cuando tienes una discusión? Muy importante es que sobre todo te des cuenta que los momentos de las discusiones o desacuerdos son momentos que ponen a prueba tu fortaleza interior y una excelente oportunidad para probar la calidad de tu amor.
- El aprendizaje de la donación de sí misma como agente de bien. Muchas de nosotras vamos al matrimonio con ilusiones un poco irreales de ser mimadas y tratadas como reinas en todos los momentos y circunstancias. La televisión, novelas y artistas de cine especialmente han contribuido a esto. Escuchas expresiones como “el que me quiera me debe de dar lo que yo merezco”. Es muy importante meditar y sobre todo estudiar los valores que viven estas personas en el fondo. Si tienes clara tu posición como mujer cristiana la donación o el don de ti misma en el matrimonio no te dará espacio a dudas ni temores, pues estarás firmemente segura que eso es lo que quieres hacer para el bien tuyo y de tu pareja. Sólo en la medida en que haces de ti un holocausto de amor para el otro puedes “realizarte” como mujer. Para esto es necesario que aprendas un desarrollo sano de tu sexto sentido.
- La capacidad que tienes para ser humilde y optar por la luz en lugar de la oscuridad. Se aprende a ser humilde en la medida en que se crece en vida interior. A través de la propia oración vas descubriendo quién eres, tus flaquezas e infidelidades y aparece la luz que te hace ver que sin la ayuda de la gracia puedes poco y la subida no puede ser realizada. Amiga, sin humildad no podrá haber paciencia y sin paciencia en el amor y en los defectos del otro no puede ejecutarse la búsqueda del bien y mucho menos corroborar en plenitud. Por esto mismo te invito a que examines, cada vez que haya conflictos en tu matrimonio ¿cuál es la raíz de mi enojo? ¿Por qué no puedo ceder en esto si sé que nos aleja? Con un poco de sinceridad de tu parte podrás darte cuenta que es la perversa soberbia la que siempre se interpone entre los dos. Tú tienes la última palabra.
- La comprensión de ese paso del amor pasional al amor maduro, sereno y espiritual. El amor tiene sus etapas y la disminución de la pasión a medida en que los años pasan es una de ellas. Llega a tu vida y la suya la rutina, llegan los hijos, las responsabilidades se acrecentan, además de esto se empieza a notar el paso de los años y tal vez unas libras extra, o muchas. Como mujeres tú y yo somos muy sensibles ante esto y también podemos peligrosamente tomar la actitud equivocada. Es de capital importancia amiga que te esfuerces en crecer emocionalmente para estar dispuesta a entender que el amor de la pasión poco a poco se va haciendo más denso, fuerte, rocoso y apasionadamente espiritual y fraterno si tú eres lo suficientemente inteligente como para reconocerlo.
En nuestros días hacen mucha falta mujeres que se salgan de ellas mismas y reinventen el amor conyugal ignorándose a sí mismas. Pero al mismo tiempo conscientes de su enorme dignidad como hijas de Dios y como portadoras de una misión sublime: ser complemento.


El amor no es ciego. Ciega es la soledad( vale le pena)

Charles Dickens en su obra “Historia de dos ciudades” después de describir a tres individuos que hacen un viaje en diligencia de varias horas juntos, anota:

“Es un hecho maravilloso y digno de reflexionar sobre él, que cada uno de los seres humanos es un profundo secreto para los demás. A veces, cuando entro de noche en una ciudad, no puedo menos de pensar que cada una de aquellas casas envueltas en la sombra guarda su propio secreto; que cada una de las habitaciones de cada una de ellas encierra, también, su secreto; que cada corazón que late en los centenares de millares de pechos que allí hay, es, en ciertas cosas, un secreto para el corazón que más cerca de él late.” 

Dickens fue una gran observador de la naturaleza humana. Y me atrevo a decir que un gran amante del hombre, por ello desvela con tanta precisión sentimientos, pensamientos ocultos, con los que de alguna manera uno acaba encontrándose.

Sólo se ama lo que se conoce. Y para conocer necesito dar un primer paso:“ver al otro”, “observar al otro”. Este es el principio del amor y de la perseverancia en el mismo.

Edith Stein, en 1916, en Friburgo, escribió su tesis doctoral, precisamente “Sobre el problema de la empatía” como la tituló después. Ella explica con el siguiente ejemplo la esencia de un acto de empatía: Un amigo viene a mí y me doy cuenta de que ha perdido un hermano, yo me doy cuenta de su dolor. ¿Qué cosa es ese estar dándose cuenta? ¿En qué se basa, de dónde percibo el dolor?...Quizás su rostro pálido y descompuesto, su voz sumisa y baja, tal vez le da también a su dolor una expresión en sus palabras: todo eso son naturalmente temas para una investigación...Lo que yo quisiera saber no es por qué camino llego ahí, sino qué es ese mismo darse cuenta”

Desde la Literatura, desde la Filosofía buscamos caminos para entender ¿Qué es esto del amor humano? ¿Cómo nace la relación y cómo muere? ¿Qué tanto es necesario ver al otro?

Dicen que el amor se muere, se apaga después de la euforia de los primeros meses y viendo solamente las cifras, parecía ser real. En España, en solo 20 años de ley de divorcio se ha aplicado 500.000 sentencias para la disolución definitiva del matrimonio y autorizado 700.000 casos de separación, que es el paso previo al divorcio. La posibilidad de comenzar con otro abre la puerta a la esperanza perdida.

¿Pero por qué las estadísticas hablan de 1.200.000 fracasos matrimoniales en los últimos 20 años?

Hay muchos estudios sociológicos, económicos, psicológicos al respecto de este fenómeno y que aportan mucha luz. No lo negamos, pero a lo mejor también influye la ceguera para ver al otro , que es como una enfermedad contagiosa que parece devorar a la sociedad de consumo. Posiblemente cuando una pareja inicia juntos la aventura de la convivencia eran capaces de ver al otro, de verse , incluso más que a sí mismos, pero con el paso del tiempo la mirada se fue desviando hacia otras seres más novedosos o aparentemente más satisfactorios: un trabajo atrayente, el reto de dejar una huella, la lucha por alcanzar un nivel socioeconómico respetable, la educación, sostenimiento o el sobrevivir a unos hijos...Los distracciones crecieron y fueron absorbiendo la atención de cada cónyuge y dejaron de verse, por ello dejaron de conocerse. Cuando él o ella llegan a casa, ya no saben mirarse, no descubren que detrás de ese silencio sucede algo, que tras ese “Bien” al que se contesta con algo de desdén cuando se pregunta ¿Cómo te fue?, esconde problemas, miedo o inseguridad para hablar de ellos... Están juntos pero no se ven. Al nacer la ceguera, se desconocieron, se encontraron como des-conocidos, y el paso del tiempo hizo que no supieran como volver a empezar a “conocerse”. La solución rápida entonces es la huida del desconocido para buscar a otro, a quien puedo aprender a ver, para comprender, para luego amar. ¿Y así continuar la historia hasta que de nuevo el amor se muera por ceguera?

Para que el amor perviva es necesario ver al otro todos los días y volver a aplicar los sabios consejos que un día un zorro le dio a un “Principito” y que vale la pena recordarlos aquí:

El amor es la creación de vínculos, hay que re-crearlos cada día, porque los vínculos hacen del otro alguien único para mí. ¿Cómo? Los vínculos son ataduras, yo te quiero necesitar y tú me quieres necesitar. Quiero que tú me ayudes a vivir.

Los vínculos se crean con paciencia, como decía el zorro, es decir, todos los días, en lo monótono y cotidiano del existir. El tiempo es la argamasa del amor sólido. Necesito crear este vínculo todos los días, y muchas veces.

Fijar mi atención en el otro, buscando acercarme poco a poco a él, descubriéndole como es, no como yo quisiera que fuera: “Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...” 

Crear y respetar ritos que solo tendrán significado para la pareja; los ritos son necesarios porque son fuente de intimidad. “Es lo que hace que un día no se parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra.” 

No huir del dolor que nace de ver el dolor del otro, dejar que me hiera para poder comprenderle: El zorro dijo:- lloraré. 

No buscar ganar nada para mí, sino para el otro; así podremos decir “he ganado a causa del color del trigo.” 

No tener miedo de compartir lo más profundo, los secretos que se guardan en la trastienda de mi persona y que son tesoros para mí. Yo te regalaré un secreto....He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.” Compartir mis certezas me unen al confidente.

Ser responsable de a quien amo porque me interesa todo él, toda su vida, toda su persona. Nada del otro me es indiferente. “Eres responsable para siempre de lo que has domesticado.” 

Entonces nos sucederá como al zorro. La monotonía de la convivencia se romperá porque:

“Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.



Romance



El amor romántico se deleita en hacer sentir al cónyuge especial e importante.
Aun cuando el romance no es el fundamento de una relación matrimonial, es ciertamente la leña que mantiene el fuego ardiendo en la relación, ofrece el afecto y la seguridad que dice: “Puede que tengamos dificultades, pero te amo y todo va a estar bien”. El romance también dice: “Porque te amo, deseo agradarte”. El amor romántico se deleita en hacer sentir al cónyuge especial e importante.
Lamentablemente, hoy en día parecería ser que la palabra romance está eliminada del vocabulario de muchas parejas o matrimonios. ¿Por qué ocurre esto? Para responder a esta pregunta, es importante que se tome en cuenta lo peculiar de cada sexo.
Para la psicología masculina, después de haber conquistado a una mujer, no existe la necesidad de estar repitiendo frases como: “te amo”, “eres lo mejor que me ha pasado” o “te traigo sólo porque si estas rosas”, pues, cuando un hombre declara su amor, en la gran mayoría de los casos, asume que la mujer elegida sabe que la ama, lo ha interiorizado y se siente segura de su amor. Pero todo esto, la psicología femenina no lo comprende, ni lo espera así y he aquí que comienzan los problemas.
¿Qué quiere la mujer? Quiere que se le repita una y otra vez que es valorada, amada y necesitada. Cuando esto no sucede, comienzan las quejas, malestares y los problemas en la comunicación. Las mujeres pensamos que se ha esfumado el deseo de hacernos sentir especiales e importantes en nuestra pareja.
La realidad es que esto no indica que se ha terminado el amor, sino que, la mayoría de las veces, se debe a otros motivos, por ejemplo, a constituir una rutina en la vida en pareja, a la llegada posible de los hijos, a las peleas, que llevan a la falta de respeto, a la pérdida de sentido, de la seguridad de que se está el uno para el otro.

¿Qué hacer entonces?
Como decía mi abuela: “Si sabes que es el hombre de tu vida, ¡a revivir el romance!”No te avergüences de ser romántico, al fin y al cabo ya es tuyo. Sé creativa, y sorpréndanse con esos detalles que tenían el uno con el otro, cuando se iniciaban en la conquista; dialoguen, para descubrir las posibles razones por las cuales el romance se ha extinguido, y concluyan con pasos concretos, para rescatar esa parte tan importante de la relación en pareja. Decidan, pues, echar más leña al fuego, con una óptica inteligente, que halle puntos de unión en su biografía juntos. El que quiere luchar por mantener viva la llama del romance no se desanima por sus propios errores, los reconoce; no se pone a pensar: “Si tú no haces nada, yo lo mismo”, sino más bien piensa en el bien de los dos y en su felicidad como compañeros. Primero me pongo en tu sitio, capto dónde te encuentras y cómo; después te abrazo, te acojo. ¡Y el romance está de regreso!




Fortunas prestadas

«Contemplaba su juventud y su belleza como algo que jamás fuera a agotarse. No comprendía aún que ningún amor debería apoyarse demasiado en la belleza. ¿Por qué nos negamos a admitir que la belleza y la juventud son fortunas prestadas? ¿Por qué imaginamos siempre que lo que nos encandila hoy nunca podrá convertirse en el peor de los desamores cuando llega el mañana?

»Nuestra boda no fue por amor. Fue una boda por simple enamoramiento. Esos enamoramientos que son sensaciones que provocan intercambios de certezas, besos, abrazos y un sinfín de intuiciones proclives así al egoísmo de creernos dueños del mundo, con derecho a imaginar maravillas perpetuas y un continuo esperar lo que, cuando llega, nos deja fríos. En aquella época yo no sabía hasta qué punto ese enamoramiento puede ser simple egolatría, ganas de ver en el otro lo que nosotros queremos ver, y que al imaginar lo que vemos, todo se nos vuelve atracción, necesidad de fundir nuestros deseos a los de la persona de la cual nos enamoramos. Y es que, en el fondo, lo que hacemos es enamorarnos de nosotros mismos.

»Veíamos aquello como una eternidad de novela bucólica, con cielos nítidos, siempre soleados, no exenta de pesadillas, de lobos acechando una manada de corderitos buenos, de turbiedades inesperadas, de cambios de humor.»

Así rememoraba el protagonista de una novela de Mercedes Salisachs la historia del comienzo de su matrimonio. La historia de una decepción, de muchas frustraciones y egoísmos hasta llegar a comprender que la mayor parte de lo que nos atrae con la vista es sólo pura fachada, hasta comprobar que el atajo del deseo deja casi siempre un poso de insatisfacción, un triste sabor a desengaño. Eros, esa especie de minidios griego, mensajero del amor, heredó de sus padres una naturaleza contradictoria, que le hizo rico en deseos y pobre en resultados. A ese diosecillo travieso y juguetón le gusta llamar a nuestro corazón por medio de la belleza corporal, y esa llamada nos parece a veces irresistible. Luego vienen concesiones que no dan lo que prometen, que nos atraen pero luego echan a volar.

Desear a otra persona no es lo mismo que amarla, y el deseo, muchas veces, lo que en realidad pretende es utilizar, poseer, manipular. La fuerza del deseo, sobrecargada en nuestros días por el impulso de los omnipresentes mensajes eróticos, hace que la imaginación, la sensibilidad, la memoria del hombre actual estén condicionadas por un potenciamiento excesivo y enfermizo del deseo. Para descubrir la riqueza propia de la otra persona, para llegar a conocerla y a enamorarse de verdad de ella, y no simplemente desearla, es preciso un esfuerzo nada despreciable. Cuando el enamoramiento recae demasiado en lo corporal, aquello ofrece poca consistencia respecto al futuro, porque lo corporal es la parte más efímera de lo humano, la parte más volátil, la que más sufre el declive del paso de los años.

El verdadero enamoramiento lleva siempre a una dilatación de la personalidad, es un alegrarse más con la felicidad del otro que con la propia. Es meter al otro como protagonista fundamental de nuestro proyecto de vida. Queda entonces comprometida nuestra libertad, y eso siempre cuesta, porque significa renunciar a muchas cosas, porque el amor actúa como una fragua donde se templan nuestros egoísmos y nuestros deseos. Porque hay deseos nuestros que no son compatibles con ese amor, deseos que quizá hasta entonces eran buenos y legítimos pero ahora ya no lo son. En cualquier amor, una vez pasado el acné del primer enamoramiento, la clave del éxito está en ese doloroso proceso de purificación de los deseos. Se trata de una dura prueba, que sirve para foguear y madurar esa relación, que saca a la luz la calidad del material de que estamos hechos, y que sobre todo saca a la luz la realidad de nuestro empeño por mejorar. Si no se supera esa prueba, en el fondo nos habremos enamorado de nosotros mismos.

El amor de mi vida

Tengo un amigo que es lo que yo llamo un “filósofo práctico”, es decir, un hombre que ha hecho de su vida una búsqueda incansable de la verdad y de la sabiduría para regir su vida. No es un teórico de la historia de la filosofía, ni un profesor que dice cosas aprendidas en libros. Él dice que construye su filosofía en la calle, en los taxis, en el bar, en el mercado.

Desde hace un tiempo está obsesionado con el tema del amor. Lleva varios meses preguntando a todo el mundo qué es el amor y qué importancia tiene en su vida. Sus resultados son curiosos. La mayoría de la gente reconoce que no sabe exactamente qué es el amor. Algunos dicen que es “querer” a alguien, otros afirman que el amor es “desear vivir junto a otra persona”, incluso alguno le respondió que amor y tener relaciones sexuales era lo mismo.

Por otro lado, a pesar de las diferentes definiciones de amor, todos coincidían en señalar que el amor era lo más importante en su vida, lo único que llenaba su vida de felicidad. Es curioso, todos anhelamos algo que no sabemos muy bien en qué consiste. No sabemos lo que es, pero cuando lo vemos, decimos “eso es amor” y “yo quisiera vivir así porque eso me hará feliz”. Es lo que pasa cuando ves la película “Titanic”. Pasas más de tres horas pegado a la pantalla y al final te quedas con el buen sabor de boca de aquel hombre que dio su vida por amor y la dio feliz. Cuando ella, la amada, Rose Dawson Calvert, arroja el diamante al mar, uno tiene dos opciones: decir “qué tonta” o comprender que en ese acto se expresa la fidelidad a un amor que da sentido a la vida y que vale mucho más que el diamante más valioso. Eso es amor, es entrega al otro, pero no una entrega superficial e inconsciente, sino una donación de alguien que no sólo “quiere” al otro, sino que “quiere quererle” siempre.

Muy bonito, pero estoy seguro de que se agradecería que lo explicase de forma más gráfica, ¿verdad? Se me ocurre que el amor es como una hortensia, como una rosa y como un edelweiss.

El amor es como una hortensia
La hortensia es una flor muy grande, de las más grandes que conocemos, pero si la observamos detenidamente, nos damos cuenta de que está formada por miles de flores muy pequeñas. La hortensia es grande por la unión de un sinnúmero de flores que en sí mismas son casi insignificantes. El amor es igual. Los grandes amores que tanto admiramos están hechos de muchos, de incontables pequeños actos de amor. El amor se construye con actos casi invisibles de entrega al otro, en los que se vive de verdad la entrega al amado con generosidad, en las cosas más pequeñas. Sólo así se forman los grandes amores.

El amor es como una rosa
 La rosa une la belleza de la flor a la fuerza del tallo. Ese tallo hace resistente a la flor ante las lluvias y el viento, pero también está lleno de espinas. Gracias a ese tallo, la rosa se eleva por encima de las demás flores e impide que suban los insectos y dañen a la flor. El amor es igual, mezcla belleza y fuerza, amor y dolor. Un amor sin sacrificio personal nunca se hace fuerte, no soporta la más pequeña lluvia; la más débil dificultad lo destruye. El amor requiere estar sólidamente afincado en una entrega que es fuerte porque se basa en la donación generosa, en la oblación sin esperar nada a cambio. Sólo así se puede mantener la belleza del amor.

El amor es como un edelweiss
El edelweiss es una flor que nace en las altas montañas. Se encuentra en los parajes más insospechados, donde parecería que ya no puede haber vida. No es como las margaritas que pueblan los valles con miles de flores iguales y se hallan siempre en lugares de fácil acceso. No, el edelweiss es solitario, pudoroso, está siempre lejos del alcance de miradas indiscretas. No hay dos edelweiss iguales, cada uno es único, irrepetible. El amor es igual, irrepetible, único, pudoroso. No está al alcance de cualquiera. Hay que subir para encontrarlo. Hay que dejar atrás muchas cosas y esforzarse por llegar a una cumbre juntos. El amor no es tanto mirarse uno al otro, sino mirar los dos en la misma dirección. No se puede buscar un amor auténtico a ras de suelo, en los sitios de fácil acceso. No se puede pretender que el amor se repita de igual manera muchas veces. El amor no es margarita, es edelweiss, es único. Amar es dejar muchas comodidades, muchas seguridades, muchas facilidades y retirarse a la aventura de la entrega total. El amor verdadero no está al alcance de la mano. Hay que buscarlo, lucharlo, merecerlo. El amor no es para espíritus vulgares apegados a las bajezas de los valles, sino para aquellos que se sienten llamados a la pureza de la montaña donde sopla el aire limpio.



Cuando el amor es un ejercicio de la voluntad

Muchas veces nos damos cuenta de que, cuando queremos ponernos de acuerdo sobre un tema u otro, invertimos bastante tiempo en clarificar cuáles son los significados de los términos sobre los que queremos debatir.

Hablar del Amor no está exento de este proceso y, en cuanto surge el debate, palabras como sentimientos, cariño, querer, etc. se ponen sobre el tablero y cuesta trabajo consensuar a qué se refiere cada una de ellas.

Lo cierto es que todos estos vocablos han de ser utilizados para hablar del Amor, pero no está de más proporcionar a algunos de ellos un significado que nos permita explicarnos. Acertar y coincidir con el lector en las definiciones escogidas es complicado, pero en cualquier caso, cada uno podrá intercambiarlas a su gusto sin que se pierda el sentido último de lo que se quiere expresar.

Utilizando la palabra sentimientos se quiere aludir a los procesos de enamoramiento que conectan a dos personas. No son “regulables” y escapan de nuestro control. Hacen referencia a una afectividad casi instintiva y tienen mucho que ver con la pasión.

Al hablar de cariño topamos también con los sentimientos, pero siendo éstos más apaciguados y moldeados por el paso de la experiencia.

Si empleamos el término querer, nos encontramos la voluntad. El sujeto que quiere ejercita su voluntad hacia quien dirige sus sentimientos y sobrepone a éstos la permanencia de su acto.

En definitiva, cuando uno Ama con mayúscula, toma decisiones motivadas casi siempre en un primer momento por sentimientos incontrolables. Sin embargo, más adelante, la validez de estas decisiones no está sujeta a la duración de las pasiones afectivas. Amar a alguien supone entonces un compromiso que uno contrae voluntariamente por el valor de la otra persona en sí misma y no por las circunstancias en las que se desarrolla la relación.

Las decisiones y los compromisos que se adoptan nos hablan de fidelidad, de esfuerzo, de procurar el bien al otro, de mejorar uno mismo para ofrecer lo mejor, de superar dificultades y fracasos y de compartir éxitos y alegrías.

Quien comparta estas opinión es coincidirá en que la unión de una pareja va mucho más allá del enamoramiento quela incita. El valor de esta unión es muy superior al encuentro instintivo entre seres humanos y exige una entrega responsable que uno debe entender como definitiva.

Bienes cierto que, hoy por hoy, hablar de relaciones definitivas se interpreta como una actitud antigua y superada, pero también es cierto que no son demasiados los que están dispuestos a entablar una relación sin tener delante una perspectiva de estabilidad que perdure en el tiempo. En definitiva, cuando uno decide comprometerse con otra persona espera que el compromiso mutuo no esté limitado por posibles condicionantes, aún a sabiendas de que las dificultades de la convivencia y las propias de compartir un proyecto común llegarán tarde o temprano.

La entrega amorosa, desde su origen mismo basado en el enamoramiento en el que todo es “color rosa” y después, cuando ya empieza a implicar decisiones más maduras, es incompatible con el egoísmo. En las relaciones personales, buscar la propia complacencia y bienestar es un signo de alarma que nos advierte de que el Amor empieza a tambalearse. Es importante reaccionar a tiempo y, echando mano de la “época rosa” y recordando todo aquello que nos hico tomar la decisión de compartir nuestra vida y comprometernos con el otro, volver a ejercitar nuestra voluntad sin perder de vista que la mejor forma de hacerlo es dirigiéndola hacia el Bien y, especialmente, hacia el Bien ajeno.

Es lógico considerar que, sobre el papel, las “fórmulas mágicas” son muy sencillas de seguir y parece que pierden significado y valor. Todos sabemos que no son pocos los problemas que surgen en muchas relaciones y muchos de ellos son de una gravedad irrefutable. El Amor de verdad no es ciego y quien lo practica debe tener muy claro qué se espera de sí mismo y del otro. Cuando uno descubre que una determinada fórmula de egoísmo empieza a enquistarse y se convierte en un elemento de destrucción, entonces es necesario tomar decisiones como la de concederse tiempo y distancia. En estas situaciones, tal vez, lo más importante sea no dejarse arrastrar por el rencor, recordar nuestro compromiso personal y contar con la serenidad que procura el ser consciente de que nuestra forma de actuar se dirige al Bien con mayúsculas, para uno mismo y para el otro. Esta actitud, aunque no lo parezca, nos remite nuevamente a la “fórmula mágica” del Amor, una fórmula que cuenta en sus ingredientes indispensables con el Bien y la Verdad.

Cuando el Amor es un ejercicio de la Voluntad, no es fácil, pero merece la pena.


La sexsualización de las chicas

Una sexualización malsana está poniendo en peligro a las chicas cada vez más, concluye un informe publicado el 19 de febrero por la Asociación Psicológica Americana. 

Titulado «Report of the APA Task Force on the Sexualization of Girls» (Informe del Equipo de Trabajo de la APA sobre la Sexualización de las Chicas), el estudio es el resultado de la investigación sobre el contenido y los efectos de los medios de comunicación: televisión, vídeos musicales, música, revistas, películas, vídeo juegos e Internet. 

El equipo de trabajo examinó también las campañas de promoción y anuncios de productos dirigidos a las chicas. 

«Tenemos una extensa serie de evidencias para concluir que la sexualización tiene efectos negativos en diversos campos, que incluyen el funcionamiento cognitivo, la salud física y mental, y el desarrollo sexual sano», afirmaba la doctora Eileen Zurbriggen, directora del equipo de trabajo y profesora de psicología en la Universidad de California, Santa Cruz, en una nota de prensa que acompañaba el informe. 

La sexualización causa dificultades a cualquier edad, indica el informe, pero añade que es especialmente problemática cuando tiene lugar a una edad más temprana. Lograr la madurez sexual en los adolescentes no es un proceso fácil, reconoce el estudio, pero observa que cuando se anima a una chica joven o adolescente a ser sexy, sin que ellas sepan siquiera lo que esto significa, el proceso se complica aún más. 

Saturación de los medios 

El informe citaba algunos estudios que detallan la gran cantidad de tiempo pasado en contacto con los medios. Según los datos, el niño o adolescente ve de media tres horas de televisión al día. Sin embargo, cuando se calcula el número de horas totales ante todos los tipos de medios, resulta que los niños están expuestos a algún tipo de medio – televisión, vídeo juegos, música, et…- seis horas y media al día. 

Un estudio llevado a cabo en el 2003 informaba que el 68% de los niños tienen una televisión en su habitación, y que el 51% de las chicas juegan a juegos interactivos en sus ordenadores y en consolas de vídeo juegos. Tanto chicas como chicos pasan una media de una hora al día ante el ordenador, visitando páginas webs, escuchando música, frecuentando chats, jugando a juegos o enviando mensajes a sus amigos. 

El informe de la Asociación Psicológica Americana observaba: «En la televisión, los jóvenes televidentes encuentran un mundo que es desproporcionadamente masculino, especialmente en los programas orientados a la juventud, y en el que las figuras femeninas es más probable que vistan de modo más atractivo y provocativo que las masculinas». 

Un gran porcentaje de vídeos musicales contienen imágenes sexuales, y las mujeres suelen ser presentadas vestidas de forma provocativa. El informe también observaba que las artistas femeninas son presentadas de forma que su foco de atención principal no es su talento o su música, sino más bien su cuerpo y sexualidad. Así, concluye el informe, los espectadores reciben el mensaje de que el éxito viene de ser un objeto sexual atractivo. 

En cuanto a las canciones mismas, los investigadores de la APA lamentaban que no haya análisis recientes sobre su contenido sexual. En su informe, no obstante, citaban algunos ejemplos de cómo las palabras de algunas canciones de éxito reciente sexualizan a las mujeres, o se refieren a ellas de formas altamente degradantes. 

En cuanto a la gran pantalla, el informe comentaba la falta de personajes femeninos en las películas generalistas, y en las películas de serie G. Un estudio de 101 películas de serie G, de 1990 a 2004, revelaban que de los más de 4.000 personajes de estas películas, el 75% eran varones, el 83% de los caracteres secundarios eran varones, el 83% de los narradores también lo eran, y el 72% de los protagonistas con diálogo eran también varones. «Esta clara falta de representación de las mujeres y chicas en las películas con contenido familiar reflejan una oportunidad perdida de presentar un espectro más amplio de las chicas y de las mujeres en papeles que no están sexualizados», observaba el informe de la APA. 

Dudosas influencias 

Las revistas para adolescentes son otra importante influencia en las chicas. El informe citaba algunos estudios sobre el contenido de las revistas, y revelaba que uno de los mensajes centrales de las publicaciones es que «presentarse a uno mismo como sexualmente deseable, y obtener así la atención de los hombres, es, y debe ser, la meta focal de las mujeres». 

Es difícil determinar el enormemente variado contenido que está disponible vía Internet, pero los investigadores de la APA citaban un estudio sobre páginas webs que suelen atraer a las chicas – las páginas webs de fans de celebridades masculinas y femeninas. Un análisis de su contenido encontró que las celebridades femeninas eran de forma aplastantes más representadas con imágenes sexuales que las masculinas, sin importar si se trataba de la página web oficial o de una creada por sus fans. 

La publicidad es otra área importante donde se suele sexualizar a las mujeres. Además, el estudio indica que la investigación ha mostrado la tendencia a presentar a las mujeres de forma decorativa o explotadora sigue aumentando. Ha alcanzado el punto, añadía, en el que se usan chicas en poses seductivas para atraer audiencias adultas. 

Recientemente, algunos comentaristas han resaltado el hecho de que también el mercado del juguete se está viendo afectado por la tendencia a la sexualización. Los investigadores de la APA declararon que estaban preocupados por los vestidos sexualmente provocativos que suelen vestir las muñecas más populares para las niñas entre 4 y 8 años. 

Lo mismo ocurre con la ropa. Se invita a chicas en edades cada vez más jóvenes a vestir ropa diseñada para destacar la sexualidad femenina. Los cosméticos también se están dirigiendo a chicas más jóvenes. 

Todas estas influencias se combinan para ocasionar una serie de problemas a las chicas. El informe de la APA establecía que la sexualización está ligada con tres de los problemas de salud mental más comunes en las chicas y en las mujeres: desórdenes alimenticios, baja autoestima y depresión. 

Los investigadores añadían que también existen evidencias que muestran que la sexualización de las chicas, y los sentimientos negativos por el propio cuerpo que provoca, pueden llevar a problemas sexuales en la edad adulta. Indicaban que se relaciona con el problema de la idealización de la juventud como la única edad buena y hermosa de la vida. El actual auge de los productos antienvejecimiento y de la cirugía cosmética es resultado de esta belleza impuesta. 

La victoria de los móviles 

Resistir la tendencia a la hiper sexualización no es fácil, pero en Canadá, hace dos semanas, la decencia ganó una batalla. 

En enero, la segunda compañía de telefonía de Canadá, Telus, comenzó ofreciendo fotos y vídeos pornográficos a sus usuarios. La compañía con sede en Vancouver recibió fuertes críticas del arzobispo, Mons. Raymond Roussin. «La decisión de Telus es decepcionante y motivo de malestar», declaraba el 12 de febrero. 

En otra declaración publicada cuatro días después, el arzobispo de Vancouver acusaba a la compañía de dañar a la sociedad en su búsqueda de una parte de los lucrativos beneficios obtenidos por la industria pornográfica. 

El arzobispo pidió un servicio de telefonía móvil libre de 
pornografía. También declaró que se estaba poniendo en comunicación con las iglesias y colegios católicos para que no renovaran sus contratos de telefonía móvil con Telus. Además, pedía a todos los católicos y a los demás canadienses preocupados por el hecho que contactaran con las compañías de telefonía móvil para expresar su preocupación por la proliferación de pornografía a través de los móviles. 

El 21 de febrero, Telus anunció que cancelaba su servicio de «contenido adulto». Según un reportaje del periódico canadiense Globe and Mail, la compañía declaró que había recibido cientos de quejas de sus usuarios. 

Mons. Roussin celebró la medida en una declaración el mismo día: «Estamos apenas empezando a darnos cuenta de cuán grave es en realidad el tema de la adicción al sexo y a la pornografía», comentaba. 

La preocupación por el efecto de la cultura de moda también fue expresada recientemente por Benedicto XVI. En su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que tendrá lugar el 20 de mayo, el Papa observaba la tendencia a la exaltación de la violencia y a la trivialización de la sexualidad. 

El pontífice escribía: «La belleza, que es como un espejo de lo divino, inspira y vivifica los corazones y mentes jóvenes, mientras que la fealdad y la tosquedad tienen un impacto deprimente en las actitudes y comportamientos» (No. 2). 

Los campeones de la cultura moderna han acusado con frecuencia y falsamente a la Iglesia de estar obsesionada con el sexo. De hecho, es la sociedad contemporánea la que sufre esta obsesión, mientras la Iglesia sigue defendiendo la dignidad, y la belleza, de la persona humana.



Juventud, ¿divino tesoro?
La poesía de Rubén Darío me hizo reflexionar sobre una realidad que se constata a cada paso: actualmente se tiene a la juventud por un “divino tesoro” más cotizado que ninguno otro.
Decidir no decidir nada

        Por una parte, los niños sueñan con llegar a ella, y en su afán queman etapas por las que antes se pasaba, y ahora fácilmente se considera “joven” a un niño o pre-adolescente de 11 años, el cual en lugar de jugar con muñecas, o carritos, busca imitar el comportamiento de los mayores: un niño obedece a sus padres, pero el “joven” de once años ya no; una niña juega con muñecas, una “joven” de once ya no, ahora tiene novio, bebe en las fiestas, ve películas y lee revistas para jóvenes y se comporta como lo hacen sus hermanos de 16.
        Por otra parte, los adultos se aferran a su juventud como a su más preciada joya. Hacen de todo con tal de no perderla. No es difícil encontrar a “jóvenes” de 30 o hasta 35 años vistiendo el mismo atuendo que esos otros “jóvenes” de 11; evitando todo aquello que huela a “adulto” o a “madurez” como el comprometerse únicamente con una persona, o el seguir unas ciertas normas éticas; llevando una vida sin nada que los ate y sin responsabilidades pues para eso son jóvenes, para “estar libres” y hacer lo que quieran.
        Y yo me pongo a pensar, ¿qué les ofrece la “juventud” para que la busquen con tal ahínco?
        Muchos piensan que el joven es “más libre” porque tiene menos ataduras, porque se le exige menos, y por lo mismo se “divierte más”. Ya disfruta de las diversiones de los adultos, pero todavía se libra de sus responsabilidades. Y así se da un fenómeno muy triste del desencanto y desaliento en tantos jóvenes que no quieren llegar a adultos: muchos piensan que la juventud es la edad para “probar todos los placeres” y que ya llegará la edad en la que “sentarán cabeza”. Pero se olvidan de que lo quieran o no, cada acto de la juventud va dando una dirección a su futuro. Los que optan por tomar decisiones definitivas en la vida, están libremente modelando su propio futuro: al decidir formar una familia, o aceptar un trabajo estable, o comprometerse en alguna acción social que ayude a la comunidad, están siendo protagonistas de sus vidas. En cambio, los que optan por no decidir, y quedar “libres” sin amarrarse para poder “probar de todo”, están dejando que las circunstancias escriban y condicionen su futuro y paradójicamente están coartando ellos mismos su libertad para decidir sobre su propia vida.

        

No son pocos los jóvenes, que por sentirse “libres” han quedado presos de alguna adicción a las drogas, o han adquirido el Sida o enfermedades venéreas que han condicionado el resto de su vida, o han quedado atados al alcohol que les ha impedido hacer lo que realmente querían, o viven con el constante remordimiento de un aborto que nos les permite ser realmente felices, aunque hayan pasado ya muchos años. Es verdaderamente triste encontrarse con “jóvenes” que a los 35 años se encuentran marchitos y sin muchas posibilidades de dónde elegir, cuando la juventud debería de ser ese momento esperanzador de la vida en que todo es posible todavía y en el que uno se prepara de la mejor manera para poder optar libremente por el camino que se quiere seguir en la vida.
      Al final mandan las circunstancias

  La juventud, al ser una etapa sin las responsabilidades propias de la edad adulta, ha de ser el momento propicio de la vida en que la persona aprende y se ejercita en ser dueña de sí misma para estar preparada para lo que la vida le depare en un futuro. Es el momento de preparase profesionalmente para poder rendir el mejor servicio posible a su sociedad; el momento de hacer propios los principios éticos que fundamentarán su vida, sobre los cuales basará todas sus decisiones futuras; el momento de fortalecer la propia voluntad para estar listo para lo que venga; el momento de construir amistades estables y duraderas basadas en el respeto mutuo, que lo acompañarán el resto de su vida; es el momento de sentar las bases de lo que será la vida futura.

        La sociedad de hoy al incitar a los jóvenes a vivir sin reglas, a probar de todo, a tener el placer como el mayor objetivo de esta etapa, a no pasar a la edad adulta, le está haciendo un daño muy grande a esta generación, al no brindarle los elementos para una verdadera maduración. No está equipando a estos jóvenes de lo que necesitan para cuando sean mayores. En pocas palabras, ofreciéndoles la “felicidad” en placeres pasajeros y momentáneos, les está quitando la oportunidad de ser realmente felices.
      
En verdad es un tesoro
  La juventud será un verdadero tesoro para todos aquellos que la aprovechen equipándose bien para la verdadera batalla de la vida, y en este caso se convertirá en un tesoro invaluable para la sociedad al asegurarle un futuro esperanzador.
        Ayudemos a nuestros jóvenes a ver el engaño y el peligro que hay en esa vida fácil, consumista y sin responsabilidades que les ofrece el mundo de hoy, para que puedan realmente disfrutar del divino tesoro que es su juventud dignamente vivida como una etapa de transición hacia la verdadera plenitud humana.


La educación sexual como educación de los sentimientos

Educar es comunicar conocimientos y promover actitudes. Lo primero significa que en toda educación hay una cierta cantidad de enseñanza que se acumula, que se va sumando poco a poco y hace que se vaya conociendo paulatinamente ese algo concreto. Después viene una tarea importantísima: ¿cómo actuar frente a todo ese caudal de conocimientos adquiridos? Son dos etapas sucesivas, pero complementarias.

Educar es convertir a alguien en persona más libre e independiente, con más criterio. Ser individuo capaz de pilotar la propia vida con arreglo a unas normas humanísticas. Por eso toda educación positiva humaniza y libera al hombre, llenándolo de amor.

Hay que distinguir por tanto dos facetas en este terreno; por un lado la información y por otro, la formación. Mientras el primero consiste tan solo en la suma de una serie de datos, observaciones y manifestaciones específicas, el segundo va más allá. Trata de ofrecer unas pautas de conducta de acuerdo con una cierta orientación humana, se preocupa que a todo ese saber se le saque el mejor partido, favoreciendo la construcción de un hombre más maduro, más hecho, con más solidez... más humano y más dueño de sí mismo.

Muchos libros sobre educación sexual no son tales, ya que sólo cubren la parcela informativa, pretendiendo ser asépticos en la vertiente formativa. Algo parecido puede suceder cuando ésta se imparte de modo colectivo y termina siendo una especie de clase de anatomía y fisiología a la vez, en donde se relata como se realizan las relaciones sexuales, las distintas técnicas y estilos que existen, pero no hay un fondo moral o ético adecuado. Porque no hay educación sexual neutra. Es imposible. Es una pieza de museo pedagógica, imposible en su esencia. Habrá unas educaciones más cargadas de orientaciones y otras más ligeras. Unas en la línea de la liberación sexual o apuntando hacia el marxismo, hacia las corrientes del psicoanálisis de Freud o siguiendo las directrices de Jung o de Adler o del conductismo o inspiradas en el humanismo cristiano... pero vacías de criterio no es posible que se den, ya que a eso se le llamaría clase de anatomía o de fisiología o de ginecología, pero en ningún caso educación sexual. Ahí está el matiz diferencial.

Educar es instruir, formar, guiar, sacar lo mejor que hay dentro de una persona; irla puliendo y limando para hacerla más dueña de sí misma. Es provechoso repasar las etimologías.

Esta palabra procede de dos derivaciones latinas: e-ducare, que significa ir conduciendo de un sitio a otro; y e-ducere, que quiere decir extraer, sacar hacia fuera lo que hay dentro. Una y otra apuntan en la misma dirección. Educar es aquella operación que se lleva a cabo con alguien y que tiende a la realización más completa de la persona. Esto se produce mediante un progreso gradual y ascendente. Toda educación del tipo que sea necesita tiempo. O dicho de otro modo; es necesario que vaya asimilando paulatinamente todo lo que de palabra y obra ha ido llegando hasta él. Acumulación de contenidos intelectuales, afectivos y técnicos que se aprietan en una síntesis que debe ser realizada por el educador.

Resumiendo: educar es promover el desarrollo de una persona para que alcance un cierto nivel de conocimientos teóricos, que le lleven poco a poco a una actitud práctica que le conduzca a su mayor bien posible. Vemos que consta ésta de una dimensión teórica y de otra práctica . Toda educación es como una labor de orfebrería: labrar a golpe de martillo y de cincel, para sacar del material con que se cuenta lo mejor.

La educación debe estar presente a todo lo largo de la vida; pero la educación integral tiene su punto de partida en la infancia y en la adolescencia.

¿Cuáles son los principales elementos de la educación?: podemos resumirlos así: el primer lugar el tema específico de que se trate (hay educación física, psicológica, artística, para el tenis, el golf, el inglés, las artes marciales y un larguísimo etcétera); después está la figura del educador que tendrá una enorme trascendencia, la motivación que se ponga en juego, el amor con que se enseñe esa materia y la disciplina que será necesaria para que ésta se vaya consolidando y no sea flor de un día. Enseguida entraremos en cada uno de ellos.

La educación sexual consiste en la consecución de un conocimiento adecuado de lo que es la sexualidad, que va desde su desarrollo hasta la culminación del encuentro físico entre un hombre y una mujer, que apunta hacia la madurez psicológica y la plenitud de la persona, en el marco de lo que debe ser la dignidad humana. Ese conocimiento no descuida ningún aspecto del hombre: va de la anatomía al plano físico, de los aspectos psicológicos a los sociales y culturales, pasando por el terreno espiritual y el entorno en donde ésta se desarrolla o las etapas evolutivas que ésta va a tener. Educación plena, completa, integral. Allí quedan convocados todos sus ingredientes. La gran tarea del educador es proponer unos fines concretos, haciéndolos sugerentes y atractivos, aunque en un principio sean costosos y se presenten como una cuesta empinada. Todo lo grande del hombre, es hijo del esfuerzo y la renuncia.

El éxito de la educación consiste en proporcionar un conocimiento equilibrado de uno mismo y de la realidad, promoviendo una adecuada jerarquía de valores. La educación sexual fracasa cuando sólo es información técnica y cuando hay un claro desajuste o una falta de armonía en lo que se enseña. No hay verdadero progreso humano si éste no se realiza con un fondo moral.

Por tanto, una buena educación de la sexualidad se dirige a conocer y disponer adecuadamente de la propia vida sexual, siendo capaz de pilotarla hacia el mejor desarrollo personal. Su meta es la integración de estas tendencias en una personalidad cada vez más madura, de modo que todos los impulsos sexuales se encaucen de forma ordenada y enriquecedora.

A los niños hay que iniciarlos a medida que avanza su edad. Son explicaciones sencillas y conformes a su psicología, pero sin falsear la verdad. Sabiendo servirla como algo normal, natural, positivo.

En la adolescencia sugerimos a los padres la postura de adelantarse y así, ir trazando unos criterios que le ayuden a comprender lo que en esos momentos experimentan dentro de sí. Cada caso necesitará una estrategia distinta. Siempre las formas elegantes y prudentes le darán al tema más calidad. En esta edad hay que huir de dos posturas negativas bastante habituales: 1) El rechazo radical y represivo, que nos hace volver a la época victoriana, jansenista, montanista o a un puritanismo de mal pronóstico; en todas esas concepciones late un no querer abordar la cuestión, un dejarla pasar de largo por diversos motivos; 2) La antropología, materialista (biologismo) reduce la visión del hombre a lo puramente material, no admitiendo las otras dimensiones (psicológica, espiritual y cultural); un ejemplo sería el pansexualismo.
Ambas posturas son reduccionistas y ofrecen una visión estrecha del ser humano.

Educar en y para la libertad siempre es un riesgo. Pero es una tarea noble, que contribuye a introducirle a uno en la realidad y que pretende en último término, desarrollar todas las estructuras de un individuo buscando su realización integral. Dominar y ser señor de la propia sexualidad, gobernándola con amor, para entregarla a otra persona, a través de una donación comprometida. Cuando no ocurre así, los impulsos sexuales van ganando terreno según su capricho, llegando a tiranizar la conducta, marcándole una línea obsesiva y machacona, que no libera al hombre, sino que lo rebaja. De ahí que amor y sexualidad formen conjunto recíproco: no se puede dar el uno sin el otro en la relación hombre-mujer.




No se puede vivir a prueba, ni se puede amar a prueba

Cuentan que los pueblos felices no tienen historia. Y, sí, muchas veces lo que vende en los "medios" es lo que se sale de lo ordinario. Se dice que publicaron un periódico que sólo editaba buenas noticias y lo tuvieron que cerrar porque no se vendía. Una familia feliz en la que todo va bien no vende, por lo tanto no interesa. De hecho, en nuestra sociedad hay muchos más matrimonios felices que rotos, pero no son noticia. Por otra parte, no olvidemos que el estereotipo que el cine y la televisión nos presentan es el de - una persona atractiva y de buen nivel económico y profesional, pero sola. Ejemplos claros los encontramos en series como. House, Bones, etc. Personas sin ningún tipo de atadura. Los matrimonios felices rompen el prototipo presentado por los "medios".

La importancia del noviazgo

Un matrimonio tiene que crecer robusto desde el noviazgo. Nos sirve para conocer a la persona con la que vamos a compartir el resto de nuestra vida, y por lo tanto hay que vivirlo bien. Pero hemos de darnos cuenta que hasta que no nos casamos no conoceremos perfectamente a la otra persona. Es un período en el que idealizamos al otro, y si no lo vivimos correctamente, si no somos conscientes de que al matrimonio vamos a dar y no a recibir; pueden darse decepciones, fruto de la inmadurez y de no saber comprender las limitaciones del otro. Por eso, es necesario ser muy sinceros durante el noviazgo y que nuestra pareja nos conozca tal y corno somos. Por lo tanto hay que hablar mucho y dejar muy claro cuál es nuestro proyecto de vida y qué esperamos del otro. Como en el noviazgo no queden muy claros los puntos fundamentales de la relación, luego pueden surgir problemas que harán sufrir a ambos.

Uno de estos puntos, de gran importancia, es el papel del compromiso, el pacto conyugal entre los dos. No se puede vivir a prueba, ni se puede amar a prueba. Cuando un hombre y una mujer se quieren y deciden contraer matrimonio inician una vida en común para lo bueno y para lo malo, pero hay que superar algo muy típico del noviazgo, y es dejar de mirarse el uno al otro para mirar juntos en la misma dirección. Cuando miramos juntos vemos lo mismo y seguimos el mismo camino. Esto implica que somos compañeros de viaje: los esposos no son propiedad, pero se pertenecen de un modo más profundo de lo que pueda pertenecer a uno cualquier propiedad. No hay que olvidar que somos criaturas libres, cada uno con su singularidad; no nos pertenecemos como una posesión, nos pertenecemos precisamente porque aceptamos la libertad del otro y nos sostenemos el uno al otro en el conocernos y amarnos. Somos libres y al mismo tiempo una sola cosa para siempre.

La vida en común

El paso del noviazgo al matrimonio es verdaderamente importante. Una vez casados hay que cuidar esta unión.

Simplificando y salvando las distancias, podemos decir que hay amores que no hace falta cuidar y amores que hemos de cuidar. El amor a los hijos es un amor incondicional: se les quiere siempre hagan lo que hagan, pero hay amores que como no se cuiden se apagan, se debilitan. Por ejemplo, si no cuidamos el amor a Dios, se apaga. Si no renovamos la ilusión profesional, perdemos las ganas de trabajar, y se convierte en una rutina y acaba siendo una condena.

Algo similar ocurre con el amor conyugal, que si no se viven los detalles, la renuncia, la delicadeza, el contar con el otro, el ponerse en su situación, el luchar por conocer al cónyuge tal y como es, no como me gustaría que fuese, acabaremos en la indiferencia o en esa situación tan de moda ahora, en el "desamor".

Pequeños (o grandes) baches

El matrimonio puede ser un camino de rosas, pero no olvidemos que las rosas tienen espinas. Nos encontraremos con las crisis propias de la persona. Las circunstancias cambian a lo largo de los años y por lo tanto cambian las situaciones a las que enfrentarse, pero no creo que las crisis sean malas: son simplemente adaptaciones a los cambios que se producen en la sociedad, en los hijos, en nuestros propios cuerpos y en nuestras circunstancias personales. La vida es muy cambiante, y las personas vamos evolucionando a lo largo de ella.

Eso no implica nada más que igual que nos cambian las circunstancias profesionales, las de salud o de edad, nos cambian de igual modo las relaciones conyugales y familiares.

Si hay comunicación, la marcha de los hijos de casa, la jubilación o cualquier otra circunstancia del la vida son etapas apasionantes que hay que afrontar con optimismo y sin miedo. Evidentemente hay que alimentar el amor y en eso entran componentes de todo tipo - ' religiosos, culturales formativos, lúdicos etc.-, pero también es bueno dejarse aconsejar por aquellos que han pasado por esa situación, sabiendo que cada matrimonio es un mundo y que lo que a unos les va bien a otros puede ser que no.

Aprender del pasado

Las personas suelen incurrir en los mismos errores, y por eso es importante que sepamos perdonar y olvidar. El "perdono pero no olvido" es la tumba del amor. Las oportunidades que nos dan las nuevas etapas de la vida son recomenzar, profundizar en el amor, saber que siempre estamos empezando, con-menos fuerzas físicas pero con la misma ilusión que al principio, porque la ilusión no es un sentimiento sin más, es un deseo que alimentamos a lo largo de toda la vida.

Pienso que para ser feliz en la vida son necesarias tres cosas: algo que hacer, alguien a quién amar y algo que esperar. Estas tres pautas están en la base del matrimonio. Si las vivimos a lo largo de todo el recorrido matrimonial, no hay problema que no se pueda superar, no hay crisis que nos pueda preocupar.






Si las acciones humanas
pueden ser nobles, vergonzosas o indiferentes,
lo mismo ocurre con los placeres correspondientes.
Hay placeres que derivan de actividades nobles,
y otros de vergonzoso origen.

Aristóteles


Una ansiosa búsqueda
«Buscaba el placer, y al final lo encontraba —cuenta C. S. Lewis en su autobiografía.
»Pero enseguida descubrí que el placer (ese u otro cualquiera) no era lo que yo buscaba. Y pensé que me estaba equivocando, aunque no fue, desde luego, por cuestiones morales; en aquel momento, yo era lo más inmoral que puede ser un hombre en estos temas.
»La frustración tampoco consistía en haber encontrado un placer rastrero en vez de uno elevado.
»Era el poco valor de la conclusión lo que aguaba la fiesta. Los perros habían perdido el rastro. Había capturado una presa equivocada. Ofrecer una chuleta de cordero a un hombre que se está muriendo de sed es lo mismo que ofrecer placer sexual al que desea lo que estoy describiendo.
»No es que me apartara de la experiencia erótica diciendo: ¡eso no! Mis sentimientos eran: bueno, ya veo, pero ¿no nos hemos desviado de nuestro objetivo?
»El verdadero deseo se marchaba como diciendo: ¿qué tiene que ver esto conmigo?»
Así describe C. S. Lewis sus errores y vacilaciones en el camino de la búsqueda de la felicidad. La ruta del placer había resultado infructuosa. Llevaba años rastreando tras una pista equivocada: «Al terminar de construir un templo para él, descubrí que el dios del placer se había ido».
La seducción del placer, mientras dura, tiende a ocupar toda la pantalla en nuestra mente. En esos momentos, lo promete todo, parece que fuera lo único que importa. Sin embargo, muy poco después de ceder a esa seducción, se comprueba el engaño. Se comprueba que no saciaba como prometía, que nos ha vuelto a embaucar, que ofrecía mucho más de lo que luego nos ha dado. Seguíamos de cerca el rastro, pero lo hemos vuelto a perder.
Basta un pequeño repaso por la literatura clásica para constatar que esa ansiosa búsqueda del placer sexual no tiene demasiado de original ni de novedoso. En la vida de pueblos muy antiguos se ve que habían agotado ya bastante sus posibilidades, que por otra parte tampoco dan mucho más de sí. La atracción del sexo es indiscutible, ciertamente, pero el repertorio se agota pronto, por mucho que cambie el decorado.

Placer y felicidad
Hay unas claras notas de distinción entre el placer de la felicidad:
§  La felicidad tiene vocación de permanencia; el placer, no. El placer suele ser fugaz; la felicidad es duradera.
§  El placer afecta a un pequeño sector de nuestra corporalidad, mientras que la felicidad afecta a toda la persona.
§  El placer se agota en sí mismo y acaba creando una adicción que lleva a que las circunstancias estrechen más aún la propia libertad; la felicidad, no.
§  Los placeres, por sí solos, no garantizan felicidad alguna; necesitan de un hilo que los una, dándoles un sentido.
Las satisfacciones momentáneas e invertebradas desorganizan la vida, la fragmentan, y acaban por atomizarla.
Quevedo insistía en la importancia de tratar al cuerpo “no como quien vive por él, que es necedad; ni como quien vive para él, que es delito; sino como quien no puede vivir sin él. Susténtale, vístele y mándale, que sería cosa fea que te mandase a ti quien nació para servirte”.
Por su parte, Aristóteles aseguraba que para hacer el bien es preciso esforzarse por mantener a raya las pasiones inadecuadas o extemporáneas, pues las grandes victorias morales no se improvisan, sino que son el fruto de una multitud de pequeñas victorias obtenidas en el detalle de la vida cotidiana. La felicidad se presenta ante nosotros con leyes propias, con esa terquedad serena con que presenta, una vez y otra, la inquebrantable realidad.

¿Evitar el placer?
El placer y el dolor tienen un innegable protagonismo en la vida de cualquier hombre, condicionan siempre de alguna manera sus decisiones.
—Pero ni el placer ni el dolor son malos o buenos de por sí.
En efecto. Lo que sí es malo es obrar mal por disfrutar de un placer o por evitar un dolor.
Se puede sentir placer sin ser feliz, y también se puede ser feliz en medio del dolor. De ahí la necesidad —lo decía Platón— de haber sido educado desde joven “para saber cuándo y cómo conviene sufrir o disfrutar”, pues igual que hay acciones nobles y acciones indignas, podemos decir que hay placeres nobles y placeres indignos. La adecuación de la conducta a este criterio es objeto de la educación moral.

El peaje de la renuncia
Son muchas las cosas que el hombre desea, y para alcanzar cada una de ellas ha de renunciar a otras, aunque esa renuncia le duela. Aristóteles decía que no hay nada que pueda sernos agradable siempre.
Toda elección conlleva una exclusión. Por eso, cuando se elige, es importante acertar, sin demasiado miedo a la renuncia, pues detrás de lo atractivo no siempre está la felicidad. Tanto el placer como la felicidad llevan siempre consigo asociada alguna renuncia.
La solución tampoco está en la supresión de todo deseo, porque sin deseos la vida del hombre dejaría de ser propiamente humana. El hombre se humaniza cuando aprende a soportar lo adverso, a abstenerse de lo que puede hacerse pero no debe hacerse. Este es el precio que debe pagar nuestra inexorable tendencia a la felicidad, si queremos alcanzar lo que de ella es posible en esta vida. Lo sensato es dejarse conducir por la razón para no asustarse ante el dolor ni dejarse atrapar por el placer.
Igual que guardar la salud exige un cierto esfuerzo y una cierta disciplina, pero gracias a eso te sientes mucho mejor, la castidad fortalece el interior del hombre y le proporciona una honda satisfacción. Cuando no se cede al egoísmo sexual, se alcanza una mayor madurez en el amor, en el que la castidad sublima la intensidad de los sentimientos. Surge una luz transparente en los ojos y una alegría radiante en la cara, que otorgan un atractivo muy especial.
—¿Y no suele hablarse demasiado de prohibiciones en la ética sexual?
Hasta ahora apenas hemos hablado de prohibiciones, sino de un modelo y un estilo de vida positivos, que son la clave de todo.
De todas formas, aunque la clave de la ética no son las prohibiciones, tampoco puede obviarse que toda ética supone mandatos y prohibiciones. Cada prohibición custodia y asegura unos determinados valores, que de esa forma se protegen y se hacen más accesibles. Esas prohibiciones, si son acertadas, ensanchan los espacios de libertad de valores importantes para el hombre. Así sucede en cualquier ámbito moral o jurídico: proteger el derecho a la vida, a la propiedad, al medio ambiente, a la intimidad, etc., supone prohibiciones y obligaciones para uno mismo y para los demás; de lo contrario, todo quedaría en una ingenua e ineficaz manifestación de intenciones.

La moral no puede verse como una simple y fría normativa que coarta, y mucho menos como un mero código de pecados y obligaciones. Hay ciertamente prohibiciones y mandatos, pero se remiten a unos valores que así se protegen y se fomentan. Las exigencias de la moral vigorizan a la persona, la aúpan a su desarrollo más pleno, a su más auténtica libertad.


Juventud excell: ¿apatía y descontrol?


Según el Instituto de Tecnologías Educativas del Ministerio de Educación, los jóvenes españoles perciben el fin de semana como un espacio para la ruptura de las normas y límites, el desarrollo de un tipo de sociabilidad caracterizada por el no compromiso y la aparición de riesgos «especialmente vinculados con el descontrol en el uso del alcohol y otras drogas».


Mientras que generaciones precedentes utilizan el ocio para cargar pilas y como complemento a sus logros, buscando el valor y la individualidad; una gran parte de los jóvenes españoles de dieciocho a treinta años identifican el fin de semana como una ruptura total con la actividad rutinaria. «Es el denominado ocio kleenex, en el que las experiencias no importan en sí, no les enriquecen; es como si las coleccionaran: las acumulan», explica Asunción Mena, directora general de la agencia QUID de Investigación de Mercados.


Son la generación excell, caracterizados por una vida pautada y compartimentada en un cuadro de actividades continuo «pero sin motivación para ellos. Estos chicos sufren de ansiedad ante los espacios en blanco, están programados para acumular tareas, amigos, experiencias... no pueden parar a reflexionar y todo ello en un clima de pasotismo», concluye Asunción Mena, responsable de varios estudios sociológicos que analizan los hábitos de ocio de los jóvenes españoles.


¿Qué ha llevado a gran parte de los ciudadanos nacidos a partir de los ochenta a conformar un núcleo poblacional con tan poco aporte social? Para Mena, son fruto de una sociedad narcisista y acumulativa que les ha sobreprotegido. «Este fenómeno social es consecuencia del fracaso de las instituciones educativas y sociales incapaces de transmitir valores consistentes. Son producto del padre-amigo con poca presencia en el hogar y los modelos compensatorios elegidos como consecuencia de estas ausencias. Es más -puntualiza- a estos jóvenes les hemos criado dándoles todo tipo de caprichos incluso sin haberlos pedido, lo que ha derivado en una generación sin deseos: éstos se satisfacen antes de que surjan».


Culpables o no, los padres de estos chicos saben que su asignatura pendiente ha sido la de transmitir una herencia cultural, de valores y emocional como la que ellos recibieron en su día. «Se trata de un sentimiento de culpabilidad ante el modo de educación de sus hijos, responsabilidad compartida con lo social. En los estudios su percepción siempre es la misma: «queríamos darles todo y resulta que no han aprendido nada»», informa Asunción Mena.




Autonomía resentida


Para Valentín Martínez-Otero, doctor en Psicología y en Pedagogía y profesor de la Facultad de Educación- Universidad Complutense, los años de bonanza «que se han vivido hasta la llegada de la crisis, la instalación en un entorno tecnificado donde todo parece conseguirse con mover un dedo, el patrón educativo sobreprotector a veces y permisivo otras de los padres, hace que el proceso de maduración y la conquista de la autonomía por parte de los hijos se hayan podido resentir».


Denominados nativos digitales, los cachorros de los ochenta y noventa, son una generación automatizada en muchos de sus miembros: tienen una visión fragmentada de la vida. Cada vez nos hallamos en entornos más tecnificados, lo que afecta a la mecanización de procesos. Además, nuestro tiempo, y por supuesto el de los jóvenes, está cada vez más marcado por el reloj y el calendario. «Se confía mucho en lo programado, pero la dificultad creciente observada en estos jóvenes radica en la organización de su tiempo vital, en su proyecto de vida. En efecto, esta compartimentación de la vida juvenil en parte ha de atribuirse al constante manejo de tecnología, así como a la creciente complejidad de la vida, contemplada en muchas ocasiones, no como unidad, sino como yuxtaposición de actividades y parcelas inconexas», explica Martínez-Otero.


Horizonte de crisis


Programados para el desánimo y formados en el desánimo. ¿Están los jóvenes Excell preparados para un horizonte en crisis económica y de valores? «Todo lo contrario, explica Mena, en realidad la situación actual refuerza su pasotismo; de hecho, cuando les pedimos que definan la actitud de la generación precedente, la de sus hermanos mayores, el diagnóstico es común : «pringados»».

Fin de semana: laboratorio al límite




Según los últimos datos, el consumo de drogas empieza cada vez más temprano y siempre ligado a la simple intención de pasarlo bien: es un factor de inclusión. Desde el informe «Problemas de drogas: aquí y ahora», la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) nos alertan de que muchos jóvenes consumen drogas sin ser adictos, continúan su vida con normalidad y pasan desapercibidos, lo cual, entre otras cosas, significa que los indicadores de consumo están caducos.


El tiempo de asueto es, precisamente, donde los expertos ponen la voz de alarma a la hora de analizar el comportamiento de la generación Excell. «Al vivir con una pauta permanente de lunes a viernes, no tienen iniciativa por lo que su tiempo de ocio, al llegar el fin de semana, se convierte en el lugar de experimentar al límite: es lo que llamamos el ocio descerebrante», explica Amparo Mena, responsable de la empresa de estudios de mercado, QUID.


Para el psicólogo y pedagogo Valentín Martínez-Otero, de siempre los jóvenes han experimentado «la necesidad de tener espacios y tiempos propios, alejados de los adultos. Ahora nos encontramos con que el romper con todo es la conducta de evasión frente al vacío y la angustia que cotidianamente experimentan. El problema es que un buen número de jóvenes rompen con todo de forma inadecuada a través del alcohol y otras drogas, incluso a edades tempranas. Hay significativo descontrol y desorganización en el comportamiento de algunos jóvenes», concluye.


Proyectos de futuro de los adolescentes
Colaborar también

        El adolescente, dentro de su problemática, tiene que plantearse una serie de ideales y verlos como las metas que han de orientar su vida.
        Cuando descubre que las cosas no marchan bien en la vida social, no puede cerrar los ojos a las injusticias: tiene que ver como unos viven muy bien y otros no tienen nada o casi nada.
        También puede comprobar que hay otras áreas de la vida social que, con su visión altruista, juzga no están bien enfocadas: la manipulación de la mujer utilizándola como reclamo en el mundo de la publicidad; el ambiente pansexual –verlo todo bajo el prisma de sexo– en muchas manifestaciones de los medios de comunicación, la televisión o el cine; el arrinconamiento progresivo del matrimonio, de un hombre con una mujer, y de la familia; el desprecio por la vida del no nacido...
        Todo esto tiene que llevar al adolescente a sentir que él también puede hacer algo para conseguir una sociedad más justa y más limpia. Para luchar contra la injusticia, y conocer a los que sufren, debería acercarse a una catequesis de barrios periféricos o apuntarse en una ONG en las que se hace una verdadera tarea de ayuda a los necesitados.
        Para superar todas esas lacras sociales que se refieren al sexo y al amor –además de animar y ayudar, al menos con su ejemplo, a sus amigos y compañeros a que lleven una vida más limpia– podría enrolarse en alguna de las organizaciones que con aire juvenil defienden esos ideales de defensa de una sexualidad sana.

        Un hecho de la vida real puede servir de pauta a los adolescentes. Erika Harold, 23 años, de una familia de clase media, entre cuyos ascendientes se encuentran esclavos africanos e indios cherokees, fue elegida Miss Illinois con el lema "Abstinencia sexual en la adolescencia. Respétate a ti mismo. Protégete a ti mismo".
        Antes, cuando estudiaba noveno grado, como Erika no entraba en el juego sexual que imperaba en la escuela, fue víctima de un fuerte acoso: los compañeros la insultaban, cantaban canciones obscenas en su presencia, incluso su casa fue objeto de acciones vandálicas; tuvo que cambiarse de colegio; su autoestima y su optimismo quedaron por los suelos. Ella afirma: "Muchos, víctimas de esos abusos, terminan creyendo lo que se dice de ellos y se hacen promiscuos, caen en un modelo de autodestrucción. Cuando me tocó vivir esa experiencia, hice justo lo contrario. Me sentí muy afortunada por tener unos padres y una comunidad de fe que me apoyasen. Por eso fui capaz de hablar de este tema. En lugar de abandonarme a la promiscuidad, opte por reafirmarme en mis creencias y defenderlas". Decidió involucrarse en Proyect Reality, que es una organización no lucrativa, con sede en Chicago, pionera desde 1985 en impartir programas de "Educación en la abstinencia" en escuelas públicas norteamericanas.
        Cuando fue elegida Miss América en 2003, al ser interrogada sobre cuál era la raíz de su éxito, contestó: "Ni drogas, ni sexo, ni alcohol". Al ser presionada por los organizadores para que cambiase el lema, dijo: "Si no hablo de eso como Miss América, defraudaré a centenares de jóvenes que me han escuchado, y que necesitan que alguien les diga que lo correcto para tener relaciones es esperar hasta el matrimonio".

        Dentro de los ideales, a los que el adolescente aspira, hay que destacar la búsqueda de la belleza y del absoluto. El adolescente huye de las medias tintas. Busca el bien con pasión y "ya no se contenta con las buenas costumbres que le habían inculcado; le parecen mediocres, mezquinas, comparadas con la necesidad que siente de perfección y de absoluto".
        Debe huir de la incoherencia que supone tener esos grandes ideales, y sentirse incapaz de desplegar su personalidad, por falta de energía y voluntad. Todo porque, a la hora de las realidades prácticas, su "buen vivir", sus caprichos y su pereza le arrastran; y no puede llevar a cabo lo que le gustaría hacer, porque no tiene ni fuerzas ni entrenamiento para conseguirlo: ¡ha perdido su libertad!
       
No debe haber soledad

 El término genérico de vocación tiene distintas facetas: vocación humana, profesional, matrimonial… Y algunos, que viven su fe con profundidad, se encuentran con que unen a estos aspectos una vocación sobrenatural.
        Vienen bien aquí las palabras de Juan Pablo II cuando se dirigía a los jóvenes en Cuatro Vientos: "No os desaniméis, porque no estáis solos: el Señor nunca dejará de acompañaros. (…) Esta presencia fiel del Señor os hace asumir el compromiso de la nueva evangelización, a la que todos los hijos de la Iglesia están llamados. Es una tarea de todos. En ella los laicos tienen un papel protagonista, especialmente los matrimonios y las familias cristianas; sin embargo, la evangelización requiere hoy con urgencia sacerdotes y personas consagradas. Ésta es la razón por la que deseo decir a cada uno de vosotros, jóvenes: si sientes la llamada de Dios que te dice: "¡Sígueme!, no la acalles. Sé generoso, responde como María ofreciendo a Dios el sí gozoso de tu persona y de tu vida".


El amor definitivo
La aparición


        Para que surja el amor es necesario un cierto grado de madurez. Es verdad que mucha gente se ha enamorado, o cree que se ha enamorado, cuando era pequeño, porque le gustaba una niña o un niño. La precocidad de algunas personas hace que noten desde muy pequeños la atracción por los niños del sexo contrario. Muchas veces, sin embargo, lo que ocurre es que los niños, como aprenden de los adultos por imitación, dicen o se creen que "son novios".
        En los primeros años de la adolescencia (12 y 13 años), los chicos tienen un interés relativo por las chicas, aunque ellas si pueden interesarse más por los chicos, sobre todo por los que son mayores que ellas. Con los 14 años unas y otros se acercan más y se tratan con más soltura. En algunos casos surgen romances que, normalmente, duran semanas o unos pocos meses.
        Para enamorarse hay que haber madurado sexual y afectivamente; y como esto no empieza a ocurrir hasta ya entrada la adolescencia (15 y 16 años), esta es la época en la puede surgir el amor. Para los adolescentes más precoces, que maduran antes, puede ocurrir a los doce o trece años.
        Estos enamoramientos primerizos son la cosa más natural del mundo. Responden a la incipiente madurez de la sexualidad que se produce en esa etapa de la vida que se llama adolescencia. La sexualidad no se refiere sólo a la maduración de los órganos sexuales, que van a dar la capacidad biológica de procrear, la sexualidad afecta a toda la persona. Desde su aparición en la tierra, el hombre ha sido creado como ser sexuado: mujer o varón. Y puede decirse que, aunque es obvio que se hace presente antes, es en la adolescencia el momento en que esa sexualidad se hace plenamente presente: desde el punto de vista corporal y psíquico. Se es mujer o varón en el cuerpo, y se funciona y se siente como mujer o como hombre.

        La existencia de los dos sexos, la atracción entre ellos, y la relación de la unión sexual con la vida –los hijos nacerán de esa unión– son aspectos que existen en la misma naturaleza, pero con la certeza de que son buenos y grandiosos porque son queridos por Dios. Ya en el primer libro de la Biblia, el Génesis, donde se cuenta la creación, dice Dios: "No es bueno que el hombre –refiriéndose a Adán– esté sólo; voy a hacerle una ayuda adecuada para él". Y así creó a Eva. "Entonces dijo el hombre: Ésta si es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Se le llamará mujer, porque del varón fue hecha. Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne. Se va a llamar Eva (madre de todos los vivientes)".
      
El sexo y su medida

  Cuando la sexualidad está ordenada, las personas pueden actuar libremente. Si el sexo no se usa en los términos queridos por Dios, el impulso sexual es tan poderoso que arrastra a la persona y la bloquea para cualquier otro interés o actividad, perdiendo en gran medida el potencial de su libertad. Al ser el impulso sexual, después del instinto de conservación, el más fuerte, si no está ordenado por la inteligencia (sabiendo lo que está bien y lo que está mal), y regulado por la voluntad, suele absorber la atención del que no lo usa bien, para convertirse en un tema que puede ser obsesivo; como pasa con las personas que no piensan en otro cosa o todo lo piensan en términos sexuales: los obsesos sexuales.


10 Razones para vivir la
abstinencia en el noviazgo


1. La pureza ayuda a tener una buena comunicación con tu pareja
        Cuando una pareja vive la abstinencia sexual, su comunicación es buena porque no se centran solamente en el placer sino en la alegría de compartir puntos de vista y vivencias, además, sus conversaciones son más profundas. Por el contrario, la intimidad física es una forma fácil de relacionarse pero eclipsa otras formas de comunicación. Es un modo de evitar el trabajo que supone la verdadera intimidad emocional, como hablar de temas personales y profundos y trabajar en las diferencias básicas que hay entre ambos.
2. Crece el lado amistoso de tu relación
        La cercanía física puede llevar a que los adolescentes piensen que están emocionalmente cercanos, cuando en realidad no lo están. Una relación romántica consiste esencialmente en cultivar una amistad, y no hay amistad sin conversación y sin compartir intereses. La conversación personal crea lazos de amistad, y ayuda a que uno descubra al otro, que conozca sus defectos y sus cualidades. Algunos jóvenes se dejan llevar por las pasiones y cuando se conocen en profundidad, se desencantan. Y no se conocieron porque no llegaron a ser amigos, sino novios con derechos.
3. Hay mejor relación con los padres de familia de ambos
        Cuando el hombre y la mujer que se respetan mutuamente, maduran su cariño y mejoran la amistad con los padres de ambos. Generalmente, los padres de familia prefieren que sus hijos solteros vivan la continencia sexual, y se sienten mal si saben que están sexualmente activos sin ser casados. Cuando una pareja sabe que debe de esconder sus relaciones sexuales, crece en ellos la culpa y el stress. Los novios que viven la pureza se relacionan más cordialmente con los padres de familia propios y de la pareja.
4. Te ves más libre para cuestionar si ese noviazgo te conviene
        Las relaciones sexuales tienen el poder de unir a dos personas con fuerza, y pueden prolongar una relación poco sana basada en la atracción física o en la necesidad de seguridad. Una persona se puede sentir “atrapada” en una relación de la cual quisiera salir pues en fondo no la desea, pero no encuentra la salida. Una persona casta puede romper con mayor facilidad el vínculo afectivo que lo ata al otro pues no ha habido una intimidad tan poderosa en el aspecto físico.
5. Se fomenta la generosidad contra el egoísmo
        Las relaciones sexuales en el noviazgo, invitan al egoísmo y a la propia satisfacción, inclinan a sentirse en competencia con otras personas que puede resultarle más atractivas a la propia pareja. Se fomenta la inseguridad y el egoísmo pues, empezar a entrar en intimidades, invita a pedir más y más.
6. Hay menos riesgo de abuso físico o verbal
        El sexo fuera del matrimonio se asocia a la violencia y a otras formas de abuso. Por ejemplo, se da más del doble de agresión física entre parejas que viven juntas sin compromiso, que entre las parejas casadas. Hay menos celos y menos egoísmo en las parejas de novios que viven la pureza que en las que se dejan llevar por las pasiones.
7. Aumenta el repertorio de modos de mostrar afecto
        Los novios que vive la abstinencia encuentran detalles “nuevos” para mostrar afecto; cuenta con inventiva e ingenio para pasarla bien y demostrarse mutuamente su interés. La relación se fortalece y tienen más oportunidad de conocerse en cuanto a su carácter, hábitos y en el modo de mantener una relación.
8. Hay más posibilidades de triunfar en el matrimonio
        Las investigaciones han demostrado que las parejas que han cohabitado tienen más posibilidades de divorciarse que las que no han cohabitado.
9. Si decides “romper” esa relación, dolerá menos
        Los lazos que crea la actividad sexual por naturaleza, vinculan fuertemente, entonces, si hay una ruptura, se intensifica el dolor que produce la ruptura por los vínculos establecidos. Cuando no se han tenido relaciones íntimas, y deciden separarse, la separación es menos devastadora.
10. Te sentirás mejor como persona
        Los adolescentes sexualmente activos, frecuentemente pierden autoestima y admiten vivir con culpas. Cuando deciden dejar de lado la intimidad física y vivir castamente, se sienten como nuevos y crecen como personas. Además, mejoran su potencial intelectual, artístico y social. Con el sexo no se juega. Cuando alguien te presione, piensa en lo que vas a responder: “Sólo te lo pido una vez, y no insistiré más” / “Eso es justo lo que me preocupa. Prefiero conservarme para alguien que me va a querer toda la vida”.









El Noviazgo en serio
El noviazgo es una etapa de preparación para el matrimonio en la que, de mutuo acuerdo, un hombre y una mujer, inician una relación exclusiva, que puede terminar en el enamoramiento. Es una etapa que pasa de la mera simpatía o del simple "gustarse" a una nueva relación de mayor conocimiento, donde se debe de investigar si hay una identificación moral y espiritual, o si no hay tal compatibilidad.
Noviazgo, su necesidad y 
el amor

        El noviazgo es, por su misma naturaleza, una condición transitoria, que termina en matrimonio o en ruptura. La experiencia demuestra que es mejor que el noviazgo sea breve, de un año quizás; más no porque empiezan las "confianzas", y se puede "caer" porque el amor es de suyo unitivo. Como a fuerza, ni los zapatos entran, basta la voluntad de una de las partes para que cese el compromiso.
        La psicología del varón y de la mujer son distintas. Una mujer descansa cuando habla. Un hombre se cansa cuando habla. Inteligencia del varón: El modo de sentir del otro es distinto del mío.
        Amar es querer el bien; no es fácil perseguir el bien del otro porque hay una tendencia fuerte al egoísmo. Aquel bien que le ofrecemos a la persona amada ha de ser un bien real ha de ser algo que la mejore, y no que me beneficie sólo a mí.
        Cuando queremos a una persona la enseñamos a querer, a refrenarse, a ser amable. El mejor modo de querer es luchar por ser amables, en el sentido profundo de la palabra.
        Amar es desear que esa persona se desarrolle, sea mejor y alcance la plenitud a la que está llamada. Amar es aplaudir a Dios, es decirle: "Con éste sí que te has lucido".

        Escribe una chica joven: Quisiera compartir con los jóvenes de hoy, la experiencia que he tenido. Tengo 20 años y hace un mes empecé un noviazgo. Mi novio me dijo que no quería que nuestro noviazgo fuera sensual. Al paso de los días él empezó a mostrarse muy cariñoso y me abrazaba en público. Reflexioné y pensé que íbamos demasiado rápido. Comprendí porqué es difícil el autocontrol y porqué tantas adolescentes fácilmente se dejan llevar por el fuego de la pasión y tienen un embarazo no deseado. La pasión prende en cosa de minutos. Me costó lo inimaginable decidirme a hablar con él porque implica aceptar una debilidad propia y la del ser amado.
        El diálogo fue más o menos el siguiente.
      
 Una situación tipo
  -Miguel: No me siento cómoda, es más, me siento mal al no vencerme en este campo. Tú me quieres besar a cada rato y yo me incomodo.
        -¡Cómo!..., ¿no te gusta?
        -Claro que me gusta; pero me da miedo lo que pueda venir después al no controlar la situación de ahorita. Las caricias no se quedan a un nivel, suben de tono. Es más, no veo bueno vernos a diario. La pasión se puede disfrazar de "necesidad", de "amor", y si no cortamos desde el principio, después nos arrepentiremos...
        -Yo... estoy de acuerdo, pienso lo mismo y te agradezco que me hayas dicho eso porque yo no tenía la fuerza para enfrentarlo.
        Me agradeció mi comentario pues lo consideró un paso importante para crecer como pareja. Nos comprometimos a vencernos en ese ámbito y a renunciar al beso diario. No se trata de que no me bese nunca sino de que no sean besos apasionados, y siempre hay momentos y lugares para dar ese beso. No sé por qué nadie nos habla del comportamiento que se debe de tener en el noviazgo.

    El amor lo máximo
   
 Durante el noviazgo no se advierten los defectos; después de un tiempo se descubren, y esto rompe muchos matrimonios. La gente suele decir que el amor es ciego. Lo ciego no es el amor sino el odio. Cuando una persona se enamora ve lo bueno y lo malo. La bondad que ve es claramente su verdadero ser.
        Carlos Cardona: "Procedemos de un acto divino de amor, y nuestra vida entera tiene que consistir esencialmente en amar. La comprensión del amor es la comprensión del universo entero, y de modo muy especial la comprensión de la criatura espiritual, de la persona".

        Anécdota que cuenta Scott Hahn: Un profesor fue a visitar París, un fin de semana, acompañado por dos alumnos. Vieron a una prostituta parada en una esquina. Vieron que su profesor se dirigió hacia ella y le preguntó:
¿Cuánto cobra?
        -Cincuenta dólares.
        -No, es demasiado poco.
        -¡Ah!, sí, para los americanos son 150 dólares.
        -Es aún muy poco.
        -¡Ah, claro!, la tarifa de fin de semana es de 500 dólares.
        -Incluso eso es demasiado barato.
        Para entonces la mujer ya estaba algo irritada.
        -Entonces, ¿Cuánto valgo para usted?
        -Señora, nunca podré pagar lo que vale usted, pero déjeme hablarle de alguien que ya lo ha hecho.
        La Biblia habla del valor del cuerpo, y dice algo que muchos jóvenes de hoy ignoran: "Fuisteis comprados a gran precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo (1 Cor 6,20). El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor (1 Cor 6,13). ¿No sabeis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? (1 Cor 6,15)".
El amor y lo que no lo es        Ser persona es algo tan grandioso que nadie está a la altura sino otra persona.
        Clive Staples Lewis dice que "los amores humanos son realmente como Dios, pero sólo por semejanza, no por aproximación. (...) Los amores naturales que llegan a convertirse en dioses no siguen siendo amores. Continúan llamándose así, pero de hecho pueden llegar a ser complicadas formas de odio".
        Un adolescente puede amar, pero ¿cómo saber si realmente quiere a su novia? La única manera de saberlo es preguntándole si lo hace mejor: estudiante, hijo, amigo; si a partir de que sale con ella tiene mejores calificaciones y se supera más en el trato con la familia y con los maestros y compañeros. Y ella lo mismo. Esas son manifestaciones de que se está amando al otro (a) de verdad.
        Cuando alguien dice: "No tengo tiempo", hay que preguntarle: "para qué", porque tiempo hay mucho. Hoy, no tenemos tiempo para la amistad porque hemos perdido el gusto por la amistad. Para que el amor crezca es necesario que supere dificultades, por eso es contradictorio que –ante una dificultad– se busque el divorcio, porque éste impide que crezca el amor. Para superar esa dificultad tengo que aprender a amar.
        Hay que saber decir las cosas sin amargura, sin herir, sino de una manera positiva. Todos sabemos ser crueles. Podemos destrozar al otro o podemos matizar. Jamás empleemos el verbo "ser": "Eres" es un juicio global, que es siempre injusto; mejor: "te has portado de tal modo".
        La pregunta clave para saber si estoy enamorado: Si tuviera un accidente, ¿yo lo seguiría amando lo mismo?


Se busca: el verdadero amor

Se busca: el verdadero amor.
Señas: es discreto y silencioso, suele aparecer con rostro de mujer.
Modus operandi: se entrega totalmente a los demás buscando su bien.
Cargos: se le acusa de ir contra corriente para transformar el mundo.
Recompensa para quien lo encuentre: la felicidad.

Un cartel así puede parecer broma, pero no lo es: ¿acaso no buscamos todas el verdadero amor, consciente o inconscientemente? Una mirada al contenido de las canciones, programas, películas y revistas que más éxito tienen entre las jóvenes nos da la razón. Hasta ahora nada novedoso. Pero, profundizando un poco más, ¿qué significa que todas busquemos el verdadero amor? Desde ahora adelanto mi tesis: que si tenemos la necesidad de amar y ser amadas, es porque el amor existe y es alcanzable por cualquiera. 

Este razonamiento es muy sencillo en palabras de C. S. Lewis: “’Tener hambre no prueba que tengamos pan’. Pero lo que es seguro, aunque no prueba que un hombre concreto tenga comida, sí prueba que exista la comida. Por ejemplo, si fuéramos una especie que no comiera normalmente, que no estuviera diseñada para comer ¿sentiríamos hambre?” (1) . No. Podemos resumir la cuestión de este modo: ¿se podría tener hambre profunda de algo que no existe? Ha quedado claro que no. Y si sustituimos el hambre de pan por hambre de amor, entonces se entiende que el anhelo profundo amar y ser amadas que es característico de nuestro ser mujeres tiene que poder ser satisfecho.

Que las mujeres deseamos con todo el corazón amar y ser amadas es una realidad fácilmente constatable. No hay duda de que todos soñamos y esperamos encontrar el verdadero amor algún día o al menos lo hemos soñado. Lipovetsky dice que “raras son las mujeres que no han soñado con el ‘gran amor’, raras las que, en un momento u otro de su vida no han expresado el amor por el amor. En la mujer se confirma una necesidad de amar más constante, más dependiente, más devoradora que en el hombre” (2) . Desde las historias de príncipes y princesas que nos ilusionaban de niñas, hasta las canciones y películas que nos hacían soñar de jóvenes… todas hablan de amor. En palabras de Stendhal: “los diecinueve veintésimos de sus ensoñaciones habituales son relativas al amor” (3) .

¿A dónde quiero llegar? A que, si es cierto que el amor verdadero existe (porque si no, no le necesitaríamos), entonces ¡tenemos que tener esperanza! Tenemos razones serias para creer quepodemos amar y ser amadas con totalidad, porque eso es lo propio de nuestra naturaleza. La fuerza de nuestro amor – que, finalmente, es la fuerza de la mujer – no proviene de la intensidad de nuestros sentimientos, sino de que lo natural para nosotras es amar. ¡El mundo tiene que saber esto!

¡Cuantas amigas y conocidas mías llevarían vidas más felices si supieran que lo que ellas merecen y a lo que están llamadas es a amar y ser amadas con totalidad. Muchas de ellas han perdiendo esa esperanza y ya están tan desengañadas por la idea que mundo actual les presenta del amor, que han comenzado a pensar que el verdadero amor no existe, que sólo es fruto de los idealismos y utopías que nos han hecho creer a las mujeres. Quién no conoce a muchachas jóvenes o profesionistas de hoy que ya no aspiran a casarse y permanecer junto a su esposo toda la vida, sino que consideran que hay que conformarse con disfrutar el enamoramiento mientras dura y seguir buscando cuando se acabe.

A todas estas jóvenes, tenemos que decirles que hay razones para esperar. Además de convencer el con razones al entendimiento, tenemos que convencer al corazón con el testimonio. Aquí es donde el ejemplo de los muchos matrimonios felices que han alcanzado el amor verdadero tiene que hacerse escuchar. Toda joven tiene derecho a saber que puede amar, que puede amar a un solo hombre y que puede amarle para siempre. Recordemos que la recompensa para quien logre encontrar el verdadero amor es su propia felicidad. 


Hacer el amor

Sólo el ser humano es capaz de hacer el amor. Hace el amor cuando se ocupa del otro y se preocupa por el otro, cuando ya no se busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía el bien del amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca. El ser humano hace el amor cuando el aprecio de los valores, la condivisibilidad de ideales, el interés y el deseo de lo mejor para ese otro alguien lo llevan a llamarlo amigo. Lo hace cuando, en la mutua donación, se abre a la vida generadora de un nuevo ser cuyo primer nombre será “fruto del amor conyugal”.

El ser humano hace el amor cuando manda y obedece, cuando ríe y llora, cuando se alegra y sufre, cuando sirve, cuando estudia, cuando se dona al prójimo más próximo y al más lejano…Pero el amor no se agota en un acto ni se reduce a un espacio de tiempo. El amor no es un cielo preñado de nubes que hoy están y mañana quién sabe. No es como la enfermedad que suele ser pasajera. El amor es perenne. Si fuese efímero sería otra cosa, menos amor. La enfermedad se padece; al amor se tiende, se le busca, se le necesita, se le lleva como suave yugo cuando las circunstancias son adversas y como insignia de oro al pecho cuando de ellas ha salido victorioso. Un poeta definió en un soneto el amor:

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde, animoso:

no hallar fuera del bien, centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo.
Enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber licor por veneno suave,
olvidar el provecho, amar el daño,

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor, quien los probó, lo sabe.


Quien lo probó sabe que el ser humano no puede vivir sin amor. El mismo es para sí un ser incomprensible; su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente: el amor es la impronta que se busca dar y recibir; característica única de la persona humana porque somos libres y el amor, ante todo, es un acto continuo de libertad suprema. Por eso cuando se ama se puede hacer lo que se quiere: porque si se calla, se callará con amor; si se grita, se gritará con amor; si se perdona, se perdonará con amor. Si está dentro de nosotros la raíz del amor, ninguna otra cosa sino el bien podrá salir de tal raíz.

Amor y libertad van de la mano, son inseparables. El acto supremo de la libertad es el amor y no se puede hablar de amor si éste no es libre. No hay amor sin libertad porque no se puede amar sin ser uno mismo y sin elegir al otro libremente. “Velle alicui bonum”, escribieron los filósofos para definir el amor; querer el bien del otro que no es aplicarle algo externo sino promover su libertad. Es a partir del amor a la libertad del otro que se ama efectivamente. Y es que el que tiene amor siempre tiene algo que dar; tiende a darse. Y porque se es libre, conciente de lo que se hace, del amor que se ofrece, se es responsable. La justificación de sus elecciones converge en la responsabilidad del ser humano con relación a su actuar. Del actuar del hombre es de donde nace su vocación, la vocación universal al amor; amor que es el océano a donde van a parar todas las restantes virtudes.

El amor nunca se da por concluido y completado; se transforma en el curso de la vida, madura y, precisamente por ello, permanece fiel a sí mismo. Sólo el ser humano es capaz de hacer el amor. Esa conciencia debería llevar a aquel abandono que plasmó Virgilio en sus Églogas: “Todo lo vence el amor; cedamos pues, también al amor nosotros”.<




¿Cómo sobrevivir a la ruptura de un noviazgo?


Ya noEscribe un joven: 
        Me parece que los que tienen experiencia en el tema puedan dar sus consejos a corazones rotos primerizos, como el mío. Estuve de novio 2 años y 4 meses con Elisa, y, al romper sentí como si se me hubiera muerto un familiar. Se me vino el mundo encima. Luego, pasado el tiempo, me tranquilicé. Lo que hago para olvidarla es tratar de odiarla lo más que puedo, y de pensar las cosas malas o feas que tenía.

        Así no me duele tanto. Sé que hay que recordar lo positivo, pero hacer eso sólo te provoca nostalgia. En mi caso pienso que ella nunca fue lo suficientemente cariñosa, y que si esta relación hubiera seguido por muchos años, o hasta casarnos, ¡uf! si ella era poco cariñosa de tan joven, ni me imagino lo que sería de vieja: una morsa tirada en el sillón diciendo solo un "hola" cuando te ve llegar... Lo que me duele es pensar que otro tipo la vaya a tocar, o le vaya a dar su primera vez, cuando yo la respeté todo este tiempo, para mostrarle mi amor. Y así me lo pagó. Aunque ya no esté de novia conmigo siempre voy a sentir una traición si está con otro, porque no creo que una persona se pueda desenamorar fácilmente. El amor es uno, cuando nació ya está, siempre está, lo que puede cambiar es la mente de uno momentáneamente, y tomar malas decisiones, como la que tomó ella, y después con la maduración uno se da cuenta de que cometió el peor error de su vida.
La experiencia y lo positivoRespuesta: 
        Probablemente lo más común a todos los adolescentes es la necesidad de estar seguros de la lealtad y la fidelidad de los amigos, pero sobre todo de la novia o el novio. El temor a ser traicionados o engañados refleja la vulnerabilidad emocional y su necesidad de poder confiar.

        El tiempo y la distancia lo curan todo... Los adultos quisieran ahorrarles muchos dolores, pero hay cosas que –por más que se expliquen– no se entienden, hasta que se experimentan en carne propia. Casi nadie experimenta en cabeza ajena. Y esos sufrimientos que uno quisiera ahorrarles son, finalmente, para bien de los jóvenes, pues hacen madurar, si se asimilan con sensatez. Si nunca te topas con problemas, nunca te enteras de la realidad.
        Al contrario de lo que muchos piensan, yo creo que el hecho de enamorarse es el instante más auténtico de la relación entre dos personas; es cuando ellas ven que todas las posibilidades se abren ante ellas, es cuando tocan la esencia y belleza del amor.
        La solución nunca es odiar a una persona –como dices que procuras hacerlo–, sino perdonarla, aunque no vuelvas a ser su novio. Seguramente estar con ella te preparó para una futura relación que va a venir y en la que te va a ir mejor.
Primero madurez        Elegir a la pareja indicada es una de las decisiones más importantes de la vida. No se debe elegir sólo en base a los sentimientos, porque los sentimientos son cambiantes: Hay que atreverse a pensar, darse tiempo para reflexionar. Cuando una persona es joven difícilmente distingue entre amor y pasión.
        Para sacar adelante un noviazgo o un matrimonio, se requiere amor, abnegación, sacrificio, doblegar la vanidad. Cuando el orgullo se impone nace la tristeza, y es entonces cuando pesa la fidelidad. Hay excusas típicas de la infidelidad como "fue una ilusión", "no sabía lo que hacía", "en aquel entonces no era libre"... Por eso no hay que precipitarse ni en el noviazgo ni en el matrimonio. Hay que pensar las cosas, y antes, alcanzar la madurez humana que dan las virtudes.


Reflexiones para jóvenes: relaciones prematrimoniales
Las relaciones sexuales que se adelantan a la dimensión espiritual buscando el placer en primer lugar vuelven al hombre insensible ante el verdadero amor.


        Antes de empezar mi artículo reconozco cierta soledad al afrontar este tema, no tanto en sus pautas generales, sino en el detalle concreto de las actuaciones de los jóvenes, que configuran concepciones de relación muy diferentes. No soy ningún iluso y sé que mis palabras no incitaran una fácil ovación, pero estoy convencido de que algunos pueden identificarse con mi propuesta. En este tema también "es estrecha la puerta y angosta la vía que conduce a la vida, y pocos son quienes la encuentran." (Mat., 7, 14.) . En el entorno de esta frase empiezo mi reflexión :

        · ¿Creemos realmente que la puerta es estrecha y ciertamente no la encuentra todo el mundo, o estamos en medio de una gran plaza donde es igual ir arriba abajo a derecha o izquierda?

        · ¿Creemos en una minoría abierta a todo el mundo, que pretende ‘ser’ luz y testimonio vivo de la gran propuesta de Amor a la que todos estamos invitados?

        Quisiera animarte a vivir la felicidad en libertad huyendo de nuestros apegos que en este tema son muchos.

Análisis actual

        La inestabilidad en las relaciones de pareja, provoca problemas de convivencia. Por una parte asistimos a un tipo de relación francamente mejorable sin dar criterios válidos a nuestros jóvenes y por el otro nos lamentamos de sus actuaciones. ¿Cuántos jóvenes vuelven a casa insatisfechos porque intuyen que su relación se deteriora e incluso los esclaviza? Muchos jóvenes desean ser de una manera pero sus actividades de cada día van en sentido contrario. Se dan por aceptadas unas doctrinas y más tarde se promueven actividades contrarias a los idearios. Los padres desean un estilo de vida para sus hijos, pero permiten acciones en sentido contrario para complacerlos. Nos falta a todos honradez para admitir que en el momento de consentir unos actos estamos aceptando sus consecuencias. “Todos estamos de acuerdo en no querer romper el vidrio, pero irreflexivamente no paramos de tirarle piedras hasta romperlo” (A. Orozco).

        Junto a este desfase entre lo que deseamos y los medios para obtenerlo, a menudo olvidamos que una relación de amor puede ser buena o mala según cuándo y cómo se vive. Si bien el agua es buena cuando cae poco a poco en tierras secas, puede ser cruel cuando cae sobre mojado y fuera de tiempo. Vivimos en una sociedad que acepta sin reservas una relación de pareja sin preguntarse cómo y cuándo debería llevarse a cabo.

El esfuerzo, camino válido

        Llegados aquí y sin más preámbulos quisiera desde la lógica y el convencimiento hablar de las relaciones prematrimoniales entre jóvenes y de la continencia con pequeñas excursiones al plano de la Fe. No hay ningún valor importante en la vida que no implique esfuerzo. También la relación de pareja lo exige. La cara y la cruz están en la misma moneda y formando parte de la misma vida. Supongo que todo el mundo entiende que el ‘flechazo’ dura relativamente poco y que cualquier relación requiere cierta voluntad. Se me ocurre aquí la frase del Cardenal R. M. Carles “Vivir honradamente es poner la voluntad allí donde reposa el corazón”. Que no te engañen, no hay cara sin cruz. Muchos toman la cara y dejan la cruz enriquecedora y paradójicamente toda la vida se convierte en otra cruz insufrible. En lugar del amor, crece en ellos el aburrimiento y la angustia, patrimonio de las filosofías y actitudes que excluyen el esfuerzo. “Amor es sacrificio- decía Pemán - y para gozar de la felicidad es necesario el esfuerzo de mirar las flores sin arrancarlas”. En caso contrario, al cabo de un tiempo encontrarás en tus manos una flor muerta, sin color, sin aroma sin encanto,...... sin misterio.

Amor valor espiritual que controla

        Pues bien, si la cara de la pareja todo el mundo la conoce, porqué se esconde y se ignora la cruz, y si no hay cruz de qué hablamos, de una actividad humana que libera y perfecciona el hombre o hablamos de una relación animal y / o genital. Dar la mano no es dar el pie. Dar la mano es un acontecimiento espiritual, de amistad, lealtad. No es dar un trozo de carne. Dar la mano es algo que forma parte del núcleo de la persona y que significa algo más que un contacto carnal. En definitiva, es un acto espiritual que se manifiesta a través de la donación de la mano. Ni que decir tiene que dar el cuerpo es más que dar la mano. Dar el cuerpo es el acontecimiento espiritual de amor entre una pareja que se encarna con la donación corporal plena, natural, profunda, unitiva, sin reservas y por lo tanto definitiva. Por lo tanto, el amor tiene un contenido espiritual primero y segundo su manifestación corporal, pero no lo contrario. Desgraciadamente, muchos dan la mano sin amistad y el cuerpo sin amor.

        Víctor Frankl, sufridor en los campos de concentración nazis, uno de los más grandes psiquiatras de Europa, en su obra Psicoanálisis y existencialismo dice que el amor entre los dos sexos, lo corporal y sexual, no es el factor primario, un fin en sí mismo, sino simplemente un medio de expresión. Amor es dar y no poseer. Lo contrario es propio y exclusivo del instinto. No conozco parejas que hayan consolidado definitivamente su relación accediendo a peticiones posesivas. Máximo se alarga una situación que al final se acaba, porque aquel que renuncia a un amor espiritual esta renunciando al derecho de ser tratado y amado como persona humana.

Porqué la continencia

        Con la continencia controlamos y orientamos los impulsos de carácter sexual. En realidad, no se opone a las relaciones corporales de la pareja de forma abstracta y aislada con un voluntarismo desfasado en el tiempo, sino que aplazando para más tarde la satisfacción del impulso sexual -no el qué sino el cuándo y cómo- se consigue que la dimensión espiritual del amor se sitúe por encima de cualquier apego. Esta prioridad enseña a amar con el alma, la mente y la voluntad. Esto quiere decir amar para siempre el núcleo del otro -Tú- independientemente de lo que el otro ofrece o tiene, que será siempre mejorable o caduco. Decía Paul Chauchard que la libertad era el control de nuestros determinismos, entre ellos el instinto sexual. La libertad no nos la conceden sino que la ganamos desde dentro. Las relaciones sexuales que se adelantan a la dimensión espiritual, buscando el placer en primer lugar, vuelven al hombre insensible ante el verdadero amor que necesita ser prioritario para existir. Como decía antes, son muchos los que están en la plaza sin entender mi propuesta y sin ilusión se les hace de noche antes de que llegue la tarde, pierden su encanto antes de encontrarlo o renuncian a ser hombres y a ser tratados como tal.

Los detalles de cada día

        Decía Juan Pablo II que "La persona para llegar a controlar el impulso y la excitación, tiene que esforzarse con una progresiva educación en el autocontrol de la voluntad, los sentimientos y las emociones a partir de los gestos más sencillos donde resultará más fácil llevar a cabo esta decisión interior”.

        Juan Pablo II nos interpela y sugiere preguntas concretas que hay que responder en el seno de uno mismo, de las familias y centros educativos:

        · ¿Es que jóvenes adolescentes que frecuentan a menudo las salas de baile hasta altas horas de la madrugada son capaces de ejercer el autocontrol de la voluntad y los sentimientos a partir de los gestos más sencillos?

        · ¿Es que la facilidad con que los jóvenes de hoy se plantean el tema del amor y las relaciones físicas que mantienen permite ejercer el autocontrol de la voluntad y los sentimientos a partir de los gestos más sencillos?


        · ¿Es que estas estancias en campamentos y colonias de jóvenes que comparten incluso el dormitorio son capaces de ejercer el autocontrol de la voluntad y los sentimientos a partir de los gestos más sencillos?

        · ¿Es que parejas que salen solas asiduamente fines de semana con la única finalidad de divertir-se son capaces de ejercer el autocontrol de la voluntad y los sentimientos a partir de los gestos más sencillos?

        Algún joven me decía que Juan Pablo II no conoce el tema. Que los hábitos actuales basados en la confianza alejan los tabúes del pasado, sus prejuicios y limitaciones. Que lo importante es vivir el Evangelio y que la moral solo sirve para discutir.

        Quizás aún no hemos tocado fondo en este y otros temas y debamos esperar un tiempo para que los educadores, a la vista de los resultados, volvamos a reconsiderar unas formas que muchos han olvidado.












La duración de los noviazgos


Es correcto planear y adquirir lo necesario para llevar una vida familiar digna, pero esto no debe ser el pretexto para retrasar indefinidamente un compromiso.


Se está volviendo a poner de moda el que la gente se case, pero dentro de la línea de la sociedad de consumo, lo que trae como consecuencia el que muchos se casen tarde y mal. No es insólito el que se oigan comentarios de este porte: « ¡Quién lo iba a decir! Fulanito y Zutanita después de catorce años de noviazgo se casan y al año se separan. No será porque no tuvieron tiempo de conocerse.» Por supuesto, tuvieron tiempo de conocerse y de aburrirse de tanto conocerse. Cuando el noviazgo se alarga demasiado, para lo único que sirve es para coger mañas.
Cada caso es un caso en esto de la duración del noviazgo, pero el más frecuente, hoy en día, es que los novios necesitan tener tantas cosas para casarse, que cuando las consiguen ya no les quedan fuerzas para lo principal: quererse, crear una familia, educar a los hijos y educarse ellos mismos en la interesante aventura de perseverar en el amor. Para enamorarse de una encantadora joven de dieciocho años, o viceversa, sirve cualquiera. Para seguir enamorado cuarenta años después hace falta, además, cierta dosis de inteligencia.
Dada mi afición a escribir novelas que me obligan a adentrarme en el pasado, he podido constatar cómo, según discurren los siglos, se retrasa la edad para contraer matrimonio. En tiempos del Cid Campeador -siglo XI- los caballeros se casaban siendo donceles y las doncellas a los doce o trece años, apenas alcanzada la pubertad. Por supuesto no tenían problemas de piso. La gente del pueblo se alzaba una casa en poco más de un mes con ayuda de los vecinos; entonces para vivir sólo precisaban de cuatro paredes y un tejado. El suelo era de tierra apisonada y no tenían fontanería, ni electricidad, ni las diversas tomas de tantos artilugios como se concitan en los modernos habitáculos de la actual sociedad de consumo.
Cuatro siglos después, en el XVI, las cosas no han cambiado demasiado y, a lo más, la edad de matrimoniar se retrasa en un par de años. La madre de Teresa de Jesús, la encantadora doña Beatriz de Ahumada, casó de trece años y alcanzó a tener diez hijos. Catalina de Aragón, la que con el tiempo fuera esposa legítima del temible Enrique VIII de Inglaterra, había casado previamente con el hermano mayor, el príncipe Arturo, ambos rondando los quince años, y produjo gran asombro que no lograran consumar el matrimonio, lo que atribuyeron a enfermedad del príncipe, que murió un año después. En el siglo XIX la cosa se mantiene dentro de unos términos razonables y las doncellas casan de diecisiete, dieciocho o, como mucho, de diecinueve años. La debacle se produce mediado el siglo XX, en el que con pocos lustros de diferencia tanto se demoran los matrimonios -una media de diez años- que las doncellas tienen muy pocas posibilidades de seguir siendo tales cuando lo contraen. Las cosas claras.
¿Por qué se alargan tanto los noviazgos y se demoran los matrimonios? Porque hoy en día los contrayentes entienden que el cariño, para que no se marchite, debe estar debidamente enmarcado; piso, coches, televisor, vídeo, cadena musical, viaje de novios transoceánico y suma y sigue. Consecuencia: presupuestos millonarios para la celebración y para su posterior mantenimiento.
-¿Y usted a qué edad se casó?
-Pues yo, amable lectora, me casé de veintitrés años y mi prometida tenía dos menos. De viaje de novios nos fuimos a El Escorial y luego nos acomodamos en un piso viejo, de renta antigua; en eso tuvimos suerte, pero como no disponía ni de ascensor, ni calefacción, ni nevera, ni nada de nada, hay que reconocer que vivíamos por cuatro perras gordas. Comprendo que las cosas han cambiado, pero aquella carencia tenía su encanto. Ibas accediendo al disfrute de las cosas poco a poco. El primer coche utilitario, el primer viaje al extranjero, la primera vez que salías a cenar a un restaurante, los primeros veraneos en la playa. Y, por supuesto, la primera vez que hacías el amor con tu novia que ya era tu esposa.
-¿Pero qué dice usted?
-Por favor no se ofenda. Entonces los noviazgos eran más cortos y más controlados. No digo que saliéramos con carabina, pero tampoco se nos daban tantas facilidades. Ahora esos noviazgos tan largos, con salidas nocturnas hasta altas horas de la madrugada, con viajes colectivos en los que no por eso las parejas dejan de estar individualizadas… En fin, qué le voy a contar que usted no sepa.
-Le veo a usted un poco pesimista.
-No quisiera. Pero insisto en que conviene llegar al matrimonio con un buen bagaje de ilusiones y no irlas desgajando durante el noviazgo. Y, por supuesto, con cierto espíritu de sacrificio. A los novios que se acostumbran a un noviazgo largo, ambos con coche a la puerta, cenas en restaurantes de moda, esquí navideño en los Alpes y vacaciones en el Caribe, cada vez les cuesta más dar el paso al frente.
-¿No estará usted exagerando un poco?
-Eso espero.










Divinizar o banalizar la sexualidad?




Ante la polémica suscitada en los medios de comunicación por las declaraciones del Cardenal Carles sobre la utilización del preservativo para la prevención del SIDA e interpelada por mi propia mentalidad de persona dedicada a la educación y a la sanidad, me decido a poner por escrito algunas consideraciones que colaboren a la protección de nuestros vulnerables sentidos de tanta vulgaridad torpe e impactante que nos están ofreciendo casi a domicilio.
No es una novedad el sexo; hemos aprendido a verlo y a vivirlo –desde que nacemos somos niños o niñas- antes de conocerlo; tampoco es novedad los abusos del sexo; ya los ancestros mesopotamios divinizaban la prostitución. En esto, parece ser que entendían las cosas mejor que nosotros –es más lógico divinizar la sexualidad que banalizarla; intuían que, además del aspecto lúdico, había en ella algo de sagrado.
Pero ahora, al menos en demasiadas ocasiones, queremos captar la sexualidad desde lo instintivo, como si la biografía personal se definiera por sus hormonas; al asimilar los comportamientos humanos por las funciones biológicas, se concluirá que basta conocer los mecanismos para remediar las carencias y para asegurar los rendimientos.
"Juventud y sexo seguro"; por esta vía de autorreducción y engaño, todo se arreglaría si se lograra un mayor perfeccionamiento del preservativo…
La experiencia global de toda persona honesta sabe que a amar, se aprende amando, que el sentimiento sexuado tiene mucho que ver con la elocuencia de lo corporal que expresa compromiso y, por lo tanto, ternura, intimidad, concordia de caracteres…; allí donde existe esta armonía de los espíritus, rebosa sobre los cuerpos.
Bien es cierto que, por ser la persona perfectible y defectible, necesita ayuda. Hay una educación sexual; no basada en la torpeza ni en la ligereza, en la que la naturaleza no sufre la queja de sentido.
No al mercado del cuerpo, no al preservativo, no a una especie de ilusión materialista, eclipsadora de valores, engullidora de realidades nobles, transformadora de la grandeza de la persona en enanismo espiritual, no a la aniquilación del presente y al destrozamiento del futuro…
Mi propuesta es la no reducción del lenguaje del significado humano de la sexualidad y del amor conyugal a la mera biología controlable…; la sexualidad está para expresar un mundo interior muy rico: las pasiones, los amores, los afectos…, de tal forma que, en su radical fundamento es exigible lo exclusivo y lo excluyente; el para siempre de todos los enamorados .
Quizás ya seamos conscientes de que hay tal relación entre el amor que alguien puede dar, y su manifestación plena en el hijo que, simultáneamente, coinciden el más profundo acto unitivo corporal del amor con el hecho de concebir: intimidad y donación; donación y fruto.
La vida es mucho más que todo lo que la fría técnica posibilita; no es cuestión de avanzar sinn más; hay que avanzar sobre uno mismo; eso es lo que nos pide nuestra dignidad; dignidad en la que hemos sido constituidos, y en la que anhelamos terminar…"ser lo que soy".
Los padres, primeros educadores, los maestros y los mismos jóvenes hemos de afrontar este desafío…


Menos preservativos y más valores

Comentario a la noticia: España: La mitad de menores embarazadas aborta

Cuando la sociedad se pregunta por qué se practican tantos abortos, mucha gente responde, bajo la influencia de la mentalidad dominante, que los chicos y chicas más jóvenes no tienen suficiente información. Pero esto es falso sobre todo por tres razones:

1- Las campañas institucionales para fomentar el uso de preservativos se iniciaron en la segunda mitad de los años 80, hace 15 años, cuando gobernaba el socialista Felipe González.
2- En los países europeos donde también se organizan este tipo de campañas desde hace tiempo, los resultados han sido desastrosos. Por ejemplo, el Reino Unido es, junto con Estados Unidos, el país del mundo con más embarazos no deseados: 30 por cada 1.000 jóvenes (en Estados Unidos son 50).
3- En estos momentos, las chicas de los países occidentales son las mejor informadas sexualmente en toda la historia de la humanidad. No hay más que escuchar conversaciones entre adolescentes y, por ejemplo, observar todo lo que están publicando en los últimos años las revistas especializadas o dirigidas al público más joven.

El aumento del aborto y el hecho de que no se reduzcan los llamados embarazos no deseados constituyen una realidad que no depende de la información que se da a las personas que potencialmente pueden verse afectadas, sino que se trata de un problema de interiorización de la conducta. Por ejemplo, dar a conocer las normas de tráfico o la obligación de pagar impuestos a Hacienda no tiene como consecuencia directa que todo el mundo conduzca bien o presente correctamente la Declaración de la Renta. En la sexualidad, la interiorización de la conducta se fundamenta en la maduración de las relaciones interpersonales, y esto es un proceso que las personas adolescentes no han completado. Por tanto, ¿tiene sentido incitar constantemente a los menores de 18 años a tener relaciones sexuales, como hace, por ejemplo, la cadena televisiva por satélite MTV?

Menos preservativos y más valores

El problema del aumento de embarazos en adolescentes no es, pues, de preservativos, sino de formación en valores y virtudes, entre las que también está la castidad. Por ejemplo, en una tertulia radiofónica, se llegó a decir el miércoles 7 de julio que “el aborto es un signo de progreso porque hace que la mujer, si no está madura para tener un hijo, pueda librarse de ello”. Si todo el mundo admite que las chicas, a determinadas edades tempranas, no tienen suficiente madurez para ser madres, ¿por qué se las incita constantemente a tener relaciones sexuales? Ciertamente las personas adolescentes tienen capacidad sexual, pero todo el mundo ve muy claro que el hecho de que una persona entre 15 y 18 años tenga ciertas capacidades no quiere decir que todas deban llevarse necesariamente a la práctica. Por ejemplo, hacer pesas está al alcance de cualquier adolescente porque físicamente puede conseguirlo, pero los expertos no lo recomiendan, lo mismo que sucede con la conducción de coches y otras actividades.

Algunas corrientes feministas, con su contribución a la trivialización de la sexualidad (que es, en el fondo, la base de todo el problema), han completado un ciclo y han vuelto a situar a la chica de 16 años en el papel de objeto sexual. La sociedad la promueve como un prototipo de mujer joven que sexualmente es atractiva por la forma de vestir, los gestos y otras manifestaciones externas. Ésta es otra de las expresiones de una mentalidad que quiere convertir las relaciones sexuales en un simple “juego de contactos” y negar la esencia física de la relación personal entre un hombre y una mujer comprometidos y abiertos a la vida, algo que es mucho más serio y, sobre todo, más importante.

Finalmente, cabe señalar que el CSIC presentó, coincidiendo con la difusión de este estudio comparativo, una nueva web de salud reproductiva que, según denuncia el Instituto Valenciano de Fertilidad, es un instrumento al servicio de los intereses de los fabricantes de la píldora del día después, que es abortiva. La entidad valenciana también recuerda que el CSIC pretende, con el nuevo portal en Internet, integrar el aborto en la salud reproductiva.


Cómo tener un noviazgo que prepare para un matrimonio feliz

El noviazgo es una etapa maravillosa, llena de retos. Es una gran aventura, una travesía envuelta de ilusiones donde se aprende a querer y a ser querido. Aquí el corazón está inquieto, bulle como un volcán y qué mejor que aprovechar este momento tan especial y único para conocer al otro, para madurar los sentimientos, y crecer juntos.

Ahora bien, si reducimos este período en salir a bailar, a ir de boliche en boliche, entre otras cosas, el día en que la pareja se cuestione la decisión de contraer matrimonio podrá sentir un gran vacío ya que cuando le llegue la hora de decir en el consentimiento matrimonial ‘te acepto por esposo/a’, en verdad no se tendrá ni el más mínimo conocimiento del otro en cuanto persona única e irrepetible, sino sólo un conocimiento volátil y superficial. En otras palabras, de lo dicho se deduce que podremos saber si me divierto con él o con ella, si me cae bien, si me gusta físicamente, pero casi no se podría decir nada más. 

No resulta extraño en este marco, decir que es capital en el noviazgo la comunicación, y esto es algo a lo cual no deberíamos restarle importancia. En primer lugar, hay que tener en cuenta que esta etapa es previa a un posible matrimonio y por tanto, no se debería descuidar la comunicación en lo que respecta a la propia intimidad, a los proyectos concernientes al matrimonio y familia y a los temas trascendentales de la vida, como indica Gerardo Castillo.

Proyecto familiar

Urge así, hablar de los temas fundamentales de la vida, aquellos en los cuales tendrán que ponerse de acuerdo en la unión matrimonial. Es clave ir forjando un proyecto familiar, teniendo en cuenta que toda persona a lo largo del camino de la vida se fija metas y éstas son las que le van guiando en su caminar así como lo es la rosa de los vientos para cualquier marinero. 

Por tanto, el proyecto familiar debe comenzar a formularse desde el noviazgo y luego reformularse con el correr del tiempo. Es muy común observar en las parejas que dicho proyecto no se realiza explícitamente. Sin embargo, ello es muy útil hacerlo puesto que en muchas ocasiones se evitan contradicciones como puede ser el caso a la hora de ponerse de acuerdo en la forma de educar a los hijos.

Si dejamos volar nuestra imaginación, podemos ver al noviazgo como a un marinero en medio de altamar que al mirar al frente, sin ver nada más que agua, le provoca una sensación de inmensidad, donde se le hace sencillo soñar con grandes planes. Precisando un poco más, cabría decir, que soñar es bárbaro, fantástico, pero no hay que olvidar que los proyectos para que sean sólidos es fundamental que se construyan sobre roca, con madurez personal, de lo contrario se puede caer en el error de crearse una novela rosa.

A su vez, no hay que perder de vista, como sostienen muchos autores, como es el caso de Gerardo Castillo (1998), que “una de las causas principales de las crisis conyugales en la actualidad es la inmadurez para el matrimonio. Es preocupante que muchos jóvenes contraigan matrimonio sin tener la capacidad y la preparación necesaria para esa nueva situación. Muchos no son conscientes de las exigencias y responsabilidades de la vida conyugal”. Veámoslo con el detenimiento necesario. 

Como indica el autor mencionado, la madurez para el matrimonio está influenciada con un noviazgo bien llevado. De acuerdo a lo dicho, es capital descubrir el sentido y las cualidades del noviazgo. Ahora bien, ¿qué es el noviazgo?. Para comprenderlo en su profundidad, hay que entender en primera instancia qué es el matrimonio. Éste es una comunidad de vida y amor, es la unión de una con uno y para siempre. 

A su vez, no hay qué olvidar que tanto el matrimonio como la familia responden a una estructura natural de la persona, a la tendencia o inclinación natural del varón a la unión con la mujer y viceversa. Dicha inclinación natural es la ley natural sobre el matrimonio. Por tanto, no es fruto de un invento o capricho del hombre, y si éste se le ocurre transgredir dicha ley, el único perjudicado es él mismo, ya que se degrada como persona humana. A modo de ejemplo, es como si un pájaro decide un buen día nadar, ya que al observar a los peces, le resulta más aventurera su vida, pero ¿qué pasaría?, la respuesta es más que obvia, se moriría al instante, ¿no?. 

¿Qué es el noviazgo?
Luego de dar una breve síntesis de lo que es el matrimonio, pasaremos a lo que es el noviazgo. Como ya se dijo, éste es la preparación previa al matrimonio. Es recomendable que tenga una duración adecuada, para que los novios puedan conocerse mutuamente lo suficiente para luego decidir responsablemente si quieren contraer matrimonio o no. 

En el noviazgo hay una apertura al matrimonio, al menos como posibilidad. Pero si esto se excluye, no hay lugar para hablar de noviazgo, sino que se trataría de otra cosa. Por esta razón, es muy común escuchar estoy saliendo con tal persona, aunque las manifestaciones de afecto no sean propias de amigos. Esta clase de relaciones no implica ningún compromiso por parte de ninguno de los dos, lo cual es un rasgo de inmadurez que tendrá que superarse para contraer matrimonio.

Por otra parte, el noviazgo se diferencia del matrimonio en que no es indisoluble, pero se asemejan en que en ambos la pareja se debe fidelidad. A su vez, cómo el noviazgo no es lo mismo que matrimonio los novios no deberían tener relaciones sexuales. Pero como todo en la vida tiene su fundamento, esto no es una orden producto de un conjunto de personas retrógradas. Éstas son un signo corporal de una donación total mutua, pero hay que tener en cuenta que no es propio del noviazgo la entrega total. 

Profundizando un poco más, cuando se dan relaciones íntimas en el noviazgo, no hay una tendencia a la donación total, a la unión, sino que uno se busca así mismo, no se supera el plano individual, sino que uno se mueve en el plano de la curiosidad, especialmente, en las primeras, y como consecuencia se utiliza al otro como un mero instrumento sexual. En pocas palabras, éste comportamiento encierra un gran egocentrismo. 

Para entender bien éste hecho, hay que comprender que el obrar sigue al ser, es decir que un matrimonio al tener relaciones manifiestan por medio de su obrar lo que son, una caro, una carne. A su vez, debido a que la persona es una unidad substancial, que es persona encarnada, y que el cuerpo está modalizado en dualidad, la persona encuentra en su cuerpo, el don sincero de sí mismo y la aceptación de la persona amada y la posibilidad de conformar una sola carne.

En unas palabras, es en su misma carne donde la persona puede encontrarse íntimamente con otra para darse así mismo y acoger al otro. Mediante su cuerpo encuentra la dinámica comunicativa por excelencia. En suma, en el noviazgo no hay una entrega total, sino parcial, ya que la totalidad implica no reservarse nada, como por ejemplo la dimensión de la maternidad. Es decir, no habría una entrega total ni esencial (de acuerdo a lo dicho), ni existencial puesto que no se entregaría todas las facetas de la femineidad y masculinidad en toda su duración en el tiempo.

Con otras palabras, el tener relaciones íntimas en el noviazgo podría traducirse con estas simples palabras “me gustas mucho, me lo paso bomba contigo, me atraes un montón pero todavía no quiero entregarte mi vida entera”. O sea, “estoy dispuesto a pasar una noche junto a ti, pero no me pidas nada más, en otras palabras, te entrego mi cuerpo, pero no mi vida”. Ahora bien, hay una gran contradicción puesto que la entrega del cuerpo es la expresión de la entrega total de la persona, pero la persona o se entrega para siempre, para toda la vida, o de lo contrario no hay lugar para hablar de entrega. De acuerdo a todo lo dicho no se podría hablar de un verdadero amor, pues éste se caracteriza por ser incondicional, y en éste caso no lo es. 

No quisiera terminar sin unas palabras de Gerardo Castillo, “El noviazgo sirve para que dos personas de distinto sexo desarrollen, progresivamente, la capacidad de comunicarse y la capacidad de quererse












“El noviazgo: proyecto de vida”


Enseñar a amar

Ante la situación actual en este campo, “quejarnos no sirve para nada, tenemos que convertirnos en agentes activos de cambio, ‘dar envidia’ a los demás de nuestro modelo de familia, que es el natural, y que nos hace más felices que el resto de la gente”. De hecho, el sacramento del matrimonio supone elevar a lo sobrenatural una realidad que ya es natural.

“Por eso tenemos que enseñar a cambiar de actitud, a vivir el sentido verdadero de la sexualidad, y el noviazgo como el período para aprender a amar”, explicó. Hoy, señaló Hertfelder, hay un “falso sentido de la felicidad: por un lado, se confunde la felicidad con el placer, y por otro lado, se busca el tener antes que el ser. Hay una búsqueda frenética”.

De ahí que “se ha desvirtuado el fin y el sentido de la sexualidad, se ha descontextualizado al separarla del matrimonio, y al desvincularla también de la procreación”. A nuestros jóvenes, por eso,“no tenemos que darles educación sexual, sino enseñarles a amar”. También constató que “se ha sexualizado todo, incluso la publicidad”.

Hoy se da un nuevo ritual, que la ponente resumió así: “lo primero es ‘enrollarse’; lo segundo es ‘dejarlo’, siendo la ruptura una experiencia de aprendizaje; después se dan ‘comprobaciones regulares’, volver a quedar y tener esporádicamente relaciones sexuales; y el ‘somos amigos’, que se mide por el índice de relaciones con mis ‘ex’, dejando de lado el compromiso, que es muy exigente. Uno usa su sexualidad como le apetece, sin ningún tipo de compromiso”.

Ante esta situación, hay que “educar y cambiar las actitudes. La actitud es la predisposición a dar un tipo de respuesta”. Y esta educación de las actitudes tiene tres componentes: el cognitivo, el afectivo y el de la conducta. Hay que plantear la búsqueda de la verdad, del bien y de la belleza, y enseñar que “la felicidad es una elección, y no una suerte. Ser feliz se elige, y tiene que aprenderse. Tenemos el deber de ser felices; no podemos plantearnos el noviazgo o la relación interpersonal como mero sacrificio o resignación, sino que debemos aspirar a ser felices, aunque estemos en una situación desgraciada; aceptando activamente y convirtiéndome en agente de cambio, mediante el cambio de actitud, sin quedarme en la resignación”.

“Si hubiera instintos, no habría libertad”, señaló la profesora. Pero hay una ley natural, un “manual de instrucciones” de la naturaleza humana. Por eso “la noción del pecado no es un mecanismo represor, sino liberador; la posibilidad de crecimiento y perfeccionamiento del hombre”. Por naturaleza, “el hombre está hecho por amor y para amar, quiere tener una familia, se pregunta por el sentido de la vida, quiere ser feliz y busca a Dios”.

El proceso del noviazgo

Desde su experiencia en la terapia con muchos pacientes, Cynthia Hertfelder afirmó que “mejorar la autoestima sólo tiene una clave: aprender a amar a otro. Y necesito haber sido amado para saber amar, saberme amado incondicionalmente por ser persona”. Y es que “al yo se llega siempre a través del tú, y en última instancia, para un creyente, desde el Tú que es Dios, el único que me puede amar de manera perfecta”. Y en este contexto, la profesora destacó la importancia de la familia, que es el lugar donde se puede vivir esto, donde uno es amado incondicionalmente.

Cuando dos personas se gustan, “comienza un ejercicio de conocer al otro y dejarse conocer: saber sus creencias, hablar de los temas fundamentales, conocer el carácter propio y del otro, construir una amistad sólida como base de apoyo, aprender a respetar al otro y a uno mismo, hacer proyectos, conocer bien las circunstancias personales, aprender a expresar la afectividad, a perdonar y perdonarse, a dar, a dejarse amar, a recibir…”.

Hay que tener en cuenta que la sexualidad femenina y masculina son diferentes, con reacciones y procesos biológicos y psicológicos distintos. Para Hertfelder “la relación sexual tiene un valor vinculante muy fuerte e impide, si no se ha consolidado antes, el logro de una verdadera amistad, respeto al otro, exigencia a uno mismo y autocontrol”. Además, “la relación sexual no aporta un mayor conocimiento del otro, si no va ligada al compromiso de amor y donación”. De hecho, “las parejas que han tenido relaciones sexuales sin un compromiso real incondicional de entrega, tienen una mayor probabilidad de fracaso matrimonial, si se llegara a este punto. Algo que dice la ley natural, y que ahora muestran los estudios estadísticos”. La complementariedad sexual y la fecundidad son un bien del matrimonio, porque implica la aceptación incondicional del otro, como varón o mujer, con capacidad de dar vida.

Las emociones y el amor

No se puede basar el amor únicamente en el gusto, en lo emocional, en la satisfacción del apetito. La sexualidad no está para eso, porque se quedaría “en una satisfacción del yo”. El amor se vive con pasión, se siente como placer, y esto es automático. De aquí tenemos que dar el salto, en un proceso voluntario, a pasarlo por la inteligencia. Entonces, “lo que era pura emoción pasa a ser sentimiento, que ya tiene una menor intensidad, un bajo o nulo componente somático, y una larga duración que depende de la voluntad, debo querer seguir queriendo a esa persona”.

Por eso “puedo estar enamorada de mi marido toda mi vida, si quiero”. Se pasa al “amor tranquilo, en el que lo importante es el tú, no el yo; es un amor donación, con una felicidad que no se siente, sino que se sabe”. Sobre el sentimiento de placer surge un amor como apreciación, que se vive con pasión, y basándolo en la amistad, se establece el noviazgo, que supone la entrega de la humanidad.“Y el matrimonio es algo de ley natural, y vale tanto el de un no cristiano que no lo celebre como sacramento, como el mío, que estoy casada por la Iglesia”.

La concepción que algunos tienen del “débito conyugal” es falsa, como un deber de la mujer para con su marido. Su verdadero sentido es éste, según explicó Hertfelder: “tienes el deber de amar al marido, y el marido de amarte a ti, y esto supondrá que a veces tengáis relaciones y otras no, por el bien del otro; entregarme al otro, no ser sujeto pasivo del acto sexual, sino agente activo de comunicación”.

“Todo esto no es un invento de los católicos para fastidiar a la gente, sino que es algo propio de la ley natural, que nos hace humanos, y quiere el bien de la pareja y de los hijos”, señaló. “Hay que enseñar a la gente a vivir la sexualidad como algo positivo, no como un pecado. Es pecado cuando se utiliza contra la naturaleza del hombre, pero no por cuestión religiosa, sino porque va contra la ley natural”.

Cynthia Hertfelder concluyó su ponencia recitando un poema de Pedro Salinas, en el que se dice:“quiero sacar de ti tu mejor tú”, señalando que ésa es la función del noviazgo. “Esto empieza en el noviazgo, y ha de continuar en la vida matrimonial”.




Educar en la abstinencia, una estrategia que funciona


El pasado 26 de enero, un informe del Alan Guttmacher Institute reveló que, por primera vez desde 1990, la tasa de embarazos adolescentes ha sufrido un repunte. En 2006 –último año del que se tienen datos disponibles– hubo 71,5 embarazos por cada 1.000 chicas estadounidenses entre 15 y 19 años, lo que supone un incremento del 3% respecto a la tasa de 69,5 adolescentes en 2005.



 Después, los autores del informe establecen una correlación –bastante discutible– entre el aumento de la tasa de embarazos adolescentes y los programas de educación sexual centrados en la abstinencia, impulsados por la Administración Bush.



 El informe del Guttmacher Institute ha agitado a la opinión pública estadounidense. Casi todos los medios coinciden en que los resultados que muestra son preocupantes. En lo que no se ponen de acuerdo es en identificar la causa.



 Algunos periódicos, como el New York Times, se han apuntado con entusiasmo a la hipótesis que plantea el Guttmacher Institute. Otros, como el Washington Post, menciona esa explicación pero no la hace propia. Entre las causas posibles, este diario cita la relajación de los jóvenes ante los peligros del sida (lo que les lleva a tener relaciones sexuales sin preservativo) o la afluencia de los inmigrantes hispanos.



 Lo cierto es que, hoy por hoy, los programas que promueven la abstinencia sexual de los jóvenes están bajo sospecha. Para que puedan optar a ser financiados por fondos federales, antes se ha de probar que su estrategia funciona.



Los datos cantan



 Esto es lo que acaba de conseguir un riguroso estudio publicado en la revista Archives of Pediatric & Adolescent Medicine (2-02-2010). Según el estudio, realizado por investigadores de la Universidad de Pensilvania, los programas de educación sexual centrados en la abstinencia logran persuadir a muchos alumnos para que retrasen el inicio de su actividad sexual.



Es cierto que ya existían algunos informes que certificaban el éxito de la estrategia de la abstinencia en Estados Unidos. Pero lo novedoso es que este estudio ha conseguido llamar la atención de los más escépticos.



 Según el Washington Post (2-02-2010), “por primera vez hay pruebas claras de que un programa de abstinencia puede funcionar”. Es significativo que esta noticia haya estado durante varios días entre las cinco más leídas de su edición on line.



 Los autores del estudio han seguido durante cuatro años a 662 adolescentes afroamericanos de clase media, de entre 10 y 15 años, que participaron en programas de educación sexual a principios del 2000. Se ha escogido a estos jóvenes porque se trata de una población de alto riesgo.



 Los programas se impartieron en módulos de ocho horas –con descansos, claro– a lo largo de varios sábados, en cuatro colegios públicos. Unos alumnos participaron en programas centrados exclusivamente en la abstinencia; los demás asistieron a programas que combinaban diversas estrategias, principalmente la contracepción y la abstinencia.



 A los dos años de impartirse los cursos, llegó la hora del recuento. Un tercio de los alumnos que había asistido a los programas de sólo abstinencia se había iniciado ya en las relaciones sexuales. En cambio, ese porcentaje llega hasta casi la mitad de los alumnos del otro grupo.



En otras palabras, la probabilidad de mantener relaciones sexuales en los adolescentes que habían participado en los programas centrados en la abstinencia es un 33% más baja que en los otros.



Eficacia demostrada



 Para John B. Jemmott, profesor de la Universidad de Pennsylvania y director del estudio, estos resultados ofrecen una oportunidad para tomarse más en serio el debate sobre los programas de educación sexual: “Llevamos demasiados años echando pestes sobre los programas de sólo abstinencia, sin prestar atención a los datos”. “Este estudio muestra que los programas centrados en la abstinencia pueden compartir cartel con los demás programas de educación sexual que ofrecemos”, concluye Jemmott.



 El estudio de la Universidad de Pensilvania puede tener consecuencias políticas importantes. En teoría, el sistema educativo de Estados Unidos avala tanto los programas de educación sexual contraceptiva como los que promueven la abstinencia de los jóvenes. Pero en la práctica las cosas no son tan equitativas. La Administración Obama ya ha tomado partido por la educación sexual contraceptiva, al eliminar los más de 170 millones de dólares que antes iban destinados a financiar los programas centrados en la abstinencia.



 No obstante, una vez demostrada la eficacia de los programas de sólo abstinencia, podrían volver a recibir apoyo de los fondos federales.



 Así se desprende de unas declaraciones de Sarah Brown, directora de la National Campaign to Prevent Teen and Unplanned Pregnancy: “Este nuevo estudio puede cambiar las reglas del juego. Por primera vez, hay pruebas claras de que la estrategia de la abstinencia puede ayudar a muchos jóvenes a retrasar las relaciones sexuales”.



                               Aunque no está de moda



        A veces pasa que es tanto el entusiasmo de los novios que dan el amor "a borbotones", en lugar de darlo poco a poco. Y cuando viene la ruptura, se les viene el mundo encima: –"Ya todo acabó para mí"–, decía una adolescente. Y sufren lo indecible.
        Hay un proverbio ruso que dice: "Hay que pensarlo bien antes de iniciar un negocio; dos veces antes de ir a la guerra; tres antes de casarse".
        Un estudio hecho recientemente muestra que una de las cosas que les falta a los jóvenes de hoy es la capacidad de reflexionar. Se requiere, pues, todo un proceso de maduración personal, una maduración que no se da automáticamente, sino que es una tarea. No basta saber quién es el otro, dónde vive, qué le gusta y quiénes son sus padres. Es necesario conocerlo bien como persona única e irrepetible, como dice el psiquiatra vienés Viktor Frankl.

        El enamoramiento suele poner en acto a la imaginación; se idealiza a la persona amada; no se le ven defectos. El problema está en no poner los pies en la tierra, pero eso es difícil de pedírselo al adolescente, ya que su corazón suele andar por las nubes.
       
    Un problema de los jóvenes


Quien ama, desea lo mejor para el amado; desea superarse por él o por ella y por sí mismo.
        El adolescente vive de sentimientos; la pareja reduce sus relaciones a sentirse a gusto juntos, hablar de cosas superficiales alabándose mutuamente, sin pensar en el futuro, sin dialogar sobre temas profundos o dándose a conocer uno al otro a través del lenguaje hablado. Las peleas pueden ver buenas pues allí se conocen como realmente son. Allí sale el modo de manifestarse la agresividad de cada persona. Es grave reducir las relaciones de noviazgo a la dimensión física, sexual, o dejar que sea ella la que predomine. El sexo es elemento integrante del amor matrimonial, pero no constituye el centro de la persona. Las relaciones sexuales fuera del contexto matrimonial constituyen un grave desorden, porque son una expresión reservada a una realidad que no existe todavía: Los jóvenes tienen relaciones de casados cuando en realidad no están casados.
        Alguien te ama mucho, secretamente. ¿Quién? Descúbrelo. A ti amigo (a) adolescente, te dedico este poema que me llegó por internet.
PARA UNA PERSONA BELLA
        Si Dios tuviera un refrigerador, tendría tu foto pegada en él. Si El tuviera una cartera, tu foto estaría dentro de ella. De hecho, Él te manda flores cada primavera, y te manda un amanecer cada mañana.
        Cada vez que tú quieres platicar, Él te escucha. Él puede vivir en cualquier parte del universo, pero El escogió tu corazón. Enfréntalo, amigo(a): ¡Dios esta loco por ti!
        Dios NO te prometió días sin dolor, risa sin tristeza, o sol sin lluvia, pero Él si prometió FUERZA para cada día, consuelo para las lagrimas, y luz para el camino.
        Porque amor no es el que te impide vivir a costa de quitarte de sufrir, sino el que te acompaña en los días buenos y malos, para que puedas crecer tanto como tú puedas, y mucho mas allá de lo que jamás soñó tu imaginación.




La duración de los noviazgos

 Noviazgo  

Es correcto planear y adquirir lo necesario para llevar una vida familiar digna, pero esto no debe ser el pretexto para retrasar indefinidamente un compromiso.


Se está volviendo a poner de moda el que la gente se case, pero dentro de la línea de la sociedad de consumo, lo que trae como consecuencia el que muchos se casen tarde y mal. No es insólito el que se oigan comentarios de este porte: « ¡Quién lo iba a decir! Fulanito y Zutanita después de catorce años de noviazgo se casan y al año se separan. No será porque no tuvieron tiempo de conocerse.» Por supuesto, tuvieron tiempo de conocerse y de aburrirse de tanto conocerse. Cuando el noviazgo se alarga demasiado, para lo único que sirve es para coger mañas.
Cada caso es un caso en esto de la duración del noviazgo, pero el más frecuente, hoy en día, es que los novios necesitan tener tantas cosas para casarse, que cuando las consiguen ya no les quedan fuerzas para lo principal: quererse, crear una familia, educar a los hijos y educarse ellos mismos en la interesante aventura de perseverar en el amor. Para enamorarse de una encantadora joven de dieciocho años, o viceversa, sirve cualquiera. Para seguir enamorado cuarenta años después hace falta, además, cierta dosis de inteligencia.
Dada mi afición a escribir novelas que me obligan a adentrarme en el pasado, he podido constatar cómo, según discurren los siglos, se retrasa la edad para contraer matrimonio. En tiempos del Cid Campeador -siglo XI- los caballeros se casaban siendo donceles y las doncellas a los doce o trece años, apenas alcanzada la pubertad. Por supuesto no tenían problemas de piso. La gente del pueblo se alzaba una casa en poco más de un mes con ayuda de los vecinos; entonces para vivir sólo precisaban de cuatro paredes y un tejado. El suelo era de tierra apisonada y no tenían fontanería, ni electricidad, ni las diversas tomas de tantos artilugios como se concitan en los modernos habitáculos de la actual sociedad de consumo.
Cuatro siglos después, en el XVI, las cosas no han cambiado demasiado y, a lo más, la edad de matrimoniar se retrasa en un par de años. La madre de Teresa de Jesús, la encantadora doña Beatriz de Ahumada, casó de trece años y alcanzó a tener diez hijos. Catalina de Aragón, la que con el tiempo fuera esposa legítima del temible Enrique VIII de Inglaterra, había casado previamente con el hermano mayor, el príncipe Arturo, ambos rondando los quince años, y produjo gran asombro que no lograran consumar el matrimonio, lo que atribuyeron a enfermedad del príncipe, que murió un año después. En el siglo XIX la cosa se mantiene dentro de unos términos razonables y las doncellas casan de diecisiete, dieciocho o, como mucho, de diecinueve años. La debacle se produce mediado el siglo XX, en el que con pocos lustros de diferencia tanto se demoran los matrimonios -una media de diez años- que las doncellas tienen muy pocas posibilidades de seguir siendo tales cuando lo contraen. Las cosas claras.
¿Por qué se alargan tanto los noviazgos y se demoran los matrimonios? Porque hoy en día los contrayentes entienden que el cariño, para que no se marchite, debe estar debidamente enmarcado; piso, coches, televisor, vídeo, cadena musical, viaje de novios transoceánico y suma y sigue. Consecuencia: presupuestos millonarios para la celebración y para su posterior mantenimiento.
-¿Y usted a qué edad se casó?
-Pues yo, amable lectora, me casé de veintitrés años y mi prometida tenía dos menos. De viaje de novios nos fuimos a El Escorial y luego nos acomodamos en un piso viejo, de renta antigua; en eso tuvimos suerte, pero como no disponía ni de ascensor, ni calefacción, ni nevera, ni nada de nada, hay que reconocer que vivíamos por cuatro perras gordas. Comprendo que las cosas han cambiado, pero aquella carencia tenía su encanto. Ibas accediendo al disfrute de las cosas poco a poco. El primer coche utilitario, el primer viaje al extranjero, la primera vez que salías a cenar a un restaurante, los primeros veraneos en la playa. Y, por supuesto, la primera vez que hacías el amor con tu novia que ya era tu esposa.
-¿Pero qué dice usted?
-Por favor no se ofenda. Entonces los noviazgos eran más cortos y más controlados. No digo que saliéramos con carabina, pero tampoco se nos daban tantas facilidades. Ahora esos noviazgos tan largos, con salidas nocturnas hasta altas horas de la madrugada, con viajes colectivos en los que no por eso las parejas dejan de estar individualizadas… En fin, qué le voy a contar que usted no sepa.
-Le veo a usted un poco pesimista.
-No quisiera. Pero insisto en que conviene llegar al matrimonio con un buen bagaje de ilusiones y no ir las desgajando durante el noviazgo. Y, por supuesto, con cierto espíritu de sacrificio. A los novios que se acostumbran a un noviazgo largo, ambos con coche a la puerta, cenas en restaurantes de moda, esquí navideño en los Alpes y vacaciones en el Caribe, cada vez les cuesta más dar el paso al frente.
-¿No estará usted exagerando un poco?
-Eso espero.

(Jose Luiz Olaizola)


Los nuevos románticos
  
Jaime Nubiola

Mejores en bastantes aspectos aunque parezca lo contrario        Es frecuente leer y escuchar quejas sobre la juventud actual, sobre su pobre formación intelectual, sus frágiles hábitos de trabajo, su dificultad para comprometerse en empeños de envergadura y de altos vuelos. Sin embargo, resulta difícil encontrar valoraciones positivas de todos aquellos ámbitos en que los jóvenes de hoy aventajan con mucho a las generaciones precedentes, y en particular, a la de sus padres.
        No me refiero sólo a la soltura que muchos de ellos tienen con la lengua inglesa o al dominio de las herramientas tecnológicas, sino sobre todo al desarrollo de las virtudes que favorecen la armonía y la convivencia social. Me parece que puede decirse de forma rotunda que los jóvenes de hoy son más amables, cordiales y acogedores que sus padres, que pertenecieron quizá a una generación más rebelde y airada. Para comprobar esta realidad basta con mirar los habituales conflictos entre los miembros de la clase política y el desinterés general de los jóvenes por esas batallas de "sus mayores".
        Un rasgo distintivo de la juventud actual es su carácter gregario y su gusto por lo masivo. Los jóvenes de hoy no son independientes, sino que tienden a actuar en grupo. Les gustan las discotecas abarrotadas y las terrazas de los bares llenas de gente. Para ellos, "ser normal" es siempre actuar como los demás. Ocultan sus diferencias personales porque necesitan ser aceptados por sus iguales.
        Los jóvenes de hoy son nostálgicos de la amistad. Quieren tener muchos y buenos amigos, aunque no saben bien cómo lograrlo. Les gusta tener amigos y simplemente estar con ellos, pues "para eso son los amigos". Impresiona el éxito entre los jóvenes de las redes sociales como Facebook: es una manera de compartir intereses –fotos, música, aficiones–, de establecer comunicación con otros chicos y chicas que, además, tienen pocas cosas que contarse: les basta con estar conectados. Una joven licenciada argentina a la que di alguna clase me tiene en su red de amigos, de la que formamos parte 178 personas. ¿Alguien puede tener 178 amigos?
        Quienes sostienen que ahora impera el relativismo y el escepticismo postmoderno están hablando –me parece– de los padres de la juventud actual, no de los jóvenes reales entre 18 y 25 años. Los jóvenes de ahora –me advertía un valioso alumno– son más bien neorrománticos, prefieren los sentimientos a la razón, la caricia dulce al conflicto. Nunca había oído esa expresión para caracterizar a los jóvenes, pero me parece un verdadero acierto. Nuestros jóvenes son unos románticos: no quieren cambiar el mundo, se conforman con querer y sentirse queridos.
Peligros de su modo de ser        Viven en el presente y dicen que no quieren una esposa o un marido para toda la vida: les basta con alguien con quien estén a gusto porque les trate con ternura y respeto. El ámbito de lo sexual refleja mucho estos cambios, pues la intimidad sexual acaba siempre haciéndose eco de lo que ocurre en la sociedad. Mientras sus padres pudieron ser quizá partidarios del "amor libre" o del "amor para toda vida", ahora los jóvenes defienden el sexo como afectuosa expresión de ternura, sin compromiso ninguno. Los nuevos románticos no quieren vínculos para toda la vida, ni quieren responsabilidades.
        Lo que más llama mi atención es que estos jóvenes están del todo en contra de la promiscuidad: consideran totalmente inaceptable que una chica "salga" con dos chicos o que un chico engañe a su pareja. Los jóvenes no ven dificultad en las relaciones sexuales con tal de que sea por amor, pero en cambio les produce una profunda aversión el sexo por dinero. Los anuncios sexuales de los periódicos no están hechos para los jóvenes. Este neorromanticismo juvenil da mucho que pensar, pues tanta ternura sin compromiso está abocada –me parece– a una terrible soledad.














I parte,...



Ideas para acertar en el noviazgo... y en el matrimonio
Si se cultivan los pasos del noviazgo, el éxito del matrimonio, de algún modo, está garantizado por ese aprendizaje en el amor. "Noviazgo: ¿Seguros? Ideas para acertar".

Si el amor es un misterio, ¿cómo pueden haber "ideas" o "recetas" para un noviazgo?
        El libro "Noviazgo: ¿seguros? Ideas para acertar" trata efectivamente del misterio del amor. El amor, que siempre tiene su fuente en Dios (Dios es Amor), sin dejar de ser un misterio inefable, se encarna personalmente.
        Las mujeres y los hombres amamos, y en cada biografía humana se encuentra una historia de amor.
        Por tanto, los diálogos de este libro giran alrededor de historias reales de universitarios y otros jóvenes que participaron a lo largo de diez años en un seminario interdisciplinar. A su vez relatan historias de amor (y de desamor) de otras personas.
        En esas historias reales, con nombres ficticios por privacidad, se descubren planteamientos certeros que han llevado a un amor fiel, respetuoso y comprometido, junto a planteamientos erráticos que desembocan en fracasos estrepitosos. El libro no ofrece recetas, sino testimonios e ideas que iluminan para decidir bien sobre el amor.
Aquello de que "el amor es ciego"... ¿cómo lo interpreta?
        Siguiendo la mejor tradición filosófica que considera al amor como una pasión. En las pasiones el mundo afectivo de la persona comienza llevando las riendas de la motivación. Si no intervienen pronto la razón y la voluntad, las pasiones y afectos pueden mover hacia decisiones equivocadas.
        En este libro se analizan con ejemplos prácticos situaciones reales en las que la "maraña" de los sentimientos confunden a quienes experimentan de primeras el flechazo o el "fall in love" del que ya habló C.S. Lewis.
        El doctor Rojas resume también en su prólogo esta idea: "Cuando el amor llega puede ser ciego, pero cuando se va es muy lúcido. De ahí la importancia de acertar en la elección y éste me parece un asunto central". Resulta novedosa en esta obra la importancia que se da al estudio de los diversos temperamentos humanos que ya desde el noviazgo han de tenerse en cuenta para acertar bien y no quejarse más tarde por la "incompatibilidad de caracteres". Finalmente se ofrecen pistas para crecer en lo que se ha denominado desde hace tiempo "inteligencia emocional".
¿Cuál es la premisa básica que presentaría a unos novios?
        El libro: "Noviazgo: ¿seguros?" sostiene la tesis de que un noviazgo bien vivido configura, más de lo que habitualmente se piensa, el futuro del matrimonio.
        Viene a afirmarse: "lo que decidas que sea tu noviazgo será tu futuro matrimonio". Como premisa básica considero que convendría corregir algunas patologías.
        El noviazgo se mira muchas veces como un periodo previo al matrimonio, pero de mera transición, sin entidad propia, incluso se trivializa, quedándose en sólo flirt (juego insustancial de amor).
        Por el contrario, es una etapa importantísima de conocimiento mutuo entre la mujer y el hombre, en la que existen unas reglas no escritas de sinceridad, respeto, amor verdadero, paciencia, conocimiento profundo, que muchas veces se pasan por alto y marcan para siempre la futura relación matrimonial.
        Si se descuidan aparecerán en el futuro patologías que llevan a crisis muy difíciles de superar cuando una mujer y un hombre ya están definitivamente comprometidos. Si se cultivan los pasos del noviazgo, el éxito del matrimonio, de algún modo, está garantizado por ese aprendizaje en el amor.
        Por tanto, el libro afirma que "más vale un trauma en el noviazgo, que un matrimonio traumático". Me explico: si durante el noviazgo se comprueba que aquella relación no "va en serio" encaminada al compromiso matrimonial, conviene romper con ella cuanto antes, asumiendo el dolor momentáneo como terapia, incluso si se es cristiano llamémosle cruz, evitando así un futuro desastroso de separaciones o rupturas matrimoniales.
        Finalmente considero que, cuando se hayan conocido lo suficiente como para saber que por su compatibilidad de caracteres, valores, y proyecto de matrimonio, ese amor proyectado en el futuro será un matrimonio de verdad.( sigue)





Enamorarse



Belleza interior y exterior
        Una mujer y un hombre se empiezan a enamorar cuando se encuentran a gusto juntos y se entienden sobre las cosas de que hablan. Están enamorados cuando parece que uno no puede vivir sin el otro, les gustaría estar siempre juntos y los temas de conversación parece que nunca se acaban.
        El psiquiatra Enrique Rojas trata del enamoramiento en algunos de sus libros. Dice en el cap. IV "Enamorarse" del libro "Remedios para el desamor" : El enamoramiento "es un estado emocional surcado por la alegría y la satisfacción de encontrar a otra persona que es capaz de comprender y compartir tantas cosas como trae consigo la vida". A continuación analiza los síntomas del enamoramiento y los va describiendo.
        Aunque, en un primer momento, lo que deslumbra sea la aureola física, esto sirve más para los hombres. Cuando se dice, "el hombre se enamora con los ojos, la mujer por el oído", se quiere decir que ese deslumbramiento inicial para el hombre es la belleza física, y que a la mujer le gusta escuchar palabras amables y románticas, que le permitan saber que ha gustado.
        María José Suárez, Miss España en 1996, con 21 años y estudiante de Magisterio, a una de las preguntas del periodista que la entrevistaba y que quizá se las quería dar de graciosillo: "Entonces, ¿que se mueran los feos?", contestaba así: "¡Ay, no! Que se arreglen. Yo creo que no hay nadie feo; hay gente mal arreglada y que no está a gusto consigo misma. Para gustarle a los demás tienes que gustarte a ti misma. Si no estás a gusto contigo, lo reflejas en tus relaciones personales y esto acaba perjudicándote más que la falta de belleza física. Yo trato de cultivar las dos bellezas, la exterior y la interior. A la belleza física se le puede sacar partido arreglándote; y a la belleza interior, con buenas costumbres". En esto coincidía con la opinión de una mujer madura, María Fernández de Córdova, que en un reportaje sobre las revistas femeninas decía: "La mujer sabe que tiene que cuidar su look. Triunfa un 'ponte guapa' que queda lejos de la belleza inalcanzable de las venus de las pasarelas. Es la belleza del 'sácate partido'. Se trata de que la mujer se guste a sí misma".
Hay muchos modos        El dicho de que "no hay mujer fea a los quince años", se cumple siempre que se esfuercen por ir arregladas de acuerdo con sus posibilidades -no sólo económicas sino también de la propia imagen-, cuidando también no estar gordas y, a la vez, no caer en la tentación de imitar la excesiva esbeltez de las modelos, que les puede llevar, sin darse cuenta, a la terrible plaga de la anorexia.

Todas las parejas no se enamoran de la misma manera. Unas veces el amor surge entre dos que se conocen porque estuvieron juntos en la misma clase, y puede remontarse, en algunos casos, a la Educación Infantil; o que coincidieron, cuando eran niños en un veraneo, y se gustaron.

        Parece que lo más romántico es el flechazo, sentir esa atracción mutua nada más conocerse. Sin embargo, no siempre tiene que ser así. El filósofo Julián Marías, le cuenta al entrevistador, José Luis Olaizola, en el libro "Más allá de la muerte" que cuando estudiaba en la Facultad de Filosofía y Letras le parecía que "mis sentimientos amorosos iban hacia una muchacha, dulce, bonita, armoniosa -compañera de curso-; y, sin embargo, advertía que 'Lolita' me importaba más que ninguna otra persona. Durante las ausencias cuando recibía alguna carta suya, me precipitaba sobre ella para devorarla; sus palabras eran lo que más me importaba, lo que me llegaba hasta el fondo". Y posteriormente se da cuenta de que lo que creía que era amistad se había transformado en amor.
Conocerse para ir de acuerdo        De una manera o de otra, en algún momento de la vida surge el amor entre una chica y un chico: se gustan mutuamente, hablan de muchas cosas, lo pasan bien juntos y digan o no digan que son novios, en el fondo se están preparando para hacer un proyecto de vida juntos, para casarse y formar una familia.
        Para ello es necesario que estén de acuerdo en cosas fundamentales de la vida. Por eso, es importante ese periodo previo al matrimonio, para ponerse de acuerdo sobre muchos temas: cómo se aceptarán mutuamente en sus distintas formas de ser; qué planteamientos tienen una y otro sobre la vida espiritual y cristiana; cómo van a respetar el trabajo del otro fuera del hogar; cómo se van a distribuir las tareas de la casa; cómo van a educar a sus hijos; cómo son las familias de cada uno y cómo se les va a querer y aceptar en sus distintas formas de ser; cómo se van a integrar los amigos de una y de otro en el ambiente de la pareja; cómo cada uno debe continuar con sus aficiones y su formación interior y… bastantes cosas más.
        Todo ello siempre, ¡claro!, buscando la armonía y poniéndolo a las órdenes de esa nueva relación que se va a establecer: "ya no soy yo sólo, ahora somos dos".
Noviazgo y sexualidadLo hermoso de todo esto es que Dios ha sido el autor y ha querido que sea así. El matrimonio ya lo estableció Dios al principio de la creación del hombre, como se decía antes. Ese amor entre la mujer y el hombre es reflejo del amor de Dios en sí mismo, y del amor que tiene a lo que ha creado. El mismo Dios ha puesto en el ser humano esa atracción que los chicos despiertan en las chicas y que las chicas avivan en los chicos: parece que no quiere que andemos solos por la vida.        Pero, cuando en la relación de noviazgo se introducen componentes de la sexualidad que producen placer, se produce un ofuscamiento: ya no está en primer plano conocerse y quererse, ahora lo que domina es la pasión; parece que se quiere al otro, pero puede no ser verdad, porque lo que se espera de la pareja no es ella misma, sino que proporcione placer.
        Entonces, las relaciones y el trato son tumultuosos, porque el sexo ha cogido el protagonismo, ni una ni otro tienen paz interior, y en sus encuentros sólo van pensando en lo placentero de esas relaciones. El ofuscamiento hace que no tengan libertad y claridad: no logran conocerse ni llegan a descubrir si se quieren, si se van a aceptar y si desean hacer un proyecto de vida juntos; así es muy difícil que la decisión sea para toda la vida; y por eso, hay muchos matrimonios en los que luego no hay compenetración y acaban separándose a poco de haberse casado













Eternamente provisionales?




        Una madre preguntaba no hace mucho a un educador: “¿cómo puede un joven escapar de los muchos condicionamientos externos y mantenerse simultáneamente al paso de los tiempos? Creo que los jóvenes de hoy tienen muchas energías positivas, pero poco sentido de responsabilidad. La sociedad los educa a decisiones provisionales, por ejemplo en el trabajo, a cosas de poca duración...”

        El ritmo de la vida moderna nos ha acostumbrado a cambios cada vez más frenéticos. Si antes una familia tenía sus momentos de convivencia y diálogo, ahora el deporte, la televisión, los amigos en el bar, o algún que otro pequeño trabajo urgente han disgregado lo que fue en otro tiempo un grupo unido y armónico. Además, los adolescentes y los jóvenes se sienten bombardeados, hoy más que nunca, por las modas. Cromos, dibujos animados, series de televisión, cantantes de moda, juegos electrónicos cada vez más absorbentes y estrambóticos... se suceden a tal velocidad que los padres no acaban de emitir un juicio sobre la utilidad o peligro de una moda cuando ya se encuentran con que se está imponiendo algo nuevo...

        En medio de las prisas y las tensiones del mundo electrónico, conviene descubrir aquellos valores que no pasan, que señalan y definen en su núcleo más profundo el corazón de cada hombre y mujer. La gratitud hacia quienes nos hacen un favor; la generosidad para con todo aquel que nos pida algo conveniente; la alegría de poder dar nuestro tiempo en favor de un necesitado; la fidelidad al amor matrimonial; la dedicación de los padres a la alimentación y cultura de los hijos, y de los hijos a ayudar en todo a sus padres. Estos y otros muchos valores configuran lo más profundo del corazón de cada ser humano, lo que lo define y no está sujeto al primer capricho del humor o a las situaciones cambiantes del tiempo, de la bolsa o de los precios en el mercado...
        Unos padres de familia, un equipo de maestros de una escuela, no podrán correr siempre según el ritmo de las novedades del mercado global. Con un poco de suerte y de tiempo lograrán estar al tanto de aquello que más destaca, y orientar sobre el correcto uso de cada producto que nace en el horizonte de la vida. Pero no siempre podremos controlar todo lo que cae en las manos de nuestros hijos. Por eso, junto al necesario trabajo de actualización, los padres y educadores podrán enseñar siempre aquellos valores que nunca pasan, aquellos principios que son capaces de configurar toda una vida, y que ayudarán a las nuevas generaciones a juzgar por sí mismos sobre lo que importa y sobre lo que es sólo pérdida de tiempo, si es que no llega a ser una moda peligrosa y deseducativa.
        Vale la pena este esfuerzo. El resultado será un mundo un poco más sereno y unos jóvenes capaces de decisiones estables y profundas. No podemos ser eternamente provisionales. La verdad no pasa nunca de moda. El amor será siempre actual. Este es el reto de nuestra sociedad. El triunfo está al alcance de todos, si sabemos, eso sí, poner lo que esté de nuestra parte para lograrlo










Ámame y no me uses
El amor y el placer son dos cosas diferentes, el amor es querer a alguien y el placer es hacer algo para sentirte bien
Ámame y no me uses
Ámame y no me uses
No me digáis que estas frases del Quijote no nos vienen como anillo al dedo. Leedlas, pero sin pensar en Fulanito ni en Menganita.

"Sucedió, pues, que, como el amor en los mozos, por la mayor parte no lo es, sino apetito, el cual, como tiene por último fin el deleite, en llegando a alcanzarle se acaba, y ha de volver atrás aquello que parecía amor, porque no puede pasar adelante del término que le puso naturaleza, el cual término no le puso a lo que es verdadero amor".

Cervantes, recordémoslo bien, no era ciego y el hombre es el mismo en cualquier época. En otras palabras: eso de golfear ya se estilaba desde el Siglo de Oro y desde siglos atrás. Lo que el Manco de Lepanto nos enseña en su castellano antiguo y perfecto es algo obvio.

¿Has captado ya la moraleja? A mí me parece que una cosa es el amor y otra muy diferente, el placer. Y que nuestro trato, especialmente con el sexo opuesto, debe orientarse con la brújula del amor.

He reflexionado sobre el tabú del sexo. Eso que nos suscita tanto pudor y de lo que solemos hablar entre amigos. Pienso en mi matrimonio y en el de tantos otros. Si esos actos matrimoniales que traen la vida se realizan únicamente por el placer que se experimenta, se acuchilla el amor. Desde ese momento habremos dejado de ser personas para convertirnos en cosas, robots teledirigidos por nuestros apetitos.

El placer, el deleite, el apetito son muy subjetivos. El amor los incluye, no los desprecia, pero va más allá. Atraviesa el portón del propio yo y se da a los demás. No puede estancarse.

La puerta del amor se abre hacia afuera, siempre hacia los demás, y se llama felicidad. En cambio, la del placer se cierra con el candado del egoísmo. El amor dura. El placer se acaba. El placer no es más que un efecto, un producto secundario. Una especie de barniz que acompaña las acciones de los hombres y se diluye como la nieve en verano.

El placer sigue, no se persigue. El placer acompaña al amor, pero no es el amor. El placer no es un señor, sino parte del séquito. O si quieres, en lenguaje más taurino: el amor es el diestro y el placer, uno de la cuadrilla.

El placer es una paloma que remonta el vuelo al sentirse apresada. Sólo planea verdaderamente en los vientos del amor.

Recuérdalo siempre: cuando se persigue denodadamente el placer por el placer, desaparace porque le falta su fundamento: el amor.




¿Por qué esperar?


En un debate televisivo

Alfonso Aguiló
        «Pienso así desde que tenía 14 años. Por aquel entonces ya había observado adónde llevaba la frivolidad sexual a bastantes de mis compañeros de escuela.
        »Desde mi adolescencia pensé que la libertad sexual que yo más deseaba es la de estar un día felizmente casada. Y pensé que tenía que guardarme para el matrimonio, y nunca he tenido la más mínima duda sobre mi decisión.
        »Y pensé que debía casarme con un hombre que tuviera un concepto suficientemente elevado de su futura esposa como para guardarse íntegro para ella. No es que sea lo único que valoro en un hombre, pero me resulta mucho más fácil confiar en alguien así.»
        La que hablaba era una joven y brillante abogada británica llamada Angela Ellis-Jones, en el transcurso de un debate televisivo en la BBC. Defendía con llamativa desenvoltura una opinión poco corriente (al menos, en ese programa).
        «Ya entonces —continuaba Ellis-Jones— me resultaba evidente que cuando se separa matrimonio y sexo, se difumina la diferencia entre estar casado y no estarlo, y, sin quererlo, se devalúa en esa persona la misma idea del matrimonio.
        »La castidad antes del matrimonio es una cuestión importante. Cuanto más a la ligera entregue uno su cuerpo, tanto menos valor tendrá el sexo. Quien verdaderamente ama a una persona, desea casarse con ella. Una relación sexual sin matrimonio es necesariamente provisional, induce a pensar que es una prueba que aún está a la espera de si llega alguien mejor, y me valoro demasiado como para permitir que un hombre me trate de esa manera.
        »Tal vez la postura que mantengo parece que me aísla, pero pienso que no es así: creo que el hombre sensato sólo verá en esos principios un motivo de mayor aprecio.»

        Algunos piensan que lo realista es buscar cuanto antes gratificaciones eróticas, y facilitarlas a otros. Dicen que prefieren ese "pájaro en mano" a un amor ideal que ven como algo muy lejano. Y aunque es comprensible que una persona se deslumbre ante las gratificaciones inmediatas y las prefiera a todo lo que considera como promesas inciertas, parece claro que la tarea de construcción de la propia vida consiste precisamente en abrir horizontes nuevos al deseo, en aprender a valorar lo que todavía no tenemos en la mano pero que, por su valor, nos vemos llamados a alcanzar. Así lo entendía esta joven abogada británica.
     
  Fascinaciones gratificantes 

Dejarse fascinar por el afán de saciar nuestros instintos es algo que impide alcanzar lo realmente valioso. La sexualidad fuera de su debido contexto responde a un impulso instintivo, que se inflama súbitamente y se apaga luego enseguida. Es una llamarada tan intensa como fugaz, que apenas deja nada tras de sí, y que con facilidad conduce a un círculo angosto de erotismo que, en su búsqueda siempre insatisfecha, considera que otros conceptos más elevados del amor son una simple ensoñación, cuando no un tabú o algo propio de reprimidos.

        Sócrates hablaba de una voz interior que le hablaba, le aconsejaba, le reprendía, le impulsaba a buscar la verdad. Esa voz es lo más lúcido de nosotros mismos, y nos advierte que no debemos quedarnos en las meras sensaciones, sino buscar la verdad que hay en ellas, su auténtico valor, y no el que está más a mano, sino el más profundo.

Pensando siempre en positivo

        No se trata, por tanto, de controlar al modo estoico las tendencias instintivas. Se trata de desear ardientemente valores más altos. Más que control de los deseos, habría que hablar de recta búsqueda de la plenitud humana. No se trata de reprimir las tendencias, sino de saber orientarlas. Un director de orquesta no reprime a ningún instrumentista, sino que señala a cada uno el camino que debe seguir para realizar su función de modo pleno: en unos momentos habrá de guardar silencio, en otros tendrá que armonizarse con otros instrumentos, y otras veces deberá asumir un papel de mayor protagonismo.
        Cuando alguien descubre la realidad del amor, tiene la certeza de haber descubierto una tierra maravillosa hasta entonces desconocida e insospechada. Se considera feliz y agraciado, y con razón. Es una lástima que por no acomodarse al ritmo natural de maduración del amor, algunos quieran comer la fruta verde y pierdan la meta que podrían haber llegado a alcanzar.

1 comentario:

  1. que idea !!!!!
    me encanto la pagina !!!
    estoy totalmente de acuerdo suceso XD

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